Blog gratis
Reportar
Editar
¡Crea tu blog!
Compartir
¡Sorpréndeme!
EL SEÑOR CABELLOS DE FUEGO II
La segunda parte de la más extraña trilogía de la literatura fantástica, publicada por entregas.
09 de Abril, 2011    General

LXXVII

LXXVII

       Por desgracia para Balduino, mientras que él estaba intrigadísimo acerca de la extraña y enigmática sonrisa de Tarian, a éste parecía importarle muy poco, por no decir nada, para qué quería el pelirrojo las dichosas cavernas submarinas. Tal vez por eso luego del almuerzo -durante el cual la simple y ocasional presencia de Tarian era meramente protocolar, ya que no comía ni bebía con los demás, prefiriendo procurarse su propio sustento en el océano- volvió a zambullirse: había hallado un pretexto para bucear cuanto tiempo quisiera sin que nadie lo importunara por ello.

         De todos modos, Balduino no se arrepentía de haberle ocultado sus intenciones respecto al empleo que pensaba dar a las cavernas submarinas, porque primero quería consultar ese tema con todos los demás; así que, cuando vio que Tarian iba directo hacia el mar, hizo llamar incluso a quienes se hallaban de guardia en ese momento, para algo así como un consejo de guerra, que se inició con una regañina para Hendryk:

           -¿Cuándo tendrás lo que te pedí?-le preguntó Balduino-. ¡Necesito esos dibujos! ¡Desesperadamente!

         -Señor Cabellos de Fuego, si crees que es tan fácil, ¿qué tal si te encargas tú de ello?-gruñó Hendryk.

          -Porque no soy yo el artista, no te necesitaría si lo fuera.

          -¡Pues te dije claramente, cuando me pediste que diseñara aquel fénix, que no protestaras por los retrasos!

          -No digas tonterías, Hendryk, terminaste ese fénix en dos o tres días, no recuerdo ahora. ¿De qué retraso me hablas? ¡Y con lo otro hace más de un mes que estás ocupado!

          -Es que el fénix fue más sencillo. Al fin y al cabo, era algo que ni se sabe si existe realmente.

         -Pero Hendryk, ¡mira las cosas que dices!... ¿Acaso te consta que existan, en alguna parte del mundo, monstruosidades temibles, feroces y poderosas como las que te pedí que dibujaras, supuestamente capaces de aniquilar a los Wurms?

             -¡Ajá!-asintió Hendryk muy convencido, señalando al grupo entero-. Nosotros somos esas monstruosidades: ¡tus Lemmings!

         -¿Y halagará bastante tu vanidad que te diga que sólo los esbozos que hiciste y alcancé a ver eran realmente espeluznantes y que de todos modos, incluso suponiendo que tu inimitable e indiscutible talento estuviera a la altura de nuestro coraje y ferocidad, no nos conviene que nos representes tan peligrosos como realmente somos, porque entonces los Wurms no vendrán, y no podremos cubrirnos de gloria combatiendo contra ellos y venciéndolos?-preguntó Balduino, sonriendo sarcásticamente.

        -Es verdad, Hendryk-terció Andrusier, como despertando de un sueño-. Nos aguarás la fiesta si tus dibujos asustan demasiado a los Wurms y los hacen dar media vuelta apenas los vean.

          -¿Salimos de la cárcel, entrenamos como bestias, construimos las putas catapultas... y todo para nada? ¡Ah, no!...¡Yo quiero pelear!-protestó Honney.

          -Si tus dibujos hacen batirse en retirada a los Wurms, Hendryk, prometo que personalmente te arrancaré la piel a tiras-dijo Ulvgang-. No dejaré que me arruines un final digno para mi carrera, que lo sería más morir combatiendo contra esos monstruos que hacerlo en una mazmorra, enfermo, vencido y olvidado. Y además, arruinarías la única oportunidad que jamás tendré de combatir con este viejo como aliado-agregó, poniendo una mano en el hombro de Thorvald e intercambiando con éste una sonrisa de complicidad lobuna.

