Blog gratis
Reportar
Editar
¡Crea tu blog!
Compartir
¡Sorpréndeme!
EL SEÑOR CABELLOS DE FUEGO II
La segunda parte de la más extraña trilogía de la literatura fantástica, publicada por entregas.
« Blog
« VIII
22 de Septiembre, 2010    General

VII

VII

      Los tres escuderos regresaron alrededor de hora y media más tarde. Todo el mundo estaba todavía levantado, excepto las dos niñas más pequeñas, que ya habían sido enviadas a la cama. Apenas los vio aparecer, con los pies a la rastra, la mujer del posadero les indicó en silencio una fuente con ciervo frío que había sobre una mesa, aguardándolos.

      -Ya está hecho-anunció el que fuera el escudero de Bruno, al parecer vuelto el líder del trío por falta de ánimos de los otros dos-. Tiramos los cuerpos al río-añadió, mientras él y sus dos compañeros, famélicos, ocupaban sus sitios a la mesa y tomaban cada uno una porción de carne, que atacaron con voracidad acto seguido.

      -Bien-repuso distraídamente Bruno, y se volvió hacia el muchacho-. Cada uno en un saco lleno de piedras, por supuesto.

      El joven se atragantó con el bocado que engullía en ese instante. Se miró con los otros dos, que pusieron gestos aterrados.

      -Eh... Bueno...-tartamudeó el mozo-. Esteee...

      Bruno lo miró airado.

      -¿CÓMO QUE EH, BUENO Y ESTEEE?-exclamó-. ¿SÍ O NO?... Pero vaya pregunta estúpida que hago, no me contestes. ¿PUEDE SABERSE-rugió- EN QUÉ ESTABAIS PENSANDO?... ¡MAÑANA, NI BIEN DESPUNTE EL ALBA, TODOS VERÁN ESOS TRES CADÁVERES FLOTANDO EN EL RÍO, PLÁCIDOS Y ENTUSIASTAS COMO OTRAS TANTAS EMBARCACIONES DE RECREO!

      Los jóvenes no sabían donde meterse.

      -Lo siento, señor-se disculpó en nombre de los tres el que llevaba la voz cantante-, es que, como no estamos acostumbrados a tareas furtivas y macabras como ésta...

      -¡Menos mal!... Y por varios motivos. En fin, tratad de que en otras tareas vuestros sesos tengan más ocasión de descollar. Y recemos para que nadie sea inculpado por esas muertes.

      Wilfred meneó la cabeza. Siempre había lamentado no ser esbelto, alto y de rostro apuesto, era algo que le dolía; pero francamente, ante tamaños asnos, empezaba a temer que poseer todo eso a veces de nada sirviera.

      -Para el amanecer, esos cuerpos estarán ya lo bastante lejos de aquí-opinó Andy-; a menos, claro, que queden atrapados entre raíces, o cosa por el estilo. nadie se molestará en recorrer el río para investigar muertes que nadie denuncie. Tomarán a los difuntos por campesinos o forajidos, y los olvidarán; los nobles son los que al morir ponen a todo el mundo a investigar. El problema es que, allí donde aparezcan, los cuerpos crearán cierto revuelo, y aunque más no sea para conservar las apariencias, se examinarán los alrededores. Con lo cual, si por desgracia alguno de los cadáveres quedara varado en las cercanías, tal vez alguien vendría a investigarnos. Lo que nos pondría en un brete, porque tenemos aquí las armaduras de esos tres bastardos, y todos querrán saber por qué.

      Bruno y Wilfred intercambiaron miradas atónitas. Claro que era un excelente razonamiento; pero ¿de dónde había sacado Andy semejante capacidad deductiva? Y encima tenía coraje. Bruno lamentó no poder dividir esas cualidades en tres partes iguales y repartirlas entre aquel terceto de gansos que se llamaban a sí mismos escuderos.

       -En fin... A lo hecho, pecho-gruñó-. Wil, voy a dictarte una carta más.

      Y Wilfred tomó de nuevo tinta, plumas y pergamino y escribió al dictado una confesión por la que Bruno admitía haber asesinato a Reiner, Hunnberth y Gottfried, exculpando al posadero y su familia. Bruno la firmó y selló, y se la entregó al posadero.

