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¡Sorpréndeme!
EL SEÑOR CABELLOS DE FUEGO II
La segunda parte de la más extraña trilogía de la literatura fantástica, publicada por entregas.
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17 de Agosto, 2012    General

CCII

CCII

      Al regresar Balduino a Vindsborg trayendo a Ljottur, se encontró con que a Arn, para mortificación de éste, se lo había apodado Drumb, "Idiota", y también Fúlnir, "Protestón". Maldijo su propia suerte. No le cupieron dudas respecto a los inmensos e involuntarios méritos con que Arn se había ganado tales apodos, que soportaba mal; pero estaba seguro de que traerían problemas. Así que se llevó aparte a Anders, y le ordenó:

       -Encárgate de que lo llamen por su nombre. No el verdadero, por supuesto... El otro.

         -Balduino, ¿estás loco? ¿Qué quieres que diga a nuestros hombres?... ¡Nos pondremos en ridículo, y pondremos en ridículo a Arn...!

           -¡¡¡Que no lo llames por ese nombre!!!...

        -¡...Lo pondremos en ridículo también a él, si les decimos: No seáis tan malos, llamadlo por su nombre, como si de un chico lloroso se tratara, más allá de que lo parezca! Si quieres pasar vergüenza, y hacérsela pasar a Arn, encárgate tú de decirles tal cosa.

          -Bueno, al menos procura no usar tú esos sobrenombres para dirigirte a...a...-Balduino rebuscó inútilmente en su cerebro y por fin, vencido, concluyó, de pésima gana:-... a Arn.

             Su inseguridad al terminar la frase hizo muy obvio cierto detalle, y Anders, advirtiéndolo enseguida, prorrumpió en carcajadas burlonas.

             -¡OLVIDASTE EL NOMBRE!-exclamó, regocijado-. ¡ERES EL PRIMERO EN OLVIDAR EL NOMBRE QUE A TI MISMO SE TE OCURRIÓ Y QUE NOS REGAÑAS POR NO USAR!

           -Anders, condenación... ¡Baja la voz!-gruñó Balduino-. Y además, no olvidé nada.

         -¿Ah, no?... ¿A ver?...

          -No lo diré, ¡no tengo por qué probarte nada!

          -¿No me digas?...

           El rostro de Anders era una máscara paródica de expectante solemnidad mientras aguardaba desafiante, intentando reprimir nuevas y más estruendosas carcajadas. Viéndolo, Balduino -quien, por supuesto, ni por asomo recordaba el nombre falso bajo el que pretendía ocultar a Arn- no podía concentrarse. Estaba a punto de admitir su derrota, cuando Anders, finalmente, no logró contenerse más, soltó la carcajada y, con ella, un aluvión de saliva que vino a bañar el semblante del pelirrojo.

          -Puerco-gruñó Balduino-. Bueno, bueno, ¡de acuerdo! Puede que lo haya olvidado...

            -¡Oh! Puede, ¿eh?-recalcó Anders, mordaz.

           -...pero es que tengo demasiadas otras cosas en qué pensar. Para eso te tengo a ti. Recuérdame de una buena vez el nombre, y a otra cosa.

             -¿Y cómo quieres que te lo recuerde?, ¡si yo mismo lo he olvidado!-exclamó Anders, llorando de la risa-. Para mí es Arn, y también para los demás, excepto ahora sólo para Ursula, y eso suponiendo que no esté tomándonos alevosamente el pelo; Hijo Mío tardó en entender, pero, milagrosamente, lo consiguió. No obstante, en tu lugar dejaría todo como está. Al menos todos sabemos quién es Drumb y Fúlnir... Y seamos sinceros, Balduino, ¡Arn no colabora en lo más mínimo para que  se lo moteje más benévolamente! ¿Querrás creer que echó a Tarian cuando éste se le acercó con intenciones amistosas? Rayos, si es para matarse, que Dios le da pan a quien no tiene dientes: ¡ojalá cuando vinimos aquí nos hubiera dado la bienvenida alguien así de simpático y amigable como Tarian, en vez de sujetos temibles como Honney y Andrusier!

          -¿De qué te quejas tanto?, si Honney y Andrusier no nos hubieran hecho daño, aunque más no fuera por orden de Ulvgang y porque tres de sus compañeros, entre ellos el propio Tarian, seguían de rehenes en Kvissensborg...

            -Pero tuvimos que meditarlo bien antes de llegar a esa conclusión, ¡y si vamos al caso, tampoco a... a Drumb, pensaba hacer daño Tarian!

             -Tienes razón. Mañana por la mañana hablaré con... Eh... Bueno, mañana a la mañana... hablaré con, en fin, con  el nuevo integrante de nuestra dotación.

           -¿Sí?... ¿Con Ljottur?-preguntó Anders, todavía jocoso.

             -Con Fúlnir-concluyó Balduino, vencido.

         Esa noche, cuando Varg sirvió el indigesto mejunje de turno, todos hacían cola para retirar su respectiva ración, excepto Arn y Ljottur. Ultimo en la fila estaba el apático y desagradable Adam. Advirtiendo a aquellos dos rezagados que permanecían sentados en el suelo con la cabeza agacha, uno aquí y otro allí, gruñó:

            -Eh, Drumb, tienes que venir por tu cena, y tú también...-y se interrumpió, porque Ljottur ya no necesitaba que se le dijese nada: acababa de incorporarse sin necesidad de que Adam completara la frase, y se había colocado último en la cola-. ¿Oyes, Drumb?-Adam sonrió venenosamente, deleitado tal vez por la perspectiva de mortificar a un ex conde y no a un fulano cualquiera-. Drumb, mira que...

