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¡Sorpréndeme!
EL SEÑOR CABELLOS DE FUEGO II
La segunda parte de la más extraña trilogía de la literatura fantástica, publicada por entregas.
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20 de Diciembre, 2011    General

CLXXIX

CLXXIX

         La práctica, al día siguiente, resultó un tanto caótica. Balduino puso a Ulvgang a dirigirla, y se mezcló con los que practicaban; pues si bien en caso de ataque Wurm él combatiría, en teoría, desde el aire y montado a lomos de Held, éste todavía ni había iniciado su adiestramiento, tal vez no pudiera entrenárselo para el combate y los Wurms, si querían venir, no harían el favor de esperar a que las condiciones fuesen favorables a los defensores de Freyrstrande. Consecuentemente, Balduino, aun contando con Svartwulk para marchar juntos contra los monstruos, consideró que más le valía, por si acaso, prepararse para enfrentarlos de a pie. Pero aunque se había entrenado corriendo con más peso del habitual -no mucho más ni menos que el de la armadura, sin embargo-, nunca había participado en maniobras  coordinadas, más que para dirigirlas; de modo que esta vez cambió lugares con Ulvgang.

          Dio la casualidad de que, justo ese día, Tarian había decidido sumarse a las prácticas, que para él no eran obligatorias, sobre todo porque se suponía que tampoco él combatiría a los Wurms desde la playa: Balduino lo necesitaría en otro sitio. Pero tampoco tenía prohibido entrenar con los demás, si quería; y Ulvgang quedó desconcertado al verlo allí.

           Ahora bien, Tarian, más interesado sobre todo en ver de qué se trataba todo aquello, previó acertadamente que su presencia podía generar fastidios, e intentó quedarse a la retaguardia, donde no molestara. Ulvgang no entendía nada, pero Tarian era su hijo; e interpretó que, si estaba allí, era porque también él quería combatir a los Wurms desde la playa... Y pronto comprendió que, haciendo las cosas como las hacía, el joven ni haría daño a los Wurms, ni conseguiría siquiera evitar que éstos lo devorasen.

           -Tarian, ¿eres imbécil, cagón, o qué?...-rugió, haciendo sobresaltar a prácticamente todo el mundo, clásico efecto de sus contados arrebatos de ira-. ¡Si vas a enfrentar a un Wurm, házlo como se debe, o bien huye como un cobarde! Si en una simple práctica te quedas ahí, tan atrás, ¿qué harás cuando tengas a los monstruos frente a ti: cavar un agujero y ocultarte en él? ¡Contra un enemigo poderoso y temible tienes que guardarte en el culo cualquier miedo que tengas y avanzar a lo macho, como si fueras a aplastarlo de un pisotón; de modo que haz las cosas como se debe!

          Balduino entendía tan poco como Ulvgang qué hacía Tarian allí, e intentó ver si podía aclarar lo que debía ser sólo una monumental confusión.

           -Señor Cabellos de Fuego, si me pones a mí a dirigir, déjame hacerlo-lo interrumpió Ulvgang, enojado, antes de que el pelirrojo lograra decir más de dos o tres palabras-. No estoy abusando de mi autoridad. Lo que Tarian hacía era una soberana cagada, y más le vale saberlo y corregirse.

          Balduino se dispuso a tomar la palabra una vez más, para dejar en claro que no se proponía desautorizar a Ulvgang, sólo tratar de entender qué estaba ocurriendo; pero lo detuvo una mano posada sobre su hombro, la de Tarian, quien entre la humillación y la rabia se había adelantado tal como exigía a Ulvgang y miraba desafiante a éste. Balduino sintió ganas de gritar viendo cómo se complicaban las cosas. Era obvio que Ulvgang creía que se habían cambiado los planes y que, en caso de invasión Wurm,  también su hijo lucharía contra ellos desde la playa; en cuyo caso, muy bien hubiese estado gritarle e insultarle como a cualquier otro para que se corrigiese, pues se estaría preparando para algo en lo que se jugaría la vida. Ahora bien, el papel que Balduino reservaba a Tarian en caso de invasión era muy distinto y solitario; y era posible que por ello Tarian tuviera miedo, cosa que no podía reprochársele, y que no estuviera dispuesto a desempeñar dicho papel llegado el momento. Pero el pelirrojo creía que, de ser así, se lo habría dicho. Tarian era muy individualista tratándose de su vida personal, pero perfectamente consciente de las reglas del gregarismo; y además, si quería pelear contra los Wurms desde la misma playa, ¿por qué iba a tomarse tan a la tremenda que se procediese con él como con los demás? No: para Balduino estaba bastante claro que Tarian no pretendía, llegado el momento, dejar incumplido el rol que se le había asignado, y por lo tanto creía que Ulvgang, de quien no tenía motivos para pensar vien, lo atacaba gratuitamente con la sola intención de denigrarlo frente a todos los demás.

          Y a Balduino le habría gustado confirmar que todas estas sospechas suyas fueran ciertas, pero ni Ulvgang ni Tarian le concedían la menor oportunidad de hacerlo. Padre e hijo estaban muy ocupados agravando su ya complicada relación, y no tenían la menor intención, parecía, de permitir que otros arruinasen tan bello cometido. Por un momento, Balduino consideró la posibilidad de retomar el mando momentáneamente delegado en Ulvgang, y cantarles cuatro frescas a ambos; pero, pensándolo bien, que se fueran al diablo los dos... Estaba cansado de gente complicada.

