Blog gratis
Reportar
Editar
¡Crea tu blog!
Compartir
¡Sorpréndeme!
EL SEÑOR CABELLOS DE FUEGO II
La segunda parte de la más extraña trilogía de la literatura fantástica, publicada por entregas.
« Blog
« CCIV
06 de Septiembre, 2012    General

CCIII

CCIII

      Al pie de la escalinata, la mirada atenta de Ursula distinguió la figura que emergía del mar y se acercaba a Vindsborg, tras franquear las dos empalizadas. Aguardó a tenerla próxima antes de indicarle el primer escalón, donde descansaba un bulto.

       -Ahí tienes tus ropas y una toalla, Tarian-le dijo, antes de palmearle la espalda como para demolérsela-. ¿Todo bien, campeón?

        Tarian asintió a la luz de la antorcha sostenida por Ursula. La inmersión había tenido sobre él un efecto tranquilizador, como siempre, de modo que no se acordaba de la práctica de la mañana y de sus promenores más que como un incidente molesto que haría bien en evitar que se repitiera.

       Tomó la toalla y sus ropas y subió hasta el patio de Vindsborg. Había ya terminado de secarse y estaba poniéndose los calzones, cuando bruscamente se abrió la puerta, sobresaltándolo. Del interior salieron dos figuras, una de ellas arrastrando brutalmente a la otra, que protestaba a voz en cuello contra ese maltrato:

         -¡SUÉLTAME! ¡ES UNA ORDEN! ¡DÉJAME EN PAZ, TE DIGO!

       Era la voz de Arn. Tarian se alarmó, y sus puntiagudas orejas, como siempre que se enojaba o se ponía nervioso, empezaron a moverse como en enérgico aleteo. Intentó identificar al que arrastraba a Arn; pero estaba muy oscuro, y si disponía de sentidos vedados a la gente de tierra firme, éstos posiblemente le eran de escasa utilidad fuera del agua. No entendiendo qué diablos ocurría, pero advirtiendo algún tipo de gresca, pensó en enemigos externos. Por varias razones, era una suposición absurda; sin embargo, él no era un guerrero, no deseaba serlo y no pensaba como tal. Pero de cualquier manera, no se sentía ajeno a eventuales ataques a Vindsborg; de modo que si había que pelear, pelearía. Y con esa intención, se arrojó sobre la figura que arrastraba a Arn... O sea, sobre Balduino, a quien no reconoció en ese momento. Pero Balduino sí que lo reconoció a él (su olor a mar era inconfundible) y sintió deseos de retorcerle el pescuezo.

        -¡TARIAN! ¿QUÉ RAYOS HACES? ¡DEJA DE JUGAR!

       No tuvo que repetir la orden. Cohibido por su metida de pata, Tarian se hizo a un lado en el momento en que Arn, aprovechando su intervención, intentaba ponerse de pie. Balduino trustró la huida del infortunado ex Conde y, sin el menor miramiento, volvió a arrastrarlo, escaleras abajo esta vez. Por supuesto, durante el trayecto Arn se llenó de magullones; por lo que no paró de quejarse y gemir plañideramente. Y tras ambos fueron Anders y Hendryk, so pretexto de tomar sus respectivas guardias, y deseosos en realidad de no perderse el menor detalle. Otros espectadores usaron el patio o alguno de los escalones superiores a modo de palco mientras Ursula, abajo, alzaba la antorcha, intentando entender qué diablos ocurría. Ahora los seis perros de Hundi se habían sumado a Balduino y su séquito de ocasión, ladrando con mucho entusiasmo, algunos precediendo, otros flanqueando y otros cerrando la formación, cual bulliciosa pero leal escolta.

