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¡Sorpréndeme!
EL SEÑOR CABELLOS DE FUEGO II
La segunda parte de la más extraña trilogía de la literatura fantástica, publicada por entregas.
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26 de Enero, 2011    General

XXX

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       Aquella tarde, cuando Balduino y Anders atracaron el bote en el malecón -flanqueados por Tarian, quien por supuesto volvía a nado como había ido- coincidieron con  el Sturmensfeister, la barca pesquera de Freyrstrand. Hansi Friedrikson, ese día, había acompañado a su padre para ir iniciándose en el oficio. Desde hacía algún tiempo, se los veía juntos con mayor frecuencia. Esto era bueno, pero la verdad era que en Vindsborg se extrañaba a Hansi, y allí sus ahora espaciadas visitas eran siempre motivo de alborozo.

       Otra cosa había cambiado. Antes, Hansi, estando en Vindsborg, vivía pendiente de Balduino, a quien admiraba. Por ese entonces, soñaba con llegar a ser como él, llegando en algún momento a sentir celos de Thommy, el hijo de Thomen el Chiflado, por creer que éste lo había desbancado del primer puesto en el corazón del señor Cabellos de Fuego. Pero en algún momento imposible de precisar -sin duda había ocurrido gradualmente y no de buenas a primeras- esa admiración se había desviado hacia Tarian. No era que ya no quisiera a Balduino, o que ahora la Caballería le pareciese desdeñable. Al contrario: cuando se quedaba a dormir en Vindsborg, el sueño le llegaba contemplando embelesado la armadura de Balduino, que por el momento permanecía en un rincón, sin más usos que los exclusivamente protocolares. Era evidente que entonces se imaginaba a sí mismo cabalgando sobre un corcel de guerra, revestido de armadura y espada en mano. Pero a menudo lo que más irresistiblemente nos atrae es también lo que más lejos está de nuestro alcance, y en este sentido nada fascinaba a Hansi tanto como Tarian, pues éste podía respirar bajo el agua y explorar aquel mundo vedado a la inmensa mayoría de los mortales, El Mundo Bajo las Olas, y accedía a secretos y misterios arcanos, inimaginables.

       Tarian, por su parte, quería entrañablemente a Hansi, un poco porque éste había sido parte del grupo que lo había sacado de las mazmorras y otro poco, también, por un recuerdo muy particular, el de una cubeta con agua salada que el chico le había acercado cuando él todavía era, anímicamente, una piltrafa. Ni él mismo habría podido definir qué sentimientos o recuerdos había movido en su interior el olor del agua salada de la cubeta. Hasta entonces había estado luchando contra la generalmente incuestionable certeza, impuesta en Kvissensborg a fuerza de tormentos, de que era un malvado y merecía padecer suplicios. La visión de Hansi y la cubeta se había asemejado a la de un ángel mostrándole las puertas del Paraíso e invitándolo a entrar.

       Por último, un hecho que creaba cierto aire cómplice entre ambos era que ni por un momento pensaba Hansi que Tarian debiera privarse de sus inmersiones en el océano. Al contrario, lo alegraba verlo desaparecer bajo la superficie, porque luego esperaba con ansia su regreso para bombardearlo luego con preguntas sobre lo que él había visto allí abajo y que él pudiera responder por sí o por no, Casi todas esas preguntas, por ingenuas e imaginativas, hacían sonreír a Tarian. Tenían que ver con feroces luchas con  monstruos marinos y demonios de las profundidades, generalmente durante el rescate de hermosas sirenas. La respuesta era siempre negativa. Para comenzar, Tarian tenía la impresión de que por monstruos marinos todos imaginaban aberraciones deformes y de infinita crueldad, en cuyo caso nada de eso podía hallarse en el océano hasta donde le constaba. Sí existían animales de gran tamaño, contra algunos de los cuales era menester precaverse, y otros no tan grandes pero igualmente peligrosos. Las voraces barracudas eran, quizás, los peores, salvo los Moradores de las Profundidades, de los que había oído decir que eran inteligentes y pacíficos, pero que a él siempre le habían dado miedo, prefiriendo no acercarse a ellos. También estaban las orcas y las serpientes marinas, incluso otros que le eran menos familiares, pero ninguna bestia a la que pudiera calificarse de abominación.

       Ante tal negativa, Hansi no podía menos que sucumbir al desencanto. El quería acción y aventuras emocionantes, y hete aquí que la vida bajo el mar parecía sumamente monótona y aburrida. Pero la decepción le duraba segundos apenas, porque Tarian nunca regresaba de las profundidades sin un regalo para él, generalmente la conchilla de algún molusco. La transformación de Hansi era inmediata. Quedaba estudiando el obsequio de turno como embelesado, acaso tratando de imaginar los paisajes suboceánicos de los que procedía aquel insospechado tesoro. Como casi no pasaba día sin que Tarian se sumergiese, contaba ya con una respetable colección, que guardaba en Vindsborg, en una bolsita de cuero que a tal fin le había hecho Snarki.

        Era todo un espectáculo verlo examinar su contenido, que vaciaba sentado en el suelo al principio, para ir cambiando de postura mientras contemplaba con más detalle y desde todos los ángulos posibles todas y cada una de sus adquisiciones, para terminar tumbado de vientre, con la cabeza apoyada sobre  ambas manos, siempre en absoluto silencio, maravillado por lo que veía como si fuera la primera vez. Se tenía la sensación de ni todo el oro el oro del mundo lo habría persuadido de desprenderse de tal colección.

         -¿Te gusta?-le preguntaba alguien a veces, innecesariamente.

       Y parecía haber perdido el habla, porque a lo único que atinaba era a responder afirmativamente con un simple movimiento de cabeza.


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publicado por ekeledudu a las 17:47 · Sin comentarios  ·  Recomendar
 
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SOBRE MÍ
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Eduardo Esteban Ferreyra

Soy un escritor muy ambicioso en lo creativo, y de esa ambición nació EL SEÑOR CABELLOS DE FUEGO, novela fantástica en tres volúmenes bastante original, aunque no necesariamente bien escrita; eso deben decidirlo los lectores. El presente es el segundo volumen; al primero podrán acceder en el enlace EL SEÑOR CABELLOS DE FUEGO I: INICIO. Quedan invitados a sufrir esta singular ofensa a la literatura

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