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EL SEÑOR CABELLOS DE FUEGO II
La segunda parte de la más extraña trilogía de la literatura fantástica, publicada por entregas.
23 de Febrero, 2012    General

CLXXXII

CLXXXII

         Ese día, el entrenamiento fue arduo en más de un sentido. Recién rayando el crepúsculo se acordaron todos de Honney. Balduino ordenó que se lo desatase, si mientras tanto no lo había logrado él solo.

       Buena parte de la dotación de Vindsborg, Ursula y Andrusier a la cabeza, fueron a buscar a Honney para seguir riéndose a costa de él; pero toda hilaridad se desvaneció cuando el rastro reptante se mezcló con huellas que, evidentemente, eran de grifo.

          -Tienen que ser de Held. Estuvimos toda la tarde aquí afuera, y en ningún momento otro grifo merodeó por los alrededores-razonó Gröhelle.

        -Y no hay ni una gota de sangre-añadió Hundi.

         -Ahora que lo pienso, no hay dudas, son huellas de Held. Tienen el mismo tamaño y profundidad que las suyas-insistió Gróhelle.

         -Yo diría que estas huellas son recientes-opinó Ulvgang-. Allí hay otras para comparar: están deformadas y, por lo tanto, son más viejas. Dos grifos, o tal vez el mismo, aterrizaron en dos momentos distintos.

          -Cuando no viven en colonias, como en las Gröhelnsklamer, los grifos son muy celosos de su territorio-explicó Gröhelle-. Held no ha alcanzado la madurez aún: sin embargo, tengo pocas dudas de que habría luchado contra otro macho que invadiera sus dominios.

           -De algo te ha servido, parece, tu vieja obsesión con esos animales, ¿eh?-dijo Ulvgang-. Pero, ¿y si fuera una hembra?

         Se tomaban su tiempo para discutir estos detalles, porque opinaban que Honney, atado o no, sería hueso duro de roer para cualquiera que lo atacase, grifos incluidos. Ursula y Andrusier hubieran deseado compartir esa creencia, pero estaban preocupados: cualquier cosa quje pudiese haberle sucedido a Honney sería culpa de ellos.

        -Mira-dijo Andrusier a Ursula, señalando la estela dejada por el andar reptante de Honney.

         -La herrería-dijeron, a espaldas de ambos, los gemelos Björnson.

          En ese instante, los cuatro experimentaron instantáneo temor por lo que pudieran encontrar allí adentro. Que no hubiera sangre afuera no significaba necesariamente que no la hubiera adentro: la fiera bien podía haber arrastrado a su víctima hasta el interior de la herrería para devorarla allí. Así que, con gran precaución, se dispusieron a entrar para investigar, todos ellos con las armas en la mano por las dudas. Los dos autores de la broma ingresaron primero, e iba a hacerlo acto seguido Wilhelm Björnson, cuando la puerta se cerró de golpe y pareció estallar la locura, tanto en el interior como en el exterior; pues de un lado y de otro se elevó un pandemónium de gritos. Ulvgang y los otros que hasta ese momento debatían la cuestión de las huellas de grifo corrieron hacia la herrería. Ante la puerta de la misma, los dos gemelos Björnson lanzaban ayes de dolor y maldecían llevándose las manos a sus adoloridas frentes y narices.

        Ulvgang abrió la puerta. Ante sus ojos, como entrentados en feroz combate a muerte, luchaban Honney, Andrusier y Ursula. Supuestamente, era el primero contra los otros dos, pero no había que hacerse ilusiones, era muy probable que en la oscuridad también los dos aliados se hubieran aporreado mutuamente sin darse cuenta. Honney atacaba armado de una escoba. Andrusier y ursula habían intentado interponer sus jabalinas a modo de escudo, pero la furia del ataque los había obligado a usarlas en cambio a modo de garrote, empuñándolas cerca de las afiladas puntas. Si bien los tres se veían igualmente temibles, el de peor aspecto era sin duda Honney: sucio de hollín, óxido, arena y quién sabía cuántas cosas más, sus fulgurantes ojos verdes y su sonrisa diabólica evidenciaban que lo estaba pasando de lo lindo saboreando su venganza. Un escobazo suyo hizo volar una maza de un estante, la cual fue a dar con todo su peso sobre el pie de Andrusier. Este soltó un tremendo alarido, pero más no pudo hacer, porque Honney seguía arremetiendo con ímpetu, y por lo tanto él, rengo o no, debía defenderse como pudiese. Mientras tanto, a la luz que se filtraba por la puerta ahora abierta, Ursula halló la otra escoba y se apoderó de ella. Acudió con ella en socorro de su aliado, pero por el camino tropezó con quién sabía qué, de modo que fue casi tan renga como Andrusier que se ubicó junto a éste para prestarle socorro.

