CLXXX
Ocupado en mediar entre Tarian y Ulvgang, Balduino se desentendió de Honney; y Ursula estaba de guardia en el torreón, pero Andrusier fue tras su compinche cuando éste se fue aparte durante aquel descanso.
-¿Dónde diablos tienes la mente, hombre?... ¡Estás cometiendo hoy todos los errores que no cometiste durante el año y pico que llevamos haciendo esto!-lo regañó.
Honney se encogió de hombros.
-Da lo mismo. Esto no es más que una gran pérdida de tiempo-repuso con cara de funerales.
-Bueno, viejo... ¡Esperemos que no!... Después de todo, Hendryk insiste en que los Wurms u otros enemigos igualmente poderosos se acercarán más tarde o más temprano a Freyrstrande. Yo dudaría mucho antes de dudar de la ciencia de nuestro Witz.
-No me refiero a eso, Andrusier.
-¿No?... ¿Y a qué te refieres, entonces?
-¿No es obvio?: míranos.
-¡No, Honney, no es obvio, no es obvio-replicó Andrusier, en tono duro e impaciente-; así que, a menos que te hayas vuelto puto o imbécil..., más de lo habitual, quiero decir..., haz el favor de explicármelo, que Hendryk será Witz, pero yo no, así que no tengo poderes adivinatorios!...
Como siempre que algo lo irritaba o lo ponía nervioso, Andrusier empezó a rascarse una de sus mal afeitadas mejillas. Era una manera muy particular de rascarse la suya, pues dejaba quieta la mano, y en cambio bamboleaba el rostro hacia arriba y hacia abajo; por lo que el aro que pendía de su oreja entera bailoteaba frenéticamente. De vez en cuando, Andrusier dejaba de rascarse y se llevaba la mano a la otra oreja, como en busca del aro faltante.
Honney exhaló un lánguido e interminable suspiro, mirando al vacío con sus verdes ojos en los que ahora, excepcionalmente, parecía extinto todo ardor.
-Nuestro tiempo se acaba-dijo al fin en un absurdo tono melodramático-. Envejecemos...
Las bromas de Honney solían ser macabras y/o irónicas, y esas palabras nada tenían de lo uno ni de lo otro; pero aun así, Andrusier preguntó:
-Eh... Es un chiste... ¿No?
-Ningún chiste, es la amarga realidad. Para qué engañarse... Cuando te vence un crío como Anders, ¿cómo lo llamas? Dale el nombre que quieras, seguirá siendo vejez.
Sólo durante dos o tres segundos más insistió Andrusier en creer que aquello tenía que ser una humorada, antes de dejar de hacerse ilusiones.
-Así que de verdad te volviste más puto e idiota que de costumbre, después de todo-gruñó-. El crío del que hablas parece hijo de Goliath, tiene unos músculos grandes como melones, cuando se toma las cosas en serio es una fiera peleando gracias a que tú lo entrenaste, y aun así ganó sólo por un error que cometiste tú.
-Déjame en paz, Andrusier.
-¡Ya te partiré la cabeza y entonces estarás en paz para siempre!-gritó Andrusier-. Viejos y acabados, dices. Thorvald tiene alrededor de sesenta años, y le falta una mano; lo creo capaz de ahogar a un enemigo entre sus brazos, todavía poderosos. Karl, por mucho que le tomemos el pelo, tiene cincuenta y cinco, y le falta el brazo, ya estaba manco cuando liquidó a Engel y a no sé cuántos más en Svartblotbukten, y aunque se sabe viejo, trabaja a la par de nosotros; y el señor Cabellos de Fuego no se siente ridículo al incluirlo en sus posibles planes de batalla. Tú, con treinta y nueve años...
-Cuarenta-corrigió sombríamente Honney, como si ese año de diferencia fuera un tenebroso portal hacia una especie de Infierno privado.
-Mierda, Honney, ¡aunque fueran cien!-gritó Andrusier-. Somos Kveisunger, fuimos y somos aún la hueste de Sundeneschrackt, y durante años hicimos temblar a toda Andrusia!... ¡Quedamos apenas diez, y sin embargo, bastó que se supiera que ya no estábamos en las mazmorras para que en Drakenstadt se alborotaran como palomas acechadas por gatos; para que se pusieran a gemir como hembras mal cogidas!... ¡Si reuniéramos una hueste más numerosa y nos hiciéramos nuevamente a la mar, cundiría tal alarma y pánico, que se diría que de nuestras anteriores fechorías no ha pasado ni un mes!...
-No nos temen a nosotros, sino a nuestras leyendas-dijo Honney.
