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EL SEÑOR CABELLOS DE FUEGO II
La segunda parte de la más extraña trilogía de la literatura fantástica, publicada por entregas.
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Entradas por tag: tercera
16 de Septiembre, 2010    General

Tercera Parte: DESPEDIDAS (I)

Tercera Parte

D E S P E D I D A S

I

      Los jinetes, ocho en total, avanzaban sombríos y haciendo marchar a sus caballos al paso a través del bosque y de la noche no menos sombría que ellos, y que ahora los aventajaba en velocidad. Al menos ya no nevaba, pero hacía frío, no había luna y de tanto en tanto quebraba el silencio el lóbrego y distante aullido de los lobos. Como se imaginará, tal panorama distaba mucho de ser reconfortante. 

       De vez en cuando, el grupo suspiraba de alivio cuando la ruta dejaba atrás la oscura foresta y salía a la campiña, donde se entreveían granjas humildes habitadas por gente de bien; algo mucho más agradable que la posibilidad de toparse con bandas de malhechores y fieras agazapadas y dispuestas a atacar. Aunque el aire altivo y marcial de los cabalgantes debía ser muy disuasorio para unos y otros. 

      A veces el terreno se elevaba un poco y los hombres se detenían por un segundo a otear el horizonte. Algo intrigante y poco tranquilizador debían ver en las lejanías, porque algunos de ellos intercambiaban miradas torvas en absoluto silencio antes de proseguir la marcha. 

       Al fin hallaron sobre el camino una construcción de techo a dos aguas, de aspecto más digno que las paupérrimas viviendas avistadas en el último tramo del camino hasta ese momento. Allí se detuvieron sin haberse puesto previamente de acuerdo para ello, y uno de los hombres, un individuo de alrededor de cuarenta años, bajito y rechoncho, desmontó y se encaminó a la puerta, que golpeó con la aldaba.

       -Buenas noches-dijo al hombre que salió a atenderlo, tal vez unos tres o cuatro años mayor que él-. Esto es una posada, ¿verdad?

      -Al menos lo era hasta hace poco, El Manantial de los Unicornios-fue la respuesta-. Supongo que sigue siéndolo, sólo que, desde hace ya varios meses, ya casi nadie pasa por aquí.

       -Necesitamos albergue por una noche, comida y buen vino. Mi señor Bruno de Pfaffensbjorg pagará generosamente por todo ello.

      -¿Vais hacia el Norte o hacia el Sur?

      -Hacia el Norte.

      El posadero compuso una sonrisa bondadosa aunque triste.

      -No será mucho cuanto pueda ofrecer, porque es lo poco que me queda en estos días de crisis-dijo-; pero lo poco que tenga, lo comparto de buen grado con quienes vayan hacia el Norte. No seréis mis clientes, sino mis huéspedes. Sed bienvenidos, y gracias por honrarme con vuestra presencia-y abrió de par en par la puerta a los recién llegados-. ¡Andy! ¡Andy!-exclamó; y un muchacho de facciones toscas pero de mirada inteligente y cuerpo atlético acudió a la llamada-. Andy, tenemos visitas. Encárgate de los caballos mientras tu madre y tus hermanos atendemos a los señores.

      -Sí, Papá-contestó Andy; y sin más dilación, se dirigió ágilmente hacia el caballo más próximo.

      Una poderosa manaza envuelta en hierro lo detuvo en el momento en que aferraba la brida.

      -No te ocuparás del caballo de un simple escudero antes que del mío-dijo una voz, glacial y altanera-. Dale una ración de avena y una buena cepillada.

       Andy, un adolescente de alrededor de quince años, quedó sorprendido ante aquel tono frío y duro; pero de inmediato el asombro cedió paso a la rabia.

      -No nos queda avena-dijo, con matices desafiantes en su voz.

      -Alfalfa, entonces.

      -Tampoco hay. 

      Entre las tinieblas se oyó el sonido de un acero saliendo de su vaina.

      -¿Por qué será que no te creo?-preguntó el caballero, amenazante.

      -Pues acompañadme y lo comprobaréis personalmente.

      Un manto de horror sutil, más negro que la misma noche, parecía ahora pegotearse viscosamente en torno a la escena.

       -Andy, trata con corrección a nuestros huéspedes-ordenó el posadero, con voz teñida de miedo y enojo. Hombres que portaban espadas podían lo mismo ser héroes que villanos, independientemente de su posición social.

      -No ha sido culpa de vuestro hijo-objetó otra vez-. Reiner, no molestes a nuestros gentiles anfitriones. Si el muchacho dice que no tienen con qué alimentar a nuestros caballos, yo le creo.

      Andy juzgó agradable y señorial, en el verdadero significado de ese término, aquella voz.

      -Cepillaré también vuestro  caballo, señor-dijo Andy.

      -No te lo pedí y no vale la pena... Pero gracias de todos modos.

      -No valdrá la pena para vos, señor, pero para mí, sí. Prestar un servicio a quien no sólo por su elevada cuna es noble, aunque él no solicite tal servicio, es un honor que no tiene precio.

      Un silencio perplejo y admirado recibió esta frase, más digna de un palafrenero o de un escanciador, que de un simple villano. Antes de que tal silencio se rompiera, Andy comenzó a llevar a los animales al establo. En ello estaba, cuando su instinto entrenado le advirtió que no estaba solo, y se volvió rápidamente, ágil como un gato.

      -Lo siento, no era mi intención asustarte-dijo alguien, y Andy reconoció la voz, que pertenecía al hombrecido cuarentón, bajo y rechoncho-. Sólo quise agradecerte por tu deferencia hacia mi señor... Y disculparme por la conducta del otro. Mi señor es un príncipe, pero los Caballeros que lo acompañan son sólo patanes disfrazados.

      -Ya me di cuenta, pero los disfraces no me impresionan. Yo no me dejo mandonear por cualquiera-respondió Andy, malhumorado.

      -A veces es mejor agachar la cabeza ante los poderosos. Tenlo en cuenta.

      -Yo no tengo miedo.

      -Y sesos tampoco, me temo. Los villanos de alta cuna son peores que los rústicos, porque tienen engreimiento y vía libre para cometer crueldades con toda impunidad. Si tu osadía los ofende, ningún escrúpulo los detendrá, y se vengarán de ti atacándote por donde más te duela: tu familia. No la pongas en peligro por exhibir tontamente tus agallas.

      Se hizo otro silencio en la oscuridad.

      -No había  pensado en ello-dijo al fin Andy-. Gracias por hacérmelo notar.

      -No ha sido nada. Mi nombre es Wilfred... A tu servicio.

      Y así diciendo, el hombrecido rechoncho dio media vuelta y se dispuso a reunirse  con sus compañeros de cabalgata.
                                                                    
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publicado por ekeledudu a las 13:40 · Sin comentarios  ·  Recomendar
 
SOBRE MÍ
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Eduardo Esteban Ferreyra

Soy un escritor muy ambicioso en lo creativo, y de esa ambición nació EL SEÑOR CABELLOS DE FUEGO, novela fantástica en tres volúmenes bastante original, aunque no necesariamente bien escrita; eso deben decidirlo los lectores. El presente es el segundo volumen; al primero podrán acceder en el enlace EL SEÑOR CABELLOS DE FUEGO I: INICIO. Quedan invitados a sufrir esta singular ofensa a la literatura

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