Blog gratis
Reportar
Editar
¡Crea tu blog!
Compartir
¡Sorpréndeme!
EL SEÑOR CABELLOS DE FUEGO II
La segunda parte de la más extraña trilogía de la literatura fantástica, publicada por entregas.
« Blog
« CCXIX
05 de Agosto, 2013    General

CCXVIII

CCXVIII


        En adelante, la adaptación de Arn a la vida en Vindsborg avanzó con mayor celeridad. Se lo hacía blanco de muchas bromas pesadas, en lo que, por supuesto, los Kveisunger solían ser los principales bromistas. Antes, reaccionaba muy mal ante tales bromas, retirándose en solitario, enfurruñado, y quejándose luego a Balduino de ello. Ahora, en cambio, si bien se veía que muy bien no le caían, las soportaba como podía y se tomaba luego cumplida revancha si se presentaba la oportunidad. Entonces empezó a resultar más simpático a todo el mundo, incluyendo al propio Balduino. Este era bastante solitario por elección, e incluso hallándose en grupo era más frecuente que se mantuviera en silencio, estudiando a todos los demás, y observando a Arn interactuando con el resto de la dotación, se sintió a la vez divertido y enternecido. Resultaba obvio que ya no les temía, quizás confiando en que la autoridad de Balduino fuera suficiente protección; pero a la vez se sentía extraño entre ellos, incluso ahora que le prodigaban rudas demostraciones de afecto, o quizás a causa de ellas. Se veía necesitaba mucho de la camaradería de sus congéneres masculinos y que, ahora que la había hallado, no le importaba que viniera de un grupo de temibles presidiarios pero, a la vez, le parecía rara, tal vez por no venir acompañada de la deferencia debida a un gran señor. Por supuesto, no la esperaba, ni estaba en condiciones de esperarla; pero aun así, seguía sorprendiéndole no hallarla.

        -Te diré dos cosas y quiero que medites atentamente sobre ellas-le advirtió Balduino una tarde-. En primer lugar, nuestros Kveisunger no confían así nomás en promesas, y cuando confían en ellas, es muy, muy peligroso para quien las haga dejarlas incumplidas.

        -¿Qué quieres decir?-preguntó Arn.

        Tenía motivos para sentirse inquieto, en vista de las promesas hechas por su padre a Sunndeneschrackt y sus hombres antes del juicio que había llevado a éstos a prisión, y relegadas luego al olvido.

        -Ni más ni menos que lo que digo-contestó Balduino-. Lo segundo que quiero decirte es que, antes de decidir un cambio, es mejor cerciorarse de que éste realmente valga la pena.

         -Sinceramente te lo digo: me estás irritando-dijo Arn, fastidiado-. No tengo inconveniente en meditar sobre lo que quieras, pero meditaría mejor si no fueras tan vago y abstracto. No tengo la menor idea de qué tratas de decirme. ¿Son indirectas, o qué? ¿Por qué no dejas de hacerte el misterioso y hablas más claro?

        -Desde tu punto de vista tienes razón, por supuesto, y te pido disculpas si no lo consideré antes de empezar a hablar; pero me temo que ya metí la pata y hablé, y prefiero pese a ello no decirte más por ahora, antes de saber exactamente dónde estamos parados. No, no son indirectas; simplemente, es probable que tengamos una charla tú y yo dentro de breve tiempo, y quiero que estés preparado para ese momento.

        Lo único que consiguió Balduino con todo esto fue que Arn quedara preguntándose qué se traería el pelirrojo. De meditar los puntos que le había recomendado éste, muy poco; aun así lo hizo, más que nada por temor a que la charla anunciada se pospusiera si con total sinceridad confesaba no haber meditado.