         -¡VAIS A DESTROZAR NUESTRA HERRERÍA!...-gritaron afuera los Björnson, cada uno masajeándose su propia frente y nariz; y Anders, que acababa de llegar a la escena, notó que Wilhelm tenía la nariz sangrante y un chichón en la frente, y en cambio Per no. Y recordó de inmediato lo que se decía acerca de los Björnson, pero se preguntó si Per no estaría haciendo teatro; y al punto, inició una exhaustiva búsqueda de testigos presenciales que pùdieran, por fin, evacuar sus dudas al respecto. 

         Per y Wilhelm, iracundos, acabaron sumándose a la batalla, en defensa de su feudo en su caso, y empezaron a asestar golpes y patadas a los otros tres combatientes, con toda la intención de expulsarlos de allí. La cosa se complicaba cada vez más, porque unos cuantos se disponían a meterse también en la pelea aunque sólo por simple placer.

        La escoba esgrimida por Honney se partió en dos contra la recia espalda de Ursula cuando ésta se hallaba ocupada defendiéndose de Per, quien la había atacado por la retaguardia, y al que ahora alzaba en vilo con su tremendo brazo. No era una situación envidiable para Per, quien sin embargo no parecía intimidado en lo más mínimo. Andrusier se abalanzó sobre Honney riendo a carcajadas, y le asestó un formidable directo al mentón. Entonces, el inconfundible y potente vozarrón de Thorvald vino a poner fin a la batalla:

         -¡TERMINAD!...

        Sin salir de la herrería, los cinco combatientes- se alinearon ante Thorvald, intentando fingir remordimientos que de ningún modo sentían.

          -No te defiendes tan mal para ser antediluviano, ¿eh?-murmuró Andrusier a Honney.

       -Cállate, imbécil-fue la agria respuesta.

           -¡SILENCIO!...-volvió a tronar Thorvald.

          El viejo estaba de verdad irritado, no era conveniente desafiarlo: así que el quinteto reprimió, casi, la respiración misma. En el silencio subsiguiente, les llegaron las voces de Anders e Hijo Mío trabadas en discusión.

         -¿Pero cómo que no sabes si uno gritó después del otro o ambos al mismo tiempo, Emmanuel?-exclamaba Anders, genuinamente frustrado, y obviamente obsesionado aún por llegar al fondo de la verdad en el asunto de los Björnson.

         Hubo algunas sonrisas en la oscuridad de la herrería, ya casi inviolada por los últimos resplandores del sol agonizante,

         Poco después se presentaba Balduino al lugar de los hechos.

          -¿Será posible que ni cagar en paz sea ya posible?-protestó, con verdadero enojo, pero sin gran énfasis-. ¿Qué demonios pasó aquí?

          -Bueno, muchacho, ya sabes... Cuando se tienen muchas energías, hay que liberarlas como sea...-respondió Thorvald.

           -Conque demasiadas energías, ¿eh? Eso me encanta... ¡Y veo que hasta nuestro anciano Honney ha recobrado buena parte de su vigor de siglos ha!...-exclamó Balduino, sarcástico, paseando su mirada por los cinco contendientes y adivinando, cosa nada difícil, que el aire culpable y arrepentido que todos ellos exhibían por igual era más falso que todos aquellos supuestos fragmentos de la Vera Cruz que aparecían a carradas en el mercado de reliquias-. Salid y volveos a formar afuera tal cual estáis ahora-ordenó.

        Se hizo a un lado para permitirles pasar, y ellos fueron saliendo de uno en uno y formándose afuera tal como estaban antes adentro. Luego salió también él, y los examinó en silencio por turnos, comenzando por Honney. Este se hallaba indescriptiblemente mugriento, como ya se ha dicho; pero por lo demás, como ya el día anterior había sido apaleado por Anders, a simple vista no se veía muy distinto en lo que hacía a contusiones, salvo que sangraba un poco allí y otro poco aquí, y estaba algo rengo. En esto último no se diferenciaba, casi, de ninguno de los otros: quién más, quién menos, todos habían tropezado con algún cachivache, incluyendo a los hermanos Björnson, autores del desbarajuste; si bien, por supuesto, el más rengo era Andrusier debido a la maza que le había caído sobre el pie. Y tanto él como Ursula y los gemelos exhibían un interesante muestrario de chichones, moretones y rasguños de toda índole, y estaban muy sucios, aunque no al extremo de Honney.

          El pelirrojo sonrió enigmáticamente.

          -No sé quién mostró más idiotez en su momento, si Einar por creer que me hacía un gran daño al cederme una dotación tan llena de bríos que, luego de muchas horas de duro entrenamiento, todavía sigue llena de energías, o yo, que fui a quejarme por ello-dijo, y todo el mundo sonrió con petulancia y recibió el cumplido con gestos jactanciosos. Entonces añadió Balduino-. Imaginaos, sería un pecado mortal desaprovechar tan inagotables reservas de vigor... Y puesto que yo no quiero irme al Infierno...

