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¡Sorpréndeme!
EL SEÑOR CABELLOS DE FUEGO II
La segunda parte de la más extraña trilogía de la literatura fantástica, publicada por entregas.
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11 de Enero, 2011    General

XVII

XVII

      Dio la impresión de que Terafá despertaba los instintos maternales de Ursula, ya que el mismo día de la llegada del puerquito lo alzó en brazos para hacerle mimos. Aparte de ella, de Hansi y el propio Balduino, nadie más simpatizó con él. A Anders seguía dándole vueltas en la cabeza que el nombre del cerdo lo había oído en otro lugar y no recordaba dónde. Le habría preguntado a Balduino, pero éste nunca se encontraba cerca cuando él meditaba sobre la cuestión; y cuando al fin lo tenía próximo, olvidaba preguntarle. Por lo demás, daba lo mismo cómo se llamara. Anders era otro de los que pensaban que Terafá crecería hasta alcanzar un tamaño enorme, y que entonces se vería mejor al horno y con una manzana en la boca que como mascota. En tal sentido militaba en un nutrido bando encabezado, tal vez, por Hundi y Honney, quienes además pronto encontraron motivos de encono personal contra el cochinito. En el caso de Hundi fue, no podía ser de otra manera, porque el recién llegado no hacía buenas migas con sus perros; en lo que definitivamente no se lo podía culpar, ya que intentó ser paciente con la jauría, pero después de todo la tolerancia tiene sus límites.

       En el caso de Honney la animadversión contra Terafá nació dos o tres días después de la llegada de éste a Vindsborg. Honney intentó apartar con la mano al cerdito; al no conseguirlo, le dio un chirlo en el morro. Terafá reaccionó mordiéndole la mano con muchas ganas, señal tal vez de que en su opinión tampoco Honney se vería mal al horno y con una manzana en la boca.  La víctima de tan feroces mandíbulas fue a lavarse la herida, rumiando juramentos de venganza. Cuando volvió, enfrentó a Balduino:

      -Señor Cabellos de Fuego, acepto tu autoridad en todo menos en esto. ¡Ese puerco sucio debe irse!

      Balduino iba a defender al cerdo, cuando se le adelantó Ursula:

      -¡Más mugriento serás tú! Terafá no necesitó que nadie le enseñara a hacer sus heces afuera, y en cambio estoy segura de que tú usabas pañales hasta hace poco. ¡Y por los dioses de Asgard, que hueles que ni un zorrillo!...

      -¡Yo no ando por ahí mordiendo a la gente respetable!

      Ursula rio malignamente.

      -¿Y? Terafá tampoco, no te preocupes. Nada más te mordió a ti.

      Honney juzgó preferible callar. Una cosa era hacer frente a Balduino, y otra muy distinta medirse con Ursula, cuya peculiar condición la hacía de difícil trato. Era muy común que los hombres disciplinaran a las mujeres a golpes, pero aun así estaba mal visto; y en este caso le convenía pensarlo aún más antes de apegarse a este sistema educativo. Pues si Honney, con muchas dudas lógicas en razón del sexo de Ursula, se decidiera al fin a darle un cachetazo, ella, en cambio, no vacilaría ni un instante en devolver con creces tal atención, moliéndolo a golpes.

      Por desgracia, una fuerte nevada impedía trabajar ese día, lo que significaba que todos estaban encerrados en Vindsborg mirándose las caras. De vez en cuando, alguien sacaba a relucir alguna anécdota divertida e interesante, pero el repertorio estaba agotándose.

      En sus ratos de ocio pensaba Balduino en Gudrun, a quien ya extrañaba, y temía por ella; de modo que esa nefasta tormenta de nieve lo tenía sumido en la nostalgia y la preocupación. Fue a ver a Copito de Nieve, y al volver a Vindsborg parecía que Ursula y Honney habían hecho las paces. Los encontró a ambos junto con los hermanos Björnson, Andrusier y Anders sentados en círculo.

