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¡Sorpréndeme!
EL SEÑOR CABELLOS DE FUEGO II
La segunda parte de la más extraña trilogía de la literatura fantástica, publicada por entregas.
27 de Enero, 2012    General

CLXXXI

CLXXXI

      Durante el almuerzo, Honney, todavía deprimido -y al parecer, encantado con su depresión y rotundamente negado a salir de ella- se sentó aparte. Apenas si probaba su comida: contemplaba el tazón con el engrudo de turno como preguntándose si le convenía atentar contra sí mismo ingiriéndolo y liberarse así de sus penas, o continuar en este mundo para seguir inspirando lástima un poco más. No advirtió con qué malicia lo observaban Ursula yAndrusier desde la distancia, con qué aire de conspiradores...

        Tampoco Balduino lo advirtió: su mente estaba en otros asuntos. Kehlensneiter se veía muy inquieto... Preocupantemente inquieto, de hecho. Estaba enojado, y el blanco de sus iras era indiscutiblemente Ulvgang, a raíz del trato que aquel día había concedido éste a Tarian. Sin embargo, durante el almuerzo se sentaron juntos los dos, sin duda a discutir el tema. No parecían muy amigables entre sí, pero en tanto no pasaran de gruñirse un poco, todo estaría bien. Por otra parte, Ulvgang había sido El Terror de los Estrechos; no necesitaba protección de nadie. Y en cuanto Balduino lo comprendió, prefirió desentenderse del tema y abordar en cambio a Tarian en un intento de averiguar qué había llevado a éste a unirse al entrenamiento de ese día.

        Aunque de manifiesto mal humor, el muchacho-pez sonrió cuando Balduino se sentó a su lado. Según su costumbre, no participaba del almuerzo, aunque hoy hiciera al menos acto de presencia: siempre se procuraba su propio sustento en el mar. Hoy, sin embargo, no tenía hambre, ni en realidad ganas de estar allí; pero a esto último se obligaba por orgullo.

        -Me sorprendió tenerte con nosotros hoy, Tarian-dijo Balduino-. ¿Debo interpretar, por tu presencia en el entrenamiento, que renuncias a hacer lo que te pedí?

       Tarian meneó enérgicamente la cabeza. Pasó acto seguido su brazo por los hombros del pelirrojo, mirándolo al mismo tiempo de manera perturbadora, que a Balduino le recordó la mirada de Argos, su viejo perro... También aquellas pupilas glaucas eran las de un perro fiel y bravo mirando con devoción al amo por el que está dispuesto a ofrendar, incluso, su propia vida. Pero como Balduino no sólo no se sentía amo de Tarian ni de nadie, sino que además tampoco pretendía serlo, se sintió mal ante esa mirada que por no venir con exigencia alguna lo comprometía a todo; no se sentía capaz de retribuir de la misma forma. Teniendo en cuenta que corría sangreKveisung por las venas de Tarian, no sorprendía el vigor de sus pasiones, incluida la amistad. Pero Balduino anhelaba relaciones humanas más sosegadas, y además lo torturaba un agravante en el caso de Tarian, pues estando en sus manos dar a éste una alegría enorme, no podía hacerlo en razón de haber dado a Ulvgang su palabra de guardar silencio. Y no le quedaba más remedio que atenerse a esa palabra, pero ello lo hacía sentirse un cretino ante Tarian.

         Balduino lo meditó un poco en silencio, e iba ya a mandar al diablo la palabra empeñada y confesar todo, cuando se le ocurrió de repente que podía hablar y no hablar al mismo tiempo.

          -Escucha, Tarian-dijo-, respecto a lo que sucedió con tu padre, no hay por qué tomarse las cosas a la tremenda. Podrá ser poco demostrativo, pero estoy seguro de que te quiere y...

          No terminó la frase, porque Tarian se había vuelto hacia él, con expresión a la vez molesta y sarcástica. Obviamente, ahora estaba enojado con Balduino, creyendo que éste ensayaba absurdas formas de consuelo; que intentaba llenarle la mente con dulces y estúpidas fantasías como ésas que suele contárseles a los niños, y que tan desconsolados los dejan cuando, al crecer, descubren que todo el tiempo se los ha estado engañando vilmente.