         No se fiaba del todo de Balduino. Era obvio que éste no tenía intenciones de entregarlo a Erik, y dudaba de que fuera a cambiar de opinión por interés, si Erik ofreciera una recompensa por la cabeza de su derrocado predecesor. Como decía el propio Balduino, no se puede sobornar con minucias a quien alguna vez soñó con tener todo un reino a sus pies. Pero Arn empezaba a descubrirlo demasiado astuto para su gusto, mucho más de lo que parecía tras su fachada de honorabilidad. Y podía ceder por miedo. De hecho, Arn pensaba que aquello de antes de decidir un cambio, mejor asegurarse de que éste valga la pena, contra lo que dijera Balduino, podía ser una indirecta: Aquí estás bien, vives tranquilo; ¿verdad que no vale la pena intentar recuperar lo que perdiste?... Y era cierto, allí estaba tranquilo. No tenía decisión sobre nada, pero de alguna manera era una variante cómoda... Por ahora. Porque que ni soñaran con convencerlo de dejar las cosas como estaban. En el mediano plazo, recobraría su Condado como fuera. Aparte de que era suyo por derecho, se lo había quitado un grupo de personas en las que había confiado y que habían traicionado esa confianza. Por lo tanto, nada le apetecía más que recuperarlo; recobraría su heredad aunque fuera a sangre y fuego y aunque luego terminara cediéndola al mismo Diablo.

           Por esos días Kurt se apersonó en Vindsborg, después de una prolongada ausencia justificada por el embarazo de Heidi, su esposa. Su tío Thorstein solía venir en su lugar para traer los productos familiares a canjear en Vallasköpping; no obstante, un jueves por la mañana vino él personalmente. Llamó la atención de Balduino, sin embargo, que la caja de la carreta estuviera prácticamente vacía.

         -Caramba, futuro papá-dijo alegremente Balduino, estrechándole la mano-, ¿tanta urgencia tienes de, en fin, cualquier cosa que necesites de Vallasköpping, que te tomas molestias por tan poco?

         Kurt abrió los ojos en elocuente expresión de susto.

         -¡Uy, amigo, no!-exclamó-. ¡Es que Heidi... Bueno, tú sabes!

        -¡Ja!...-rió sarcásticamente Lambert. A buen entendedor, pocas palabras.

       Y se volvió hacia Balduino entre múltiples e involuntarios guiños de ojo, señalando a Kurt con aire triunfante.

        -Bueno... Si no reñís demasiado a menudo...-murmuró Balduino.

          -Amigo, ¡por Dios!... Si fuera a menudo, no volvía para la cena, me quedaba paciendo en la pradera junto con mis renos-exclamó Kurt-. Necesitaba ver caras amistosas, y vine más que nada por eso. Hace mucho que no venía por aquí... y...

         Se interrumpió. En ese momento acababa de ver, descendiendo la escalinata de Vindsborg entre muchas caras ya conocidas, una que no le era familiar, la de Arn, de la misma manera que distinguiría pronto el rostro también desconocido de Ljottur, a quien todavía no notaba. Kurt no era Kurt si se enteraba de novedades en Vindsborg y no iba a inspeccionarlas bien de cerca; y por lo visto, en este caso Kurt sí era Kurt, porque exactamente eso fue a hacer. Por el camino se cruzó con Anders, le estrechó la mano, pero no se detuvo a cruzar palabras con él ni con nadie. Tenía una misión autoencomendada, y cumpliría con ella... Anders y Balduino intercambiaron miradas humorísticas.

         Aquel encuentro prometía ser inolvidable: un ex Conde malcriado, caprichoso y en vías de reeducación iba a encontrarse por primera vez con uno de sus más inefables ex súbditos, sin que ninguno de los dos supiera quién era el otro. Por lo tanto, en honor a la solemne ocasión, alrededor de ambos cesaron todos los movimientos, se acallaron todas las conversaciones y se creó un clima de expectación.

            -Amigo, bienvenido. Kurt Ingmarson, a tu servicio-se presentó el susodicho, apretando muy entusiasta la mano de Arn.

           Este captó el silencio del entorno y no le gustó nada. Aquéllo debía ser una farsa planificada de antemano para divertirse a sus expensas. Además, para alguien acostumbrado a que los demás hinquen rodilla en tierra ante él, que otro se presente así, estrechando manos tan plebeyamente, es cosa completamente insólita. Para colmo daba la impresión de que Kurt, habiéndose apoderado de la diestra de Arn, no la soltaría ni en las próximas Pascuas. Eso aturdió bastante a Arn, y lo que quedaba en funciones de su cerebro estaba demasiado abocado a intentar adivinar la presunta burla oculta en todo aquello; así que, distraído, murmuró:

          -Yo soy Arn...

          -Qué bestia-reprobó Balduino en murmullos, agarrándose la cabeza ante tan sincera presentación después de todos los esfuerzos que se hacían para mantener a Arn de incógnito.

