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¡Sorpréndeme!
EL SEÑOR CABELLOS DE FUEGO II
La segunda parte de la más extraña trilogía de la literatura fantástica, publicada por entregas.
29 de Diciembre, 2011    General

CLXXX

CLXXX

       Ocupado en mediar entre Tarian y Ulvgang, Balduino se desentendió de Honney; y Ursula estaba de guardia en el torreón, pero Andrusier fue tras su compinche cuando éste se fue aparte durante aquel descanso.

       -¿Dónde diablos tienes la mente, hombre?... ¡Estás cometiendo hoy todos los errores que no cometiste durante el año y pico que llevamos haciendo esto!-lo regañó.

         Honney se encogió de hombros.

         -Da lo mismo. Esto no es más que una gran pérdida de tiempo-repuso con cara de funerales.

         -Bueno, viejo... ¡Esperemos que no!... Después de todo, Hendryk insiste en que los Wurms u otros enemigos igualmente poderosos se acercarán más tarde o más temprano a Freyrstrande. Yo dudaría mucho antes de dudar de la ciencia de nuestro Witz.

        -No me refiero a eso, Andrusier.

         -¿No?... ¿Y a qué te refieres, entonces?

        -¿No es obvio?: míranos.

        -¡No, Honney, no es obvio, no es obvio-replicó Andrusier, en tono duro e impaciente-; así que, a menos que te hayas vuelto puto o imbécil..., más de lo habitual, quiero decir..., haz el favor de explicármelo, que Hendryk será Witz, pero yo no, así que no tengo poderes adivinatorios!...

         Como siempre que algo lo irritaba o lo ponía nervioso, Andrusier empezó a rascarse una de sus mal afeitadas mejillas. Era una manera muy particular de rascarse la suya, pues dejaba quieta la mano, y en cambio bamboleaba el rostro hacia arriba y hacia abajo; por lo que el aro que pendía de su oreja entera bailoteaba frenéticamente. De vez en cuando, Andrusier dejaba de rascarse y se llevaba la mano a la otra oreja, como en busca del aro faltante.

        Honney exhaló un lánguido e interminable suspiro, mirando al vacío con sus  verdes ojos en los que ahora, excepcionalmente, parecía extinto todo ardor.

          -Nuestro tiempo se acaba-dijo al fin en un absurdo tono melodramático-. Envejecemos...

          Las bromas de Honney solían ser macabras y/o irónicas, y esas palabras nada tenían de lo uno ni de lo otro; pero aun así, Andrusier preguntó:

          -Eh... Es un chiste... ¿No?

          -Ningún chiste, es la amarga realidad. Para qué engañarse... Cuando te vence un crío como Anders, ¿cómo lo llamas? Dale el nombre que quieras, seguirá siendo vejez.

          Sólo durante dos o tres segundos más insistió Andrusier en creer que aquello tenía que ser una humorada, antes de dejar de hacerse ilusiones.

           -Así que de verdad te volviste más puto e idiota que de costumbre, después de todo-gruñó-. El crío del que hablas parece hijo de Goliath, tiene unos músculos grandes como melones, cuando se toma las cosas en serio es una fiera peleando gracias a que tú lo entrenaste, y aun así ganó sólo por un error que cometiste tú.

         -Déjame en paz, Andrusier.

         -¡Ya te partiré la cabeza y entonces estarás en paz para siempre!-gritó Andrusier-. Viejos y acabados, dices. Thorvald tiene alrededor de sesenta años, y le falta una mano; lo creo capaz de ahogar a un enemigo entre sus brazos, todavía poderosos. Karl, por mucho que le tomemos el pelo, tiene cincuenta y cinco, y le falta el brazo, ya estaba manco cuando liquidó a Engel y a no sé cuántos más en Svartblotbukten, y aunque se sabe viejo, trabaja a la par de nosotros; y el señor Cabellos de Fuego no se siente ridículo al incluirlo en sus posibles planes de batalla. Tú, con treinta y nueve años...

        -Cuarenta-corrigió sombríamente Honney, como si ese año de diferencia fuera un tenebroso portal hacia una especie de Infierno privado.

        -Mierda, Honney, ¡aunque fueran cien!-gritó Andrusier-. Somos Kveisunger, fuimos y somos aún la hueste de Sundeneschrackt, y durante años hicimos temblar a toda Andrusia!... ¡Quedamos apenas diez, y sin embargo, bastó que se supiera que ya no estábamos en las mazmorras para que en Drakenstadt se alborotaran como palomas acechadas por gatos; para que se pusieran a gemir como hembras mal cogidas!... ¡Si reuniéramos una hueste más numerosa y nos hiciéramos nuevamente a la mar, cundiría tal alarma y pánico, que se diría que de nuestras anteriores fechorías no ha pasado ni un mes!...

          -No nos temen a nosotros, sino a nuestras leyendas-dijo Honney.