         Ahí estuvo de nuevo Balduino a punto de ceder y contarle a Tarian toda la verdad; pero se detuvo porque comprendió que, se todos modos, era improbable que él le creyera, así que seguramente conseguiría sólo enfadarlo más. O bien podía suceder que empezara creyéndolo, pero que luego chocara con una desmentida de Ulvgang, quien por su propio hijo se enteraría de la indiscreción de Balduino; con lo que éste tendría a padre e hijo enojados con él, cada uno por su lado. Así que optó por seguir callado al respecto.

         Iba a preguntar a Tarian qué motivo lo había llevado a unirse al entrenamiento; pero no llegó a hacerlo, porque en ese momento estalló a poca distancia un gran alboroto:

         -¡SUJÉTALO!... ¡SUJÉTALO!...


          -¡DEJADME EN PAZ! ¿QUÉ DIABLOS...?

           -¡APÚRATE, IDIOTA!... ¡MIRA CÓMO SE RETUERCE, Y TÚ TAN TRANQUILO... COMO COMIENDO, O REFLEXIONANDO SOBRE LA CONDICIÓN HUMANA!

          -¡AAAAAAY!... ¡MIS PELOTAS!...

        Estas y otras frases similares se oían gritadas a voz en cuello. Las que medianamente se entendían, claro; porque a decir verdad, sonaban todas a la vez, por lo que no era fácil entenderlas, y mucho menos intuir la acción que las acompañaba.

        La dotación entera de Vindsborg, y Balduino el primero, se puso de pie, echando mano instintivamente a las armas y acudiendo de prisa a investigar aquello; pero quienes se ubicaron antes que los otros en primera fila, entre ellos los Björnson y Hundi, pronto estallaron de risa al ver de qué se trataba.  

      No era para menos: Ursula y Andrusier se habían apoderado de Honney, atándolo de pies y manos; y como todavía les sobraba cuerda, la enrollaban en torno al cuerpo de su víctima, que los cubría de insultos a voz en cuello, fulminándolos al mismo tiempo con sus temibles y felinos ojos verdes.

          -GRITA NOTABLEMENTE PARA SER TAN VIEJO, ¿EH?-bromeó Andrusier.

       -¡YA LO CREO!...-respondió Ursula, no menos risueña-.¡OJALÁ TENGA YO UNA GARGANTA COMO ÉSA CUANDO LLEGUE A LOS...EEEH...! ¿CUÁL ES EXACTAMENTE TU EDAD, QUERIDO HONNEY... EN MILENIOS, SIGLOS Y AÑOS?

    -POR TODOS LOS DIABLOS, ¡¡¡SOLTADME, MIERDA!!!-rugió Honney, colorado de ira.

         -Calma, calma, abuelo...-dijo Ursula, en un paródico intento de apaciguamiento-. Mira que gritando así, no hay garganta que resista...

          E insolentemente, le pellizcó el carillón.Honney estaba que trinaba de rabia.

           Ya habiendo inmovilizado por completo aHonney, y rodeados de un círculo de espectadores desternillados de la risa en su mayoría, apenas sonrientes otros e intentando mantenerse serios sin lograrlo del todo unos pocos, Ursula yAndrusier arrojaron a su víctima sobre la arena y lo contemplaron atentamente y con fingida solemnidad, como si acabaran de crear una obra maestra del arte y estuvieran orgullosos de ella.

          Honney tuvo un breve instante de calma. Respiró entonces hondo, y admitió:

         -De acuerdo, lo reconozco: fui tonto, ¿estáis satisfechos?... Y ahora, soltadme de una buena vez.

        Andrusier y Ursula se miraron como inmersos en muy trascendentes reflexiones vedadas al resto del género humano.

           -¿Oíste?: ¡lo reconoce!...-comentó Andrusier, con fingido asombro-. No es tan imbécil como parece, después de todo, ¿eh?

             -No te sorprendas tanto: ¡con la vejez viene la sabiduría!...