       -¿Quieres participar?-preguntó Anders al pelirrojo.

      No necesitó aclarar a qué se refería. El deporte oficial de los días de mal tiempo era la cacería de piojos. Balduino asintió.

       -Qué bueno que tu bestia me mordió la mano izquierda y no la derecha-le dijo Honney-, porque siento que es mi día de suerte.

         -Si llamas suerte a que un cerdo casi te deje manco...-ironizó Andrusier.

      Empezaron. De inmediato, Ursula tomó la delantera. Media hora más tarde, ya aventajaba a los otros por diferencias abismales; los gemelos se declararon vencidos y se retiraron del juego, diciendo que así ni gracia tenía. Poco después, Anders hizo otro tanto, de modo que, para competir contra Ursula, ya sólo quedaban en carrera Honney, Andrusier y Balduino. Este ultimo, a esas alturas, ya ni soñaba con ganar sino sólo con obtener, como mucho, un honroso segundo puesto y tratar de no perder por paliza. Ahora bien, en el segundo lugar, muy detrás de Ursula pero igualmente inalcanzable, venía Honney; el único, quizás, que todavía se soñaba ganador. Pero sus esperanzas se desvanecían, reemplazadas por una rabia negra, a medida que la diferencia entre Ursula y él se agrandaba.

     Balduino también abandonó el juego, sospechando que Ursula no debía estar jugando limpiamente; pero por mucho que observó, no halló nada anormal en su comportamiento.

       -¡YO CON ESTA MUJER NO JUEGO MÁS!-gritó por último Honney, colorado de furor, poniéndose de pie y abandonando la competencia-. ¡MALDITA TRAMPOSA!...

       -¿A ver, en qué he hecho trampa?-preguntó Ursula, riendo desafiantemente y señalando el tendal de piojos muertos por ella.

      -¡Eso no lo sé!-rugió Honney, echando chispas a través de sus alucinantes, felinas pupilas verdes-. ¡Pero nadie puede tener tantos piojos! ¿Cómo puede ser que siempre ganes por robo y nunca se te acaben, cuando llega un momento en que a mí me cuesta encontrarlos?

      -¿Y qué hay de raro en que te cueste encontrarlos?-rió ella-. No encuentras animales enormes como por ejemplo alces, osos o unicornios; ¡obviamente, mucho menos animales más pequeños, aunque los lleves contigo, como es el caso!... Además, yo entreno. Me ofrezco a quitarle a Thorvald sus piojos, también a Lambert o a cualquier otro que acepte de mí ese servicio... Pero no te aflijas. Sabemos que Tarian no tiene siquiera un solo piojo-rió con más ganas todavía-. ¡Juega contra él, y así tendrás alguna posibilidad de ganar!

      Honney apretó los puños, furioso. Andrusier lo miró con maligno deleite. Era su compinche, pero eso no le impedía divertirse a costillas suyas; en lo que Ursula era su aliada accidental. 

       -¿Qué pasa, linda, esa giganta mala te hizo enojar de nuego?...-se burló-. Bueno, no llores. Le diré que la próxima vez te deje ganar.

      Honney lo miró como para asesinarlo y no respondió.

      Como si también se burlara de él, Terafá pasó a su lado gruñendo alegremente.
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publicado por ekeledudu a las 13:43 · Sin comentarios  ·  Recomendar
 
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SOBRE MÍ
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Eduardo Esteban Ferreyra

Soy un escritor muy ambicioso en lo creativo, y de esa ambición nació EL SEÑOR CABELLOS DE FUEGO, novela fantástica en tres volúmenes bastante original, aunque no necesariamente bien escrita; eso deben decidirlo los lectores. El presente es el segundo volumen; al primero podrán acceder en el enlace EL SEÑOR CABELLOS DE FUEGO I: INICIO. Quedan invitados a sufrir esta singular ofensa a la literatura

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