          -¡PUES YO PODRÍA ENSEÑARLE A CUALQUIERA CUÁNTA RAZÓN TIENEN EN SENTIR TEMOR PESE A LOS AÑOS QUE HAN TRANSCURRIDO DESDE NUESTRA DERROTA EN SVARTBLOTBUKTEN!-rugió Andrusier, colorado de ira-. ¡NO IMPORTA SI TENGO VEINTE AÑOS O TREINTA Y OCHO O MIL; PODRÁN DECIR DE MÍ QUE ESTÉ ACABADO SÓLO CUANDO HAYA EXHALADO MI ÚLTIMO SUSPIRO, Y SÓLO ENTONCES! ¡NADIE VENDRÁ A DESAFIARME FRENTE A MIS NARICES Y QUEDARÁ IMPUNE, Y MENOS QUE NADIE GRANDES REPTILES MARICAS, TAN VALIENTES QUE YA PODRÍAN SER LOS AMOS DE TODA ANDRUSIA Y SIN EMBARGO NO LO SON PORQUE RETROCEDEN AL PRIMER SUSTO QUE SE LLEVAN O ANTE EL PRIMER PERCANCE QUE LES SALE AL CRUCE!... ¡DIABLOS, JUSTO IBAN A DOBLEGARME A MÍ, SI HUBIERA TENIDO SU TAMAÑO Y ARROJADO FUEGO Y ALQUITRÁN EN LLAMAS COMO ELLOS!... ¡PERO SON UNOS MALDITOS COBARDES, Y NO PIENSO REBAJARME A RETROCEDER ANTE ELLOS, ASÍ ME LIQUIDEN LUEGO DE UN SOLO PISOTÓN!... TAL VEZ NO LOS DAÑE MUCHO, NO MÁS DE LO QUE PODRÍA DAÑARME A MÍ UNA ESPINA CLAVADA BAJO UNA UÑA, ¡PERO JURO POR MI ALMA QUE EL QUE TENGA LA DESGRACIA DE PONERSE A MI ALCANCE RECORDARÁ HASTA EL FIN DE SUS DÍAS ESE PINCHAZO INCREÍBLEMENTE DOLOROSO!... ¡Y VOLVERÁ A LLORAR SÓLO DE RECORDARLO!

         Andrusier era propenso a enojos tontos e infantiles, por ejemplo si Ursula lo acompañaba a cazar y ella cobraba alguna presa en tanto que él volvía con las manos vacías; pero no a explosiones de ira como aquélla. Por lo tanto, desde la distancia atraía la atención de los demás.

            -Eres tan estúpido, tan repugnantemente imbécil, Honney, que si sigo pensando en ello, seré yo quien termine llorando-prosiguió, mucho más desinflado-. La verdad, no es que me importe demasiado en qué bando estar; pero por lo visto, absurdos del destino podrían volvernos héroes luego de haber sido villanos, y ésa sería una hermosa venganza contra todos los traidores a quienes compramos nuestra libertad y se limitaron sólo a perdonar nuestras vidas, enviándonos acto seguido a las mazmorras. Se los recordará, y eso si llegara a recordárselos, como a vulgares corruptos; nosotros, en cambio, somos ya recordados como una de las peores desgracias padecidas por Andrusia, y lo seremos también como sus salvadores.

             -Si te oyeras hablar así, dando por hecho lo que no son más que posibilidades remotas algunas, e imposibilidades el resto, sabrías que de verdad te has vuelto tú también un viejo chocho.

         -Sólo aspirar a mucho y trabajar duro por ello no me hace un viejo chocho, Honney... Pero piensa lo que quieras. Tu caso es peor:  has olvidado quién y qué eres... Y lo más triste es que no puedes culpar a la edad, simplemente naciste bobo y ahora tu estado natural se agravó por algún golpe de más que Anders te asestó en esa sesera que nunca fue más que un adorno feo y de baja estofa-concluyó Andrusier.

      Se alejó apresuradamente, resoplando malhumorado y aminorando el paso al estar ya lo bastante lejos de Honney. No lo hizo adrede, pero fue a parar relativamente cerca de Thorvald, Karl y Anders quienes, a juzgar por cómo lo miraron, habían estado comentando entre sí su estallido.

         No prestó mucha atención a Anders, pero escrutando a los otros dos estuvo seguro de que ambos, y especialmente Thorvald, sabían o intuían a grandes rasgos lo sucedido con Honney. Durante su breve servicio en Kvissensborg al mando de Einar tras la Batalla de Svartblotbukten y las sentencias contra Sundeneschrackt y su banda, ellos mismos se habían sentido viejos y vencidos, sin duda con mayor fundamento que Honney, pero de todos modos inútilmente, pues nunca es sabio asumirse como víctima y resignarse a ello.

         De repente Andrusier, quien había vuelto a sumirse en sus propias reflexiones, sonrió con malignidad. Recordó de pronto que se lo observaba, y alzó la vista. Fue evidente, por los gestos de ambos, que Anders y Karl no entendían qué le resultaba tan cómico; Thorvald, sin embargo, le sonrió de la misma manera, y asintió cuando Andrusier lo miró a los ojos. ¿Habría adivinado lo que se disponía a hacer, y le estaba dando el visto bueno? Parecía increíble... Y no obstante, Andrusier decidió que así era.

