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EL SEÑOR CABELLOS DE FUEGO II
La segunda parte de la más extraña trilogía de la literatura fantástica, publicada por entregas.
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28 de Diciembre, 2010    General

VI

VI

      Hacía rato que los lobos habían emigrado temporalmente de los bosques cercanos a Freyrstrand hacia otras regiones donde la caza fuera más abundante, siguiendo sin duda a las grandes manadas. Las tribus lobunas habían aprendido que los rebaños estaban demasiado bien custodiados, ya que Gudrun y Kurt parecían disponer de un sexto sentido que les advirtiera de la presencia de depredadores en las cercanías. Además, últimamente estaban confusos respecto a los seres humanos, que de alguna manera parecían haber aprendido a aullar como ellos y que precisamente con aullidos les pedían ayuda cuando se sabían rodeados por la manada. Los lobos no entendían qué estaba ocurriendo pero, en tales circunstancias, no les parecía bien atacar. Así que optaron por ir en pos de las manadas y dejar en paz a ovejas y renos domésticos.

      Este era el caso de la mayoría, pero tal vez quedara algún ejemplar solitario que, acuciado por el hambre y la necesidad de sobrevivir, atacase lo primero que encontrara. Además, había otros depredadores. Los osos, por supuesto, estaban inactivos; pero no los linces. Además, los grifos podían volverse temibles si la comida escaseaba, y Balduino temía especialmente de una hembra preñada fuera de época y que se hallaba próxima a parir. Gudrun podía cuidarse sola, pero sin duda un escape de una tormenta de nieve tratando de no perder ninguna res debía ser un tanto caótico, y un momento propicio para el ataque de un eventual depredador.

      No obstante, como siguiendo un ritual, Balduino prefirió ir a casa de Gudrun y encender el fuego para que ella hallase un ambiente confortable al volver. Pero ello le demandó tiempo, durante el cual se llenó de temores. Se alivió cuando al fin la fogata levantó cabeza, dejándolo libre para ir en busca de Gudrun; pero entonces escuchó afuera un sinfín de balidos y una voz femenina muy familiar, hermosa pero a la vez enérgica. La dueña de casa estaba de vuelta.

      Balduino salió a la intemperie. Gudrun estaba abriendo el redil, y la majada se disponía a entrar, cuando uno de los animales, un ejemplar que ya era adulto pero parecía más bien un cordero raquítico y algo deforme, se separó del resto y corrió hacia Balduino, loco de contento, balando sin parar.

       -¡Pero si es mi viejo Copito de Nieve!...-exclamó el pelirrojo, sonriendo mientras alzaba en brazos a aquel amigo personal-. Bueno, bueno, ya no bales tanto, que... Oh, no-murmuró. El resto del rebaño, alertado por Copito de Nieve de la presencia de Balduino, iba al encuentro de éste para recibir caricias también ellos. Copito de Nieve los miraba indignado, balándoles reprobatoriamente, como para dejar sentado que Balduino era de él y de nadie más-. ¿Y para qué los llamas, si cuando vienen no estás contento?...

      Cruzada de brazos, Gudrun, entre divertida y resignada, contemplaba la escena.

       -Qué estupida me hacen sentir estos animales a veces...-se quejó-. Los cuido; los mimo; me preocupo por ellos; los alimento; me quedo junto al enfermo de turno todo el tiempo que sea necesario. Lo menos que podrían hacer entonces es retribuirme todo el cariño que pongo en ellos... Pero si está el señor Cabellos de Fuego, me ignoran por completo. Os tienen adoración. ¿Seríais al menos tan amable de arrear a esos ingratos hacia el corral?

      Balduino asintió, reflexionando que de verdad era rara aquella situación. Las ovejas nunca habían estado entre sus animales favoritos. No teniendo mucha ocasión de tratarlas personalmente, se había hecho eco de la opinión general, que las consideraba tontas. Ahora no opinaba lo mismo. Era evidente que al menos lo reconocían, porque nadie más los hacía apartarse de Gudrun, su fiel cuidadora. Sólo a él corrían para mendigarle afecto.

      Todo había empezado, precisamente, con Copito de Nieve. Su apariencia de pobre corderito enfermizo e indefenso había inspirado lástima a Balduino, quien, como ahora, lo había alzado cariñosamente en brazos. Copito de Nieve parecía oler en el pelirrojo a un protector. daba la impresión de ser capaz de estarse todo el día entre aquellos brazos. Pero desde el principio había adoptado la mala costumbre, en tales momentos, de llamar a los demás miembros del rebaño, como para que lo vieran y le tuviesen envidia; en lo que, había que decirlo, su éxito era total, al punto de que a veces Balduino terminaba perdiendo los estribos y espantando al rebaño entero, que ni caminar le permitía. Pero Copito de Nieve, sin embargo, no se daba por aludido. Permanecía impasible, muy satisfecho de que el pelirrojo hubiera puesto orden al fin, y sin miras de marcharse también él. Al contrario, se refregaba una y otra vez contra aquel humano del que parecía considerarse propietario, con unas ínfulas dignas de un felino; y si lo veía haciéndole demasiados mimos a Gudrun, expresaba su reprobación dando cabezazos contra uno u otro,  hasta que a veces, cansados, lo expulsaban con cierta violencia, y entonces se retiraba por fin, ofendido. Balduino, estando con Gudrun, empezaba a llamarlo Nuestro hijo, cosa que parecía fastidiar a Gudrun. Pero ese día, ella parecía de buen humor. Después de que todas las ovejas se hallaron en el redil, excepto Copito de Nieve (todavía en brazos de Balduino), ella se volvió hacia el consentido y dijo, haciéndole un par de caricias:

      -Mimoso desvergonzado... Mírate, ahí arriba, en brazos de papá, tan a tus anchas como un rey en su trono.

        Y en ese momento sus ojos de color celeste lavado se encontraron con los marrones de Balduino. Algo debió ver en ellos para que de repente se pusiera de golpe tan efusiva. No era de tomar iniciativas en materia de amor; pero aquel día, enternecida, posó sus manos en el cuello de él, haciéndole inclinar la cabeza, y lo besó una y otra vez, por encima de Copito de Nieve.
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publicado por ekeledudu a las 14:01 · Sin comentarios  ·  Recomendar
 
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SOBRE MÍ
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Eduardo Esteban Ferreyra

Soy un escritor muy ambicioso en lo creativo, y de esa ambición nació EL SEÑOR CABELLOS DE FUEGO, novela fantástica en tres volúmenes bastante original, aunque no necesariamente bien escrita; eso deben decidirlo los lectores. El presente es el segundo volumen; al primero podrán acceder en el enlace EL SEÑOR CABELLOS DE FUEGO I: INICIO. Quedan invitados a sufrir esta singular ofensa a la literatura

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