CCVIII
Balduino halló muy interesante analizar las relaciones entre Ljottur y los demás miembros de la dotación de Vindsborg, lo que al principio se complicó, con Anders parloteando como cotorra todo el tiempo. Alguna indirecta le hizo, citando palabras del Eclesiastés, ésas según las cuales hay un tiempo para hablar y un tiempo para callar; pero este último tiempo, por lo visto, Anders lo consideraba todavía muy lejano. Por esos días, en consecuencia, prefirió la compañía de Tarian, silencioso a la fuerza pero que, Balduino estaba seguro, habría permanecido bastante tiempo callado aun pudiendo hablar. Aunque acabó exigiendo a Anders menos cháchara y él no se ofendió, al rato se ofendió, al rato se olvidaba de dicha exigencia y reanudaba su cotorreo. Para colmo, estaba más parlanchín que de costumbre, exultante cada vez que la conversación se desviaba hacia su hijo. Constantemente, el orgulloso padre descubría inverosímiles parecidos entre él y Kon, y se ponía a disertar sobre ellos, y entonces no había forma de pararlo. No pudiendo hacer otra cosa, Balduino se esforzaba por distinguir esas supuestas semejanzas entre padre e hijo; pero sin éxito. A lo que más se parecía un bebé, según entendía, era a otro bebé; y en el caso específico de Kon, si se quería encontrar parecidos con alguien más, sería con su madre, por sus ojos azules. Sin embargo, Balduino hallaba muy difícil desilusionar a Anders, diciéndole sinceramente que estaba hablando puras gansadas.
-Mira, Anders-lo cortó un día-, ya que hablas del tema, y puesto que eres señor de Kvissensborg, me parece mejor que al menos una vez por semana te des una vuelta por allí, aparte de los domingos que te tomas para ver a tu esposa y tu hijo; pues, ¿sabes?, uno siempre debe precaverse de eventuales traiciones y, por muy leales que parezcan Hildert y sus hombres, siempre es mejor andarse con cuidado. Uno de nosotros debe ir en persona a consolidar esa lealtad, y es mejor que lo hagas tú, ya que, aparte de que eres señor de Kvissensborg, a mí sólo me respetan, mientras que a ti te aman. De paso, por supuesto, podrías tomarte tu tiempo para estar en familia.
-Pero si...-balbuceó Anders, confuso.
Hasta él encontraba extraña la repentina sugerencia de Balduino. La mentalidad militar de éste, proclive a prever posibles traiciones, estaba muy relajada últimamente; y de todos modos, ¿por qué Kvissensborg, cuya dotación estaba ahora compuesta de orgullosos guerreros, y no por la torpe soldadesca de antaño? Los mayores peligros estaban en Vindsborg, con Kehlensneiter a la cabeza, por más que todo se viera tranquilo.
Al fin, tras unos instantes de cavilación, barruntó qué se traía Balduino y sonrió, con esa espléndida sonrisa suya que lo hacía tan amado y que lo haría inolvidable para quienes lo conocieron.
-Es deber de todo señor feudal recompensar a sus leales vasallos-dijo en fingido tono pomposo y condescendiente-; de modo que, por haberme servido bien, mañana te retribuiré con todo un día de silencio-y palmeó el hombro de Balduino mientras éste sonreía por contagio.