       -Basta de esto-dijo Honney, intentando mantener la calma, pero ya en tono más duro-. Podéis soltarme, os digo.

          Ursula pareció ponderar la propuesta.

           -¿Qué hacemos, lo soltamos?-preguntó a su cómplice-. A fin de cuentas, ¿qué es él, sino un pobre y desvalido anciano?...

          -Ah, pero es que se portó muy mal-respondióAndrusier-. Me pateó las bolas... Esas cosas, un buen abuelito en todo dependiente de los demás para sobrevivir, no debe hacerlas...

          -¡SOLTADME, OS DIGO, CONDENADOS HIJOS DE PUTA, O VAIS A LAMENTARLO!-rugió Honney, de nuevo montando en cólera.

      -Qué carácter...-deploró teatralmenteAndrusier-. No te gastes, viejo: ¡mira si voy a achicarme ante las amenazas de alguien tan arruinado y lleno de achaques como tú!...

       -¡Eso!, si a su lado, una arrugada y gris momia andrusiana se ve robusta y rebosante de vida...-remató Ursula.

        -¡SEÑOR CABELLOS DE FUEGO, DILES QUE ME SUELTEN!...

        Y ni ocasión de contestar tuvo Balduino, queAndrusier saltó en indignadas exclamaciones:

          -¡PERO MIRAD A ESTE PUTO LLORÓN... LLAMANDO A LA GENTE GRANDE PARA QUE VENGA A DEFENDERLO DE LOS CHICOS MALOS!

        -¿Debo entender-preguntó Balduino- que este imbécil estaba tan raro porque se sentía viejo?

       -Exacto, ¡y sólo porque Anders logró tumbarlo!... ¿Puedes creerlo?-replicó Andrusier-. Dijo que si hasta un crío logra voltearlo, es que ya está hecho una ruina.

            -Pues entonces arréglatelas, Honney, ¿qué quieres que haga?...-sentenció el pelirrojo, volviéndose hacia el pretendido geronte-. Si saturas a la gente con estupideces, ¿qué pùedo yo reprochar a esa misma gente, si procura tratar de hacerte inteligente de alguna forma?... ¡La próxima vez, pensarás muy bien antes de soltar la primera gansada que se te ocurra!

          -¡HACERME INTELIGENTE!... ¡OH, POR FAVOR, SEÑOR CABELLOS DE FUEGO!... ¡NI QUE DEBIERA ESTARLES ETERNAMENTE AGRADECIDO A ESTOS DOS!... ¡HACEN LO QUE HACEN PORQUE SON UNOS BASTARDOS, ESO ES TODO!...

           -Tiene razón Honney, señor Cabellos de Fuego-dijo Per-. Andrusier y Ursula hicieron esto sólo de puro bastardos, no para hacerlo inteligente a él...

           -...¡ambos son lo bastante listos para no embarcarse en semejante empresa, cuyas esperanzas de llegar a buen término serían nulas!...-concluyó Wilhelm, riendo.

          -Decid lo que queráis, pero esos dos no pueden quedar sin castigo-intervino severamente Ulvgang, con gesto malhumorado; y cuando todos, igualmente perplejos, se volvieron hacia él, añadió, sonriendo en gesto perverso:-. ¡Debieron avisar que harían esto, así podíamos participar!

         Las carcajadas estallaron por enésima vez.Honney comprendió que el consenso tácito era convertirlo en el bufón de turno, y optó por asumir la pose más digna que le permitían las presentes circunstancias: permanecer en silencio, con cara de piedra. Su autocontrol se vio seriamente puesto a prueba cuando buena parte del zoológico de Vindsborg vino a inspeccionar aquello que parecía una especie de gigantesco embutido expuesto en la playa para que quien así lo quisiera se sirviese de él. Sucedió esto cuando todos los demás habían regresado al entrenamiento. Algo que los perros deHundi habían aprendido a fuerza de cojeras temporarias producidas por involuntarios pisotones recibidos de la dotación de Vindsborg, era a no entrometerse en las prácticas, por divertido que pareciera sumarse a toda aquella gente en constante movimiento. Ellos fueron los primeros en acercarse aHonney, quien para entonces había entendido ya que, si pretendía quedar libre algún día, tendría que ingeniárselas solo para soltarse. Con ese fin reptaba como un gusano hacia la herrería, cuando se le acercaron los perros. Honney mismo empezaba a encontrar cómica su situación, pero que se le acercara aquella jauría no le gustó nada. Entre otras barrabasadas, los seis animales le lamieron el rostro, y gruñeron mientras jalaban de sus ropas con los dientes; hasta que por fin Honney se hartó e improvisó un feroz rugido que los puso en fuga, gañitando.

