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¡Sorpréndeme!
EL SEÑOR CABELLOS DE FUEGO II
La segunda parte de la más extraña trilogía de la literatura fantástica, publicada por entregas.
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22 de Agosto, 2014    General

CCXXII

CCXXII

      El silencio mortuorio en el que quedaron todos obligó a Balduino a explicar un poco la situación. Contó la historia del robo del Höjvar por parte de Svend, de la tripulación engañada, de la corte marcial y casi segura condena a muerte que aguardarían al joven guerrero si volvía sin Ursula a Urelm, la capital de Kaldern, pero era dudoso que a los hombres de Vindsborg les importara algo de eso. A una parte del propio Balduino tampoco le importaba. Sí, cierto, Svend parecía un tipo magnífico. Era comprensible que Ursula o cualquier otra mujer se enamorara de él. Pero Balduino no era mujer, y no habiendo podido incorporar a Svend a la manada que él lideraba, no podía verlo sino como a un macho intruso. Pero esa naturaleza intrusiva se conciliaba mal con el hecho de que de veras le caía bien.

       Sus explicaciones, por otra parte, no mejoraron el humor general. Del vínculo afectivo que unía a Ursula y Svend, Balduino no dijo una palabra, pero todos lo adivinaron, quizás porque, con la excepción de Thorvald, los hombres de Vindsborg siempre le habían parecido pequeños hasta la hilaridad a Ursula. Conforme a sus parámetros, Sven sí calificaba como verdadero hombre, y esto los ofendía. Ursula podía parecer muy masculina, pero cualquier parte de hembra que tuviera, la querían para ellos. Todo esto, naturalmente, más allá de que ella hubiera sido siempre un compañero más, y de que los compañeros deben permanecer unidos en cualquier circunstancia, lo que hacía incomprensible la inminente defección.

         Para algunos era más fácil que para otros. Entre los primeros estaban Thorvald, Karl, Ulvgang, Snarki y Adler, mientras que en el extremo opuesto se situaban Honney, Andrusier, Hundi y los Björnson. Quizás Hendryk lamentara un poco la partida de Ursula, pero su grupo eran fundamentalmente los Kveisunger, y daba la impresión de que lo que hiciera cualquier otro ya no le concernía. En cuanto a Kehlensneiter, era muy obvio que le daba igual.

        De todos modos, era inevitable para la mayoría de ellos sentirse cuando menos un poco apenados.

         Balduino y Anders permanecían juntos, en silencio, hasta que preguntó el primero:

       -Anders, ¿te llevabas mal con tu familia? Nunca me hablaste de ella.

          Anders bajó la cabeza, en un gesto que hizo sentir triste a Balduino, y que lamentara haber preguntado.

        -Crecí con una hermosa familia-contestó-. Eramos muy unidos. Mi madre, mi hermana y mi hermano más pequeño lloraban a mares cuando me fui. Mi padre y mi hermano mayor me cubrieron de insultos, pero creo que más por la impotencia de no poder retenerme, que por otra cosa. Los extraño mucho, y si no hablo de ellos es porque me duele tenerlos lejos y también me preocupo por ellos. Quería volver a casa ya convertido en Caballero, para llenarlos de orgullo; pero me asusta pensar que para entonces tendré al menos veinte años, y durante ocho me habré ausentado de casa. ¿Con qué me encontraré al volver? Vi morir a dos de mis hermanos. Quizás alguien más haya muerto en mi ausencia... Y me pregunto si, llegado el momento, hallaría coraje para volver y enfrentarme a esa posibilidad.

        Era una respuesta tan distinta de la que Balduino había imaginado por el gesto de pesadumbre de Anders, que no pudo evitar seguir indagando aun a riesgo de seguir metiendo el dedo en la llaga:

          -Pero si te llevabas bien con tu familia, ¿por qué te fuiste de tu casa?

        -Porque era muy niño y muy estúpido, y creía poder cambiar el mundo. Y quería hacerlo. En realidad, sospecho que sólo pretendía cambiar mi mundo privado: demostrar que un villano como yo, muy a pesar del desdén de los nobles, podía lograr grandes cosas.

