Blog gratis
Reportar
Editar
¡Crea tu blog!
Compartir
¡Sorpréndeme!
EL SEÑOR CABELLOS DE FUEGO II
La segunda parte de la más extraña trilogía de la literatura fantástica, publicada por entregas.
« Blog
« XXIII
17 de Enero, 2011    General

XXII

XXII

       Algo que Balduino no podía prever era que aquella hembra de grifo en cuya camada había puesto esperanzas de domesticar, no había parido en condiciones ideales. Para empezar,  ya la preñez había ocurrido fuera de época y el alumbramiento, por lo tanto, en pleno invierno. Por otra parte, Balduino  y otros la habían visto cazar cuando aún no había dado a luz, lo que significaba que probablemente su compañero , el macho que debía proporcionarle sustento hasta el parto, ya no estaba vivo, y no le quedaba más remedio que buscar ella misma su alimento. Por alguna de estas causas, por la suma de todas ellas o por alguna otra, las crías habían nacido débiles, y una acababa de morir. El cuerpecito inmóvil se iba enfriando rápidamente, ante la angustia de la madre, que empujaba con el pico a la pobre cría muerta para que se alimentase como el resto de la camada.

       En el otro extremo de la gruta, Osmund esperaba a que Balduino terminara de arrastrarse a través de la estrecha entrada. Cuando ello sucedió, le alcanzó la antorcha y el morral con jabalinas, y también él reptó trabajosamente al otro lado. Por algún motivo que nada tenía que ver con  la fiera que moraba en aquel antro, al hacerlo sintió una aterrorizada congoja que no supo explicarse, y no pudo contener un par de lágrimas. Ni por qué lloraba supo, como no lo saben los bebés; e igual que un bebé, Osmund estaba naciendo a una nueva vida, su vida de adulto, abandonando la seguridad de su niñez y adolescencia.

       Comprensivamente, Balduino le puso una mano en el hombro, sosteniendo con la otra la antorcha. Entonces Osmund, algo reconfortado, cargó con el morral de jabalinas, salvo una que el pelirrojo reservó para su propia defensa. Fue en ese instante que la luz trepidante de la antorcha alcanzó a iluminar la pared más próxima. Lo que Osmund vio en ella lo llenó de sorprendido horror.

       -Señor Cabellos de Fuego, mira eso-murmuró-. Estamos perdidos, este lugar está embrujado.

       Balduino había visto lo mismo que Osmund. Para qué negarlo, también él comenzó asustándose muchísimo; pero se recobró de inmediato.

       -No-contestó-. Hay espíritus, pero no sabemos si son hostiles. Mejor olvídalas, que tienes un combate que librar, y no te conviene hacer mucho caso a aparentes señales. Sólo sostén con fuerza esa jabalina y ten valor.

      Habían hablado en voz muy baja, pero incluso estos susurros resonaban portentosamente en la amplia caverna. La hembra de grifo, hasta ese momento ocupada con su cría muerta, se irguió sobre sus cuatro extremidades, y avanzó acechante y sigiloso desde el rincón oculto donde había dado a luz. Osmund y Balduino la vieron. Fue como si una de esas cosas que llenaban las paredes hubiera saltado al mundo tridimensional, cobrando profundidad y masa corporal. Osmund arrojó su jabalina, erró el tiro y buscó desesperadamente otra en el morral que llevaba a sus espaldas mientras la fiera se abalanzaba sobre ellos.

       Por desgracia, la cueva era increíblemente espaciosa, lo que no habría uno imaginado a la vista de la estrecha boca por la que se accedía a ella; y la bestia tenía libertad para volar, cosa que hizo extendiendo amenazantes pico y garras hacia los dos jóvenes que osaban invadir su madriguera. Atacó en primer lugar a Balduino. Este blandió defensivamente su jabalina. El animal retrocedió, pero no mucho; y enseguida volvió a la carga.

       -¡Osmund!-gritó Balduino-. Si su compañero ocasional continuaba en esa pasmosa inmovilidad, no quedaría al pelirrojo más remedio que romper su promesa y liquidar él mismo al grifo.

       Osmund arrojó una segunda jabalina. Una vez más, erró el tiro.

       -¡Así no!-exclamó Balduino-. No arrojes el arma, este animal es malísimo; y si te pesca desarmado, adiós. ¡Sal a su encuentro y lucha con él cuerpo a cuerpo!...-y se arrojó a tierra, llevándose consigo a Osmund; porque el grifo, tras alejarse, había tomado impulso para llevarse a uno de ellos en pleno vuelo. Sus garras no hallaron sino aire al pasar sobre los intrusos a vuelo rasante, pero de inmediato viró para repetir el intento.