         Casi enseguida los suplantó Terafá. Este se estaba convirtiendo en un inmenso, gordo y autoritario verraco que mantenía a raya a todos los demás animales, excepto a Svartwulk, con quien se respetaban mutuamente sin llegar a ser amigos, ySlav, que era demasiado bueno, pacífico y que no necesitaba de disciplina alguna. A un cerdo enorme y mandón como él, ningún rugido lo espanta; y esto puede ser preocupante, si uno alguna vez ha sido mordido por semejante bestia y se encuentra ahora a su merced, como era el caso de Honney, quien sabía que Terafá comía de todo y, por lo tanto, se veía ya integrando el menú del monstruo porcino. No obstante, Terafá lo revisó concienzudamente con el morro, olisqueándolo y gruñendo como disgustado por la tarea; y por último se alejó al trote, en dirección a la playa. El inteligente animal había descubierto cómo franquear las dos empalizadas para alcanzar el mar y revolcarse en la arena mojada, actividad que le placía enormemente.

       Honney suspiraba ya de alivio al verlo irse, cuando llegó su peor pesadilla animal: Held. Este era peor que Terafá Svartwulk juntos, pues, si bien éstos últimos tenían su genio, al menos en general no se corría peligro con ellos si se los dejaba en paz (Honney era un caso especial: daba la impresión de que todas las bestias andantes, reptantes, voladoras y natátiles consideraban deber sagrado hincarle el diente o el pico según correspondiera). Pero Held era un cachorro díscolo e incorregible, que bajo la represión de Terafá y/o de Svartwulk, a quienes evidentemente admiraba, respetaba y temía al mismo tiempo, se encogía manso y tímido, pero que se volvía el peor de los gamberros estando lejos de los susodichos. También él había crecido mucho,demasiado a gusto de Honney. Sus alas cobraban mucha fuerza día a día; cada vez pasaba más tiempo en el aire, aunque más bien a escasa altura. Su pico era realmente temible; cuando se le arrojaban huesos para que los royese, resultaba inquietante oír cómo los partía con facilidad pasmosa y reflexionar que una fiera así vivía bajo el mismo techo que uno. Además, con mucha frecuencia volvía con animales  pequeños que él mismo había cazado. Cuando eso sucedía, chillaba para llamar la atención de Balduino y depositaba la presa a sus pies. La primera vez, el pelirrojo quiso tomar la presa, y Held lo atacó, audacia que le valió un castigo, un golpe bastante más fuerte de lo habitual. Desde entonces, dejaba que Balduino tomase las presas y las tuviera un poco en sus manos. De todos modos, se las devolvía intactas. Balduino no tenía la menor intención de convertir a Held en su animal de caza, ni de apropiarse de las presas cobradas por el grifo; sólo quería que en ningún momento dejase de tener presente quién mandaba.

       Esa tarde, Held andaba ejercitando sus alas, cuando desde el aire  avistó a Honney arrastrándose como un gusano hacia la herrería, donde esperaba encontrar instrumentos cortantes con los que deshacer las cuerdas que lo amarraban. El grifo se sintió vivamente interesado, y aterrizó relativamente cerca del Kveisung. Como cualquier otra cosa que se moviera, ésta lo fascinaba, pero le resultaba nueva, y había aprendido que no podía arremeter a tontas y a locas contra cualquiera: lanzarse contra Svartwulk oTerafá, por ejemplo, no era sabio. Así que, para empezar, decidió estudiar aquella cosa reptante desde cierta distancia.

