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¡Sorpréndeme!
EL SEÑOR CABELLOS DE FUEGO II
La segunda parte de la más extraña trilogía de la literatura fantástica, publicada por entregas.
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« XXIX
25 de Enero, 2011    General

XXVIII

XXVIII

      Esa noche fue la primera de varias durante las cuales no hubo novedades acerca de la misteriosa criatura que con tanto furor se había ensañado con la primera empalizada. El actual estado de ésta no alteró a Balduino,  quien se resistió a cambiar siquiera un tronco de la empalizada en cuestión. Al fin y al cabo, como defensa resultaba muy mediocre. El lo sabía, sus hombres lo sabían y la idea era que los Wurms lo supieran también, caso de que trajeran sus mandíbulas y sus fuegos devastadores hasta aquellas costas.

       Mientras tanto, ocurrieron varias cosas. Para empezar, las crías de grifo, sobre las que Balduino había fundado tantas esperanzas, fueron muriendo por turnos, hasta que sólo sobrevivió una a la que se dio el nombre de Held, es decir, héroe. Se trataba de la misma que tan fieramente había arremetido contra Honney luego de que previamente hubiera dejado la mano de Balduino hecha una lástima. Su prodigiosa combatividad no menguó en los días siguientes. A pedido de Balduino, Snarki, quien era muy bueno haciendo trabajos en cuero, inició la confección de un par de gruesos guantes con los que poder manejar al animal.

       El techo del cobertizo de Gudrun fue cambiado íntegro, porque resultó que era ya una pena de viejo, y entre quienes subieron al mismo, dos o tres estuvieron a punto de repetir la mala experiencia de Balduino, y no lo hicieron sólo porque éste los previno al respecto. Ya que estaban, apalearon además la nieve del techo de la casa. Balduino participó activamente de estas faenas, demostrando, después de todo, no ser para ellas todo lo inútil que Anders había insinuado en broma.

        Ahora bien, en la primera oportunidad en que el mar no estuvo tan picado como era habitual (aunque tampoco estaba exactamente tranquilo), Balduino decidió intentar con Anders, una vez más, la expedición náutica que tan fallidamente habían emprendido ya antes, esperando ahora tener más éxito que entonces. En otras palabras, deseaba incursionar en los canales que había entre las islas del Noroeste, con intenciones de examinar el paisaje y ver de qué forma éste podría aprovecharse sicológicamente contra los Wurms, si éstos se acercaban a Freyrstrande. En esta ocasión apostaba, inspirado en el hallazgo en la madriguera de los grifos, a hallar grandes rocas de superficie más o menos lisa, sobre las cuales pintar motivos de gran fuerza expresiva; pero también podrían aprovecharse caprichos del relieve.

        Para qué negarlo, la elección de Anders como acompañante obedecía simplemente a razones de amistad. No obstante, había lugar para alguien más en el bote. ¿Por qué no llevar, entonces, a Tarian? Caso de que el bote zozobrara, podría auxiliar a los náufragos, y además era una excelente manera de estrechar vínculos con él y hacerlo sentir menos solo.

       Balduino le hizo la propuesta llevándoselo aparte en la playa cuando Anders preparaba todo para la partida. Tarian escuchó atentamente, cruzado de brazos y mortalmente serio. Esa fue la primera vez que Balduino notó que las puntiagudas orejas de Tarian tenían movimiento propio. Pronto advertiría, además que, por lo general, si las movía mucho era porque no le gustaba lo que estaba oyendo.

        -Bueno, ¿qué me dices?-preguntó el pelirrojo. Tarian meneó la cabeza-. ¿No quieres venir?-añadió Balduino, asombrado. Tarian asintió-. ¿Y entonces?... ¡No te entiendo! A ver si logras explicarte mejor.

       Entonces Tarian se sentó en el suelo, puso cara de aburrimiento y movió los brazos imitando el remo. Seguidamente se puso de pie otra vez, con una sonrisa al mismo tiempo amable e irónica, se señaló a sí mismo y luego hizo un gesto negativo con el índice.

        -No sé qué decirte. No remes si no quieres; nos encargaremos Anders y yo-dijo Balduino; pero Tarian, boquiabierto, negó con la cabeza. La explicación había sido un fracaso; no era eso lo que él quería decir.

        Exhaló un suspiro miró hacia todos lados con sus oblicuos ojos verdiazules, como en busca de inspiración, y volvió a intentarlo. De nuevo se sentó en el suelo, otra vez con gesto de hastío, moviéndose hacia arriba y hacia abajo en un remedo de bamboleo de un bote. Volvió a ponerse de pie. De nuevo negó con la cabeza.

        Tras mucho pensarlo, Balduino al fin entendió.

        -Tarian, ni en sueños-dijo en tono terminante-. Si vienes con nosotros, será sólo sobre el bote y sólo sobre el bote, donde estarás más seguro. Nada de ir nadando.