        Tarian, mientras tanto, decidió que el incidente no era más que una nueva prueba de la locura humana. Recogió sus cosas y entró en Vindsborg para terminar de vestirse. Lo asombró constatar que aún quedaba alguien allí: Ljottur, quien seguía comiendo como si nada hubiera ocurrido, pero que alzó la mirada al entrar el muchacho-pez. Las miradas de ambos se cruzaron, idénticas en su mutua curiosidad; pero Ljottur fue el primero en desviarla, con un aire de inmensa aflicción que desconcertó a Tarian y le inspiró infinita piedad, sobre todo al verlo hacer a un lado la cena inacabada y acostarse rápido en el suelo. Tarian entendía esa prisa, por haberla experimentado en carne propia alguna vez: la prisa de quien desea olvidar hasta su propia existencia; la de quien anhela dormirse y ya nunca despertar.

        No era Ljottur la única persona tendida en el suelo en ese momento: afuera, también Arn yacía, aunque, en su caso, sobre la mucho más muelle arena de la playa, adonde lo había tumbado un puñetazo de Balduino que acababa de ponerle negro un ojo. El pelirrojo estaba furioso y esperaba que Arn se incorporara para seguir apaleándolo a gusto. Mientras tanto, notó que los rodeaba un nutrido grupo.

          -¿¡QUÉ MIERDA MIRÁIS!?-rugió al corro de espectadores-. ¡NADA TENÉIS QUE HACER AQUÍ! ¡DESAPARECED!

         -Yo sí tengo que hacer, mi puesto de guardia es aquí-replicó satisfecho Hendryk, tendiendo hacia Ursula su diestra en tácito reclamo de la antorcha.

        -Y yo debo reportarte las novedades-pretextó Ursula.

       -¿¡Y QUÉ NOVEDADES HAY!?...-vociferó Balduino.

          -Ninguna novedad, esto es lo que iba a decir-replicó Ursula, achicada, cediendo muy a desgano antorcha, puesto de guardia y privilegiado punto de observación; y se retiró malhumorada y gruñendo, lo mismo que Anders, este último en dirección al torreón. Pero al menos Ursula podría seguir mirando desde la distancia, cosa que hizo tomando adecuada posición en uno de los peldaños superiores.

       Arn estaba decididamente insoportable, y Balduino sospechaba que lidiar con él sería extenuante si no le dejaba pronto algunas cosas en claro; por lo que quería molerlo a golpes para aleccionarlo un poco y, de paso, desahogarse. Pues si de algo no se le podía acusar, era de no ser comprensivo y solidario con las desgracias del prójimo. Lo había sido con Snarki en su momento, al notarlo temeroso, inseguro y, para colmo, acusado de un crimen ajeno; lo había sido igualmente, cómo no, con Tarian, viéndolo convertido en un lastimoso desecho humano en las mazmorras de Kvissensborg; lo había sido también con la vieja Herminia, amargada por el abandono, años ha, de su esposo, y por la muerte de su único hijo, hechos que la habían forzado a cerrarse en sí misma, temerosa de sufrir otra vez si volvía a querer a alguien; lo había sido con Hrumwald, avergonzado éste de su fealdad y enamorado de una mujer en apariencia fuera de su alcance; incluso con Ljottur, pese a su siniestra costumbre de ensartar pequeños animales en ramitas convertidas en minúsculas estacas, por haberlo visto maltratado por alguien más fuerte. Con todos ellos, y muchos más, sí, sí, sí... ¡Pero Arn!... ¡Un hombre apuesto y saludable, separado quizás de su familia, pero con la certeza de que ésta se hallaba tan a salvo como él mismo y quizás más!... Y sin embargo, allí estaba él, arrastrándose por los suelos, patético, imagen misma del fracaso; él, que por su misma condición de Caballero hubiese debido soportar más digna y virilmente la adversidad, de la que, por otra parte, tenía buena parte de culpa. ¿Había sido, después de todo, un Conde que se hiciera querer por sus súbditos? ¡Qué va!... A lo sumo, no se había hecho odiar demasiado, pero tampoco amar, precisamente. ¿Y no le habían prevenido Anders y él, Balduino, de que esto amenazaba ocurrirle? Y no había hecho el menor caso a tales advertencias, pese a lo cual, la suerte seguía acompañándolo... Porque otro, en lugar de Balduino, habría recordado la paliza recibida en Kvissensborg y aprovechado para vengarse del culpable indirecto; o incluso, sólo por congraciarse con el nuevo Conde, habría entregado a éste, atado de pies y manos, a su depuesto y fugitivo predecesor, el cual, por haber dejado de ser poderoso, ya no era útil. Y otros menos honorables en sus malandanzas que Ulvgang y sus Kveisunger, olvidando la obediencia debida a balduino, se habrían desquitado en Arn de la traición sufrida a manos de éste. Sí, Arn era un tipo con suerte, qué duda cabía...

