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¡Sorpréndeme!
EL SEÑOR CABELLOS DE FUEGO II
La segunda parte de la más extraña trilogía de la literatura fantástica, publicada por entregas.
20 de Diciembre, 2011    General

CLXXVIII

CLXXVIII

       Más tarde, Balduino quedó pensando en Tarian, quien por supuesto había superado, mal que bien, sus penas de amor, cualesquiera fuesen éstas. Ello podía deberse a que se había resignado, pero el pelirrojo se preguntaba ahora si no sería, más bien, que el muchacho-pez les había hallado solución. Era llamativa aquella súbita prisa por despojarse de tatuajes que hasta entonces no parecían haberlo incomodado en lo más mínimo. La conclusión de Balduino, que más tarde se revelaría errónea aunque bien razonada, era que la desconocida novia submarina de Tarian pertenecía a una sociedad donde los tatuajes no eran bien vistos. Borrándose los suyos, el hijo de Ulvgang tal vez esperara ser aceptado por esa sociedad y recuperar a la mujer amada.

          No tuvo mucho más tiempo para seguir meditando al respecto, porque todos los días ocurrían cosas, unas más trascendentes que otras, pero ninguna de ellas aburrida; y el siguiente hecho notorio fue la crisis de Honney. Todo comenzó, básicamente, porque unos cuantos en Vindsborg habían quedado con ganas de ver una buena pelea, o de iniciarla en su defecto, aunque ni ellos mismos se dieran cuenta de las magnitudes de su propia frustración por la reciente oportunidad desaprovechada. Pero al parecer, nunca coincidían las ganas de pelear de uno con las de los demás; porque cuando alguno se mostraba muy desafiante, los otros no se daban por enterados. Sin embargo, no tardó en llegar la ocasión durante los primeros días de agosto, una tarde en que las labores diarias habían ya concluido. No se supo bien cómo, Honney y Anders empezaron a entrecruzar pullas por mero deporte, como era habitual que sucediera entre la dotación de Vindsborg. En algún momento, Honney acusó a Anders de pelear como una chica; a lo que replicó Anders que eso no era asombroso, habiendo aprendido de él. Ninguno de los dos se ofendió realmente, pero igual había que mantener el honor en alto y por otra parte, ya se ha dicho, había muchas ganas de liberar energías por el lado de Honney y por el de Anders, más que nada, una especie de anhelo de ver hasta dónde podía llegar con su suerte. Nunca antes había luchado contra Honney, pero sí lo había visto pelear, y no le parecía un adversario fácil; y sin embargo, los tiempos que corrían le eran tan venturosos, que le pareció que la posibilidad de derrotarlo se volvía fuerte. Además, el hecho de sentirse tan feliz, aun cuando Lyngheid a veces se pusiera medio pesada, lo hacía sentirse invencible y con ganas de emprender cosas para retar a esa imbatibilidad. Y Balduino, que muchas veces vetaba estas contiendas, no consideró prudente hacerlo esta vez pues, en alguna ocasión, Honney había observado con cierta lascivia el trasero de Anders, y convenía, por las dudas, que éste le explicara ciertas cosas a puñetazos, así se impedía que le volvieran esas ideas que, de todos modos, parecían definitivamente desterradas ahora.

             Anders no podía confiar sólo en su suerte frente a un contrincante experimentado y temible como Honney y, de hecho, no lo hizo. Era joven, ágil y fuerte, aunque careciese de la amplia trayectoria en luchas de su rival, y en todo momento aprovechó esas aptitudes; y sin embargo, finalmente la simple fortuna decidió el desenlace. Honney descuidó su guardia por sólo un instante, pero un solo instante puede ser crucial a la hora de definir una derrota o una victoria, y fue lo que ocurrió esta vez: Anders aprovechó para asestar un formidable directo a la cara de Honney, quien quedó aturdido e indefenso ante su antagonista. Este siguió golpeando al Kveisung con demoledora contundencia, casi sin saber lo que hacía, hasta que Honney directamente dejó de ser oponente y pasó a convertirse en víctima de semejante ataque, y acabó desplomándose en la arena cuan largo era.

          A solas con Balduino, Anders admitió más tarde que, poco antes de que Honney cometiese la tontería de bajar así la guardia, él había sentido miedo. No era difícil tenérselo a Honney, aunque éste no hiciera más que mirarlo a uno a los ojos. Sin llegar a tanto, Anders pensaba que, de todos modos, Honney era mal enemigo para tener, y que incluso para pelear por simple diversión convenía escoger a alguien menos duro. Había aceptado la lucha, como ya se dijo, movido por un sentimiento de invencibilidad, pero cuando en cierto momento midió en toda su dimensión lo que estaba haciendo, se amedrentó; y  fue impulsado por ese susto que más tarde osó atacar tan ferozmente a su contrincante en desventaja, para no darle oportunidad de recobrarse. Pero al ver a Honney en el suelo, no había podido creerlo; incluso lo asaltó la duda de si el Kveisung no se habría tirado adrede por burlarse de él y listo para inmediatamente volver al combate... Hasta que una segunda mirada dejó en claro que no estaba en condiciones de hacer nada semejante.

