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¡Sorpréndeme!
EL SEÑOR CABELLOS DE FUEGO II
La segunda parte de la más extraña trilogía de la literatura fantástica, publicada por entregas.
16 de Noviembre, 2012    General

CCVII

CCVII

       Durante cierto tiempo, la adaptación de Ljottur y Arn a la vida en Vindsborg fue cosa ardua. Ljottur, al menos, ponía mucha voluntad. A él no había que repetirle las órdenes para que obedeciera, aunque sí para que las comprendiera correctamente, ya que muchas veces no las entendía bien y, cuando quedaba solo, permanecía mirando hacia todos lados, con aire confuso, triste y temeroso, hasta que Balduino volvía a acercársele.

          -¿No entiendes?-le preguntaba entonces-. Pero Ljottur, ¿por qué no me lo dijiste? ¡Si no tengo inconveniente en repetirte las cosas cuantas veces sean necesarias!

            Balduino lo reprendía siempre en tono amable y suave, pero Ljottur reaccionaba agachando la cabeza con expresión humillada, por lo que pronto dejó de reprenderlo, limitándose a acercarse a él con una sonrisa y repetir la explicación de turno. A veces, obligarse a tantas atenciones especiales para con Ljottur inspiraban en Balduino deseos de gritar de exasperación, pero lo ayudaba a contenerse el hecho de que el chico, una vez comprendido lo que se le pedía, obedeciera sin dudar. Daba la impresión de disfrutar del trabajo duro, aunque por la noche se hallaba siempre tan cansado que casi a la rastra debía subir los peldaños de la escalinata de Vindsborg y, una vez arriba, a menudo se desplomaba en el suelo cuan largo era, durmiéndose sin cenar. Por supuesto, ello generó muchas bromas acerca de que procuraba dormirse enseguida, o fingir que dormía, a fin de no quedar a merced de los mejunjes de Varg.

         Balduino tenía buenos motivos para forzarlo a trabajar duro, porque Ljottur, en sus escasos ratos libres, no tenía mejor idea que mirar disimuladamente hacia todas direcciones, en obvia búsqueda de animales que poder ensartar cruelmente en alguna rama. El despiadado hábito llenaba de ira a Balduino, por lo que, cada vez que pescaba a Ljottur en esa actitud, le hablaba con firmeza para dejarle en claro que no toleraría que torturase a ninguna criatura, ni aun a las perjudiciales como los roedores.

          -No me explico por qué Ljottur se asusta tanto cuando se lo digo-comentó una vez a Anders sobre el particular-. De acuerdo, me obedece, y eso es lo positivo; pero se aterra cuando le reitero con firmeza la prohibición de maltratar animales, y no me explico la causa, ya que le hablo tranquilamente.

          -¿Hablas en serio?...-se burló Anders-. ¿Tranquilamente, dices? Tengo entendido que hay asesinos que matan con absoluta tranquilidad, y tu cara, cada vez que le recuerdas a Ljottur que no permitirás que sea cruel con los animales, es la de un asesino. Ni a respirar me atrevería si me miraras así.

           Balduino conservaba sus fluctuantes opiniones acerca de los poderes shamánicos de Hendryk. Ciertamente, tenía algunas vagas pruebas de que eran reales, como por ejemplo en lo referente a su filgia bajo cuya forma lo había atacado; pero a veces lo asaltaban dudas de que de veras se tratara de una simple filgia y no de un auténtico monstruo marino sin conexión con Hendryk. Entonces se le ocurría que éste quizás no fuera otra cosa que un gran farsante extremadamente astuto. Sin embargo, algo que nunca le cuestionó fue su juicio acerca de que maltratar animales era, para Ljottur, una especie de venganza por no tener tótem. Quizás la cosa no pasara exactamente por tótemes o no tótemes, pero lo indiscutible parecía que Ljottur trataba de mitigar un enorme dolor secreto endosándoselo a otros, en este caso a animales. Balduino llegó a esa conclusión luego de recordar, como quien recuerda una culpa largamente olvidada, que él mismo había maltratado una vez a un animal en su infancia. En efecto, un pobre perro se le había acercado haciéndole fiestas; y él le había asestado una patada, como si el animal fuera la encarnación misma de su sufrimiento. Pero el cruel acto no le había aliviado el dolor en lo más mínimo, y Balduino se acurrucó en posición fetal y se echó a llorar. Y cuando, contra toda prudencia, el perro volvió a acercársele y lamió sus lágrimas, no sólo no volvió a patearlo, sino que se abrazó desesperadamente a él, y muy pronto lo hizo su compañero y le dio un nombre. Que por supuesto, fue Argos.

          Meditando, Balduino encontró tan extraño que el perro regresara tras el maltrato inicial, como el inusitado afecto que Svartwulk parecía sentir por Ljottur; y se preguntó si también él habría carecido de tótem en su infancia... Quiso comentar con alguien la extraña idea, y ¿a quién eligió para ello?: ¡a Fray Bartolomeo!

          -¡Otra vez!...-refunfuñó el cura, indignado-. ¡Otra vez diciendo herejías!... ¿Será posible que no puedas quitarte ese mal hábito?

              -Pues perdonad si cometí el error de suponer que un asunto de índole espiritual pudiera ser de la incumbencia de un sacerdote-ironizó el pelirrojo.

         -No te hagas el inocente. Sabes perfectamente que al hacerme esa consúlta lo único que querías era buscar cuerda. Buscabas vengarte.

             -¿¡Vengarme... Yo!?

            -¡Sí, sí: vengarte!... Ves el dolor de Ljottur, recuerdas el que sufriste tú, meditas sobre el dolor del mundo y buscas infantilmente vengarte de Aquel  a quien consideras culpable de todo ese dolor: Dios. Lamento mucho informarte que cualquier ofensa que hagas al Señor es una coz asestada al Cielo. Casi diría que esas coces son acordes a semejante asno, si no temiera que mi propio burro se ofendiera ante tal comparación, y se declarara en huelga. A mí es a quien haces rabiar y no a Dios, por si no te has dado cuenta... Y creo que sí te das cuenta. Ahora escucha, taimado y malicioso hereje: tan orgulloso estás de haber alcanzado la dignidad de Caballero, ¿y pretendías alcanzarla sin sufrir?... ¿Qué necesidad habría de Caballerzos, si el mundo estuviera lleno de amor, de paz y felicidad? ¡A ver si al menos te pones de acuerdo!...

          Balduino optó por callarse. Suele ser una prudente medida cuando otro tiene razón y no se dispone de una respuesta inteligente que ofrecer...
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publicado por ekeledudu a las 14:32 · Sin comentarios  ·  Recomendar
 
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SOBRE MÍ
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Eduardo Esteban Ferreyra

Soy un escritor muy ambicioso en lo creativo, y de esa ambición nació EL SEÑOR CABELLOS DE FUEGO, novela fantástica en tres volúmenes bastante original, aunque no necesariamente bien escrita; eso deben decidirlo los lectores. El presente es el segundo volumen; al primero podrán acceder en el enlace EL SEÑOR CABELLOS DE FUEGO I: INICIO. Quedan invitados a sufrir esta singular ofensa a la literatura

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