CLII
-Ahora todos somos prátar para él-explicó Andy a Bruno-. Vaya a saber qué quiere decir eso. Le recordé que me llamo Anders, y me dijo que lo tiene presente, porque un amigo suyo se llama así, siendo uno de los pocos cuyo nombre recuerda; pero sigue llamándome prátar.
-¿Y cuándo lo sacaron de la cárcel?-preguntó Bruno.
-Creo que como a las dos horas. Parece que el señor de Rabensland engañó un poco al señor Hjalmarson... a Dunnarswrad... para que éste accediera a liberarlo. Dunnarswrad no conoce al hermano del señor de Rabensland pero, aun así, no le tiene simpatía... Supongo que ya conoceréis la historia: el tal Balduino puso en libertad a viejos enemigos de Drakenstadt, Sundeneschrackt y su banda... Así que el señor de Rabensland evitó decir al sañor Hjalmarson por quién venía recomendado El Saltamontes; pero más tarde el señor Hjalmarson se enteró igual, y se puso hecho una furia. No creo, sin embargo, que vuelva a encarcelarlo, porque pelea que es una verdadera fiera y su presencia da ánimos a los demás...
Calló, y como tampoco Bruno siguió hablando, de repente todos los ruidos de fondo, los alaridos y ayes, resonaron más vigorosos que antes. Sin embargo, ambos notaron que ya no se escuchaban los rugidos lejanos de los Jarlewurms. Si Drakenstadt estaba de suerte, pronto se escucharía el característico redoblar de campanas con que se anunciaba a sus habitantes, desde la Catedral, que los Wurms se replegaban.
Este último pensamiento despertó una adormecida duda en Bruno, y pensó que era un momento tan bueno como cualquier otro para evacuarla:
-¿Por qué todo el mundo llama La Gorda Adelia a la campana mayor de la Catedral?-preguntó.
-Parece que fue el señor Hjalmarson quien le dio el mote-replicó Andy-, porque La Gorda Adelia era una vecina chismosa suya que se complacía en informar a todo el mundo de las peores noticias. Y durante un tiempo, cada vez que esa campana repicaba sin que las otras la acompañasen, era para anunciar la muerte de alguien; por lo general, de gente caída en el frente de combate o más tarde, a consecuencia de las heridas.
-Vaya humor negro...-murmuró Bruno, sonriendo con escasa convicción.
-Sí, pero es un nombre pegadizo-contestó Andy, tendiéndose en el suelo como para dormir.
No queriendo molestarlo, Bruno dedicó de nuevo sus pensamientos a Hildi, pero lo de las campanas no se fueron del todo de su mente; y entre una cosa y otra, acudió a él otro recuerdo, que no habría podido compartir con Andy, ya que había dado su palabra de guardar silencio al respecto. Databa ese recuerdo de quince días atrás.