         Balduino, siempre atento a la peculiar dotación de Vindsborg, pensó que era bueno que al menos una parte de sus hombres se mostraran tan aguerridos y ansiosos por combatir, por si de veras los Wurms atacaban Freyrstrande; pero al mismo tiempo no pudo menos que inquietarse pensando cómo desfogarían su belicosidad si finalmente ni de lejos se avistaban reptiles por aquellas costas.

           -Se me ocurre además-añadió el pelirrojo-, que quizás nos convendría disponer de unas cuantas máscaras, una para cada uno de nosotros; pues los Wurms podrían presentarse demasiado deprisa, sin darnos siquiera tiempo a maquillarnos debidamente. De confeccionar esas máscaras podrías encargarte tú, Lambert. He visto que para distraerte haces tallas en tus ratos de ocio; pues bien, podrías emplear esos talentos tuyos en algo útil.

           -Espera un minuto-protestó Hendryk, sin dar tiempo a que Lambert pidiera las especificaciones de las máscaras que se le requerían-: ¿para qué quieres las máscaras, si vamos a maquillarnos?

            -Lo acabo de decir, pero por lo visto estás más sordo que Gilbert: por si los Wurms atacaran sin darnos tiempo de pintarrajearnos. El maquillaje sería ideal, creo, porque acompañaría en los movimientos a los músculos faciales, de modo que podríamos componer expresiones de ira verdaderamente temibles. Pero si de maquillaje no pudiéramos disponer, con máscaras tendremos que conformarnos. De una máscara se nota que no es realmente un rostro; aun así, crea un aire de misterio. No se espera que un rostro oculto tras una máscara se vea como todos los demás, sino que sea inenarrablemente horrible o increíblemente bello; en el estado de ánimo en que espero vengan los Wurms, debemos suponer que esperarán lo primero. De cualquier forma, una máscara espantosa confiere a un hombre en movimiento un aura antinatural y aterradora, como si un espantapájaros, que es cosa muerta, cobrara vida infernal.

           -Pues lindo problema tendremos si al grumete se le llega a caer la máscara-gritó Gilbert-, que sin ella no se verá muy aterrador que digamos...

           -Pues confiemos en que la máscara no se le caiga. De todos modos supongo que, con el sudor, el maquillaje iría chorreándonos por el rostro, que finalmente acabaría revelándose tal como es. No dispondremos de mucho tiempo antes de que ello ocurra, y deberemos aprovechar para infligir mientras tanto todo el daño que podamos a los Wurms.

            -Eso siempre y cuando ellos no opinen que es muy considerado de parte nuestra servirnos en bandeja nosotros mismos para saciar su apetito y encima aderezados con una sabrosa capa de maquillaje-observó Adler, con gran ironía en su rostro tachonado de cicatrices de viruela.

            -Y siempre y cuando, en primer lugar, vengan aquí-observó Snarki.

      -Vendrán-sentenció Hendryk, tajante y convencido.

        -¿Y tú cómo lo sabes?-preguntó Snarki, burlón-. ¿Gracias a tus poderes, tal vez?...

         -No seas idiota. No tengo tales poderes, ya te lo he dicho. Pero así como mirando el cielo puedes saber qué tiempo hará o qué hora es aproximadamente, si admites que no existe el azar y que todo sucede por determinada causa aunque ignoremos cuál es esa causa, puedes prever más o menos por qué coinciden ciertos hechos en un mismo punto, como convergen muchos ríos en uno solo para llevar su caudal de agua hacia el mar-explicó Hendryk-. Los sobrevivientes de la banda de Sundeneschrackt, los Kveisunger que hicimos temblar incluso a la poderosa Drakenstadt, hemos sido puestos bajo el mando de un hombre cuyo tótem es el Lemming, tal vez la criatura más valiente que haya existido jamás, la que se atreve a desafiar hasta al mismo océano, llegando a veces, incluso, a triunfar sobre él. Y ese hombre ha venido hasta aquí convocado por espíritus, los espíritus de las Gröhelnsklamer, que hasta lo ayudaron mostrándole allí unos dibujos grabados en las rocas para ayudarlo a inspirarse. ¿Por qué crees que ocurre todo esto, si no es para que hagamos frente a los Wurms, o en su defecto a unos enemigos tan temibles como ellos?