          -Pero fracasaste al menos en superar los fracasos de la nobleza, ¿eh?-bromeó Balduino.

         -Es curioso que lo digas, porque estaba recordando el impacto que me produjo verte llorar cuando Thorvald te forzó a reconocer tu fracaso familiar-contestó Anders, pensativo-. Seré sincero: cuando en aquel momento yo mismo me contagié de tu llanto, creo que lloré por mí tanto como por ti. Se me ocurrió que tal vez tú fueras la única familia que me quedara, y yo no lo supiera. Tu ventaja sobre mí siempre será que no tendrás forma de sentirte dividido, porque no dejaste nada atrás.

       -Hmmm... Pero tu propia ventaja sobre mí será siempre que tienes adónde volver.

          -No sé si es una verdadera ventaja. Fue precisamente la imposibilidad de volver atrás lo que te motivó a superarte, a tratar de convertirte en el mejor de los Caballeros. Por otra parte, ya no sé dónde es atrás y dónde adelante. Pues si me vuelvo hacia el hogar paterno, serán mi esposa y mi hijo quienes queden a mis espaldas.

         -Bueno, puede, en todo caso, que pronto no seas el único en sentirte así. La Caballería es mi vida, la llevo en la sangre; no podría ser otra cosa que un Caballero. Pero ahí está Gudrun, y no es difícil darse cuenta de que un día tendré que renunciar a algo que amo. No será una elección fácil si tenemos en cuenta que ella se enamoró de mí precisamente por ser yo Caballero.

          -Bah... Eso sin duda fue lo que la atrajo de ti, pero ahora te seguiría amando de cualquier manera.

         Balduino sonrió.

          -Qué mal la conoces...-observó.

         -¿Dudas de ella?-preguntó Anders.

          -No tanto de ella, como de mí mismo. La Caballería te obliga a ser un dechado de virtudes. A Gudrun le importaría un bledo que no fuese Caballero en tanto conservara las virtudes; si las perdiera, mejor ni te digo adónde me mandaría.

            -Qué poca fe te tienes... ¡Vamos, Balduino! ¿Cuántas veces me dijiste que Caballero se nace, no se hace? Y acabas de reconocer que llevas la Caballería en la sangre.

         -Sí, pero puede que ése haya sido también el caso de Adam... y míralo ahora. En fin, por ahora sigo siendo Caballero y conservo al mismo tiempo a Gudrun; no lamentemos lo que aún no ha pasado, ni lo que ya pasó y no puede cambiarse. Una vez que a ti mismo te hayan armado Caballero, si no puedes volver personalmente a la casa de tus padres, al menos buscaremos alguna forma de hacerles saber cuán alto llegaste.

         -¿Y qué voy a hacer, enviarles un mensajero, como si yo fuera un encumbrado señor feudal, y ellos un par de súbditos a los que me sujetaran ciertos pesados deberes, pero con los que ni en sueños trataría en persona?... Gracias, pero olvídalo. Voy yo mismo, o no pienso más en el asunto.

          -Sí, quizás tengas razón.

          -Y a todo esto, ¿por qué la pregunta? Nunca antes te habías interesado por mi familia.

           -Sí, pero sólo porque, si la experiencia te enseña un detestable concepto de familia, das por sentado automáticamente que que todas se ajustan al mismo feo molde, aun cuando descubras que también las hay maravillosas, como la de Thomen. Pensé ahora en el asunto porque Ursula siempre habló poco y mal de su padre; a su madre nunca la mencionó, así que debe haber muerto. Y para buscar a Ursula, Svend tuvo que robar una nave del Rey de Kaldern; cuando lo lógico hubiera sido que éste alentara cualquier expedición lanzada a la búsqueda de una hija muy querida y desaparecida.

        -¿Crees, entonces, que se quedará con nosotros?

         -No lo sé; pero si se va, seguro no será por afectos familiares.

