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¡Sorpréndeme!
EL SEÑOR CABELLOS DE FUEGO II
La segunda parte de la más extraña trilogía de la literatura fantástica, publicada por entregas.
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23 de Marzo, 2013    General

CCXI

CCXI

        Los Kveisunger no sabían bien qué hacer o cómo tomar a Ljottur. Lo consideraban medio idiota, pero después de unos días dio la impresión de que les inspiraba cierta tosca ternura, y empezaron a mostrarse protectores con él. Honney lo comparó en algún momento con un animalito, una mascota; lo cual dio pie a muchos chistes acerca de que Ljottur era el único animal del señor Cabellos de Fuego que hasta la fecha no había mordido o atacado de cualquier otra forma a Honney, y que por eso éste se hallaba tan contento con él. Por su parte, el feroz e impredecible Kehlensneiter aparentaba indiferencia por Ljottur, se desentendía en general de él. Pero se murmuraba que en alguna ocasión, siendo de noche y creyendo que los demás dormían, se había levantado a tomar guardia y, ya a punto de salir, había vuelto sobre sus pasos para arropar a Ljottur, cuyas cobijas estaban en total desorden, exponiéndolo a tomar frío. Kehlensneiter no concedía este tipo de gentilezas a nadie, excepto Tarian y Hansi. De ser cierto este rumor, y Balduino tenía la corazonada de que lo era, la pretendida indiferencia de Kehlensneiter era fingida; pero como una corazonada no es una certeza, decidió investigar el origen se aquella versión, que de la que él se enteró por Karl, a quien, a su vez, se la había contado Adler. Así que una tarde, tras las labores del día, abordó a este último en compañía de Karl, para preguntarle si había sido testigo directo del suceso, o si simplemente lo conocía por otros.

        -No, no... Por otros-contestó el interrogado, un tanto nerviosamente.

         -¿Por quién, exactamente?-preguntó Balduino.

         -No recuerdo-fue la respuesta.

          -¡Pues haz memoria, hombre!...-se impacientó Karl.

          -Calma, Karl, calma...-dijo Balduino, apaciguador-. Vamos a ver, Adler, usemos la lógica: con seguridad no lo supiste por un Kveisung, pues ningún Kveisung sería tan indiscreto respecto a un asunto así. Es un episodio que muestra muy emocional a un compañero suyo y, por lo tanto, muy blandengue. Por una cuestión de códigos, algo así se mantiene en secreto. El único entre los Kveisunger que, quizás, podría atreverse a algo así sería Ulvgang, quien es más duro que los otros y se permite hablar de sus propias emociones, por lo que no creo que encuentre vergonzosas las ajenas; pero de todos modos, creo que ni él ventilaría algo así. Y si hubiera sido él, lo recordarías: si uno no es capaz de recordar que nada menos que El Terror de los Estrechos le ha hecho una confidencia, no sé de qué podríamos acordarnos en este mundo. Descartaría también a los Björnson y a Ursula, que se comportarían más o menos igual que ellos en este asunto. Es también poco probable que haya sido Adam: abúlico como es, encontraría igual de rutinario, aburrido o intrascendente que Kehlensneiter arropase a Ljottur o lo destripara... Aunque, ácido como es, también podría ocurrir que se burlase de él en su propia jeta, en cuyo caso quien terminaría destripado sería él.

        Adler exhaló un suspiro, visiblemente aliviado de que Balduino mencionara aquello.

         -Bueno, ahí está, señor Cabellos de Fuego-dijo-. Si algo de esto llega a oídos de Kehlensneiter, nos degüella, nos desuella vivos, nos fuerza a devorar nuestros propios intestinos... Ya sabes que no le gusta que uno ande diciendo cosas de él, así que no me exijas esa audacia...

           -Imbécil, ¿y para qué empiezas a hablar, y te arrepientes luego, entonces?-lo intrepó Karl, fastidiado-. Ya que has abierto tu boca, ábrela hasta el fin, desembucha; y luego, si Kehlensneiter se entera, puedes decirle que fue culpa mía, que quien fentiló todo este asunto fui yo. Entre la simpatía que me guarda y los años que tengo, que de todos modos ya estoy a las puertas de la muerte, el tema está resuelto.

         Adler se volvió hacia él con genuino horror en su rostro salpicado de cicatrices de viruela.

           -¿Estás loco?... ¡Yo nunca haría algo así, y de todos modos, dudo de que Kehlensneiter hiciera diferencias entre un infidente u otro! ¡Tal vez se tragara que iniciaste el rumor, pero si creyera que yo lo repetí, pagaría con mi vida tanto como tú!-miró otra vez a Balduino-. Señor Cabellos de Fuego, debo pedirte que olvides todo esto, será lo mejor.

         -Muy bien, muy bien, lo olvidaré... Pero antes de hacerlo, te diré algo, y medita muy bien al respecto: Kehlensneiter puede ser nuestro compañero o nuestro enemigo. Ambas cosas a la vez, no; es imposible. Deberíamos tener el coraje de ponerlo a prueba y descubrir si es una cosa u otra, fuera cual fuere el resultado. Por otra parte, respóndeme: si vamos a achicarnos frente a Kehlensneiter, ¿cuál es el sentido de entrenarnos para luchar contra los Wurms, que son mucho más temibles?

         -Sólo en parte tienes razón, señor Cabellos de Fuego. Pues los Wurms están lejos, y mi esperanzaes que nunca lleguen aquí. Esto es lo que me mantiene en Kvissensborg; pues, aunque quiero serte fiel, si de veras creyera que podrían venir, habría huido hace mucho tiempo.

          -Si de veras piensas así, eres muy tonto. No es imposible que alcancen estas costas algún día, aunque no es probable.

