XCVIII
Para espanto de Anders, se venía encima el 23 de abril, fecha de expiración de la famosa apuesta, y él no estaba en mejores condiciones de adivinar el significado del vocablo Terafá que el primer día. Consternado, empezó a intuirse a sí mismo perdedor, y ése hubiera sido el final más lógico para aquella apuesta; y sin embargo, la vida suele carecer de lógica aparente, y el absurdo final que tuvo ese asunto es buena muestra de ello.
Pero como sea, el 22 de abril por la tarde Anders estaba tan afligido ante la idea de montar guardias y más guardias durante todo un mes, las suyas y las nocturnas de Balduino, que el pelirrojo no tuvo corazón para acribillarlo con pullas por lo que se anticipaba su inminente derrota, como había sido su intención; y estaban los dos llevando a las caballerizas a Svartwulk y Slav, cuando al fin surgió el tema entre ambos.
-Tenme piedad, por favor-suplicó Anders-. Cubrir durante todo un mes tantas guardias y además seguir el ritmo de actividad habitual me matará... ¿No puedes reducirme el castigo a la mitad?
Anders había notado en Balduino, últimamente, cierta propensión a acceder inmediatamente a cuanto se le pidiera, si se lo abordaba en el momento preciso, mientras estuviera distraído con otra cosa que le impidiera meditar bien la respuesta. Quizás de inmediato se arrepintiese de su apresurada réplica, pero un buen Caballero no se desdecía de una promesa, ni la dejaba incumplida.
Y éste era un momento así, o lo parecía; porque a la luz de la antorcha, notó Anders que Balduino estaba muy entretenido mimando a Svartwulk, quien le retribuía con afectuosos relinchos. Una pareja de enamorados no habría demostrado tanto mutuo embeleso.
-Sí, muy bien-accedió Balduino.
¡Victoria!... Anders sonrió, satisfecho de su sagacidad, y de ver reducido a la mitad su tiempo de condena. Balduino caviló entonces sobre lo que acababa de decir, y se indignó consigo mismo.
-Pero sólo por la amistad que nos une-gruñó-. Cualquier otra deuda de cualquier índole que contraigas con cualquier otra persona, sea por el motivo que sea, la pagas ; ¿entendido?... Un Caballero no se excusa de sus deberes: va y cumple con ellos.
-Ah, pero es que yo aún no soy Caballero sino sólo escudero-arguyó Anders, sonriendo con algo que sólo podría calificarse como taimada inocencia.
-Anders, eres increíble. A ver si me entiendes: así fueras un vulgar pinche de cocina, tienes la desgracia de estar a mi servicio. Y un pinche de cocina a mi servicio se comporta como un Caballero, para que cuando sea Caballero no exhiba una vulgar conducta de pinche.
-Sí, pero es que tampoco soy pinche de cocina, sino escudero.
-Pues como sigas haciéndote el listo, dentro de poco serás un escudero imposibilitado de sentarse durante al menos tres meses.
-Balduino, hablaba en broma, ¿de veras me crees tan ingenuo como para suponer que lograría escabullirme a mis deberes?...-suspiró Anders-. Tengo muy en claro que seguirás sermoneándome al respecto hasta que me armen Caballero, e incluso más allá, y que me sermonearás mucho más mientras menos caso te haga; de modo que cumpliría con mis obligaciones aunque más no fuera para que te callases de una buena vez.
-Ah-gruñó Balduino, satisfecho.
A partir de ese momento, Anders dio por perdida la apuesta y renunció a tratar de ganarla. Balduino lo notó, y aunque por supuesto era ridículo suponer que en las últimas veinticuatro horas del plazo y sin hacer el menor esfuerzo lograría Anders dilucidar el significado de la palabra Terafá, había que esperar a que concluyera el día siguiente, 23 de abril, para que la victoria del pelirrojo fuera oficial y en toda regla.