          Snarki no respondió, simplemente se volvió hacia sus habituales aliados en estas cuestiones, Ursula y Anders. Pero como esta vez ellos se mostraban verdaderamente impresionados por la argumentación de Hendryk, la hilaridad de Snarki aumentó, y bajó la cabeza tratando de reprimir la risa.

            -Sin embargo-agregó Hendryk-, ni con ayuda de las fuerzas más poderosas que puedan existir venceremos, si no hacemos todo como es debido. Estamos destinados a batirnos con enemigos temibles y cubrirnos de gloria, pero si obramos a tontas y a locas, el mismo hado que nos escogió nos descartará y reemplazará por otros. En una palabra, debemos esmerarnos por ser dignos para esa misión que se nos ha reservado. Ahora bien, con dibujos incapaces de asustar siquiera a un bebé, no nos mostraremos dignos; así que, señor Cabellos de Fuego, debes reconsiderar...

            -¿Así que toda esta perorata no era más que para salirte con la tuya?-exclamó Balduino, indignado-. Pues no reconsideraré nada, Hendryk, ¡se acabó!... ¡Mira que eres tozudo!... Tus dibujos están muy bien así como están, ¡y fin de la discusión! En última instancia, cuando nos trenzamos a puñetazos y decidimos dejar la pelea en empate, te comprometiste a serme fiel por dos meses. Cada vez falta menos para que ese plazo expire, pero hasta entonces sigues bajo mis órdenes; ¡y quiero esos dibujos ahora, estén como estén!

           -Ser fiel no significa consentir cada idea absurda que pueda tener aquel a quien se ha prometido fidelidad, al contrario-arguyó Hnedryk-. Ser fiel quiere decir...

          Balduino suspiró: ¡qué de sandeces había que oír en ciertas ocasiones!... ¡Y todo porque un artista demasiado meticuloso, demasiado exigente en el perfeccionismo para con su propio arte, nunca quedaba conforme con su obra y pensaba siempre que ésta podía y debía mejorarse!

            -Bueno, suficiente-gruñó-. Ya dijiste cuanto tenías para decir. Y ahora, escúchame tú a mí un poco: ¡mañana mismo te llevas a los muchachos que entrenamos en las Gröhelnsklamer y empiezas a convertir en murales aterradores las paredes rocosas de las islas! Si esta orden no te gusta, podemos cagarnos a golpes de nuevo para que te desahogues, pero me obedeces; ¿quedó claro?

         -Muy claro-gruñó a su vez Hendryk, rabioso.

          -Y a ver si vamos al otro tema que quería tocar-dijo Balduino, satisfecho de que Hendryk se sometiera aunque más no fuese a regañadientes-. Reexaminemos como se desarrollarían los acontecimientos si todo saliera conforme a lo previsto: los Wurms se acercarían a Freyrstrande a través de los canales entre las islas, y verían las pinturas que en sus paredes y con desbordante entusiasmo empezará a hacer Hendryk a partir de mañana. Pinturas que los representan rodeados y aniquilados por enemigos desconocidos y de apariencia aterradora. No sabrían cómo tomarlas, los pondrían nerviosos, pero decidirían sin duda seguir adelante, sobre todo los Jarlewurms. Estos mantienen en esclavitud a los Thröllewurms. Como todo tirano, deben saber ya, o lo aprenderán, que la visión, por parte de los sometidos, de los déspotas estremeciéndose, es el primer paso para una rebelión. Por ello, sin duda los Jarlewurms no querrán quedar como cobardes ante sus siervos Thröllewurms; de modo que aun transidos de miedo, optarán por seguir adelante. Si tuviéramos suerte (pero no podemos confiar en que ello ocurra), deberán seguir solos: los Thröllewurms tal vez hasta a la ira de sus amos prefieran enfrentar antes que a fuerzas sobrenaturales que no entienden y que los aterran. También puede que los Jarlewurms acaben imponiendo su voluntad, pero sólo luego de acabar con unos cuantos de sus reacios siervos Thröllewurms. De cualquier manera, a no dudarlo, seguirán adelante, o amos y esclavos o sólo amos; pero todos ellos con un enorme e inconfesable miedo oprimiendo sus corazones. El siguiente paso que daríamos sería demostrarles cuánta razón tienen ne temernos, y para empezar a hacerlos podría sernos muy útil Tarian.