        Tarian se cruzó una vez más de brazos, volvió a separarlos para apartarse de la cara la dorada melena lacia con la que el viento jugueteaba, cruzó de nuevo los brazos, todo acompañado con gestos de fastidio y movimientos de oreja similares a aleteos. Nunca quedaría del todo claro si esto último era normal en híbridos como él o si se trataba de un tic exclusivo y personal. Sí quedaba clarísimo, en cambio, que no estaba nada conforme con las palabras de Balduino, y menos aún con el tono firme empleado para decirlas. Era un inmejorable nadador y buceador, insensible a aquello que la gente de tierra firme llamaba calor y frío, se movía mejor en el agua que fuera de ella; y ahora resultaba que, por cualesquiera peligros que pudieran acecharlo en el mar, se le permitía únicamente un ridículo paseo en bote. De haber podido hablar, habría replicado a Balduino aconsejándole que, dado que los caballos eran animales temibles y briosos, mejor montara sobre un palo de madera, como Thommy Thomson cuando jugaba a ser Caballero. Balduino era excelente jinete. ¿Y qué? El riesgo potencial existía. Tarian también era excelente nadador y buceador, y no era culpa de él si nadie más podía acompañarlo en sus correrías y verificar que el océano no era un ambiente más seguro ni inseguro que cualquier otro.

       Y encima, siempre o casi siempre que tenía ratos libres los pasaba en el agua. La cosa era absurda de veras.

      -Es inútil, Tarian, ya se dijo cuanto debía ser dicho-concluyó Balduino.

      Tarian asintió, con sorprendente docilidad. Demasiado sorprendente, tal vez. Balduino le dio la espalda para ir en busca de otro posible acompañante, uno que entendiera de navegación. Cuando miró por encima del hombro, Tarian se había despojado de la camisa y machaba en dirección a la segunda empalizada.

        -¡Eh!-gritó Balduino.

        Pescado en falta de esta manera, Tarian se volvió, deteniéndose para quitarse la bota derecha, que sostuvo en la mano. Balduino comprendió que no estaba en los planes del joven obedecer, ni aun tras haber sido descubierto. No quedaba más remedio que forzarlo a ello, así hubiera que atarlo.

        Tarian se había lanzado a la carrera con intenciones de franquear las dos empalizadas y ganar el mar antes de que Balduino, quien corría ahora tras él, pudiera impedírselo. Tarian ni en sueños era buen corredor, y temía que el pelirrojo le diera alcance. Lanzó por encima de su hombro la bota que se había quitado, sin apuntar, pero deseando de todo corazón que le cayera a Balduino en la cabeza y dejara por unos instantes más tonto de lo que ya era, lo suficiente para que él tuviera tiempo de escapar; anhelo que por poco no se cumplió. La otra bota la llevaba puesta aún y le fastidiaba horriblemente para correr.

       Al fin Balduino estuvo casi sobre Tarian cuando ambos habían dejado atrás ambas empalizadas. Con el mar a la vista, a Tarian lo ganó la desesperación en el momento en que Balduino, dando un salto, le sujetó ambas piernas. Ambos cayeron cuan largos eran, Tarian arañando la arena mojada en un vano intento por reptar hacia el agua al mismo tiempo que luchaba por patear a su captor. Balduino inmovilizó con más fuerza la pierna izquierda de Tarian, porque ésa era la que conservaba puesta la bota y podía patear con mayor dureza; la derecha logró zafarse y atacar con ahínco. Balduino sólo pudo protegerse de ella para que el pie desnudo no le dañase los ojos. Mientras tanto, Tarian se estiró con mayor denuedo, y el pelirrojo se encontró de pronto aferrando sólo una bota vacía. Tarian gateaba hacia el mar moviéndose de manera similar a la de una araña. Balduino, también en postura cuadrúpeda, brincó hacia el extraño fugitivo.

       Muy tarde. Tarian había ya ganado el mar, su elemento: y allí ni en broma podía Balduino pensar en atraparlo, aun cuando hubiera sabido nadar, lo que no era el caso. El pelirrojo se puso de pie, con la bota de Tarian todavía en su mano, sintiéndose como un imbécil. En eso vio algo que salía disparado hacia él desde el mar. Los calzones empapados de Tarian impactaron de lleno contra su cara, dejándosela más colorada que nunca.
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publicado por ekeledudu a las 12:19 · Sin comentarios  ·  Recomendar
 
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SOBRE MÍ
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Eduardo Esteban Ferreyra

Soy un escritor muy ambicioso en lo creativo, y de esa ambición nació EL SEÑOR CABELLOS DE FUEGO, novela fantástica en tres volúmenes bastante original, aunque no necesariamente bien escrita; eso deben decidirlo los lectores. El presente es el segundo volumen; al primero podrán acceder en el enlace EL SEÑOR CABELLOS DE FUEGO I: INICIO. Quedan invitados a sufrir esta singular ofensa a la literatura

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