        -¿¿¿ARN????...-exclamó Kurt, tan inocente como exultante, como para que hasta Erik lo oyera desde Helmberg-. ¡IGUALITO QUE EL BURRO DE FRAY BARTOLOMEO!...

          -Msé-gruñó Arn, de mal humor, intuyendo acertadamente que el público hacía denodados esfuerzos por reprimir carcajadas surtidas-. O como nuestro Conde.

          -Esteee... Ex Conde-le recordó prudentemente Karl.

         -Lo cual viene a demostrar que así como muchos caballos se llaman Sansón y muchas gallinas se llaman Clotilde, Arn es nombre propio de burros-sugirió malignamente Anders.

          -No hay necesidad de ser ofensivos-gruñó Arn, aún de pésimo humor.

         -¡Por supuesto que no!... Por eso a ti te llamamos Fúlnir: porque lamentaríamos ofender a los burros-aportó Balduino.

          -FúlnirFúlnir...-repitió Kurt.

          -No sé a qué tanto tratar de memorizar el apodo-terció Hijo Mío-, si así como mi hermano llama Prátar a todo el mundo, porque olvida los nombres de casi todos, para ti no hay nadie que no sea Amigo, supongo que por la misma razón.

          -¡Pero si yo recuerdo perfectamente cómo os llamáis todos... Eh... Bonifacio-bromeó Kurt, quien, por supuesto, no tenía la menor idea de quién era el adolescente que acababa de intervenir.

           -Igual todos somos Amigo para ti-insistió Emmanuel.

          -Es verdad-admitió Kurt, pensativo. En ese momento vio al fin a Ljottur y decidió, por supuesto, que él no podía quedar fuera de su exhaustiva investigación-. Bueno, amigo, ha sido un gusto...-y estrechó de nuevo la diestra de Arn, aunque ya sin tanto zamarreo, en vista de que había encontrado otra novedad que inspeccionar.

          Y fue a dar la bienvenida oficial a Ljottur, pero esa ceremonia ya no concertó la atención general. Arn se lo quedó mirando en silencio, como si de una inencasillable especie zoológica se tratara, hasta que descubrió que la mayoría de los demás lo miraban así a él, para inri de su orgullo higalquesco. El encuentro había tenido momentos bufos, pero no podían haber sido previamente preparados: el tal Kurt había sido espontáneo y campechano en todo momento. Y no obstante, aquellos bastardos se habían regodeado de antemano; ¿habría otro chiste oculto? Suponía que sí, pero le daba rabia no saber de qué se trataba, y lo alegró el inicio de las actividades del día, que obligó a todo el mundo a ponerse serio.

        

Palabras claves , , , ,
publicado por ekeledudu a las 17:40 · Sin comentarios  ·  Recomendar
 
Más sobre este tema ·  Participar
· CCXX
Comentarios (0) ·  Enviar comentario
Enviar comentario

Nombre:

E-Mail (no será publicado):

Sitio Web (opcional):

Recordar mis datos.
Escriba el código que visualiza en la imagen Escriba el código [Regenerar]:
Formato de texto permitido: <b>Negrita</b>, <i>Cursiva</i>, <u>Subrayado</u>,
<li>· Lista</li>
SOBRE MÍ
FOTO

Eduardo Esteban Ferreyra

Soy un escritor muy ambicioso en lo creativo, y de esa ambición nació EL SEÑOR CABELLOS DE FUEGO, novela fantástica en tres volúmenes bastante original, aunque no necesariamente bien escrita; eso deben decidirlo los lectores. El presente es el segundo volumen; al primero podrán acceder en el enlace EL SEÑOR CABELLOS DE FUEGO I: INICIO. Quedan invitados a sufrir esta singular ofensa a la literatura

» Ver perfil

CALENDARIO
Ver mes anterior Abril 2024 Ver mes siguiente
DOLUMAMIJUVISA
123456
78910111213
14151617181920
21222324252627
282930
BUSCADOR
Blog   Web
TÓPICOS
» General (270)
NUBE DE TAGS  [?]
SECCIONES
» Inicio
ENLACES
» EL SEÑOR CABELLOS DE FUEGO I: INICIO
FULLServices Network | Blog gratis | Privacidad