         'El problema es que no tengo la menor idea de como es El Mundo Bajo las Olas; sin embargo, cuando pedí a Tarian que busque cavernas submarinas, él no dijo que no las hubiera. Por lógica tiene que haberlas, porque si no, ¿cómo podría él haber sobrevivido en medio de tanto monstruo marino?...

         -Señor Cabellos de Fuego, me parece que subestimas a Tarian-dijo severamente Ulvgang-. Recuerda qué sangre lleva en sus venas. No es un cobarde que precise esconderse; puede salir a presentar batalla.

         -No lo dudo, pero no creo que ocultarse en una gruta a la espera del momento propicio para combatir sea cobardía, y el solo coraje no basta para vencer. Debe haber cavernas y sitios por los cuales deslizarse sin ser visto. Si los hubiera, el plan sería el siguiente: en cuanto supiéramos de la proximidad de los Wurms, Tarian les saldría al encuentro en el bote, los desafiaría de alguna mantera y se zambulliría sin pérdida de tiempo. Los Jarlewurms, por supuesto, no podrían ir tras él; pero los Thröllewurms, sí. Tarian debería ser muy veloz al principio, hasta encontrar un lugar donde mantenerse fuera de la vista de los reptiles, aunque no se tratase del refugio ideal. De a poco podría deslizarse hasta un sitio todavía más seguro, siempre con mucha cautela, por supuesto. Si Tarian consiguiese que los Jarlewurms no lograran encontrarlo, el incidente los desmoralizaría todavía más. Con sus mentes afectadas por la visión de las pinturas de Hendryk, no buscarían explicaciones racionales para el incidente, como por ejemplo que Tarian conoce mejor que ellos el terreno y por eso se fugó. Más bien lo atribuirían a fuerzas situadas más allá de la comprensión humana.

         -Con todo respeto, Balduino-objetó Anders-: ¿no crees aventurarte demasiado en esas deducciones tuyas?...

            -No sé, Anders, pero a veces hay que jugarse, y ésta es una de esas veces. Los Wurms están a medio camino entre fieras y seres humanos; pero parece que sus almas están más cerca de los peores seres humanos. Ninguna otra bestia tiene su codicia y sus deseos de poder; hasta donde sabemos, éstas son cosas exclusivas de hombres y de Wurms. Es una cuestión de probabilidades, no de certezas absolutas; pero supongamos que son exactas. Ahora bien, si los Wurms se nos parecen tanto, ¿por qué no habrían de ver también ellos presagios a su alrededor, igual que nosotros? Y el poder del presagio reside más en la interpretación que de él se hace que en el vaticinio en sí mismo. Es la interpretación del augurio, siempre potencialmente errónea, lo que decide la movilización de tropas y el derrumbe de las dinastías. Cuando tú y yo nos internamos por primera vez en las Gröhelnsklamer, cayó de lo alto un cráneo humano, hecho que interpreté como un hado funesto, ¿recuerdas? Pude haber decidido dar media vuelta, en cuyo caso Tarian no estaría libre, tú no serías el esposo de Lyngheid y Einar seguiría vivo... Entre otras cosas, por supuesto. De todos modos, ya en Freyrstrande me invadió una sensación de derrota comprensible en parte, pero que de todos modos equivalía a ahogarse en un vaso con agua; y pienso que en ello algo tuvo que ver mi interpretación del supuesto presagio, porque por ese entonces lo recordé muy a menudo. Tal vez los Wurms carezcan de un término que en su idioma signifique presagio, tal vez ni sepan qué es eso porque se sienten invencibles y no están acostumbrados a perder, y por lo tanto no miran aquí o allá en busca de augurios favorables... Y si lográramos que aprendieran a verlos cuando menos les conviniese, podría ser su fin. Apenas hayan visto o creído ver una señal adversa, tenderán a ver muchas otras en todas partes... Pero no importa. Supongamos que estoy equivocado. De todos modos, el hecho de que Tarian los desafíe y luego se les escabulla en sus propias narices será para ellos un mal comienzo. Necesitamos que pierdan el control de sí mismos y nosotros, por el contrario, conservarnos calmos y con nuestros pensamientos en orden.