          Ulvgang convocaba ya a todos para reanudar la práctica, cuando Hijo Mío sintió que alguien le tocaba el hombro. Era Andrusier.

        -Eh, Emmanuel... Luego del almuerzo me toca la guardia en el torreón-dijo el Kveisung-. Házme un favor: cubre tú mi turno. Yo te reemplazaré a ti cuando mejor te convenga... Incluso de noche, si quieres.

         -¡Cómo!...-exclamó burlonamente el joven egipcio-. Hijo Mío era yo hasta hace poco; ¿y he aquí que sólo porque ahora necesitas de mí un favor, resulta que de repente soy Emmanuel?... Ve y pídeselo a otro.

          -Oh, vamos, ¡no seas rencoroso!...-replicó Andrusier, absteniéndose, por las dudas, de llamarlo lo mismo Hijo Mío que Emmanuel-. ¡De veras necesito esto!

         -Mira, lo haría en otras circunstancias, pero es mucho el sacrificio que me pides; porque estas prácticas me encantan. Son lo más parecido a verdaderas batallas de lo que he participado hasta ahora, y las necesito más que tú, que llevas más tiempo ejercitándote en ellas... Si realmente nos atacaran los Wurms u otros enemigos, no quisiera morir sólo por una práctica que pasé por alto por hacerte a ti un favor.

  Como esto era bastante razonable,  Andrusier desistió de convencer a Emmanuel. Pero se trataba de una batalla perdida, no de una guerra perdida, y muy pronto estaba abordando a otro posible candidato a suplantarlo en la guardia, uno que seguro no lamentaría perderse un entrenamiento.

      -Adam, ¿haces después del almuerzo la guardia en el torreón en mi lugar, y te sustituyo a ti cuando te toque cualquier noche de éstas, o cuando prefieras?

           -Si vienes a proponerme esto, es que escondes alguna cochinada... Mejor no-gruñó el consultado, entre la abulia y la burla.

          -¡Si serás idiota, Adam, no escondo nada!... ¿Quieres salvarte del entrenamiento, sí o no?

       -Me da lo mismo... Si debo hacerlo, lo hago... Que lo haga con ganas, o bien, es ya otro tema. El pecoso es tan imbécil, que no si le ocurre imponerse a fuerza de azotes...

         -Como vuelvas a insultar de nuevo al señor Cabellos de Fuego...

        Pero el resto de la amenaza de Andrusier quedó ahogado bajo el estrépito de los truenos de Ulvgang:

        -¡ADAM!... ¡ANDRUSIER!... ¡LOS DOS AQUÍ, COMO TODO EL MUNDO!

        Los amonestados se mezclaron con los demás; Andrusier, intencionadamente, cerca de Thorvald. El entrenamiento volvió a iniciarse, pero no tardó en producirse la primera pausa: Ulvgang arremetía de nuevo contra Tarian. Andrusier aprovechó para acercarse a Thorvald todavía más.

          -Viejo, preciso ayuda... ese imbécil de Adam no quiere tomar mi lugar en el torreón-susurró-. me toca la guardia después del almuerzo.

          -Yo me encargo. Le diré a Karl-respondió Thorvald, también por lo bajo.

        Y así, llegado el momento, Ulvgang interrumpió la práctica faltando poco para la hora del almuerzo.

          -Bueno, ¿quién tiene que relevar a Ursula?-preguntó.

        -Adam-respondió Karl, con gran asombro y disgusto por parte del mentado.

         -Vaya, vaya, Adam, sí que eres un tipo con suerte... ¡Tendrás el honor de relevar a tu querida amiga que, a su vez, tanto te ama! Tratad de no escupiros mucho mutuamente-ironizó Ulvgang, provocando risas; porque era palpable el odio que Adam y Ursula sentían el uno hacia el otro, aunque no hicieran más que esquivarse y mirarse desde la distancia con caras de asco-. Ve a lavarte y a almorzar, entonces. El resto, atendedme...

         Con los pies a la rastra, Adam, viva imagen de la suprema derrota, obedeció desganado. Tal vez no menos que tener que ver tan de cerca a Ursula le disgustaba que lo obligaran a hacer un favor a un compañero. Desde su peculiar punto de vista, el mundo no era más que un negro y maloliente pozo saturado de inmundicia; y ya que no era posible tenerlo limpio del todo, él, para no ser menos, moría por aportar su propia cuota de excremento y mugre...


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publicado por ekeledudu a las 18:04 · Sin comentarios  ·  Recomendar
 
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SOBRE MÍ
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Eduardo Esteban Ferreyra

Soy un escritor muy ambicioso en lo creativo, y de esa ambición nació EL SEÑOR CABELLOS DE FUEGO, novela fantástica en tres volúmenes bastante original, aunque no necesariamente bien escrita; eso deben decidirlo los lectores. El presente es el segundo volumen; al primero podrán acceder en el enlace EL SEÑOR CABELLOS DE FUEGO I: INICIO. Quedan invitados a sufrir esta singular ofensa a la literatura

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