Blog gratis
Reportar
Editar
¡Crea tu blog!
Compartir
¡Sorpréndeme!
EL SEÑOR CABELLOS DE FUEGO II
La segunda parte de la más extraña trilogía de la literatura fantástica, publicada por entregas.
27 de Marzo, 2012    General

CLXXXV

CLXXXV

      Con la esperanza de que, por buen comportamiento, Balduino les levantara el castigo, en los días siguientes todos se esmeraron mucho en los simulacros de invasión nocturna, y más que nadie Emmanuel, aunque tal dedicación, en su caso, se debía por un lado a que quería hacer méritos en su condición de escudero de Balduino, y por el otro, al temor a que por un error suyo se castigara al grupo entero. El pelirrojo suponía, cándidamente, que manteniendo agotada a la dotación de Vindsborg se pondría fin al boxeo y a la lucha, por lo que insistió en redoblar los simulacros en tanto sus hombres conservaran bríos, aunque el sueño insuficiente lo estaba volviendo malhumorado incluso a él mismo. Eso sí, a Honney ya no reincidió en sus lamentos por su hipotética vejez; pero, por desgracia, en eso de lloriquear no tardaría en llegarle un reemplazante que lo superaría por varios cuerpos, volviéndose duro de soportar.

       Todo comenzó una noche en que Snarki, apostado de guardia al pie de la escalinata de Vindsborg, subió corriendo la escalinata y despertó a todo el mundo. Se alzó un clamor indignado, porque ya habían tenido simulacro la noche anterior, y repetirlo ahora parecía excesivo; pero Balduino alzó una mano para imponer silencio.

          -¿Os parece de veras lógico que un centinela suba a despertar a todo el mundo en vez de gritar desde su puesto, aun tratándose de un simulacro y no de una invasión verdadera?... ¡Cómo sois bobos!-gruñó, adormilado-. Explícate, Snarki, ¿qué pasa?

        -Hay jinetes armados abajo. Exigen que salgamos todos para una inspección. Los manda un capitán Fulano de Tal que dice actuar obedeciendo órdenes del Conde Erik de Thorshavok.

         -¿Del Conde qué...?-exclamaron a un tiempo Balduino y Anders.

         -Amenazó con arrasar con Vindsborg si nos resistimos.

        Balduino se indignó sobremanera al oír aquello.

         -Ah, ¿de modo que la cosa es, encima, con amenazas?... El único que va a arrasar con algo aquí seré yo: ¡con las ganas de bravuconear de esa gente!... Muy bien, bajemos todos... Y, Snarki, acompáñame y repite delante de ese capitanejo sus exactas palabras.

          -¿Conde Erik?-se preguntaba Anders en voz alta, sin entender-. ¿Pero qué rayos pasó con Arn?...

       -Me temo que no es difícil barruntarlo, ¿no?: lo previnimos y, por desgracia, no estábamos equivocados en nuestras sospechas, tenemos otro Conde y habrá que aprender a lidiar con él.

         -¿Y Arn?

          -Sin prisas, Anders. Si aún vive, lo que es dudoso, a su debido tiempo veremos qué podemos hacer por él. Pero ante este Erik, quien, como todo usurpador, no estaría exactamente feliz de que mostrásemos mucho interés por su despojado predecesor, más vale aparentar, en principio, que lo que haya sucedido a Arn nos importa un bledo... Pero empecemos poniendo en su lugar a ese asno de capitán...

         Así diciendo, salió a la intemperie y descendió la escalinata, con Snarki pegado a sus talones y el resto de la dotación detrás, excepción hecha de Lambert, quien estaba de guardia en el torreón.

         A cierta distancia de la escalinata, abajo, había una treintena de jinetes aguardando firmes y hieráticos. Algunos de ellos portaban antorchas que arrancaron reflejos en las bruñidas armaduras. Al frente de ellos había un hombre de alrededor de cuarenta años, montado rigurosamente en su corcel y exhibiendo un aire que, de algún modo, no era del todo natural. Daba la impresión de posar para una estatua ecuestre.

