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¡Sorpréndeme!
EL SEÑOR CABELLOS DE FUEGO II
La segunda parte de la más extraña trilogía de la literatura fantástica, publicada por entregas.
01 de Abril, 2013    General

CCXII

CCXII

      Balduino se veía forzado a complejas asociaciones mentales, a primera vista inconexas unas con otras, para intentar aproximarse a la no menos compleja mente de Adam. Ursula consideraba abominable a este último; le parecía un cobarde y rastrero ayudante de siniestros hechiceros. Tampoco Ljottur le era muy querido que digamos, y esto podía no ser casual si se tenía en cuenta la similitud que había entre él y Adam. Ambos eran enclenques, si bien ahora Ljottur, merced a una mejor alimentación, empezaba a poner un poco más de carne entre sus huesos; y en un principio, lo rodeaba un cierto aire vil que recordaba el de Adam, aunque no era tan pronunciado como el de éste. Eso debía tener su importancia de alguna manera. Ljottur se parecía a Adam, y sin duda por eso no caía simpático a Ursula; y Adam, que a su vez detestaba a la giganta, reaccionaba solidarizándose con el primero... O bien sentía cierta empatía hacia él, y Ursula, notándola, endosaba a Ljottur la antipatía reservada originalmente a Adam... O bien, sencillamente, las mencionadas similitudes despertaban en este último y en Ursula las inevitables emociones antagónicas e independientes una de otra. La explicación más probable parecía la última, porque Ursula y Adam reñían por muchas cosas, pero Ljottur nunca llegó a ser motivo de discordia entre ellos. De hecho, y aunque Adam era relativamente amable con Ljottur, por la forma en que, a veces, lo miraba desde la distancia, era obvio que al mismo tiempo sentía cierto desprecio por él, igual que, tal vez, se despreciaba a sí mismo.

       Un probable motivo para dicho desprecio podía buscarse en el presunto pasado de Caballero de Adam. Ljottur era tan miedoso como Snarki lo había sido en otro tiempo, y los Caballeros a menudo eran desdeñosos con los cobardes. Quizás ése había sido en otro tiempo el caso de Adam, y tal vez conservara ese rechazo. El mismo Adam era un reconocido cobarde y, por lo tanto, la persona menos apropiada para repugnarse del miedo ajeno; pero, ya se ha dicho, también a sí mismo se despreciaba Adam, además de la probabilidad de que adhiriera a la humana tendencia de notar la paja en el ojo ajeno, pero no la viga en el propio. De todos modos, Balduino creía que la cobardía de Adam había sido muy exagerada, tal vez a consecuencia de la idea simplista de que todo oscuro secuaz de gente rayana en lo diabólico, por fuerza tenía que ser cobarde. El hecho de que hubiera osado traicionar en provecho propio a aquéllos a quienes servía era un indicio en contrario de que él lo fuera, pues obviamente había necesitado de una enorme dosis de coraje para desafiar así a la poderosa y temible Hermandad, que tarde o temprano acabaría encontrándolo y haciéndole pagar cara su traición. Adam había aceptado ese destino con fatalismo, pero sin verdadero miedo: lo encontrarían, lo matarían, no habría escondite posible; que así fuera.

      Posiblemente, entonces, Adam despreciara a Ljottur por miedoso, y a la vez le diera trato preferencial por encontrar que en otros aspectos se le parecía. Pero había otro probable motivo para el desprecio de Adam, que había que buscar en su propia falta de miedo a ser asesinado: nada parecía tener valor real para él, y su propia vida menos, que ninguna otra cosa; así que Ljottur, simplemente por parecérsele, quedaba igualmente devaluado. Fuera cual fuere el motivo, afecto no le tenía, y al enterarse de que, según Hendryk, Svartwulk intentaba proteger a Ljottur en sustitución de un espíritu que le sirviera de tótem, Adam opinó que esto explicaba que también los Kveisunger se mostraran protectores con el chico: debían ser mucho más animales de lo que parecían, si se preocupaban por alguien tan insignificante.

          Claro que, amarga constatación, había en Vindsborg alguien que no sólo resultaba más insignificante que Ljottur, sino también, a la vez (y aunque pudiera parecer contradictorio con su insignificancia), más irritante y aburrido. En otras palabras: Arn se estaba convirtiendo en el mayor dolor de cabeza de Balduino...
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publicado por ekeledudu a las 16:53 · Sin comentarios  ·  Recomendar
 
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SOBRE MÍ
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Eduardo Esteban Ferreyra

Soy un escritor muy ambicioso en lo creativo, y de esa ambición nació EL SEÑOR CABELLOS DE FUEGO, novela fantástica en tres volúmenes bastante original, aunque no necesariamente bien escrita; eso deben decidirlo los lectores. El presente es el segundo volumen; al primero podrán acceder en el enlace EL SEÑOR CABELLOS DE FUEGO I: INICIO. Quedan invitados a sufrir esta singular ofensa a la literatura

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