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EL SEÑOR CABELLOS DE FUEGO II
La segunda parte de la más extraña trilogía de la literatura fantástica, publicada por entregas.
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26 de Octubre, 2011    General

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      Damián de Aord Aimorn no se hallaba mucho más gozoso de su ascenso a teniente ahora que el día de dicho ascenso, sobre todo porque era un hombre que se tomaba muy en serio cualquier responsabilidad que se pusiera en sus manos.

        Alrededor de una semana después del nacimiento de Skallagrim Maartenson, el mismísimo Hrodward de Gälster colocó un nuevo peso sobre sus hombros. Lo llamó a su presencia y le dijo:

       -Hay problemas en nuestras línes de reabastecimiento. Según ciertos rumores, Bermudo ha sido visto en la ruta de las carretas de provisiones. Nuestros exploradores han desmentido esos rumores, pero nadie les cree, y de todos modos, lo que sí está confirmado es que cierto tramo de esa ruta ha sido invadido por Thröllewurms, los cuales, por desgracia, parecen estar volviéndose solapados y astutos, aunque cueste creerlo, acostumbrados como estamos a verlos como monstruos enormes y estúpidos aunque malévolos. Como consuelo nos queda sólo la esperanza de que terminen rebelándose contra sus amos, ya que todo indica que están actuando por su propia cuenta y riesgo, y no obedeciendo órdenes de los Jarlewurms. No cabe duda de que, para éstos, sería un buen golpe verse privados de sus siervos... Pero volvamos a lo que urge ahora. Los carreteros no quieren saber nada de atravesar ese trecho sin una fuerte escolta armada. Necesitamos voluntarios que escolten a las carretas ya que, con los Jinetes Ballesteros solos, no se sienten muy conformes; y por otro lado, los propios Ballesteros están algo acobardados ahora. Vuestros antecedentes os hacen uno de los hombres más idóneos para esta misión; de modo que quedáis encargado de comandarla.

        Era un alarmante caso de voluntarismo obligatorio, pensó Damián de Aord Aimorn, quien por un momento pensó en oponer algunas objeciones. Sin embargo, descartó enseguida tal idea: el Regente no cesaba de someter las decisiones de Hrodward de Gälster a un atento escrutinio, a instancias del obispo de Drakenstadt, quien seguía obsesionado por colocarse al mando de la defensa de la ciudad. Y si lo mismo el obispo que Hrodward de Gälster, éste último miembro al fin de las Milicias de San Leonardo, consideraban criaturas diabólicas a los Wurms, la diferencia crucial entre ellos era que Hrodward tenía en alta estima toda sangre humana por igual, fuera de cristianos ortodoxos, herejes, judíos o paganos, y se abstenía de sacrificarla en vano. Por el contrario, era secreto a voces que Monseñor Georg Larson, el obispo, creía algo así como que la presencia de herejes, judíos y paganos entre los defensores ofendía a Dios, y que éste se vengaba permitiendo a los Wurms regresar una y otra vez. Tenía la idea de que la ira del Señor se aplacaría cuando aquellos elementos indeseables fueran entregados como una especie de ofrenda a los monstruos.

        Damián sabía que la mentalidad de Monseñor Larson estaba ampliamente difundida en el Reino, y que había prevalecido entre la Orden de la Doble Rosa al comienzo de la guerra. Luego no había podido sostenerse por sí misma; no después de que tantos Caballeros cristianos hubieran sido salvados de morir gracias a la rápida acción de camaradas judíos, paganos o herejes. Pero desafortunadamente, subsistían algunas brasas del viejo prejuicio que, convenientemente reavivadas, podrían convertirse de nuevo en llamaradas; pues no pocos consideraban aún que judíos, paganos y herejes eran, en efecto, una auténtica calamidad, salvo eventualmente Fulano, Zutano y Mengano, íntimos amigos suyos, excelentes personas todos y con la bendición especial de Dios. Tal vez todos los demás, en efecto, desataran la cólera del Señor, pero no ésos... Por suerte, Fulano, Mengano y Zutano nunca eran los mismos, variaban de persona a persona y por lo tanto prácticamente todos los herejes, judíos y paganos contaban por ahora con algún defensor; pero quizás el obispo fuera la ráfaga necesaria para que las brasas reavivaran y el prejuicio levantase cabeza de nuevo.

        Y si Damián se negaba a obedecer a Hrodward, el Regente Radurwulf Leifson lo sabría y anotaría mentalmente un tanto en contra de aquél. Y Monseñor Larson aprovecharía para machacar en favor suyo...
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publicado por ekeledudu a las 11:49 · Sin comentarios  ·  Recomendar
 
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SOBRE MÍ
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Eduardo Esteban Ferreyra

Soy un escritor muy ambicioso en lo creativo, y de esa ambición nació EL SEÑOR CABELLOS DE FUEGO, novela fantástica en tres volúmenes bastante original, aunque no necesariamente bien escrita; eso deben decidirlo los lectores. El presente es el segundo volumen; al primero podrán acceder en el enlace EL SEÑOR CABELLOS DE FUEGO I: INICIO. Quedan invitados a sufrir esta singular ofensa a la literatura

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