           Snarki había tomado la delantera mientras avanzaba con Balduino hacia el oficial al mando. Este, por lo visto, le había caído muy mal, en vista de las palabras con que lo presentó:

         -Fue él, señor Cabellos de Fuego-dijo, señalando al capitán con el acento implacable del fiscal que exige al jurado la cabeza del reo-. Exigió que nos presentáramos de inmediato ante él, o de lo contrario no vacilaría en arrasar Vindsborg hasta sus cimientos.

            Balduino movió la cabeza con expresión de soberano desprecio, digna de sus viejos tiempos de supremo antipático.

           -¿Ah, sí? Imprudentes palabras-respondió, como escupiendo; y cuando el capitán intentó hablar, lo sofrenó alzando la diestra ante él-. Si apreciáis vuestra vida, no volváis a desafiarme de esa manera-advirtió, agitando un índice de forma temible-, pues venís sólo en nombre de un Conde que por el momento es todavía un perfecto don nadie; en tanto que yo soy hombre de confianza de Su majestad. No se trata sólo de que pueda mataros aquí mismo, sino también de que puedo hacerlo sin rendir cuentas a nadie más que al Rey; ¿ha quedado claro?...

          No eran sólo las palabras de Balduino, era también el tono helado con que las pronunciaba, el cual hacía pensar en que había muy cerca un verdugo con un hacha dispuesta, y que de él dependía que aquella noche esa hacha no se usara excepto, como mucho, para cortar leña...

          -En realidad, señor-dijo el capitán, turbado-, creo que he sido malinterpretado...

          -Mis hombres no malinterpretan nada, eso no es propio de guerreros bien entrenados como ellos-cortó bruscamente Balduino, y Snarki, a su lado, pensó en otra cosa para no echarse a reír-. No la embarréis más queriendo arreglarla, señor capitán, y pensad muy bien qué vais a decir en nombre de vuestro señor, y que bien podríais terminar colgado con él en un mismo patíbulo.

         -Creo, señor...

          -¿Creeis?... ¿Qué creeis?... Creed en Dios, que sólo El podrá salvaros, a vuestro señor y a vos, si trasciende qué trato dais a un emisario de Su Majestad, para colmo íntimo amigo suyo. Con el señor Arn fui paciente y benévolo, más de lo que debía; no sé si lo seré tanto con un nuevo Conde, quienquiera sea él; y de vos, un simple lacayo suyo, no tengo por qué tolerar nada... Pero abreviemos: ¿qué queréis?

      -Buscamos a un fugitivo.

         -¿Y para esto nos hacéis levantar en plena noche?... ¿Para que ayudemos en su captura? ¿No podíais esperar hasta mañana? ¿Qué creeis, que vuestro forajido no necesitará tomarse también su tiempo para dormir... Que seguirá siempre adelante, sin detenerse siquiera a descansar?

         -Señor, es que suponíamos...

          -¿Suponíamos QUIÉNES, exactamente: vos y quién más?

         Siguió un silencio un tanto tenebroso, luego del cual el capitán respondió algo en voz baja.

           -Diablos, ¿sois hombre o doncella, que os dirigís a mí con tanta timidez?... ¡NO OS ESCUCHO!-rugió el pelirrojo, pese a haber oído bastante bien.

            -Yo... Yo supuse...

        -Tened cuidado con cómo me habláis, ese tono osado en demasía puede traeros problemas. Pero vayamos al grano: ¿qué suponíais, en tan mala hora?

         -Supuse que...

         -¡EN VOZ ALTA!-bramó Balduino.

         -SEÑOR, SUPUSE QUE EL FUGITIVO PODÍA HALLARSE AQUÍ...

        -¡AQUÍ!... ¿ES QUE TENGO ASPECTO DE PROTECTOR DE MALHECHORES? ANDAOS CON CUIDADO, ¡ORILLÁIS VUESTRA PROPIA DESGRACIA!

