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¡Sorpréndeme!
EL SEÑOR CABELLOS DE FUEGO II
La segunda parte de la más extraña trilogía de la literatura fantástica, publicada por entregas.
02 de Agosto, 2011    General

CXXXIII

CXXXIII

       Antes de que junio llegase a su fin, reinó de nuevo la agitación en Vindsborg, si bien por otros motivos, cierto mediodía en que un grupo de jinetes apareció por el Oeste.

        Aquella mañana, Balduino y sus hombres habían estado probando las cinco catapultas con las que contaban ahora y acarreando cuantas piedras fueran adecuadas para servir de proyectiles. Era una labor ardua, y tanto más ingrata cuanto que no había demasiadas piedras así en los alrededores. La playa era eminentemente arenosa, aunque el mar traía a veces algunos peñascos menudos. En la orilla del Duppelnalv había sólo puro barro. Consecuentemente, habría que traer de otro sitio las piedras necesarias; de las Gröhelnsklamer, por ejemplo.

         -Pero mi señor Balduino-objetó Hijo Mío-, estoy seguro de que entre ésas hallaremos alguna que nos pueda servir.

         Y mostró a Balduino unos montones de piedras medio derrumbadas y diseminadas por toda la playa. Quedaba claro que esos montones no eran naturales, ya que parecían dispuestos con cierto método, lo mismo que aquella especie de espantapájaros montados entre ellos como custodiándolos. Emmanuel no entendía qué función desempeñaban unos ni otros.

         -Por la cantidad de piedras utilizables como proyectiles que encontraríamos allí, ni vale la pena que nos tomemos la molestia-contestó Balduino-: sólo tres o cuatro que nos fueran de verdad útiles, y eso con suerte.

         -Pero, ¿para qué sirven esos montones?

          -Espero que eso mismo exactamente se pregunten los Wurms, si llegasen a venir aquí. Sería bueno que mantuvieran sus cerebros de nuez distraídos en fruslerías, y no estén atentos a lo que realmente pueda dañarlos... Por lo demás, para nada sirven.

         -¿Y estos espantapájaros?... Me espeluznan un poco.

          -Y espero también que espeluznen igualmente a nuestros queridos Wurms... Bueno, tropa-dijo Balduino, dirigiéndose ahora a todos sus hombres congregados en torno a él-, Cinco catapultas no resultarán muy drmáticas contra los Wurms, pero será mejor que nada, si no tuviéramos tiempo de construir otras antes de que ellos llegasen... Siempre y cuando tengamos piedras que disparar y siempre y cuando nos organicemos bien. Lo ideal sería que la mayoría de nosotros distrajera a los Wurms mientras una o dos personas, las de mejor puntería, disparan las catapultas. También necesitaríamos una o dos personas más para recargarlas una vez disparadas...

           Mi señor Balduino, permitidme que os diga que desperdiciar las habilidades de combate de vuestros guerreros sólo en recargar catapultas sería un pecado mortal-intervino Hijo Mío-. Que de eso se encargue el monaguillo, mejor.

        -Es que el monaguillo, por su condición de tal, tiene derecho a huir todo lo cobardemente que se le antoje, no tiene por qué estar aquí, luchando con nosotros, si no quiere hacerlo. Y si no te guardas tu veneno por demás inútil, porque Hansi no está aquí para oír tus comentarios, te encargaré la tarea a ti. Por lo demás, no sé qué imaginas que son los Wurms, pero te aseguro que se ven enormes, y que entre recargar catapultas y luichar cuerpo a cuerpo contra ellos, es preferible lo primero. Atended ahora porque, hasta nuevo aviso, éstos serán vuestros puestos en caso de que los reptiles nos atacasen...