          Balduino calló y quedó mirando a su alrededor en busca de aprobación o reprobación. Al no hallar ni una cosa ni la otra, sino sólo semblantes a la espera de que continuase hablando, preguntó:

          -Bueno... ¿Y?...

        Los demás se miraron unos a otros, sin entender.

         -¿Y qué, muchacho?-preguntó Thorvald.

          -Espero vuestra opinión-contestó Balduino, impaciente-. Tarian nos es especialmente querido a todos. En el plan hay un cierto margen de riesgo para él.

            -Y por eso mismo es a él a quien debes preguntarle si está dispuesto a exponerse a tal riesgo-repuso Ulvgang-. Creo que te lo debe luego de lo que hiciste por él, y que querrá afrontarlo. No se le puede negar a un hombre el derecho de exponerse al peligro e incluso ofrendar su vida en defensa de lo que es importante para él.

         -Se me ocurre ahora, de todos modos-reflexionó Balduino-, que Tarian no necesariamente tendría que estar solo allí abajo. Al menos uno de nosotros podría acompañarlo-y miró a Hendryk.

          Pero éste meneó la cabeza.

         -Señor Cabellos de Fuego, no siempre se consigue liberar la filgia-explicó-; y cuando lo logras, tu estado es tan parecido a un sueño, que luego, cuando regresas a tu propio cuerpo, no sabes si de veras liberaste a tu filgia, o si sólo estuviste soñando. Si despiertas casi tan cansado como cuando te acostaste pero, al mismo tiempo, más relajado, lo más probable es que se trate de lo primero; y si despiertas con heridas que no puedes explicar racionalmente ya no quedan dudas, tu filgia ha vagado suelta por ahí, y porque ella fue herida durante sus andanzas es que también tú lo estás. De cualquier manera, la filgia liberada por lo general no actúa racionalmente, sino por simple instinto. La mía, de encontrarse con Tarian en las profundidades oceánicas, podría instintivamente protegerlo de eventuales peligros; pero me temo que es inútil planificar el comportamiento de una filgia porque, una vez libre, puede que no recuerde siquiera que hay algo que debe hacer.

        Snarki sonrió con ironía.

          -¡Tanto poder... y tan inútil!-se burló.

          -Te estás pasando de listo, ex gordo-gruñó Honney.

            -En resumen, Tarian tendría que arreglárselas solo... ¿No hay objeciones, entonces? ¿Todos opináis más o menos como Ulvgang?-preguntó Balduino, mirando en derredor.

          Hubo afirmaciones varias. En la mirada de Kehlensneiter, sin embargo, Balduino creyó ver más que un asentimiento: vio el permiso para hacer lo que quisiera, pero también una amenaza de muerte en caso de que Tarian sufriese algún daño. Pero Balduino no se inquietó. Tarian era una criatura única en el mundo, y el pelirrojo se preguntaba qué derecho tenía a poner en peligro a alguien así. Si algo malo le ocurriera por su culpa, posiblemente merecería cualquier horrenda venganza que Kehlensneiter tramara contra él.