         -¡NO, NO, NO, SEÑOR!... ¡JAMÁS OSARÍA INSINUAR NADA SEMEJANTE, CREEDME! ¡PERO ES QUE NO SABÍA QUE VOS ESTARÍAIS A CARGO AQUÍ!

       -Un momento: ¿cómo que no sabíais?...-intervino malignamente Snarki-. ¡Si os lo dije yo mismo! ¿Es que no me entendisteis?...

        -¡YO... YO DEBÍA CERCIORARME! ¡NO PODÍA IMAGINAR QUE TAN ALTO SEÑOR...!

            -LO QUE EN VERDAD ES ELEVADO, Y EN DEMASÍA, ES VUESTRO TONO DE VOZ. ¡SED MÁS HUMILDE, O PAGARÉIS POR VUESTRA ARROGANCIA!

         Si el capitán no hablaba en voz alta, era un mariquita temeroso, muy poco digno de la profesión marcial. Si por el contrario hablaba en voz alta, era un soberbio, un insolente al que no se podía tolerar. 

        ¿Qué rayos quiere de mí este pelirrojo?, pensó atribulado el hombre. Es muy difícil conservar el valor si se está ante quien parece ser alguien de mucho poder y al que se ha hecho enfadar. Una persona culta hubiera medido mentalmente la distancia que separaba a Balduino del Rey al que tan lealmente aseguraba servir y que lo había investido de tanto poder,  y habría razonado que había tiempo de sobra para matar a Balduino diez o veinte veces y arreglar todo para que pareciese una muerte accidental. Pero sería toda una hazaña que aquel capitán supiese leer y escribir; pretender de él otra proeza intelectual habría sido excesivo, cosa habitual entre los soldados de extracción villana. Y los plebeyos tienden a humillarse ante quienes ostentan cierta dignidad aristocrática. Conjugadas ambas cosas en un audaz lance, daba la impresión de que, si a Balduino se le tocaba siquiera un cabello, el culpable no viviría para ver el siguiente amanecer.

         El capitán empezó de nuevo, intentando mesurar el volumen de su voz para que no sonara timorato ni arrogante:

          -Es que, señor, no podía saber que vos estabais a cargo aquí, en, en...

           -¿...en semejante ruina?-concluyó Balduino; y a la luz temblorosa de las antorchas, el capitán empalideció, pero una sonrisa fingidamente inocente afloraba al rostro de Balduino-. ¿Son ésas las palabras que buscáis? Bien, quienes servimos al Rey no desdeñamos los palacios, cuando nos lo ofrecen; pero si una misión nos exige acampar a la intemperie en el mismísimo Infierno, señor, exactamente eso hacemos; ¿o por qué creeis, si no, que gozamos de la confianza de Su Majestad? ¿Por qué, sino porque moriríamos mil veces por él? A los dieciséis años, yo ya estaba al mando de la guardia palaciega, tanto se confiaba en mi absoluta lealtad y devoción...

          Snarki lamentaba que Balduino no lo hubiera despachado. Le era difícil permanecer serio mientrras oía todas aquellas jactancias absurdas; pero el acabóse fue la cara del capitán, llena de bobalicona admiración ante el supuesto hito en lo que parecía una impresionante carrera militar por parte de Balduino. En ese momento no pudo ya Snarki mantener la compostura, pero había temido que algo parecido sucediera, y ya tenía preparada una frase para encubrir en verdadero motivo de la risa:

          -Creo, señor Cabellos de Fuego, que el capitán pensará muy bien la próxima vez en qué lugares revisar... No lo estáis haciendo pasar un buen momento...