       No era cosa sencilla para Balduino planificar con tanta antelación una batalla que podía tener lugar en cualquier momento o no ocurrir jamás. Tenía que aprovechar las habilidades particulares de todos y cada uno de sus hombres. Los más aguerridos, como Ulvgang, Andrusier o Kehlensneiter, estarían en la primera línea de ataque, junto a él mismo (a menos que tuviera tiempo de adiestrar antes a Held, en cuyo caso su propio puesto de combate estaría en el aire); Lambert, prácticamente inútil para la lucha física, tal vez pudiera observar cómo iba la batalla y dirigirla mediante señales de cuerno previamente convenidas.

         -Y será una enorme responsabilidad, porque de ti podrían depender nuestras vidas-le advirtió Balduino-. Escucha ahora: supongamos que se ha abierto una brecha en ambas empalizadas. ¿Qué ordenarías hacer, suponiendo que sólo nosotros estuviéramos combatiendo?

         Lambert, quien no esperaba ser puesto a prueba y tenía la esperanza de que los Wurms jamás aparecieran por Freyrstrande, imaginó por un momento la escena descripta por el pelirrojo y respondió, con cara de susto y guiñando con mayor prisa de la habitual su ojo izquierdo:

         -¡Unirnos al monaguillo en su cobarde huida!...

       -No valdría la pena, creéme. Teniéndolos tan cerca, los Jarlewurms nos achicharrarían a su antojo. Dar la espalda a enemigos formidables como ésos sería grave error. Nos conviene enfrentarlos a lo macho, aunque nos hagamos encima de miedo; así que mejor sugiere otra cosa.
-repuso Balduino.

        -¿Pe... Pero qué quieres que sugiera, hombre?... ¡Si Helga está muerta!-exclamó Lambert, aterrado como si ya tuviera a los monstruos encima-. ¡Si estuviera viva, la poníamos al frente de todos nosotros y, nada más verla, los Wurms daban media vuelta y no paraban hasta hallarse sanos y salvos en las Islas de la Bruma, pero...!

         -Correcto-suspiró Balduino-. Piensa en otra cosa, entonces.

           -¡Huir cobardemente!...

         -¿Otra vez con eso?... ¡Pero si ya te dije que de nada nos serviría!

        -Tal vez no a vosotros, que estaríais combatiendo; pero yo, hallándome más atrás, podría tener ciertas esperanzas... En efecto, quizás los Wurms se saciarían con vosotros como plato principal y me dejarían en paz.

         -En primer lugar, los Wurms vienen en respetable número y, a juzgar por su tamaño, deben tener buen apetito; así que sólo con nosotros no tendrían, no ya para el plato principal, sino siquiera para la entrada. En segundo lugar, esos monstruos no precisan tener hambre para matar, lo hacen por simple placer. Y por cierto, gracias por tu compañerismo, muy noble ese gesto tuyo de ponerte a salvo aprovechando que los Wurms nos usan a nosotros de golosinas.

          -Es que francamente, señor Cabellos de Fuego... a veces me pregunto si no estás algo loco-objetó Lambert, siempre guiñando su ojo izquierdo en su tic de rigor-. Ningún hombre en su sano juicio...

         -Pero es que nosotros no somos hombres juiciosos, viejo idiota...-intervino fríamente Hendryk, quien ese día no se había hecho a la mar con sus Jungene Kveisunger, y haciendo de portavoz de todo el grupo pirata, que se había ido hartando progresivamente de aquellas respuestas de Lambert-. Somos los Lemmings del señor Cabellos de Fuego, y si queremos desafiar a la muerte como se nos venga en gana, es cosa nuestra. Tú sólo indícanos cómo debemos movernos.

           -Bueno, bueno, ¡está bien!...-refunfuñó Lambert, molesto, entre más guiños de ojo-. ¿Que los Wurms abrieron una brecha en ambas empalizadas has dicho, señor Cabellos de Fuego?... Bueno, pues os lo avisaría usando el cuerno. Así, fíjate-e imitó con su voz un brevísimo toque de cuerno.