          Los espectadores no pudieron quejarse, pues había sido realmente una pelea estupenda. Más tarde, todos felicitaron a Honney. Esto era justo, porque hasta su increíble descuido había sido hueso duro de roer para Anders. Pero no recibió tantos elogios y aplausos como éste, a quien nadie habría pronosticado victoria. Balduino mismo había tenido sus dudas, aun sabiéndolo capaz de ofrecer notable resistencia al menos; y luego se sintió muy estúpido por no haber incluido en sus cálculos esa suerte de la que Anders disponía a carradas. Por consiguiente, su triunfo fue especialmente celebrado; estuvieron mucho tiempo palmeándole las espaldas, alborotándole el pelo y derramando loas sobre su persona; y para festejar el acontecimiento, todos exigieron una ronda extra de aquavit que Balduino les concedió de inmediato.

           Ahora bien, Honney mismo había previsto un final muy diferente de aquél. Mal perdedor en cualquier otro pasatiempo, sobre todo habiendo dinero apostado, tratándose de combates boxísticos, sin embargo, no tenía problemas en aceptar la derrota; en primer lugar, porque no lo habían vencido tantas veces, pero sobre todo porque normalmente ser vencido en una pelea no entrañaba gran humillación entre los Kveisunger: lo deshonroso era no aceptar un desafío, pues ello entrañaba cobardía. Tenía que haber algo muy serio de por medio, el liderazgo por ejemplo, para que el resultado de un enfrentamiento así fuese importante; pero entonces no se trataba ya de simple pasatiempo.

          Honney, por lo tanto, felicitó sinceramente al vencedor; pero más tarde se fue poniendo cada vez más taciturno, actitud que todos advirtieron, y más que nadie Ursula y Andrusier, sus compinches habituales. Se preguntaron qué le ocurriría, y teorizaron burlonamente acerca de que, tal vez, los golpes recibidos de Anders le habían corregido ciertos desórdenes cerebrales, impidiéndole el habla cuando no tuviera sino estupideces para decir, hecho que lo condenaba al mutismo eterno. En contra de lo habitual, Honney no respondió a esta pulla de Ursula y Andrusier; e idéntico silencio guardó más tarde, cuando durante la cena dijo Andrusier que quizás el menú de la noche acabase con lo iniciado por los puños de Anders. Quien sí estalló de rabia al oír el comentario, por supuesto, fue Varg; Honney, sentado aparte, ni se inmutó.

           -No me digas que este imbécil está deprimido porque Anders lo venció...-susurró Ursula, de modo que sólo Andrusier pudiera oírla.

         -No, él no es así-fue la respuesta.

            Ursula no quedó conforme con esta opinión. Por otra parte, otros estaban llegando a las mismas conclusiones que ella.

           -Qué cara tienes, viejo, ni que en vez de Anders te hubiese agarrado Helga por su cuenta-le dijo Lambert a Honney entre sus característicos guiños de ojo.

          -No te aflijas, Honney... Ya arreglaremos una pelkea entre tú y Hansi, así podrás salir vencedor-intervino Adler en teatral tono de consuelo.

         -No seas malo... Mejor házlo pelear contra Thommy, así de veras tendrá alguna chance de ganar-terció Snarki.

          Quedaba claro que el verdadero "malo" era justamente Snarki, cuyas creencias muy cristianas momentáneamente estaban archivadas para vengarse inocuamente de Honney. Este, durante el encierro en las mazmorras de Kvissensborg, solía asustar a Snarki por simple diversión, y si más no había hecho, ello se debía sin duda a que Ulvgang no se lo había permitido y mucho menos Kehlensneiter, quien no tenía autoridad teórica sobre él, pero de quien todos decían que había acabado con los vejámenes sexuales en la prisión de Kvissensborg, siendo incluso capaz de matar a quien trasgrediera esta prohibición suya.

          En circunstancias normales, Snarki  habría dejado en paz a Honney. Este ya no le inspiraba el miedo de antaño, pero tampoco lo molestaba, y él prefería evitar los líos. Pero también él sospechaba que realmente Honney estaba deprimido por su derrota ante Anders. Y esto le parecía tan ridículo, que no podía resistir la tentación de tomar el pelo a Honney, cosa que éste, con su actitud, parecía reclamar adrede. Snarki, recordando las viejas deudas, no se haría rogar... Tal vez tuviera problemas con Honney cuando éste se recuperase, pero el dulce placer del desquite compensaba cualquier riesgo.

           -Honney, ¿te sientes bien?-preguntó ceñudo Balduino.

           También él lo notaba raro, pero no lo atribuía necesariamente a un estado anímico. Los combates boxísticos dejaban bastante maltrechos físicamente a quienes intervenían en ellos, y por eso él, quien necesitaba a su gente en buen estado, solía mostrarse bastante reacio a permitirlos. Tal vez a Honney Anders lo hubiese castigado incluso más de lo que parecía... O tal vez había un asunto de amor propio herido. A nadie le gustaba mucho perder, pero ya pasaría.

          -Sí-respondió Honney.

          -Bueno, terminad de cenar, y a dormir todos, que mañana toca entrenamiento-ordenó Balduino.




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publicado por ekeledudu a las 13:29 · Sin comentarios  ·  Recomendar
 
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Eduardo Esteban Ferreyra

Soy un escritor muy ambicioso en lo creativo, y de esa ambición nació EL SEÑOR CABELLOS DE FUEGO, novela fantástica en tres volúmenes bastante original, aunque no necesariamente bien escrita; eso deben decidirlo los lectores. El presente es el segundo volumen; al primero podrán acceder en el enlace EL SEÑOR CABELLOS DE FUEGO I: INICIO. Quedan invitados a sufrir esta singular ofensa a la literatura

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