CCX
Algunas de las reacciones de otros habitantes de Vinsdborg para con Ljottur eran lógicas o predecibles. Ninguna más que la de Hijo Mío, sin embargo. Emmanuel quería ser armado Caballero, así que haría cuanto Balduino le ordenara, incluso introducir su cabeza en las fauces de una fiera de ser necesario, con tal de alcanzar su meta. Al parecer, era esencial mostrarse amable y protector con Ljottur; por lo tanto, precisamente eso pensaba hacer. Lo cual no fue obstáculo para que igual diera a Balduino la sorpresa de su vida en otro aspecto. Ello ocurrió cuando Hansi, tras ausentarse de Vindsborg durante varios días, se dejó ver de nuevo por allí, llegando a la hora del desayuno. Nada más oír su voz desde el exterior, Emmanuel tragó apresuradamente cuanto tenía en su boca, hizo a un lado su tazón de cereal, se puso de pie de un brinco y acudió a su encuentro, gritando alborozado:
-¡Eh, macho!... ¡Ya era hora de que vinieras a visitarnos, nos tenías olvidados!...
Tamaña recepción era completamente inaudita. Para Hijo Mío, Hansi era Enano, El Monaguillo, Marica y muchas otras cosas más, a veces varias de ellas juntas, ninguna muy halagüeña; ¿qué significaba ahora aquello de macho?
Sólo Anders no manifestó sorpresa alguna. Y es que sólo él sabía que Hijo Mío sentía más respeto con Hansi desde que se había enterado de la valiente conducta de éste durante el motín de Kvissensborg. Así que alzó la cabeza para explicar precisamente éso; pero la visión de múltiples caras poco inteligentes, estupefactas ante el misterioso comportamiento de Emmanuel, fue demasiado para él. Lo acometió un acceso de risa, una auténtica explosión, y los cereales a medio masticar salieron disparados de su boca cual proyectiles. Algunos de ellos impactaron en Ursula, su vecina más próxima.
-¡ANDERS, VUELVE A EMPORCARME ASÍ Y TE JURO QUE DE UN GOLPE TE MANDO A CONTINUAR DESAYUNANDO AL CHIQUERO DE HRUMWALD!-vociferó ella, colérica.
-EL EGIPCIO ESTÁ CADA DÍA MÁS LOCO-gritó por su parte el sordo Gilbert, resumiendo la impresión general.
Quien menos que nadie entendía qué le pasaba a Emmanuel era el propio Hansi. No se había sentido valiente durante el motín de Kvissensborg, y no se le ocurría que Emmanuel pudiera considerar que sí lo había sido, y mucho menos que lo admirara o respetara más por ello. Es más, para sus adentros, recordando aquella noche, se decía que sólo de milagro no se había cagado encima.
Soportó abrumado que Emmanuel le palmeara la espalda con desmedido entusiasmo y aún más energía, y que le rodeara los hombros con su brazo; pero no entendía nada y, peor aún, no le gustaba. Emmanuel y él podían ser eventuales aliados, no eran exactamente enemigos, pero ¡caramba!, la vida resultaba muy insípida sin un buen intercambio de pullas. Esperó a ver si Anders, quien por lo visto algo sabía qué locura afectaba a Hijo Mío, se decidía a explicarla; pero Anders, para variar, no podía parar de reír, por mucho que los demás prometieran violarlo si no aclaraba al menos el motivo de tanta hilaridad.
Por fin, Hansi se hartó.
-No seas aburrido...-murmuró, mirando a Emmanuel con disgusto y reproche.
-¡Eh, prátar, cómo me dices eso, si yo te quiero!-exclamó Emmanuel, sin achicarse ni dejar de sonreír afablemente.
-CADA DÍA MÁS LOCO Y MÁS PUTO...-rectificó Gilbert a gritos.
-El único prátar que puede tener aquí un negro como tú, es Terafá-dijo Hansi, sonriendo venenosamente.
Perplejo y sombrío, Emmanuel se cruzó de brazos en gesto poco amigable. Al aprecer, las hostilidades acababan de reanudarse oficialmente.
-¿Ah, sí?-replicó desafiante-. ¿Ah, sí?... ¡Pues gracias a Dios que soy negro sólo por mi color de piel, y no de puro mugriento, como cierto gadzo enano que conozco!... ¡Si hasta tocar a Terafá es menos merimé que tocarte a ti!
Hansi evaluó pensativamente la ofensa y sonrió con maligno aunque inocente deleite. Ahora sí las cosas estaban, por fin, como le gustaban a él.
-...pero igual te quiero, prátar-concluyó Emmanuel.