            -¡Aah!...-exclamó Ljottur, con aire molesto, tirando de la manga de Adam, quien se quedó mirándolo con cara bobalicona, sin entender qué le ocurría.

         La misma situación se repitió dos o tres veces: Adam le hablaba a Arn, pero era Ljottur quien se daba por aludido, asumiendo al parecer que el único Drumb, el único idiota a quien podían referirse, era él mismo. Adam acabó hartándose.

           -Bueno, alteza, muérete de hambre, si es tu gusto-masculló-. Tampoco es que vayas a perderte de algo formidable; quién sabe, quizás la saques más barata pasando hambre que comiendo la porquería que están sirviendo.

            En ese momento apareció Balduino con su propio tazón humeante. Al ver a Ljottur en la cola, se le acercó:

          -Varg, nuestro cocinero, te dará un tazón que deberás conservar y limpiar tú mismo-le indicó amablemente; y añadió, volviéndose hacia Arn-. Supongo que tú ya tienes el tuyo...-vaciló un momento, pero concluyó:-... Fúlnir.

            -No tiene, señor Cabellos de Fuego, no quiso almorzar-aclaró Lambert, con uno de sus típicos y convulsivos guiños de ojo.

            -¡Que no almorzaste!... ¡Pero tienes que alimentarte, hombre!-dijo Balduino con simpatía, sentándose junto a Arn y dándole unas amistosas palmaditas en la espalda.

          Arn se volvió hacia el pelirrojo con aire de amargura y enfado. Balduino habría querido hartarlo a cachetazos, pero intentó ser paciente:

            -Aquí tienes que ir tú mismo por tu comida-aclaró con gentileza.

          Con gesto de graciosa condescendencia, como obligado a permitirse un gesto magnánimo para con la plebe -siendo así que el insistente crujir de su estómago delataba otros posibles motivos mucho más válidos-, Arn se puso de pie y se colocó detrás de Ljottur. ¿Estará este imbécil intentando incrementar y teatralizar su desdicha para hacerla ostensible?, se preguntó Balduino, irritado.

           La cola avanzaba rápidamente. Llegado su turno, Ljottur se halló ante Varg, quien le proporcionó un tazón y se lo llenó con una sustancia negruzca de temible aspecto. Luego fue el turno de Arn. Con aire hosco e indiferente, Varg le dio también a él un tazón.

          En ese momento llegaron a oídos de ambos los gritos del sordo Gilbert:

         -A ver cómo le sienta al marica de Arn esta cosa que hizo el viejo Varg...

           -Ssssshhhht... Cállate, imbécil-respondieron varios en susurros, los de Karl los más desesperados.

          Fue como si Varg no hubiese oído a Gilbert. En cuanto a comensales, él tenía una deplorable opinión de prácticamente todos los hombres de Vindsborg. Le parecían quejumbrosos como viejas beatas todos ellos, y no esperaba que Arn fuese una excepción, ni tampoco que resultase peor que los demás. Pero Arn, oyéndose llamar marica, se puso lívido y apretó los dientes.

           Cuando ocupó su sitio junto a Balduino, éste tenía aún algún resto en su propio tazón. Anders había terminado y eructaba ruidosamente, acariciándose el vientre con una expresión de sublime felicidad que sólo podían comprender quienes supieran lo que era ajustarse el cinturón en épocas de vacas flacas.

           -Me toca en el torreón, ¿no Karl?-preguntó, desperezándose satisfecho y sonriente.

           -Sí, señor Anders-contestó el interrogado-. Relevaréis a Emmanuel. Y tú, Hendryk-añadió, volviéndose hacia el mentado-, reemplaza a Ursula al pie de la escalinata.

        -Tú siempre el mismo lameculos, ¿eh, viejo puto?-espetó Hendryk, por buscar cuerda-. A Anders o al señor Cabellos de Fuego les hablas como a príncipes, y en cambio al resto de nosot...

           Un súbito, violento ruido a roto dejó sin concluir el discurso de Hendryk. Todas las miradas convergieron hacia Arn, quien había arrojado al suelo adrede su tazón de comida. Que el menú no le resultara apetitoso, se entendía; pero su aire de sufrimiento al límite, digno de quien se dispusiera a afrontar los más espantosos suplicios infernales, resultaba ya grotesco. Esta vez no sólo Balduino, sino todos los presentes, se preguntaron si expresaba emociones sinceras o exageraba para llamar la atención. Una cosa, sin embargo, era indudable: al pelirrojo no le importaba. A duras penas reprimía su creciente cólera:

          -Si quieres, puedes cenar directamente del sulo-dijo con voz helada-, cosa que por otra parte harás como repitas esta escena que ni de Hansi o de Thommy habría tolerado, y que mucho menos aceptaré de ti. De cualquier forma, lo que no vayas a comer, lo limpias.

         -Límpialo tú-gruñó Arn, con brusquedad.

          -Ajá... A ver... Que lo limpie yo... Que lo limpie yo...-masculló Balduino, viendo todo tan rojo como sus propios cabellos, o peor aún.


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publicado por ekeledudu a las 13:46 · Sin comentarios  ·  Recomendar
 
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SOBRE MÍ
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Eduardo Esteban Ferreyra

Soy un escritor muy ambicioso en lo creativo, y de esa ambición nació EL SEÑOR CABELLOS DE FUEGO, novela fantástica en tres volúmenes bastante original, aunque no necesariamente bien escrita; eso deben decidirlo los lectores. El presente es el segundo volumen; al primero podrán acceder en el enlace EL SEÑOR CABELLOS DE FUEGO I: INICIO. Quedan invitados a sufrir esta singular ofensa a la literatura

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