-¡PUES YO PODRÍA ENSEÑARLE A CUALQUIERA CUÁNTA RAZÓN TIENEN EN SENTIR TEMOR PESE A LOS AÑOS QUE HAN TRANSCURRIDO DESDE NUESTRA DERROTA EN SVARTBLOTBUKTEN!-rugió Andrusier, colorado de ira-. ¡NO IMPORTA SI TENGO VEINTE AÑOS O TREINTA Y OCHO O MIL; PODRÁN DECIR DE MÍ QUE ESTÉ ACABADO SÓLO CUANDO HAYA EXHALADO MI ÚLTIMO SUSPIRO, Y SÓLO ENTONCES! ¡NADIE VENDRÁ A DESAFIARME FRENTE A MIS NARICES Y QUEDARÁ IMPUNE, Y MENOS QUE NADIE GRANDES REPTILES MARICAS, TAN VALIENTES QUE YA PODRÍAN SER LOS AMOS DE TODA ANDRUSIA Y SIN EMBARGO NO LO SON PORQUE RETROCEDEN AL PRIMER SUSTO QUE SE LLEVAN O ANTE EL PRIMER PERCANCE QUE LES SALE AL CRUCE!... ¡DIABLOS, JUSTO IBAN A DOBLEGARME A MÍ, SI HUBIERA TENIDO SU TAMAÑO Y ARROJADO FUEGO Y ALQUITRÁN EN LLAMAS COMO ELLOS!... ¡PERO SON UNOS MALDITOS COBARDES, Y NO PIENSO REBAJARME A RETROCEDER ANTE ELLOS, ASÍ ME LIQUIDEN LUEGO DE UN SOLO PISOTÓN!... TAL VEZ NO LOS DAÑE MUCHO, NO MÁS DE LO QUE PODRÍA DAÑARME A MÍ UNA ESPINA CLAVADA BAJO UNA UÑA, ¡PERO JURO POR MI ALMA QUE EL QUE TENGA LA DESGRACIA DE PONERSE A MI ALCANCE RECORDARÁ HASTA EL FIN DE SUS DÍAS ESE PINCHAZO INCREÍBLEMENTE DOLOROSO!... ¡Y VOLVERÁ A LLORAR SÓLO DE RECORDARLO!
Andrusier era propenso a enojos tontos e infantiles, por ejemplo si Ursula lo acompañaba a cazar y ella cobraba alguna presa en tanto que él volvía con las manos vacías; pero no a explosiones de ira como aquélla. Por lo tanto, desde la distancia atraía la atención de los demás.
-Eres tan estúpido, tan repugnantemente imbécil, Honney, que si sigo pensando en ello, seré yo quien termine llorando-prosiguió, mucho más desinflado-. La verdad, no es que me importe demasiado en qué bando estar; pero por lo visto, absurdos del destino podrían volvernos héroes luego de haber sido villanos, y ésa sería una hermosa venganza contra todos los traidores a quienes compramos nuestra libertad y se limitaron sólo a perdonar nuestras vidas, enviándonos acto seguido a las mazmorras. Se los recordará, y eso si llegara a recordárselos, como a vulgares corruptos; nosotros, en cambio, somos ya recordados como una de las peores desgracias padecidas por Andrusia, y lo seremos también como sus salvadores.
-Si te oyeras hablar así, dando por hecho lo que no son más que posibilidades remotas algunas, e imposibilidades el resto, sabrías que de verdad te has vuelto tú también un viejo chocho.
-Sólo aspirar a mucho y trabajar duro por ello no me hace un viejo chocho, Honney... Pero piensa lo que quieras. Tu caso es peor: has olvidado quién y qué eres... Y lo más triste es que no puedes culpar a la edad, simplemente naciste bobo y ahora tu estado natural se agravó por algún golpe de más que Anders te asestó en esa sesera que nunca fue más que un adorno feo y de baja estofa-concluyó Andrusier.
Se alejó apresuradamente, resoplando malhumorado y aminorando el paso al estar ya lo bastante lejos de Honney. No lo hizo adrede, pero fue a parar relativamente cerca de Thorvald, Karl y Anders quienes, a juzgar por cómo lo miraron, habían estado comentando entre sí su estallido.
No prestó mucha atención a Anders, pero escrutando a los otros dos estuvo seguro de que ambos, y especialmente Thorvald, sabían o intuían a grandes rasgos lo sucedido con Honney. Durante su breve servicio en Kvissensborg al mando de Einar tras la Batalla de Svartblotbukten y las sentencias contra Sundeneschrackt y su banda, ellos mismos se habían sentido viejos y vencidos, sin duda con mayor fundamento que Honney, pero de todos modos inútilmente, pues nunca es sabio asumirse como víctima y resignarse a ello.