        Honney había escuchado el batir de alas producido por Held en su descenso. Empezó desestimándolo, creyendo haber oído mal, ya que, por mala que fuera su suerte, no creía que llegara al punto de convocar también a Held, luego de haber tenido que soportar primero a los seis perros deHundi y luego al mismísimo Terafá. Sin embargo, se le ocurrió de repente que todo era posible y que, tal como venía su día, dichoso podría considerarse si de veras se trataba de Held y no de otro grifo, salvaje y sanguinario. Así que miró hacia la izquierda y hacia la derecha y constató, complacido, que todo parecía en orden. Pero cuando con cierto esfuerzo alzó la cabeza para vigilar su retaguardia, quedó mascullando una sarta de palabrotas: allí estaba nomás el maldito bicho, acechándolo. Su mirada penetrante permanecía fija en Honney, como bajo un estado hipnótico, los potentes músculos de suj cuerpo leonino, ahora agazapado, se hallaban en extrema tensión, listos para brincar sobre la presa, y meneaba su larga cola de aquí para allá, como lo hacen los gatos en la misma situación.

           Honney apenas si daba crédito a su desgracia. Por supuesto, si llamaba a los demás vendrían a rescatarlo, pero de nuevo riéndose a sus expensas. Su orgullo no estaba dispuesto a tolerar eso. Y lo que más rabia le daba era que una distancia bastante corta lo separaba ahora de la herrería... Y sin embargo, se veía forzado a quedarse en completa inmovilidad hasta que Held se aburriera y se retirase.

       Esperó, entonces, un tiempo que le pareció razonable. Cuando volvió a mirar hacia atrás, nueva sarta de juramentos: Held ya no lo acechaba, pero seguía allí. Se había tendido a descansar, aburrido de que la presa de ocasió; no quisiera jugar con él; pues de eso se trataba desde su punto de vista, de un juego. Sin embargo, no cabía la menor duda de que, en cuanto Honney se moviera de nuevo, también lo haría él, con gran entusiasmo y emoción. La rabia deHonney no tenía límites.

       Por último, el Kveisung decidió que, en vista de la corta distancia que lo separaba de la herrería, le convenía jugarse el todo por el todo. Desde el inicio de su reptante travesía, lo acompañaba una suerte increíblemente negra; aun así, calculaba que, hasta que Held advirtiera que su presa se movía de nuevo, se tomara su tiempo para acecharla debidamente y se decidiera a saltar sobre ella, él ya habría ganado la puerta de la herrería y podría refugiarse adentro.

         Empezó, entonces, a reptar de nuevo, con mucha cautela al principio. Lo alegró constatar queHeld parecía disfrutar en grande la tarde soleada y se había tendido sobre su lomo, encogiendo las patas y exhibiendo el dorso, como cuando quería que Balduino le rascara el vientre; era la imagen misma de la pereza. Esto animó a Honney a avanzar más rápido, pero cuando Held escuchó aquel arrastrarse, se olvidó de aquel descanso al que tan plácidamente se venía entregando, y se irguió de un salto.

        Honney había alcanzado ya la puerta de la herrería, que abrió sin esfuerzo, porque era habitual que durante el día quedase al menos entreabierta; y hacía ya su entrada triunfal, aunque poco elegante, cuando de repente sintió una especia de tenaza jalando de su pierna derecha y sacándolo afuera.

        -¡OH, NO!... ¡RAYOS, NO, NO, NO!...-gritóHonney, entre la furia impotente y la desesperación-.¡MIERDA, NO HAY DERECHO, NO HAY NINGÚN DERECHO! ¡DÉJAME EN PAZ,HELD, MALDITO SEAS!-y pateó al grifo con la pierna que le quedaba libre.

        Fue patente el desconcierto de Held. A un grifo hambriento de verdad, por supuesto, no habría sido tan fácil hacerlo renunciar a una presa. PeroHeld sólo se estaba divirtiendo. Ahora bien, eso de que una presa se defendiera con tanta furia, era nuevo para él, y le hizo preguntarse si estaría metiendo la pata, como al atacar imprudentemente aSvartwulk o a Terafá. Por otra parte, también le resultaba llamativo que una presa lo llamase por el nombre que le había puesto su amo. Así que soltó aHonney, y su gran cabeza aquilina quedó moviéndose hacia aquí y hacia allá, con movimientos propios de ave y evidentemente en total confusión.