      -Si una investigación descubriera aquí las armaduras, pasaríais un mal rato, pero este documento os eximirá de toda culpa y cargo en cuanto se compruebe la autenticidad de la firma y el sello-prometió-. Guardadlo en lugar seguro, para que nadie lo vea a menos que se hiciera necesario mostrarlo. No temo un proceso en mi contra, pero el caso es que di a Hunnberth y Gottfried mi palabra de que serían recordados como héroes que lucharon contra los Wurms y cayeron en combate contra ellos; de modo que intentaré cumplir con ello.

      A continuación se volvió hacia los tres escuderos, que seguían engullendo.

       -Vosotros quedaréis aquí hasta mi regreso o hasta que recibáis "noticias" de la "muerte en combate" de vuestros amos: primero uno, luego otro, después el tercero-les anunció-. Ya tienen fecha de "deceso", que os será comunicada por los Banqueros Haraldssen-vio que todos los presentes se persignaban o se santiguaban ante el apellido, por lo que añadió:-. Puedo asegurar que no les he vendido mi alma, ni se aparecen ante mí entre llamaradas y oliendo a azufre. Se les ha encargado la administración de las finanzas de Pfaffensbjorg, y lo hacen bien. Y como ni mi padre, ni mi hermano ni yo cometimos la estupidez de querer estafarlos siquiera en un céntimo y les pagamos bien, nos son fieles. Os mantendrán bajo vigilancia; que ésta sea franca y abierta o solapada y secreta dependerá de ellos, pero os aconsejo no confiaros por no sentir que os miran. Os observarán, eso os lo aseguro.

       Los tres escuderos miraron de soslayo hacia todas direcciones, como si los ojos de los temibles banqueros estuvieran ya espiándolos y tomando nota de su comportamiento.

      -Por supuesto, todo esto dependerá de que cierto mensaje llegue a manos de los Haraldssen-prosiguió Bruno-. Si así no ocurriera, serviréis aquí por un plazo de dos años, y luego seréis libres de ir adonde os plazca. por supuesto, sin la adecuada vigilancia, Podríais no acatar este último punto, pero en este caso id adonde queráis, excepto a Pfaffensbjorg, porque a mi regreso allí os castigaria por desobedientes... igual que recompensaré vuestra lealtad, si me obedecéis en todo. Los Haraldssen traerán aquí  algo de dinero, pero más vale que ninguno de vosotros pongáis siquiera un dedo sobre él; es el monto estimado de la indemnización por los daños causados a esta familia.

      El posadero, su esposa y varios hijos quedaron boquiabiertos ante la noticia.

      -En cuanto a vuestras tareas aquí... Colaboraréis en la reparación de sillas y meses, hacharéis leña, os encargaréis de las faenas más pesadas a la par que el mayor de los varones-dijo Bruno.

      Los tres escuderos se alegraron de tener sus bocas llenas, lo que les ahorró el trabajo de reprimir sartas varias de palabrotas. Justo lo que ellos querían: hacer de lacayos al servicio de villanos...

       -Ven, Wilfred. necesitaré que me ayudes a ponerme otra vez la armadura.
Palabras claves , , , ,
publicado por ekeledudu a las 16:59 · Sin comentarios  ·  Recomendar
 
Más sobre este tema ·  Participar
· CCXX
Comentarios (0) ·  Enviar comentario
Enviar comentario

Nombre:

E-Mail (no será publicado):

Sitio Web (opcional):

Recordar mis datos.
Escriba el código que visualiza en la imagen Escriba el código [Regenerar]:
Formato de texto permitido: <b>Negrita</b>, <i>Cursiva</i>, <u>Subrayado</u>,
<li>· Lista</li>
SOBRE MÍ
FOTO

Eduardo Esteban Ferreyra

Soy un escritor muy ambicioso en lo creativo, y de esa ambición nació EL SEÑOR CABELLOS DE FUEGO, novela fantástica en tres volúmenes bastante original, aunque no necesariamente bien escrita; eso deben decidirlo los lectores. El presente es el segundo volumen; al primero podrán acceder en el enlace EL SEÑOR CABELLOS DE FUEGO I: INICIO. Quedan invitados a sufrir esta singular ofensa a la literatura

» Ver perfil

CALENDARIO
Ver mes anterior Abril 2024 Ver mes siguiente
DOLUMAMIJUVISA
123456
78910111213
14151617181920
21222324252627
282930
BUSCADOR
Blog   Web
TÓPICOS
» General (270)
NUBE DE TAGS  [?]
SECCIONES
» Inicio
ENLACES
» EL SEÑOR CABELLOS DE FUEGO I: INICIO
FULLServices Network | Blog gratis | Privacidad