       Bañado en sudor y algo tembloroso, Osmund se puso de pie un segundo antes que Balduino.

       -Muy bien-aprobó el pelirrojo-. Tranquilo ahora. Espera mi señal.

       Tal vez para persuadirse a sí mismo de poseer una bravura que en realidad le faltaba, Osmund adoptaba una pose de lo más firme, arrogante y belicosa, erguido y sacando pecho. Tal vez no logró autoconvencerse, pero alarmó al grifo. Alguien que avanzaba a su encuentro tan aguerrido podía ser peligroso para sus crías.

      -Pase lo que pase...no te asustes. Atraviésalo con la jabalina.

       El adolescente asintió en silencio. El grifo se le venía encima, sus garras ya estaban sobre él.

       -¡AHORA, OSMUND!-gritó Balduino, más asustado él que el novel cazador, por cuya muerte lo responsabilizarían si algo salía mal.

      Fueron segundos confusos y casi eternos. Osmund quedó bajo las enormes alas, y las mortales garras se extendieron hacia él para aprisionarlo. Lanzó una exclamación de dolor casi al mismo tiempo que  el grifo chillaba cuando la jabalina se hundió en su cuerpo. El animal malherido aterrizó en las proximidades, todavía con el arma a rastras clavada en el tórax.

       Sin pérdida de tiempo, Balduino corrió hacia Osmund, quien se aferraba el hombro izquierdo, ensangrentado como su correspondiente costado del pecho. Balduino revisó las heridas, preocupado por el aspecto de las mismas; pero por suerte no eran ni remotamente todo lo profundas que parecían, al contrario. El grifo, en cambio, estaba agonizante; y Osmund, desoyendo las recomendaciones de Balduino, quien las aconsejó quedarse quieto mientras  él buscaba con qué vendar las heridas, lo remató atravesándole el cráneo. La jabalina súndara tenía una temible capacidad de penetración, por lo que su punta se abrió paso como a través de un pan de manteca; no era raro que ya el primer tiro certero hubiese puesto fuera de combate a la bestia.

      Balduino había traído su ahora bastante raída capa plegada en el morral; y aunque estaba muy encariñado con ella, no le quedó más remedio que cortarle un pedazo para hacer vendajes. En ello estaba cuando notó que la luz empezaba a escasear. Osmund se alejaba hacia el fondo de la cueva, antorcha en mano.

      -Muchacho, ¿a dónde vas?... ¡Vuelve acá!-lo instó Balduino.

       Pero Osmund continuó alejándose como bajo un hechizo, mirando una vez más las paredes, sobrecogido por lo que veía en ellas.

      Sin embargo, como bien sospechaba Balduino, Osmund buscaba otra cosa; y cuando la encontró, súbitamente dejó de preocuparse por lo demás, y dio media vuelta, haciendo arcadas. Porque acababa de hallar lo que quedaba de su padre y, junto a tales restos, cuatro feos cachorros, polluelos o como se llamaran las crías de grifo, con sus pequeños picos y plumones cubiertos de sangre y restos de carne. El espectáculo era en extremo truculento, y Osmund en ese momento se sintió ante una camada de monstruos, dijese Balduino lo que dijese.

       Recordó no obstante su promesa de respetar las vidas de las crías.

       -Por favor, no dejes que sigan haciendo eso-suplicó.

       -No debiste mirar. Te dije que sería horrendo-contestó Balduino. 

       A él mismo le costaba conservar el contenido de su estómago, y se alegró de haber tenido con el difunto menos trato que con otros aldeanos de Freyrstrand. Era espantoso que alguien a quien había conocido terminase así.

        -Es que creo que si no lo hubiera visto personalmente, siempre  habría esperado su regreso, aun sabiéndolo muerto-contestó Osmund, todavía tembloroso. Olvidando sus heridas, hundió el rostro entre sus manos; y como la diestra estaba manchada con su propia sangre, se ensució la cara.

       Balduino alejó de las crías el macabro festín, y notó muerta a la que permanecía aparte. Las que vivían aún reaccionaron disímilmente al verse privadas del banquete. Unas, torpemente, trataron de salvar la distancia que ahora se interponía entre ellas y su alimento. De éstas, una renunció pronto. Alguna otra miró a Balduino con fiereza sorprendente, admirable y cómica en un ser tan pequeño, y abrió el pico en actitud agresiva.

      El pelirrojo volvió junto a Osmund.