         Ahora bien, preocupado por amonestar a su hijo para que éste se corrigiese de sus muchos errores, Ulvgang apenas si prestó atención a los otros, que en general lo hacían tan bien como de costumbre, con dos excepciones. Balduino era una de ellas; pero habiendo dirigido las prácticas, por supuesto que conocía de sobra la teoría, y por lo tanto, a él no hubo que rugirle tanto como a Tarian, si bien Ulvgang no le dejó pasar ni una sola falta.

         Pero el que de verdad estaba exasperante era Honney. Este llevaba más de un año participando de aquellos entrenamientos, y hasta siendo novato en ellas lo había hecho de forma mucho más que aceptable. Hoy, sin embargo, actuaba a desgano y mal. Normalmente, a Ulvgang no se le hubiera escapado reprenderlo y hasta molerle el trasero a patadas para llamarlo al orden; pero pendiente como estaba de Tarian, apenas si regañó a Honney. Tarian, una vez más, interpretó estos hechos de forma distorsionada, considerándolos prueba de que Ulvgang estaba particularmente ensañado contra él; pero al menos exteriormente permaneció digno, sin alterarse por esta reflexión.

          Balduino esperaba pacientemente a que Ulvgang pusiera a Honney en su lugar de una vez por todas; pero entonces sucedió algo que colmó su paciencia. Ulvgang dio orden de moverse hacia la izquierda, y hacia esa dirección de dirigieron los demás, excepto Honney, quien se desplazó en dirección contraria, chocando con Balduino. Entonces el pelirrojo estalló.

           -¡MIERDA, HONNEY, NO SÉ PARA QUÉ ME TOMÉ EL TRABAJO DE ENSEÑAR A PER Y WILHELM DÓNDE QUEDAN LA IZQUIERDA Y LA DERECHA, SI AHORA SERÁS TÚ QUIEN SE MUEVA EN DESCOMPÁS!...-bramó.

         -Descansaremos un rato-dispuso Ulvgang-. Honney, cuando retomemos la práctica, más vale que hagas las cosas bien, o te desuello vivo.

          Todos se dispersaron en grupos. Balduino fue aparte con Ulvgang y aclaró a éste que, en principio, Tarian no participaría de acciones defensivas en la playa.

          -Sí... Me lo habías dicho ya-respondió Ulvgang, desconcertado-, pero al verlo con los demás, ¿qué podía pensar yo, sino que habías cambiado de idea?

         -Pues no he cambiado de idea-insistió Balduino-. Déjame averiguar si no decidió él algo por su cuenta, aunque no lo creo probable. Si todo sigue igual, ya deja de gritarle; en todo caso, le pediremos que abandone el entrenamiento. Hablaré con él; ¿de acuerdo?

         Ulvgang lo deuto aferrándolo por la muñeca.

        -Espera un minuto, señor Cabellos de Fuego-dijo-. Piensa muy bien lo que vas a hacer. Averigua, por supuesto, si Tarian está dispuesto o no a cumplir con el papel que le has asignado en caso de ataque Wurm; pero, por lo demás, deja las cosas como están, por favor.

          -¿Qué quieres decir?-preguntó Balduino-. Ulvgang, el hecho de que tomes distancia de Tarian, de que finjas no amarlo, es una cosa. Tarian ya ha llegado a creerlo; no es necesario que aparentes, directamente, guardarle ojeriza.

           -¿Crees que no?... ¡Pero hasta hace poco, cuando Tarian me miraba, lo hacía con los ojos llenos de dolor, un dolor que era para mí una condena, un suplicio, una mortificación!... Y hoy logré que me mirara distinto. Me miró con rabia.

          -¿Y te alegra que tu hijo esté furioso contigo?

        -Lo que me alegra es que no esté triste, que haya abandonado su postura de víctima; que salga a dar pelea a cualquiera que se le venga encima. Eso es lo verdaderamente importante, aunque hasta odio me tome... Hoy, cuando me miró a los ojos como retándome a doblegarlo, me llenó de orgullo; estaba más hermoso, más espléndido que nunca...

           -Tú estás orgulloso hasta de los pedos que Tarian se tira. El problema es que él no lo sabe.

           -Creo que no hace falta que discutamos esto de nuevo, señor Cabellos de Fuego. Te expuse mis motivos, me dista tu palabra y confío en que te ciñas a ella. Si además sigues dando a Tarian el mismo apoyo que hasta ahora, tendrás su gratitud y la mía... Será para él y para mí una forma de estar unidos. La unica forma en que podemos permitirnos estarlo. Danos ese gusto, ¿eh?

          Y la fisonomía de Ulvgang, salvo un guiño cómplice, permanecía imperturbable, como siempre que tocaban ese tema. Era un Kveisung, y un Kveisung se acostumbraba a soportar el dolor... Aun cuando ese dolor viniera de un alma en carne viva.
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publicado por ekeledudu a las 14:36 · Sin comentarios  ·  Recomendar
 
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SOBRE MÍ
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Eduardo Esteban Ferreyra

Soy un escritor muy ambicioso en lo creativo, y de esa ambición nació EL SEÑOR CABELLOS DE FUEGO, novela fantástica en tres volúmenes bastante original, aunque no necesariamente bien escrita; eso deben decidirlo los lectores. El presente es el segundo volumen; al primero podrán acceder en el enlace EL SEÑOR CABELLOS DE FUEGO I: INICIO. Quedan invitados a sufrir esta singular ofensa a la literatura

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