           -Ahora dudas, cuando hace apenas un rato decías, muy seguro, que Ursula se iría.

          -Es verdad, se va. Lo que pasa es que aún no me hago a la idea.

        -Balduino, ¿no crees que sería mejor que se lo prohibieras?

         -¡Prohibírselo!... ¡Ni que habláramos de una niña!... Ursula es una princesa, por si no te has dado cuenta, y retenerla contra su voluntad sería secuestro. Y con nuestros talentos para el crimen, hasta Adler tendría bastante que enseñarnos.

        -Precisamente eso es lo que quiero decir: este Svend sin duda debe tratar de secuestrarla, ¡que no quiera engañarme a mí haciéndome creer que gusta nada menos que de Ursula!

           -¿Y por qué no, después de todo? Tal vez nuestra enorme osa doméstica le parezca delicada como pétalos de rosa. Si no me crees, míralo más de cerca, y dime si no tiene un tamaño como para que hasta un Behemoth luzca pequeño y dulce a su lado. Además, si Svend quisiera secuestrar a Ursula, ¿cuáles serían sus propósitos? ¿A quién pediría el rescate? A nosotros, en todo caso; que por lo que sabemos, el Rey de Kaldern no pagaría un centavo, como no fuera para que se le llevaran lejos.

         -Tal vez el muy bribón quiera matar al Rey, apoderarse del trono y legitimarse casándose con Ursula.

           -El Rey de Kaldern seguramente tiene otras hijas. Si la cosa fuera legitimarse, podría casarse con cualquiera de ellas; en cambio, ha venido aquí a buscar a Ursula, sin seguridades de hallarla viva, y robando para ello una nave ceremonial del Rey. Si de veras Svend tramara algo contra éste, y no le lo parece, estaría haciendo las cosas muy mal. Por otra parte, ya quisiera verlo obligando a Ursula a hacer cualquier cosa contra su voluntad. Ahora bien: si Ursula, contra todas mis sospechas, tramara algo contra su Rey y Ursula lo apoyara, ya no sería asuntro nuestro. Supongo que sería traición, pero Su Majestad debería ser más afectuoso con su hija si no gusta de verla cómplice en una conspiración contra él, ¿no te parece?

          Anders respondió con gruñidos a los que Balduino no prestó atención, porque Ursula y Svend, por lo visto, habían terminado de hablar y llegado a una decisión, y avanzaban hacia Vindsborg. El pelirrojo se sentía aliviado tras conversar con su escudero, pero el semblante de éste era toda una proclama de mal humor. Balduino sonrió, le palmeó la espalda en un intento por animarlo y luego fue al encuentro de Ursula y Svend.

        No había sido un amanecer muy prometedor el de aquel día, y ahora el cielo había terminado de ponerse gris, y  el clima, ventoso. Balduino nunca olvidaría ese detalle, porque en la mayor  parte del mundo, un día nublado y ventoso sabe a tristeza, pero no en Freyrstrande, que era un lugar muy temperamental y salvaje. Era como si se hubiera puesto sus mejores atavíos en ocasión de un ceremonial: una despedida, en este caso. Y por otra parte, para despedir a una persona cualquiera, ñoña y blandengue, tal vez hubiera sido más adecuada una tibia mañana de primavera; pero, por supuesto, Ursula no era una persona cualquiera. Ursula era Ursula: una temible cazadora capaz de poner en fuga a la más sanguinaria de las fieras; Ursula, que había matado, cocido y devorado a un nada sabroso glotón, en venganza por robar carne puesta a secar al sol. Así era ella por lo general, y sin embargo, Balduino la había visto llorar desconsoladamente tras dar muerte a una loba sin advertir que estaba preñada. Y en este momento el pelirrojo se acordaba de aquel momento en particular, porque ahora Ursula se veía un tanto vulnerable.