         Sonó tan ridículo, que varios soltaron la carcajada.

         -Tu creatividad me fascina-ironizó Balduino-. Emmanuel, házme el favor de subir al torreón y pedir a Andrusier el cuerno en préstamo por un rato.

         Y mientras Hijo Mío iba a cumplir con el encargo, Hundi, pensativo, objetó:

          -Lo que yo me pregunto es... ¿Qué mierda significa esa señal que has intentado hacer?

           -¿Y qué crees que puede significar, imbécil? ¿Me voy al retrete?...-exclamó Lambert, irritado-. ¡NO: brecha en ambas empalizadas!...

         -Pero eso es muy vago-replicó Hundi en tono desdeñoso-. Tenemos un largo trecho de empalizada, así que, ¿en qué punto sería la brecha, exactamente?...

          -¿Pues qué tal si miras y la buscas?-replicó Lambert, sarcástico.

            -No, Lambert, Hundi tiene razón-apoyó Balduino-. Bastante trabajo tendremos defendiéndonos de los reptiles para, encima, detenernos a recorrer con la vista la segunda empalizada en busca de la dichosa brecha. Tú tendrás que guiarnos con el cuerno para que todos pasemos a la acción como un solo hombre. Ahora, imagina un punto de la empalizada donde los Wurms podrían haber abierto una brecha...

           -¡Toda la empalizada se habrá convertido en una gigantesca brecha!-exclamó Lambert-. ¡Si tú mismo dices que ninguna de las dos resistirá más de cinco minutos, y eso como mucho, si los monstruos llegaran ante ellas!

         -Lambert-suspiró Balduino, fatigado-: llamaremos brecha al acto por el cual un Wurm traspasa los límites marcados por el antiguo emplazamiento de las, en nuestra imaginación, recién derribadas empalizadas, ¿sí?

          -¡Ah!... Bien, esteee... De todos modos, es fácil imaginar eso.

          -Me alegro... Esto es apenas un ensayo-advirtió Balduino, volviéndose hacia los demás-, pero será tarea de Lambert idear instrucciones tan precisas como pueda, para que nosotros logremos seguirlas con facilidad oyendo sus señales con el cuerno. El ideará varias, discurrirá el significado de cada una y nos lo comunicará. las memorizaremos, y posteriormente veremos cómo nos movemos de acuerdo a sus señales con el cuerno. Todo tiene que salir perfecto.

         Emmanuel ya estaba allí con el cuerno. Con un gesto de su mano, Balduino le indicó que se lo alcanzara a Lambert, a quien dijo luego:

         -Haz la señal.

          Lambert hizo un desganado toque de cuerno, más esmirriado que el Duppelnalv en plena sequía; y Balduino se enfureció.

         -Lambert: métete el cuerno en el culo y tírate después un pedo, a ver si así consigues que suene más fuerte... ¡Por Dios, hombre! ¿No tienes imaginación? ¡Se trata de hacer señales para que sean oídas en batalla, por encima de un estrépito de los mil demonios, y tú me vienes con eso que más parece un gemido de moribundo! ¡Si no...!

          Lambert, harto de tanta protesta, no dejó que el pelirrojo terminara de hablar. Sopló de nuevo, con todas sus fuerzas esta vez, hasta casi quedarse sin aire; el sonido fue ensordecedor. Varios menearon la cabeza disgustados, como preguntándose si el viejo se había vuelto loco y quería dejarlos sordos. También Balduino se preguntaba si, teniendo en cuenta que todavía no estaban en combate real, era necesario pasar tan de un extremo a otro, pero consideró prudente tragarse esta opinión suya.

        -Así está mejor-aprobó-. Ahora bien, ¿qué estarías tratando de indicar con esa señal?

          -Brecha abierta a la derecha-respondió Lambert, muy orgulloso se sí mismo, y continuando con sus eternos y compulsivos guiños.

          Instintivamente, Balduino miró de reojo a los Björnson.