      -Ahora quédate quieto de una vez, que voy a detener la hemorragia-le dijo-. Luego te ayudo a bajar y vuelves a tu casa.

      -Pero es que tengo que... Mi padre... No quiero que quede aquí-respondió el adolescente, atribulado.

      -Y no quedará. Anders y yo nos ocuparemos de eso, trajimos lo necesario, pero tú hasta aquí llegas. Cuando tu madre vez que fuiste herido, querrá matarme.

      Osmund sonrió con tristeza.

      -No a vos, señor Cabellos de Fuego... A mí. No me habría permitido venir de haberle dicho la verdad, es decir, que vendría aquí solo, y no con vos. Le dije quede matar al grifo os ocuparíais vos, y que yo sólo os conduciría hasta la madriguera. Terminó siendo algo muy parecido.

      -No, Osmund-replicó Balduino, vendando la herida con los pedazos de tela de su capa.

      -Sin vuestra ayuda, jamás lo habría logrado. Es como si lo hubierais hecho vos.

       -No. Te acompañé, te di algunas indicaciones yempujé un poquito tu coraje, pero tú hiciste todo lo demás.

      -Esas cosas de las paredes de la gruta...-musitó Osmund, receloso-. Fueron hechas por espíritus. Los rumores que dicen que este lugar está embrujado son ciertos.

       Balduino recordó que, viniendo a Freyrstrande desde Ramtala, él y Anders habían atravesado a caballo las Gröhelnsklamer. En tal oportunidad, un cráneo humano, caído desde lo alto de uno de los acantilados, había estado a punto de golpearlo en la cabeza mientras él examinaba unos excrementos que, según sabía ahora, eran de grifo. No estuvo seguro en ese momento de que hubiera sido un accidente, y hasta lo había interpretado como un mal presagio. Empezaba a sospechar de que el hecho, de accidente, no había tenido nada; pero lo descartaba totalmente como augurio funesto.

       -Creo que sí, que en este momento nos rodean espíritus-respondió-. Pero te dije antes que tal vez no fueran hostiles, y ahora sé que no lo son; de modo que, en la medida de lo posible, no hables con nadie de lo que viste aquí. No quiero que los molesten. Han demostrado ser buenos vecinos nuestros, si lo piensas: a nosotros no nos hicieron daño, y que a tu padre se lo llevara un grifo nada tiene que ver con ellos.

      -Está bien, señor Cabellos de Fuego, no diré nada.

      Balduino se preguntó si al pedirle a Osmund que guardara el secreto no le había infundido bríos para revelarlo más de prisa y con más ganas. No importaba: algo similar había creído en el asunto del poco afortunado experimento alquímico de Gabriel, obviando arrancar promesas de silencio a Kurt y Hrumwald. Y con promesa o sin ella, Kurt (pues parecía más bien cosa de él que de su primo) había ventilado el hecho a los cuatro vientos. El propio Osmund acababa de confesar, un rato atrás, que era por boca del joven criador de renos que estaba al tanto del incidente provocado por la explosiva "sopa".

       -Ya está-dijo Balduino, examinando de nuevo el improvisado vendaje aplicado en la herida de Osmund, antes de que el joven volviera a cubrirse el torso con sus un tanto deterioradas y ensangrentadas ropas-. Cuando termines de vestirte, te ayudo a bajar y vuelvo con Anders para concluir el trabajo.

       -Gracias, pero creo que puedo bajar solo.

       -¿Seguro? Mira que...

      -Duele un poco, pero nada más.

       -Está bien-contestó Balduino, advirtiendo mucha resolución en los ojos del adolescente-. Anders y Gröhelle te cubrirán las espaldas, aunque los demás grifos, o no han regresado de su cacería, o ya habrán vuelto con alguna presa. No creo que te ataquen esta ve, pero cuídate de todos modos... Te acompañaré al menos hasta la salida.

      Osmund asintió y, seguido por Balduino, volvió sobre sus pasos hasta la entrada de la gruta, donde se arrastraron por turnos hasta salir al rellano. Allí desviaron la cabeza hacia el Este, donde surgía la mustia claridad de un día más bien gris, pero día al fin; y entonces Osmund se sintió de nuevo desolado, como quien no encuentra un horizonte en su vida.

       -¿Y ahora?-preguntó, quizás más para sí mismo que para Balduino, bajando cabeza y hombros con patente desaliento.

