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¡Sorpréndeme!
EL SEÑOR CABELLOS DE FUEGO II
La segunda parte de la más extraña trilogía de la literatura fantástica, publicada por entregas.
04 de Abril, 2012    General

CLXXXVI

CLXXXVI

       A la mayor parte de la dotación de Vindsborg le era indiferente lo que estaba ocurriendo. y lo único que querían saber era cuándo podrían irse a dormir otra vez. Pero Anders, aunque somnoliento, estaba ya más intrigado; y Snarki, quien de todos modos se hallaba de guardia y observaba todo en primera fila, directamente se encontraba al borde de la locura en el infructuoso intento de entender cómo y para qué pasaba Balduino de la devolución de amenazas al intercambio de cumplidos.

          -Bien, Amund-dijo Balduino, estrechando los hombros del capitán en gesto de protectora camaradería-. Os diré qué vamos a hacer... Enviaréis a uno de vuestros hombres a registrar el interior de Vindsborg, y así quedará definitivamente demostrado que el fugitivo que buscáis no está aquí. Solo a la caballeriza no entrará hasta más tarde, y cuando lo haga, lo acompañaré; es por su propia seguridad.

         -No necesitáis demostrármelo, señor, creo en vuestra palabra.

        -Lo sé, pero podría no suceder lo mismo con vuestro señor el Conde. En cambio, así podréis decir a éste, sin mentir, que revisasteis aquí y no encontrasteis nada... Mientras tanto, os comentaré unas cuantas cosas, en confianza...

         -Será para mí un honor escuchar cualquier cosa que tengáis a bien decirme, señor.

         -Amund, seamos sinceros: los barones van y vienen, y los recientes sucesos son la mejor prueba. Mi red de informantes me había advertido desde hace tiempo que esto sucedería, por otra parte: sin duda habréis notado que ni siquiera os pregunto por la identidad del fugitivo al que buscáis. No necesito hacerlo. Había advertido a Arn que esto iba a ocurrir. Si él fue lo bastante tonto para no tomar sus precauciones, allá él; pues mis deberes son fundamentalmente hacia Dios y el Rey. Que en Thorhavok gobierne este Conde o aquel otro, sencillamente no me concierne. Sin embargo, vuestro caso es diferente. Vos podríais perder vuestro puesto y vuestra cabeza por mal cumplimiento de vuestras órdenes o por cumplirlas con excesivo celo. En tales condiciones, nada garantiza vuestra permanencia, no ya en vuestro vargo, sino en este mundo. Lo que ha sucedido ahora, no nos engañemos, no es más que el resultado de una vulgar lucha por el poder. A veces hay un bando bueno y un bando malo. No es éste el caso; de otro modo, la conciencia podría empujaros hacia el bando bueno. Pero no, en este caso hay un bando débil y un bando fuerte, y mañana, y esto es lo más preocupante, podría surgir un tercer bando todavía más fuerte... O el mismo bando débil de antes, revigorizado y con ansias de venganza. En estas condiciones, siempre conviene contar con un aliado poderoso, alguien que sea ajeno a tales luchas... Como yo. os doy mi palabra de Caballero, por lo tanto, de que en tanto no os involucréis en actos ruines como matar a indefensos o abusar de inocentes, tendréis mi protección mientras pueda brindárosla... Pero el caso es que deberé informar al Rey de todo esto y, lógicamente, lo que yo diga tendrá mucho peso en la opinión que del Conde Erik se forme Su Majestad. Ahora bien, dado que soy Caballero, para mí hay sólo una cosa realmente importante: ¿qué ha sido de la esposa y de las hijas de Arn? Esto no lo he podido averiguar y es un dato decisivo, porque deshacerse de un enemigo peligroso es una cosa, y lo que se haga con la familia del vencido, otra muy distinta.

        Amund vaciló un tanto antes de responder.

         -Señor, sabéis muchas cosas, y no estoy seguro de querer descubrir a través de qué vías obtuvisteis ese conocimiento...-comenzó.

         -Tampoco os lo diría. Hay muchas cosas que un hombre al servicio de Su Majestad debe mantener en reserva... pero continuad.

        -El caso es éste: la esposa y las hijas del señor Arn están sanas y salvas, al menos por el momento. Se encuentran en la Iglesia de San Juan Bautista.

         -Ajá-repuso Balduino, lacónicamente, rascándose el mentón.

        Esperó el regreso del soldado designado para revisar el interior de Vindsborg, y dijo: 

        -Ahora, a la caballeriza. Que vengan al menos dos o tres hombres más. Y yo os preceré. Entre otros peligros, hay allí un cerdo, un grifo y un caballo flumbrio, todos ellos muy... temperamentales, digamos. No os gustará véroslas con ellos.

             -¿Habéis dicho un grifo, señor?-preguntó el soldado.