        -¡OS HE VISTO!-tronó, furibundo-. ¡MUCHO CUIDADO CON ESO!...

         -¿Con qué?...-preguntaron al unísono Per y Wilhelm, perplejos por igual.

          -¡Con vacilar!

          En efecto, cada uno de los dos gemelos, al oir la palabra derecha, había movido instintivamente su propia diestra, como corroborando algo para sus adentros; y acto seguido se habían buscado uno al otro con la mirada, consultándose tácitamente entre ellos. Eso sí, por lo menos habían movido la mano correspondiente...

         -Lambert, tu puta señal no sirve para nada-protestó Ulvgang-. Si yo estoy en el estremo izquierdo de la empalizada, ¿cómo sabré dónde es la brecha?

          -¡Si estás tan a la izquierda, recorre la empalizada y averígualo tú mismo, que de todos modos hacia la derecha, y en ninguna otra dirección, podrías moverte siguiendo mi señal!-replicó Lambert, triunfante.

          -De acuerdo, cambio entonces mi pregunta. Supongamos que estoy más bien a la derecha, pero no del todo...

         -¡Cuando digo derecha, me refiero exactamente a eso!-rugió Lambert, harto de tantos peros-. ¡Bien en la punta!...

          -Pero y si la brecha no fuera en ninguno de ambos extremos ni en el exacto centro, ¿qué?-preguntó Adler.

        A juzgar por las expresiones de fastidio de Lambert, en este momento y por primera vez en su vida debía extrañar penosamente a Helga, que le habría resultado simpática comparada con aquella horda de preguntones y quejosos.

          -Mirad, abreviemos esto-sugirió Balduino-. Lambert, harás primero una llamada larga para llamar nuestra atención. Luego tocas una vez si la brecha es en la mitad izquierda de la empalizada, dos si es en la derecha. Haces acto seguido una breve pausa y tocas luego una vez si, de esa mitad, la abertura está situada más bien a la izquierda; si en cambio está más bien a la derecha, dos toques. Tendrás que tomar posición en un lugar desde donde domines el campo de batalla para atender a todos los deta...

        -¿Cómo, qué has dicho?...-preguntó Lambert en tono desesperado-. ¡Repítelo todo, ya ni me acuerdo de cómo empezaban tus instrucciones!

          Pacientemente, Balduino volvió sobre sus palabras y las repitió una, dos, tres veces; luego de lo cual, Lambert, siempre entre reiterados guiños, quedó repitiéndolas en voz baja mientras se miraba tantos dedos como toques de cuerno correspondiera hacer según el caso.

         -No sé a qué viene tanto preparativo-se burló Anders-. Como bien dijo Lambert, con ambas empalizadas reducidas a leña y astillas en cuestión de pocos minutos y quizás hasta en segundos, más bien necesitaríamos que nos dijese dónde queda un tronco todavía de pie.

          -Correcto, Anders, pero sabes mejor que yo que las empalizadas derribadas en cuestión de nada no sería el verdadero obstáculo de los Wurms, y qué sorpresa les reservamos entre ambas. Pero siempre habrá quienes sorteen sanos y salvos esa sorpresa. Con suerte, muy pocos Thröllewurms de la avanzada inicial traspasarían la doble empalizada en ruinas. El problema serían sus amos Jarlewurms, pero al principio estarían anonadados, creo, a la vista de tantos de sus siervos muertos. Eso podría jugarnos a nuestro favor. Hasta el más ínfimo instante de duda o confusión podría sernos valioso, y deberemos aprovecharlo a fondo. Casi seguramente moriríamos la mayor parte de nosotros, si no todos; pero ni eso es seguro. Hemos oído que, cuando Maarten el Bravo liquidó al tal Talorcan en Drakenstadt, los otros dos Jarlewurms que lo acompañaban optaron por huir... Confirmando así algo que ya te había dicho: esos monstruos son cobardes. Aquellos dos podrían haber arrasado Drakenstadt y vengado a Talorcan, pero no esperaban que un solo hombre fuese capaz de dar muerte a uno de los suyos; de modo que, al ver el desenlace increíble de aquella despareja y gloriosa contienda, se dejaron ganar por el terror.

