CXXV
Caballero y escudero terminaron de reconciliarse cuando al tiempo el segundo aclaró que, en realidad, no había querido participar de la cacería organizada por Arn, temiendo precisamente que su demora preocupara en Freyrstrande. Pero sabía que Arn siempre invitaba a cazar a Balduino y que éste declinaba tales invitaciones por no gustar de la caza como pasatiempo; de modo que le pareció descortés y poco inteligente, desde un punto de vista diplomático, negarse también él.
-De acuerdo, y en eso debo reconocer que, tal vez, te mostraste más hábil que yo-admitió Balduino-; pero siempre que creas que alguien corre peligro, insístele hasta que te tome en serio. Si un poderoso te ordena callarte cuando no paras de advertirle que tome medidas para salvaguardar su persona, tal vez acabe amenazándote hasta con encerrarte en un calabozo si no cierras tu boca, pero no cumplirá, pues tu preocupación por él lo halagará hasta hacerlo mearse de la emoción.
Pocos días más tarde, Balduino fue personalmente a advertir a Arn, mostrándose mucho más insistente que Anders, pero sin más éxito que éste.
-En mi vida conocí a alguien más terco que él-se quejó con Anders, al hallarse ya de vuelta en Vindsborg, mientras se quitaba la armadura-. Lógicamente, no puedo revelarle que no confío en su buen discernimiento respecto a la lealtad de sus vasallos porque en otro tiempo yo mismo lo engañé como quise... En cuanto a la gente que lo rodea, ninguno inspira especial desconfianza, pero es obvio que todos le sirven por obligación, y nadie por verdadero amor. Es decir: todos son traidores en potencia. Triste es decir que los más fieles aliados con los que cuenta Arn en este momento quizás seamos nosotros dos. El se fastidió mucho conmigo por mi insistencia. Me reprochó que, como compañía, no soy tan agradable como tú-miró con fingido aire acusador a Anders, sosteniendo en la mano la rodillera de chapa de la que acababa de despojarse-. Bellaco felón, me has suplantado en el corazón de mi señor...
-¿Y qué haremos ahora?-preguntó Anders, sonriendo.
-Nada queda por hacer, excepto mantener los ojos abiertos y desear que, después de todo, Arn tenga razón y los equivocados seamos nosotros. Esto también es posible, desde luego... Lo malo es que con alguien como Arn, una conspiración hoy puramente imaginaria, podría perfectamente ser real mañana.
Fiel a su propósito, Balduino mantuvo los ojos abiertos. Durante los meses siguientes, seguirían viéndose los misteriosos jinetes; pero aun sin hallar mejor explicación, el pelirrojo empezó a dudar de que se tramara algo contra Arn, ya que en ese caso no se entendía por qué los hipotéticos conspiradores no asestaban el golpe de una vez por todas. Le habría gustado saber qué había detrás de aquel enigma, pero a la vez no tenía tiempo para develarlo, ya que tenía otras cosas que hacer.