         -Ve al grano, señor Cabellos de Fuego-cortó Andrusier en tono amargo, expresando el sentir general, que ya distaba mucho de ser todo orgullo y alarde y palpitaba en cambio anuncios desalentadores en puerta-. Infierno es lo que nos espera a nosotros después de esta peleíta, ¿no?

          -Oh, Andrusier, ¡qué modo tan chocante, tan duro de expresar las cosas!... ¡Parece que fuera un castigo que os impongo..., cuando en realidad busco la mejor manera de canalizar tan formidables reservas de energía! Pero ya que insistes en que vaya al grano, al grano iré: Per y Wilhelm, para comenzar, pondrán en orden eso que algún chistoso calificó de herrería...

          -Una de las escobas se rompió-arguyeron a dúo los gemelos.

           -Bueno, cuando eran dos no se las veía activas a la vez; se ve que una quedaba siempre durmiendo la siesta, de modo que ¿qué más da si ahora ese sueño ha pasado a ser eterno?... Pero como sea, os espera una interesante faena ahí adentro. ¿Sabéis?, de veras fue buena vuestra idea de sembrar de trampas mortales la herrería: ¡ahora sabemos de cierto que, si vosotros dos y estos tres compañeros vuestros peleasteis ahí adentro y sobrevivisteis, difícilmente exista algo que pueda haceros mella!... ¿Qué mejor prueba de que mis Lemmings están hechos de una sustancia mucho más dura que el acero? No obstante, habiendo quedado ya eso en claro, llegó el momento de cosechar todas esas trampas que, estoy seguro de ello, han fructificado prodigiosamente tras la correspondiente siembra... Sería por cierto una maravilla que pudierais hacer una siembra parecida, pero de trampas mucho más grandes, en la playa: los Wurms morirían todos a los diez minutos de llegados aquí... Me frustra anunciar que no tengo tareas que encargar a los demás, pero como no quisiera que estallarais en llanto por ser dejados de lado, ¿qué mejor que unos cuantos simulacros nocturnos de invasión para levantaros la moral y bajar un poco vuestros niveles de energía?

         Hijo Mío estalló en una única, miserablemente solitaria ovación ante estas palabras, la que fue apagándose al no hallar coro. A su alrededor veía sólo caras largas.

          -Qué tamaña ingratitud que sólo Emmanuel valore mi generosidad...-fingió deplorar Balduino-. Vosotros dos, buscad una antorcha y poned manos a la obra con lo que os encargué-dijo a los Björnson-. Vosotros, Honney, Andrusier, Ursula, id a lavaros al Duppelnalv y a mudaros de ropa. Los demás podríamos ir a descansar...

        Todo el mundo se puso en movimiento, salvo el pelirrojo, Anders y Emmanuel. Al primero lo admiraba que nadie distcutiera sus recientes decisiones, aun cayendo poco simpáticas; a veces, como ahora, se preguntaba si contrariando a sujetos temibles como sus Kveisunger no estaría jugando con fuego. Pero por otra parte, necesitaba a sus hombres sanos y en una pieza, no malheridos y contusos; y la disciplina nunca había sido extrema en Vindsborg, pero era evidente que a aquellos energúmenos había que dejarlos completamente exhaustos para que no les quedaran ganas ni fuerzas para andar golpeándose unos a otros.

      Ya Hijo Mío se le acercaba para averiguar en qué consistían exactamente esos simulacros de invasión tan poco apreciados entre la dotación de Vindborg, cuando Anders le ganó de mano. A él, lo de los simulacros nocturnos lo tenían bastante sin cuidado; su preocupación, que amenazaba hacerse eterna, era de muy diferente índole:

        -¡Nuestra mala suerte es increíble!... Hoy podríamos habernos cerciorado nosotros mismos de cuán cierto es lo del dolor empático de los Björnson, ¡y no!... Tú en el retrete, yo pensando en tonterías, ¡y otra maldita oportunidad perdida!

         -Me haces reír, Anders-respondió el pelirrojo con ironía-. Observa cuán originales, por no decir estrafalarios, somos los que vivimos en Vindsborg, y te darás cuenta de que eso de los dolores empáticos sería casi un simple detalle, no muy digno de mención...


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publicado por ekeledudu a las 12:04 · Sin comentarios  ·  Recomendar
 
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SOBRE MÍ
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Eduardo Esteban Ferreyra

Soy un escritor muy ambicioso en lo creativo, y de esa ambición nació EL SEÑOR CABELLOS DE FUEGO, novela fantástica en tres volúmenes bastante original, aunque no necesariamente bien escrita; eso deben decidirlo los lectores. El presente es el segundo volumen; al primero podrán acceder en el enlace EL SEÑOR CABELLOS DE FUEGO I: INICIO. Quedan invitados a sufrir esta singular ofensa a la literatura

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