       -El resto de tu vida está allí abajo, esperándote-respondió el pelirrojo, rodeando con su brazo, con mucho cuidado de no causarle dolor, los hombros de Osmund-. Ve a reunirte con ella... Sin apurarte, claro. Alguien tan joven tiene todavía todo el tiempo por delante para hacer tonterías, te lo digo por experiencia propia. No hace falta, entonces, que te apures a hacer una rompiéndote el pescuezo por bajar atolondradamente.

       -Pero, ¿qué voy a hacer ahora?

       -Vivir, Osmund. Es más difícil que morir, ya lo verás, pero vale la pena. Podrás planificar algo para tu futuro, pero casi todo conviene decidirlo sobre la marcha. Sabes, uno a veces hace grandes proyectos para su porvenir, y luego todo le resulta al revés de lo proyectado; pero eso no significa que lo que le tocó sea malo.

       ' Tu vida, claro, ya no será la de antes. A la fuerza, y prematuramente, te convertirás en el adulto que querías ser, el que querías que tus padres vieran en ti. Será muy duro, más de una vez quizás no sepas cómo seguir adelante; pero, creeme, alguien que a tu edad enfrentó victoriosamente a una fiera temible en la madriguera misma de ésta, encontrará la valentía necesaria. Trata de no olvidar lo que pasó hoy. Yo soy más tonto de lo que parezco y, por lo tanto, a menudo no recuerdo cómo en mi propia adolescencia sobreviví solo en los bosques durante unos meses. Si lo recordara, me preocuparía menos por ciertas pequeñeces. Sabría que cuando se sobrevive a determinadas experiencias, no se es hueso fácil de roer...

      -Tal vez tú te las arreglaste solo entonces, pero yo necesité de ti hoy-objetó Osmund.

       -Siempre uno se las arregla solo, hasta que necesita de alguien-sonrió Balduino-. Yo empecé arreglándomelas solo, pero eso no duró demasiado. Tal vez a ti te suceda al revés, tal vez te arregles solo a partir de ahora. De todos modos, todavía no está en mis planes irme a ninguna parte, te lo aseguro. Aquí me tendrás, si me necesitas... Pero ya verás que sabrás ser bastante independiente. Tal vez ya lo sepas, más de lo que tú piensas.

       Osmund miró a Balduino y reconoció en él al hermano mayor que no tenía y que tantos primogénitos o unigénitos, alguna vez, han soñado tener; y emocionado, lo abrazó en silencio. Durante ese contacto, el pelirrojo recordó cómo, a fuerza de ruegos, arengas y amenazas, Thorvald prácticamente lo había obligado a levantarse más temprano que nunca, con sueño, hambre y frío, para cuidarle el pellejo a un adolescente necio e ingrato. Mentalmente, le dio las gracias al viejo por ser tan porfiado e implacable. No habría sabido decir por qué. A veces, a quienes no tienen religión ni creen en Dios les cuesta definir lo sagrado cuando lo sienten, y Balduino había sido secretamente invitado por la Divinidad a presidir una ceremonia sagrada, el tránsito de un muchacho hacia su adultez.

       -Fue un honor estar contigo hoy, Osmund.

    
Palabras claves , , , ,
publicado por ekeledudu a las 12:45 · Sin comentarios  ·  Recomendar
 
Más sobre este tema ·  Participar
· CCXX
Comentarios (0) ·  Enviar comentario
Enviar comentario

Nombre:

E-Mail (no será publicado):

Sitio Web (opcional):

Recordar mis datos.
Escriba el código que visualiza en la imagen Escriba el código [Regenerar]:
Formato de texto permitido: <b>Negrita</b>, <i>Cursiva</i>, <u>Subrayado</u>,
<li>· Lista</li>
SOBRE MÍ
FOTO

Eduardo Esteban Ferreyra

Soy un escritor muy ambicioso en lo creativo, y de esa ambición nació EL SEÑOR CABELLOS DE FUEGO, novela fantástica en tres volúmenes bastante original, aunque no necesariamente bien escrita; eso deben decidirlo los lectores. El presente es el segundo volumen; al primero podrán acceder en el enlace EL SEÑOR CABELLOS DE FUEGO I: INICIO. Quedan invitados a sufrir esta singular ofensa a la literatura

» Ver perfil

CALENDARIO
Ver mes anterior Mayo 2024 Ver mes siguiente
DOLUMAMIJUVISA
1234
567891011
12131415161718
19202122232425
262728293031
BUSCADOR
Blog   Web
TÓPICOS
» General (270)
NUBE DE TAGS  [?]
SECCIONES
» Inicio
ENLACES
» EL SEÑOR CABELLOS DE FUEGO I: INICIO
FULLServices Network | Blog gratis | Privacidad