        -¡Ja!... ¡Gracias, mala bestia! ¡Recuérdame besarte: eres el único que todavía me guarda cierto respeto aquí!-exclamó Honney, arrastrándose una vez más, victoriosamente, hacia el interior de la herrería-. Ni se te ocurra-agregó gruñendo, cuando el grifo amagó entrar también.

       Y cerró la puerta para impedirle el paso.

        Aquel era el señorío de Per y Wilhelm Björnson. Poco después de la llegada de Balduino y Anders, y con  ayuda de este último, ambos habían hecho una gran limpieza, que ahora se echaba de menos: los gemelos tenían toido en un estado más calamitoso que un campo de batalla. Lo cómico era quje habían exigido que se los proveyera de un par de escobas, que hasta donde Honney sabía, jamás habían sido usadas. Todo estaba en un desorden tal, que sólo podía calificárselo de admirable, pues desbarajuste de esa envergadura requería de innegable esfuerzo, dedicación e ingenio. Según ellos, sabían perfectamente dónde estaba todo, afirmación ampliamente desmentida por el tiempo que demoraban en encontrar tal o cual cosa cuando les era solicitada.

        Huelga decir que semejante panorama hubiera arredrado a cualquiera, persuadiéndolo de que corría menos riesgo afuera, con Held -quien en realidad sólo quería jugar en forma impetuosa,  como cualquier cachorro que se precie de tal- que en semejante antro, donde se corría el riesgo de pìsar cualquier cachivache o tropezar con él, e ir a dar al suelo en forma harto violenta y brusca. Esto, naturalmente,  no era problema para Honney, quien ya estaba en el suelo; y por otra parte,  como había cerrado la puerta para que no entrase el grifo, las tinieblas le impedían dejarse asustar por el panorama de marras, donde parecía que tras cada rincón podría haber un monstruo al acecho, Aun así, sabía que emprendía toda una osada aventura al internarse en tan temible lugar. Por lo pronto, tras llenarse de arena reptando hasta allí, ahora, reptando en otro ambiente se llenaba de polvo y telarañas. Algunas de éstas todavía estaban habitadas por sus laboriosas tejedoras, como no tardó en descubrir al verse enérgicamente combatido por una araña iracunda ante tan flagrante invasión  domiciliaria. Honney, por supuesto, no vio la telaraña, ni a su moradora; pero la picadura en el brazo derecho le bastó para formarse una imagen cabal de lo sucedido. Le dolió más que la presión de Held sobre su pierna derecha, ejercida sin demasiada energía y amortiguada por la bota; pero lo que le dolía más que ninguna otra cosa era su orgullo herido. Honney fue haciendo mentalmente las cuentas para cobrarse absolutamente todo cuando le llegara la hora de la dulce venganza. Porque luego de reptar entre las sombras y hallar ante su paso carbón, hierro medio herrumbrado, leña y cachivaches metálicos traídos de Kvissensborg para ser fundidos o vueltos a poner en uso, dio al fin con algo que, al tantearlo, se reveló como una hoja de cuchillo. Aunque un tanto mellada y desprovista del mango, serviría a sus propósitos.

      
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publicado por ekeledudu a las 16:16 · Sin comentarios  ·  Recomendar
 
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SOBRE MÍ
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Eduardo Esteban Ferreyra

Soy un escritor muy ambicioso en lo creativo, y de esa ambición nació EL SEÑOR CABELLOS DE FUEGO, novela fantástica en tres volúmenes bastante original, aunque no necesariamente bien escrita; eso deben decidirlo los lectores. El presente es el segundo volumen; al primero podrán acceder en el enlace EL SEÑOR CABELLOS DE FUEGO I: INICIO. Quedan invitados a sufrir esta singular ofensa a la literatura

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