         Y Balduino ya estaba harto. No lo soportaba, y ahora, volviendo a reflexionar sobre ello, lo aferró de nuevo por la ropa y lo arrastró una vez más, escaleras arriba en esta ocasión, y siempre escoltado por la bulliciosa jauría de Hundi. Ante esto, todos los espectadores corrieron al interior de Vindsborg a ver cómo proseguía la función. No mucho después, con los perros precediéndolo, llegaba Balduino, siempre con su carga humana a la rastra, la cual soltó apenas hubo traspasado con ella la puerta. Arn cayó pesadamente al suelo y no dio muestras de querer moverse de allí. Iba Balduino a reiterarle la orden cuyo incumplimiento había desatado el incidente, cuando vio que los seis perros se habían precipitado sobre la comida desparramada y lamían el sitio adonde había caído, con tal ahínco, que se hubiese dicho que pretendían pulimentar el piso.

        ¡Hasta esa suerte tiene!, pensó Balduino, furioso e indignado. Si yo tuviera problemas serios y me tocara limpiar el piso, estos quiltros pulguientos no sólo no me serían de ayuda, sino que, además, lo empeorarían llenándolo de cagadas. Habladme después de justicia divina. En ese momento llegó Emmanuel, relevado por Anders de la guardia en el torreón. Impaciente por hacerse valer, recogió los pedazos del tazón, sin que nadie le ordenase hacerlo. Balduino, por no destriparlo, le agradeció entre gruñidos, y luego paseó la mirada entre los presentes, cruzándose con la de Ulvgang, más reflexiva que otra cosa. Ahora sabía Ulvgang por qué Arn le repelía tanto: era una babosa humana y un marica quejumbroso.

        Balduino advirtió, en las miradas de los demás, que la opinión de Ulvgang estaba generalizándose, e hizo un esfuerzo más por proteger a Arn de él mismo:

       -Mañana será otro día, ¡a dormir todos!
Palabras claves , , , ,
publicado por ekeledudu a las 12:37 · Sin comentarios  ·  Recomendar
 
Más sobre este tema ·  Participar
· CCXX
Comentarios (0) ·  Enviar comentario
Enviar comentario

Nombre:

E-Mail (no será publicado):

Sitio Web (opcional):

Recordar mis datos.
Escriba el código que visualiza en la imagen Escriba el código [Regenerar]:
Formato de texto permitido: <b>Negrita</b>, <i>Cursiva</i>, <u>Subrayado</u>,
<li>· Lista</li>
SOBRE MÍ
FOTO

Eduardo Esteban Ferreyra

Soy un escritor muy ambicioso en lo creativo, y de esa ambición nació EL SEÑOR CABELLOS DE FUEGO, novela fantástica en tres volúmenes bastante original, aunque no necesariamente bien escrita; eso deben decidirlo los lectores. El presente es el segundo volumen; al primero podrán acceder en el enlace EL SEÑOR CABELLOS DE FUEGO I: INICIO. Quedan invitados a sufrir esta singular ofensa a la literatura

» Ver perfil

CALENDARIO
Ver mes anterior Abril 2024 Ver mes siguiente
DOLUMAMIJUVISA
123456
78910111213
14151617181920
21222324252627
282930
BUSCADOR
Blog   Web
TÓPICOS
» General (270)
NUBE DE TAGS  [?]
SECCIONES
» Inicio
ENLACES
» EL SEÑOR CABELLOS DE FUEGO I: INICIO
FULLServices Network | Blog gratis | Privacidad