           Y sin embargo, si de merecer se trataba, ¿qué podía en realidad decirse de Tarian? ¿Merecía éste recibir tratamiento tan especial que lo aislara del resto de los mortales, que le vedara experiencias muy comunes para éstos?

          Todavía meditaba sobre ello cuando disolvió la reunión y ordenó a todos prepararse para una práctica de maniobras coordinadas, salvo quienes debían retornar a los puestos de guardia. Los presentes se pusieron en movimiento buscando sus jabalinas. Balduino, empuñando la suya, salió antes que los otros, quizás para organizar mentalmente la práctica.

          Con su desgano habitual, Adam había tomado ya su propia jabalina y se disponía a dirigirse a la playa, cuando de repente Hendryk avanzó hacia él, señalándolo con el índice y exclamando:

           -¡Tú... Tú...!

           El larguirucho y desgarbado Adam miró a los demás, como consultándoles si era idea suya, o Hendryk se había vuelto absolutamente loco.

            De repente, el rubio tatuador puso los ojos en blanco y, cuando volvió a hablar, lo hizo con una voz ronca, más similar a la de Kehlensneiter que a la suya, y de lo más espeluznante. Parecía obvio que estaba en trances mágico, y hasta poseído por una entidad incorpórea.

            -Te veo-jadeó-. Puedes engañar a los demás, pero no a un desencarnado. Te recuerdo más de lo que imaginas, de tus pasados tiempos de jinete y héroe, cuando la gran montaña se estremeció y arrasó una inmensidad de bosques con su fuego.

          Adam no podría haberse aterrado más si La Hermandad, todopoderosa e invencible, lo hubiese hallado por fin e invocado a una de esas abominables monstruosidades infernales que se decía estaban a su servicio, a fin de borrarlo de la faz del mundo. Empalideció, y el interés con que los demás seguían la escena pareció incrementar su espanto. Snarki, el eterno escéptico, estaba boquiabierto ante aquella imprevista manifestación de los poderes de Hendryk. Los demás, menos incrédulos de lo sobrenatural que de cualquier posible heroísmo por parte de Adam, estaban tan atónitos como él; y entre ellos sólo Adler, incapaz de pronunciar palabra, señalaba triunfante a Adam con su propio índice y miraba desafiante a los demás. ¿Qué os había dicho?, parecía preguntar. Todos compartían la certeza de estar presenciando la más increíble de las revelaciones, tanto más cuanto que la expresión horrorizada de Adam confirmaba que estaban saliendo a la luz secretos de su pasado que él había creído sepultados para siempre.

          -¿Cuánto tiempo más podrás fingir que has olvidado tus viejos ideales?-prosiguió acusadoramente, siempre con aquella voz ronca, aquel ser que se había apoderado de Hendryk, cuyos ojos seguían en blanco-. ¿Cuánto tiempo más podrás hacer de cuenta que te has convertido en una parodia de lo que debías combatir? ¿Hasta cuándo harás de cuenta que nunca militaste en el bando de los justicieros, o que no desertaste de sus filas?...

          -Estás loco de remate-replicó agria y despectivamente Adam, recobrando la serenidad y en apariencia sincero, pero incapaz ya de convencer a nadie-. ¡Déjame en paz!

           Y salió a toda prisa, bajando la escalinata como urgido por llegar al retrete, él, que para todo era cachazudo y desganado. Decididamente seguía nervioso, aunque quisiera aparentar que no; de lo contrario, no hubiera huido a tan notoria velocidad.

           Luego de tal retirada por parte de Adam, fue Ursula la primera en romper el silencio en Vindsborg:

          -Vaya con el alfeñique...-murmuró.

          Hendryk no tenía ya los ojos en blanco.

          -¿Habéis visto y oído? ¿Me creeréis ahora?-exclamó triunfalmente Adler, señalándolo-. ¡Veis como sois idiotas!... Sobradamente os había dicho que aquel Drake, Méntor, reconoció a Adam como un antiguo Caballero del Viento Negro cuando lo vio... Al menos ahora sabéis que fuisteis estúpidos al tomar a broma mis palabras.