         Se detuvieron a cierta distancia, Balduino de un lado, del otro Ursula con Svend unos pasos por detrás. Balduino estaba muy tranquilo, por cierto. Su diálogo con Anders le había hecho reflexionar sobre muchas cosas. No sabía si la de abandonar a su familia había sido una sabia decisión por parte de su joven escudero, pero tampoco estaba seguro de que lo hubiese sido quedarse. Pero de lo que sí estaba seguro era que Anders había hecho una elección a su propia cuenta y riesgo, y la familia, con sus llantos e insultos, posiblemente le hubiera complicado mucho la existencia. Tal vez parte de su actual renuencia a volver al hogar paterno, aunque no lo dijeste, se debiera al recuerdo de tan ingrata despedida. Y su único crimen había sido elegir de un modo tal vez egoísta, pero no más egoísta que el veredicto familiar que le exigía quedarse. Lo habían hecho sentirse, quizás, como un Judas; y tal como Judas se había desesperado ante las consecuencias de su traición a Jesús, tal vez desesperaría Anders si volvía a casa de sus padres y hallaba que uno de éstos, o algún hermano, había muerto: Mamá murió cuando yo no estaba en casa, y la última vez que la vi, su rostro estaba devastado en lágrimas por mi culpa.

       Por alguna razón pensó también en Thomen, que había perdido a tres hijos muy pequeños. Desde luego, en lo que a ellos hacía, el destino de Thomen como padre había sido mucho más trágico que el del padre de Anders. Ninguno de esos tres hijos había llegado a abandonar el hogar paterno para hacer su propia vida porque, directamente, no habían tenido vida. Thomen no había podido hacer de su voluntad una posesiva garra con la que retener a sus hijos amados; se los había arrebatado la Muerte. A veces se acordaba con cierta inevitable tristeza, por supuesto; pero la mayor parte del tiempo era un tipo alegre, que animaba fiestas con ese insólito y chillón instrumento suyo, la gaita. La adversidad le había moldeado el espíritu de una manera que hacía sentir muy humilde a Balduino. Luego de tres hijos muertos, sólo rogaba a Dios que los que le quedaban  pudiesen crecer y ser felices. Balduino estaba seguro de que, con tal de que este deseo suyo se cumpliera, Thomen no extendería garra alguna para retener a Ljod o a Thommy contra la voluntad de ellos.

          En lo profundo de su corazón, la garra de Balduino estaba justo encima de Ursula. Su primer impulso había sido cerrarla sobre ella; pero ahora sabía que no era así como se debía amar, y estaba consiguiendo controlarse, pero ¡cómo costaba!... Entonces miró a Svend. Desgraciado-pensó-, eres más alto que yo, más fuerte que yo, más apuesto que yo, te llevas a una compañera muy querida... Y así y todo, me caes bien. Quisiera no ser tan entusiastamente asno. Entonces Svend le devolvió la mirada, intrigado, adivinando que se lo sondeba. Y fue para Balduino como si en ese momento lo viera por primera vez, y estalló en una sonrisa de hermano celoso que de pronto se da cuenta de cuán afortunado es de tener por futuro cuñado al hombre que está ante sus ojos. En ese momento retiró su garra de encima de Ursula pero, extrañamente, fue él quien se sintió libre al hacerlo.

         Ursula, por su parte, se sentía incómoda. Algo tenía que decir, pero le costaba horrores empezar. Balduino decidió ahorrarle el esfuerzo:

        -Svend se ha jugado por ti y ahora es tu turno de corresponderle-dijo-. Defiéndelo con el coraje de una leona, y ruge también un poco en mi nombre, que él lo merece. Has sido una gran compañera, Ursula. Tenerte aquí fue todo un honor; un privilegio único, en serio.

         Ursula sonrió, feliz y emocionada, y acercándose a Balduino, se inclinó un poco para abrazarlo.

        -Te  agradezco tu comprensión, señor Cabellos de Fuego-respondió-. Creeme, el honor y el privilegio fueron míos.