         -Muy bien; ¡pero ahora sí saben los Jarlewurms que no somos tan insignificantes como nos suponían, y vendrían con mayores precauciones!

         -Te equivocas. Posiblemente sigan en su ignorancia.

         -¿Y qué te hace pensar eso? Si ni Talorcan ni sus compañeros volvieron con los suyos.

        -Precisamente por eso. De aquellos tres, no quedó ni uno vivo para testimoniar ante el resto de sus congéneres lo ocurrido. Los Wurms quizás sospechen que algo les ocurrió, pero no tienen forma de saber qué exactamente. Si supieran que uno solo de los nuestros, Maarten, mató a uno de los de ellos, no estarían tan tranquilos, te lo aseguro. Y tampoco estarían tranquilos si nosotros...

        Se interrumpió, porque en ese momento había divisado el grupo de veinte jinetes acercándose desde el Oeste. Por el resplandor que el sol arrancaba en ellos, se notó que todos estaban revestidos de armadura.

        Varios hombres de Vindsborg voltearon la cabeza en la misma dirección hacia la que miraba Balduino, y quedaron tan intrigados como él.

        -Deben ser rezagados de las Milicias de San Leonardo que van a unirse con sus cofrades en Christendom-dedujo Balduino-. A lo mejor aquel tipo... ¿Cómo se llamaba?... Hrodward de Gälster, ¿no? Bueno, a lo mejor no lo quisieron en Drakenstadt y ahora regresa a Christendom al mando de ese grupo.

          -Pues para mí que es la escolta de un Caballero caído en combate, al que llevan a su último lugar de descanso-opinó Adam.

         -Tú siempre tan positivo y edificante...-gruñó Anders, meneando la cabeza con desagrado.

         -A lo mejor son refuerzos que envían a alguna ciudad-sugirió Hendryk-, aunque hay que reconocer que tan pocos hombres no harían gran diferencia en combate contra los Wurms... Claro, a menos que esos pocos hombres fuéramos nosotros...

        Pero cuando la reducida hueste se halló más cerca, Balduino, sin gran entusiasmo, descubrió de qué se trataba; y Anders, con enorme espanto, reconoció a quien iba al frente del grupo.

        -¡Balduino... Ese es...!-exclamó.

         -Sí, Anders, ya me di cuenta-gruñó hoscamente Balduino.

         -¡Y ha reconocido a Svartwulk!...

          En efecto, estando ya muy cerca de Vindsborg, el hombrón que lideraba a los jinetes había visto a Svartwulk pastando junto a Slav en la colina, y de inmediato ordenó detenerse allí. Estoicamente, Balduino fue a su encuentro.

         Tal vez el pelirrojo y su escudero entendieran qué estaba sucediendo, pero los demás no entendían ni jota.

           Por fin preguntó Thorvald:

         -¿Puede saberse quién diablos es ése?

         -Miguel de Orimor-respondió Anders, en un sombrío murmullo-: El Toro Bramador de Vultalia.
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publicado por ekeledudu a las 13:08 · Sin comentarios  ·  Recomendar
 
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SOBRE MÍ
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Eduardo Esteban Ferreyra

Soy un escritor muy ambicioso en lo creativo, y de esa ambición nació EL SEÑOR CABELLOS DE FUEGO, novela fantástica en tres volúmenes bastante original, aunque no necesariamente bien escrita; eso deben decidirlo los lectores. El presente es el segundo volumen; al primero podrán acceder en el enlace EL SEÑOR CABELLOS DE FUEGO I: INICIO. Quedan invitados a sufrir esta singular ofensa a la literatura

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