            -Ya lo sé, y por eso me tomo en serio todas tus órdenes. Pero el caso es que cuando vengan, si vienen, lo verdaderamente imposible sería la huida; así que no quedará más remedio que luchar y morir heroicamente, aunque uno en realidad mucho diste de ser un héroe. Triste consuelo, pero mejor eso que nada. En cambio, con Kehlensneiter hasta ese consuelo sería imposible. Hice algo que estaba mal, algo que a él no le agradaría. ¿Qué defensa queda cuando a uno lo paraliza la culpa y el terror de un verdugo de ojos espeluznantes resuelto a vengarse?... ¡Los ojos, señor Cabellos de Fuego, los ojos de ese hombre!... ¡Dios, si estoy seguro de que hasta la mirada de un Wurm parecería angelical por comparación!

        Y en ese instante, Adler miró hacia todas direcciones, asaltado por un  horrendo aunque afortunadamente vano presentimiento. 

          -Cálmate, hombre, Kehlensneiter no anda por aquí-lo tranquilizó Balduino-. Vamos, Karl.

          Daba la impresión de que menos trágico habría sido para el viejo Karl perder el único brazo que aún le quedaba, que no ser útil al pelirrojo en algún asunto. Balduino lo conocía de sobra; así que, cuando se retiraban, le dijo:

         -Cambia de cara, que lo que quería saber, lo he averiguado.

          -¿Sí?...-preguntó Karl, escéptico.

          -Así es. Con el terror que sienten hacia Kehlensneiter los posibles testigos de ese curioso incidente con Ljottur, es evidente que no andarían inventando chismes sobre él, conociendo a qué se arriesgan: describieron algo que realmente ocurrió y que, por insólito, les hizo olvidar por un momento toda prudencia. El hecho fue cierto, e importa un comino quién fue testigo del mismo. Es cierto que el viejo Lambert no teme tanto a Kehlensneiter; él podría animarse a divulgar zonceras sobre el buen cortagargantas, pero nunca antes demostró afición por el chisme, así que supongamos que no la tiene.

           Pero incluso admitiendo la realidad del incidente, por el momento Balduino no se sentía capaz de interpretarlo como era debido. Que Ljottur había tocado una fibra sensible en el corazón de Kehlensneiter, parecía un hecho; pero el motivo continuaba siendo un enigma. Habría que estudiar atentamente su conducta en busca de más evidencia. Por desgracia, el trabajo no dejaba mucho tiempo para ello, y menos teniendo en cuenta que había otros múltiples asuntos que atender.

        Casi tan inusual como el comportamiento de Kehlensneiter era el de Adam. Frente a Ljottur, éste deponía sus habituales burlas y sarcasmos. Cuando alguien se lo hizo notar, Adam replicó que Ljottur parecía una mente privilegiada por comparación con varios de los imbéciles que había en Vindsborg y que, por lo tnanto, merecía cierta deferencia. Cuál era la verdad latente bajo esta burla, imposible saberlo. Al principio, Balduino trató de llegar a ella partiendo del supuesto de que Adam de veras había sido Caballero en otro tiempo, lo que parecía comprobado por increíble que pareciera, y que frente a alguien tan vulnerable como Ljottur, sus antiguos instintos caballerescos afloraban en él muy a su pesar.

          Por desgracia, había una objeción a tal teoría: en otro tiempo,  Snarki, todavía obeso y sospechado de un crimen del que era inocente, se había visto igualmente necesitado de protección. Y con él, Adam no había mostrado la menor compasión. Al contrario, se había regodeado mortificándolo con insinuaciones macabras, como alusiones a esa horca que, por entonces, aguardaba a Snarki aunque se hubiera diferido su cita con ella por habérselo enviado a trabajar a Vindsborg. En ese asunto, Balduino sabía que Adam no había sido el único: de oídas le constaba que también Honney acostumbraba a divertirse de forma muy parecida con Snarki por el mismo tiempo. Por lo tanto, quizás entendiendo qué había llevado a Honney a comportarse así, se comprendieran también los motivos de Adam. A éste era inútil preguntarle: contestaría con burlas y estupideces. Así que Balduino optó por interrogar a Honney en la primera oportunidad que se le presentó.

          Pero el intento fue un fracaso:

           -¿Qué quieres entender, por qué Adam torturaba a Snarki recordándole a cada rato que lo aguardaba la horca?-preguntó Honney, desconcertado, cuando Balduino lo encaró-. No es complicado de entender. Adam es una basura, una mierda de tipo. Por eso lo hizo. ¿Qué es lo que no entiendes de ello?

            -Eh... ¿Es por eso mismo que tú también asustabas a Snarki?

           -¡Eso no, señor Cabellos de Fuego, eso no!... Yo sólo me divertía un poco, ¿qué quieres?, él era un  gordo miedoso, yo me aburría y él estaba ahí...-se interrumpió al notar que Balduino reprimía una carcajada-. ¿Qué?

          -Nada, olvídalo-respondió Balduino, meneando la cabeza. ¿Malvado... un Kveisung? ¡Cómo se atrevía a insinuar villanía semejante!...
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publicado por ekeledudu a las 14:45 · Sin comentarios  ·  Recomendar
 
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SOBRE MÍ
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Eduardo Esteban Ferreyra

Soy un escritor muy ambicioso en lo creativo, y de esa ambición nació EL SEÑOR CABELLOS DE FUEGO, novela fantástica en tres volúmenes bastante original, aunque no necesariamente bien escrita; eso deben decidirlo los lectores. El presente es el segundo volumen; al primero podrán acceder en el enlace EL SEÑOR CABELLOS DE FUEGO I: INICIO. Quedan invitados a sufrir esta singular ofensa a la literatura

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