        Balduino resistió heroicamente la presión de los brazotes musculosos de Ursula, sin soltar el menor quejido aunque su desventurada espalda crujió como si estuviera partiéndose en dos. Al separar el abrazo, ella sonreía como admirada de que alguien a su juicio tan chiquito poseyera tanta resistencia. Balduino sonrió, pero ya más nerviosamente, pues por encima del hombro de Ursula veía acercarse a Svend. Si ambos colosos se habían puesto de acuerdo para acabar con él, estaban haciendo un excelente trabajo.

        -Debes ser un gran tipo. Lamento no haber podido conocerte mejor-dijo Svend, mientras Ursula iba a despedirse de los otros.

        -Nunca se sabe-contestó Balduino, mientras permitía que el gigantón le triturara de nuevo la diestra y concluyera el trabajo de demolición de espalda iniciado por Ursula-. El destino es extraño. Quizás nos conceda otra oportunidad.

        No habría tal oportunidad, pero el destino es ciertamente extraño y, en el caso de Ursula, sería además cruel. Ninguna crónica cuenta qué fue de Svend y, de no haber sido por su brevísimo paso por Freyrstrande, ni siquiera se tendría constancia de su existencia. Años más tarde, un increíble y absurdo error burocrático comprometió a Ursula con el grotesco Gregorio IV, rey de Nerdelkrag. Los prometidos se odiaron ni bien se vieron, y allí mismo se cubrieron de insultos mutuamente. No obstante, razones diplomáticas exigieron que la boda se celebrara de todos modos, siendo aquel el primero de los tres matrimonios del citado rey. Luego de la noche de bodas, se sintieron tan asqueados uno del otro, que no volvieron a tocarse; pero quiso la Desgracia que esa misma noche Ursula quedase embarazada. Nueve meses más tarde nació Christian, único hijo de la pareja y futuro Christian I de Nerdelkrag. Ursula sintió por el hijo la misma repugnancia que le inspiraba el padre. Esto hizo que la posteridad le creara una siniestra fama de mala madre, pero cabe aclarar que, como padre, su real marido resultó mucho peor. El matrimonio entre Ursula y Gregorio, a la postre, sería una piedra que, arrojada cuesta abajo, provocaría una descomunal avalancha: una desastrosa guerra civil que duraría más de cien años.

         En cuanto a Ursula, una mañana, poco tiempo después del nacimiento de Christian, salió a cabalgar, y jamás regresó; y con esto también su rastro desaparece de la Historia. Piensan algunos que Gregorio la hizo asesinar, pero nueva evidencia sugiere que huyó sospechando precisamente que su vida peligraba en palacio y que, de hecho, volvió a Vindsborg, lo que nos permite soñar con que sus últimos años hayan sido más felices o, al menos, más tranquilos. No obstante, aquí entramos en el terreno de la especulación.

         De todos estos acontecimientos ulteriores, al menos la noticia de la insólita boda llegaría a conocimiento de Balduino, quien quedó absolutamente confuso e intuyó el desastre, sobre todo en razón de la opinión deplorable que le merecía Gregorio IV. Pero hay ignorancias piadosas, y Balduino se alegraría de no haber sabido todo aquello cuando Svend llegó en busca de Ursula. Los había despedido deseándoles, de todo corazón, que ambos fueran felices. Ursula se había marchado de Vindsborg creyendo que lo serían, y no habría aceptado que se la retuviese por la fuerza; así que nada se hubiera podido hacer por cambiar el destino. Al menos la despedida había sido feliz, más allá de que no pudiera decirse lo mismo del resto... ¡Vaya si hay ignorancias piadosas!...
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publicado por ekeledudu a las 11:52 · Sin comentarios  ·  Recomendar
 
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SOBRE MÍ
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Eduardo Esteban Ferreyra

Soy un escritor muy ambicioso en lo creativo, y de esa ambición nació EL SEÑOR CABELLOS DE FUEGO, novela fantástica en tres volúmenes bastante original, aunque no necesariamente bien escrita; eso deben decidirlo los lectores. El presente es el segundo volumen; al primero podrán acceder en el enlace EL SEÑOR CABELLOS DE FUEGO I: INICIO. Quedan invitados a sufrir esta singular ofensa a la literatura

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