           Pero antes de que nadie pudiera responderle, Snarki, exultante, se acercó a Hendryk.

          -¡Maravilloso! ¡Sublime! ¡Extraordinario!-exclamaba-. Me retracto de todo lo dicho anteriormente, Hendryk, ¡sí tienes poderes! ¡Fabulosos poderes! Debes asumirlos y aprender a desarrollar concienzudamente ese don de Dios para que...

          -Snarki, estás hecho un imbécil tal, que apenas puedo soportar la idea-cortó Hendryk-. ¿De qué poderes me hablas?... Venimos planeando esto con el señor Cabellos de Fuego desde hace rato, desde la noche en que contaste lo que habías escuchado de boca de ese tal Méntor: cuando menos lo imaginara Adam, yo fingiría caer en trance y ver imágenes de su pasado. Si eran falsas, Adam se burlaría; pero si eran veraces, había grandes posibilidades de que se viera confundido y asustado cuando, inesperadamente, algunos de sus secretos salieran a la luz. Esas son las ventajas de que otros crean que tienes poderes-y se encaminó también él hacia la puerta para salir.

          Después de que se hubo retirado, hubo dos segundos de absoluto silencio, resultado inevitable tanto de las revelaciones acerca de Adam como de la confesión de Hendryk. Luego, Andrusier fue el primero en salir volando detrás del shamán y tatuador, gritando:

         -¿Puede saberse cuántas veces nos engatusaste de la misma manera a nosotros durante todos estos años, mientras nosotros creíamos que tenías poderes mágicos?

         -¡Pero no seas idiota!... ¡No engatusé a nadie...ni existen tales poderes, eso es invento vuestro!-gritó Hendryk, ya desde el primer peldaño de la escalinata.

         Casi toda la dotación de Vindsborg se había unido a Andrusier, todos ellos completamente indignados.

          -¿Estás seguro de que nunca nos engañaste?-reclamó Gröhelle-. ¿Y aquella vez que...?

           En el interior de Vindsborg, incapaces de reponerse de la doble sorpresa, quedaban sólo Ursula, Anders y Snarki. Fue éste el primero de los tres en hablar:

           -Preciso que alguien me patee. Por asno-dijo.

          Pero los otros estaban demasiado perplejos aún, y no lo oyeron; y como Ursula no era de hacerse rogar para complacer ese tipo de peticiones, prefirió no repetirla.


Palabras claves , , , ,
publicado por ekeledudu a las 12:28 · Sin comentarios  ·  Recomendar
 
Más sobre este tema ·  Participar
· CCXX
Comentarios (0) ·  Enviar comentario
Enviar comentario

Nombre:

E-Mail (no será publicado):

Sitio Web (opcional):

Recordar mis datos.
Escriba el código que visualiza en la imagen Escriba el código [Regenerar]:
Formato de texto permitido: <b>Negrita</b>, <i>Cursiva</i>, <u>Subrayado</u>,
<li>· Lista</li>
SOBRE MÍ
FOTO

Eduardo Esteban Ferreyra

Soy un escritor muy ambicioso en lo creativo, y de esa ambición nació EL SEÑOR CABELLOS DE FUEGO, novela fantástica en tres volúmenes bastante original, aunque no necesariamente bien escrita; eso deben decidirlo los lectores. El presente es el segundo volumen; al primero podrán acceder en el enlace EL SEÑOR CABELLOS DE FUEGO I: INICIO. Quedan invitados a sufrir esta singular ofensa a la literatura

» Ver perfil

CALENDARIO
Ver mes anterior Mayo 2024 Ver mes siguiente
DOLUMAMIJUVISA
1234
567891011
12131415161718
19202122232425
262728293031
BUSCADOR
Blog   Web
TÓPICOS
» General (270)
NUBE DE TAGS  [?]
SECCIONES
» Inicio
ENLACES
» EL SEÑOR CABELLOS DE FUEGO I: INICIO
FULLServices Network | Blog gratis | Privacidad