          -Exactamente eso dije.

           Era un zoológico un tanto demasiado bien provisto, habida cuenta de que ya se había constatado la existencia de seis perros (la jauría estaba arriba, todavía durmiendo; se ve que, desde su punto de vista, no eran horas para fastidiar a perros decentes); pero que hubiera incluso un grifo, supuestamente imposible de domesticar, sonaba increíble.

         Concluido el examen de la caballeriza, los hombres testimoniaron a su capitán que no había nadie allí, fuera de los mentados animales. Desde sus mismas caras se los notaba todavía impresionados con Held, y el propio Amund recibió la confirmación con asombro. Balduino aprovechó la distracción que le brindó el asombro del capitán para acercarse a Thorvald.

          -Llévate arriba a los hombres, ármalos y estad preparados-le susurró-. Puede que se arme jaleo. Os necesito listos para pelear.

        Thorvald no pareció sorprendido ante la orden. Se llevó a todo el mundo arriba mientras Balduino llamaba aparte a Amund con un gesto de la mano.

          -Bien, Amund-dijo-: voy a tutearte, y tú harás lo mismo conmigo, y me llamarás Balduino; y seremos aliados, camaradas, amigos y hermanos... O enemigos mortales. Tú eliges.

         Amund sonrió.

          -Disculpad, señor, pero no entiendo la broma-dijo.

        Balduino meneó la cabeza.

        -Aparte de que te dije que me tutearas, esto no es ninguna broma, Amund. En absoluto-vio que la dotación de Vindsborg regresaba descendiendo las escalinatas: Ulvgang, Honney, los Björnson... Obviamente venían muy entusiasmados por la posibilidad de un inminente combate. Continuó entonces:-. En este mismo instante, mis hombres bajan a la playa listos para enfrentarse con los tuyos en lucha armada, si por desgracia fuera necesario. Caso de ocurrir así, no te quepa la menor duda de que los diezmaríamos. Nos hemos entrenado para luchar contra los Wurms, como bien sabes. En esas condiciones, tus guerreros no pueden ser huesos duros de roer para nosotros. Fíjate, ni armas traigo, y tampoco las necesito: las tuyas me bastan y sobran. Aprendí de los Kveisung todas las tretas de lucha que se te ocurran, y con ellas tengo más que suficiente para reducirte y desarmarte. Por lo tanto, te aconsejo mucho cuidado con lo que elijas hacer. Casi todo lo que te dije fueron mentiras de las que me sinceraré ahora, pero hay algo en lo que fui honesto como nunca en mi vida, y quiero que comprendas su alcance: esta misma noche, o mañana, si quieres, podrás registrar Kvissensborg y cerciorarte de que el señor Arn no está allí. Podrás también registrar freyrstrand, y sabrás que tampoco allí se esconde. Sin embargo, de que no esté intentando llegar hasta aquí ya no estoy tan seguro. De ser así, quizás lo encuentres y lo mates, y cortes su cabeza para enviársela al Conde Erik. Llegué a apreciar a Arn, su muerte me dolería; pero no te detendré. Cumplirás con tu deber, y si tienes éxito, me lo harás saber. Y a pesar de todo ello, podrás apelar a la protección que te ofrecí antes, a condición de que no incurras en ruindades, como te previne; pues empeñé en ello mi palabra de Caballero, que para mí es sagrada y que estimo más que mi propia vida. Que eso quede claro.

          Se hizo un silencio que, aunque breve, en la oscuridad pareció eterno y ominoso.

          -De hecho, es lo único que entiendo o creo entender de todo esto-respondió por fin Amund-. Algo en vuestra voz... en tu voz... me impulsa a confiar en ti. Pero quizás ya haya incurrido en ruindades.

          -En parte es cierto. Ya lo sé.

          -¿Lo sabes?... ¿Qué sabes?...

          -No eres un mercenario contratado para derrocar a Arn, sino directamente alguien que servía a éste y lo traicionó. Sin darte cuenta, lo sigues considerando tu señor, puesto que así lo llamas. Dicho sea de paso, ten cuidado con eso. Ese Erik es un usurpador, y como tal, castigará con dureza cualquier síntoma de añoranza del régimen que derrocó. Tenlo en cuenta.
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publicado por ekeledudu a las 14:27 · Sin comentarios  ·  Recomendar
 
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SOBRE MÍ
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Eduardo Esteban Ferreyra

Soy un escritor muy ambicioso en lo creativo, y de esa ambición nació EL SEÑOR CABELLOS DE FUEGO, novela fantástica en tres volúmenes bastante original, aunque no necesariamente bien escrita; eso deben decidirlo los lectores. El presente es el segundo volumen; al primero podrán acceder en el enlace EL SEÑOR CABELLOS DE FUEGO I: INICIO. Quedan invitados a sufrir esta singular ofensa a la literatura

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