         -No pretendo inquietar a nadie, sin embargo- "aclaró" descaradamente el pelirrojo-. Sólo quiero que cada uno de nosotros ocupe el lugar que le cuadra... No obstante-añadió, volviéndose de nuevo hacia el capitán-, entiendo perfectamente vuestra situación, y estoy más que dispuesto a ayudaros; porque no hacéis sino cumplir órdenes, como yo mismo-apoyó una mano en el hombro del capitán, con aire solidario y protector-. Los hombres comunes, por lo general, no tienen idea de la tremenda responsabilidad que cargamos sobre nuestros hombros, y nos odian porque ven como atropello lo que no es más que el cumplimiento del deber. Parecéis hombre de sobrados méritos en tal sentido: ¿los valora debidamente vuestro señor? Porque si no fuera así, yo mismo me encargaría de hablar en favor vuestro ante el Conde Erik.

            El capitán se relajó, feliz de que la amenaza de temporal desapareciera en lontananza.

          -Os lo agradezco, señor-contestó, sonriendo complacido-, pero afortunadamente mi señor aprecia los méritos que adivináis en mí y, de hecho, fui ascendido hace poco.

          -No adivino nada, os aquilato, que es diferente; pero ¿estáis seguro de que no podría hacer nada por vos? Os podría recomendar para que os encargarais de la custodia personal del Conde.

           -Ya la tengo a mi cargo, señor, gracias...

           -Bueno... No me sorprende. Creo que tengo el ojo entrenado para advertir el potencial de un hombre; y después de todo, tras tener a mi cargo la guardia palaciega, ¿qué más lógico que notar cuándo un hombre está hecho para obtener un puesto similar?

         -Oh, señor, honor que me hacéis... Yo protejo al Conde, un noble señor, sí, pero en fin, no es lo mismo que custodiar nada menos que al Rey.

          -Vuestra humildad os honra, pero no os excedáis. Me caéis bien... Creo que no me dijisteis vuestro nombre.

          -Amund Gregson a vuestro servicio, señor.

          -Por el contrario: Balduino de Rabenland al vuestro.

            Hubo un intercambio de sonrisas. La de Amund equivalía al meneo de rabo de un perro emocionado ante la aparición de un amo querido y temible, y que, condescendiente ante una barrabasada del animal, depusiera los palos a favor de los mimos. La de Balduino se veía espléndida, y no era del todo insincera, ya que estaba muy satisfecho de cómo marchaba el asunto, y ahora que tenía a Amund convenientemente mareado y a su merced, empezaba a sentir simpatía por él...


Palabras claves , , , ,
publicado por ekeledudu a las 15:43 · Sin comentarios  ·  Recomendar
 
Más sobre este tema ·  Participar
· CCXX
Comentarios (0) ·  Enviar comentario
Enviar comentario

Nombre:

E-Mail (no será publicado):

Sitio Web (opcional):

Recordar mis datos.
Escriba el código que visualiza en la imagen Escriba el código [Regenerar]:
Formato de texto permitido: <b>Negrita</b>, <i>Cursiva</i>, <u>Subrayado</u>,
<li>· Lista</li>
SOBRE MÍ
FOTO

Eduardo Esteban Ferreyra

Soy un escritor muy ambicioso en lo creativo, y de esa ambición nació EL SEÑOR CABELLOS DE FUEGO, novela fantástica en tres volúmenes bastante original, aunque no necesariamente bien escrita; eso deben decidirlo los lectores. El presente es el segundo volumen; al primero podrán acceder en el enlace EL SEÑOR CABELLOS DE FUEGO I: INICIO. Quedan invitados a sufrir esta singular ofensa a la literatura

» Ver perfil

CALENDARIO
Ver mes anterior Abril 2024 Ver mes siguiente
DOLUMAMIJUVISA
123456
78910111213
14151617181920
21222324252627
282930
BUSCADOR
Blog   Web
TÓPICOS
» General (270)
NUBE DE TAGS  [?]
SECCIONES
» Inicio
ENLACES
» EL SEÑOR CABELLOS DE FUEGO I: INICIO
FULLServices Network | Blog gratis | Privacidad