De repente Andrusier, quien había vuelto a sumirse en sus propias reflexiones, sonrió con malignidad. Recordó de pronto que se lo observaba, y alzó la vista. Fue evidente, por los gestos de ambos, que Anders y Karl no entendían qué le resultaba tan cómico; Thorvald, sin embargo, le sonrió de la misma manera, y asintió cuando Andrusier lo miró a los ojos. ¿Habría adivinado lo que se disponía a hacer, y le estaba dando el visto bueno? Parecía increíble... Y no obstante, Andrusier decidió que así era.
Ulvgang convocaba ya a todos para reanudar la práctica, cuando Hijo Mío sintió que alguien le tocaba el hombro. Era Andrusier.
-Eh, Emmanuel... Luego del almuerzo me toca la guardia en el torreón-dijo el Kveisung-. Házme un favor: cubre tú mi turno. Yo te reemplazaré a ti cuando mejor te convenga... Incluso de noche, si quieres.
-¡Cómo!...-exclamó burlonamente el joven egipcio-. Hijo Mío era yo hasta hace poco; ¿y he aquí que sólo porque ahora necesitas de mí un favor, resulta que de repente soy Emmanuel?... Ve y pídeselo a otro.
-Oh, vamos, ¡no seas rencoroso!...-replicó Andrusier, absteniéndose, por las dudas, de llamarlo lo mismo Hijo Mío que Emmanuel-. ¡De veras necesito esto!
-Mira, lo haría en otras circunstancias, pero es mucho el sacrificio que me pides; porque estas prácticas me encantan. Son lo más parecido a verdaderas batallas de lo que he participado hasta ahora, y las necesito más que tú, que llevas más tiempo ejercitándote en ellas... Si realmente nos atacaran los Wurms u otros enemigos, no quisiera morir sólo por una práctica que pasé por alto por hacerte a ti un favor.
Como esto era bastante razonable, Andrusier desistió de convencer a Emmanuel. Pero se trataba de una batalla perdida, no de una guerra perdida, y muy pronto estaba abordando a otro posible candidato a suplantarlo en la guardia, uno que seguro no lamentaría perderse un entrenamiento.
-Adam, ¿haces después del almuerzo la guardia en el torreón en mi lugar, y te sustituyo a ti cuando te toque cualquier noche de éstas, o cuando prefieras?
-Si vienes a proponerme esto, es que escondes alguna cochinada... Mejor no-gruñó el consultado, entre la abulia y la burla.
-¡Si serás idiota, Adam, no escondo nada!... ¿Quieres salvarte del entrenamiento, sí o no?
-Me da lo mismo... Si debo hacerlo, lo hago... Que lo haga con ganas, o bien, es ya otro tema. El pecoso es tan imbécil, que no si le ocurre imponerse a fuerza de azotes...
-Como vuelvas a insultar de nuevo al señor Cabellos de Fuego...
Pero el resto de la amenaza de Andrusier quedó ahogado bajo el estrépito de los truenos de Ulvgang:
-¡ADAM!... ¡ANDRUSIER!... ¡LOS DOS AQUÍ, COMO TODO EL MUNDO!
Los amonestados se mezclaron con los demás; Andrusier, intencionadamente, cerca de Thorvald. El entrenamiento volvió a iniciarse, pero no tardó en producirse la primera pausa: Ulvgang arremetía de nuevo contra Tarian. Andrusier aprovechó para acercarse a Thorvald todavía más.
-Viejo, preciso ayuda... ese imbécil de Adam no quiere tomar mi lugar en el torreón-susurró-. me toca la guardia después del almuerzo.
-Yo me encargo. Le diré a Karl-respondió Thorvald, también por lo bajo.
Y así, llegado el momento, Ulvgang interrumpió la práctica faltando poco para la hora del almuerzo.
-Bueno, ¿quién tiene que relevar a Ursula?-preguntó.
-Adam-respondió Karl, con gran asombro y disgusto por parte del mentado.
-Vaya, vaya, Adam, sí que eres un tipo con suerte... ¡Tendrás el honor de relevar a tu querida amiga que, a su vez, tanto te ama! Tratad de no escupiros mucho mutuamente-ironizó Ulvgang, provocando risas; porque era palpable el odio que Adam y Ursula sentían el uno hacia el otro, aunque no hicieran más que esquivarse y mirarse desde la distancia con caras de asco-. Ve a lavarte y a almorzar, entonces. El resto, atendedme...
Con los pies a la rastra, Adam, viva imagen de la suprema derrota, obedeció desganado. Tal vez no menos que tener que ver tan de cerca a Ursula le disgustaba que lo obligaran a hacer un favor a un compañero. Desde su peculiar punto de vista, el mundo no era más que un negro y maloliente pozo saturado de inmundicia; y ya que no era posible tenerlo limpio del todo, él, para no ser menos, moría por aportar su propia cuota de excremento y mugre...