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¡Sorpréndeme!
EL SEÑOR CABELLOS DE FUEGO II
La segunda parte de la más extraña trilogía de la literatura fantástica, publicada por entregas.
07 de Abril, 2012    General

CLXXXVII

CLXXXVII

       Amund lanzó un suspiro desazonado.

        -Tienes razón, tienes toda la razón del mundo-admitió-. Nos ofrecieron una buena suma por neutralizar a la escolta y liquidar al se... A Arn. Era tentador, pero creo que ayudó a decidirnos el temor a quedar enfrentados entre nosotros mismos. Unos estaban firmemente decididos a aceptar, y nos persuadieron a los demás a hacer otro tanto diciendo que, si los delatábamos, estaríamos traicionando muchos años de amistad, y que el Co... que Arn no valía ese sacrificio. Fue un argumento de muchos peso, porque amamos la camaradería, y al Con... a Arn, digo, le servíamos sólo porque era nuestro deber. No nos resultaba especialmente bueno ni especialmente malo...

          -Sí, eso lo imagino.

         -...e incluso nos consolábamos pensando que quizás el nuevo Conde resultara mejor que el otro. Nunca se nos ocurrió que pudiese ser peor. Eso acallaba nuestras conciencias.

         Balduino meneó la cabeza.

         -Qué ironía-comentó-. Unos cuantos de vosotros estáis ya obteniendo vuestro castigo por lo que hicisteis. Los que persuadieron al resto de tu grupo a la traición, murieron al consumar la misma; y tú quedaste en un papel más destacado del que desearías, aunque por otro lado, tal vez, te agrade haber llegado tan alto...

          -¿Y cómo sabes que los que nos convencieron a los demás están muertos?...-preguntó Amund, muy inquieto ante lo que no sabía si era sagacidad por parte del pelirrojo o estupidez y autodelación por su propio lado.

           -Porque sería lógico que, si aun vivieran, uno de ellos ocupara el puesto que finalmente te concedieron a ti. Ellos eran los ambiciosos, los que persuadieron al resto, y sin duda habrían intentado sacar la mayor tajada de la traición . Se ve que la escolta más leal de Arn ofreció una resistencia encarnizada, ¿eh?...

           -Sí, a ésos ni se habló de tentarlos para que se nos unieran. Creímos caerles por sorpresa, pero estaban listos para cualquier eventualidad. Murieron como valientes.

           -Ajá. Bueno, Amund, el caso es que todo esto, incluida tu deshonra, es cosa del pasado. No la juzgaré. La protección que te ofrezco es a condición de que en el futuro te abstengas de participar en villanías semejantes.

          -Olvídala... Tengo la impresión de que me será imposible no mezclarme en villanías siendo capitán de la guardia de nuestro nuevo Conde.

         -No tienes que seguir sus órdenes al pie de la letra u obedecerle con toda la presteza que él te exija.

         -Temería por mi pellejo si no lo hiciera. El señor Erik es un hombre nervioso e irascible.

          -Por supuesto, como todos los que se involucran en malandanzas y carecen de agallas para fingir la dignidad que no tienen, ¿no crees?

           -Puede ser, no sé. No puedo juzgarlo, ya que yo mismo me descubro mucho menos valiente de lo que creía.

           -Pues bueno es que lo descubras, porque sólo así tienes la posibilidad de modificar eso. Más tarde o más temprano, todo hombre debe enfrentarse a su propia conciencia. Ella es a veces el enemigo más implabable de todos... Un temor puede anular otros, Amund. Teme el día en que tengas que vértelas con tu propia conciencia, y entonces te preocuparán muy poco las represalias con las que te amenace el buen señor Erik.

          -Gracias, señor, lo recordaré.

          -Y dile que aquí no encontraste a Arn. No tienes por qué agregar que quizás venga aquí en busca de refugio; ¿de acuerdo?

          -Sí, sí, pero... ¿qué diré a mis hombres?

         -Oh, eres su jefe y no tienes por qué darles explicaciones acerca de nada. Ellos no han oído ni media palabra de nuestra pequeña conversación; lo último de lo que se han "enterado" es que estoy al servicio de Su Majestad. Y en realidad esto es cierto, puesto que la Orden del Viento Negro ya no está proscrita y defiendo Freyrstrande en nombre del Rey, pero sin las facultades extraordinarias que me atribuí. De cualquier modo, creen tener claro quién soy. Si te preguntaran algo, y luego de recalcarles sutilmente que no tienen derecho a interrogarte así, puedes responder tonterías y vaguedades y hacerles creer que cuentan con tu confianza y que, si supieras más, se lo dirías; así los halagarás y dejarán de husmear en asuntos que no les incumben. Harás bien ganándotelos de a poco, demostrando seguridad, valor, lealtad y cierto paternalismo,  aunque sea simulándolas, si no cuentas con esas cualidades. Ningún subordinado sigue a gusto a un líder indeciso y débil... Aténte a estos consejos, y todo estará bien.
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publicado por ekeledudu a las 13:03 · Sin comentarios  ·  Recomendar
 
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SOBRE MÍ
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Eduardo Esteban Ferreyra

Soy un escritor muy ambicioso en lo creativo, y de esa ambición nació EL SEÑOR CABELLOS DE FUEGO, novela fantástica en tres volúmenes bastante original, aunque no necesariamente bien escrita; eso deben decidirlo los lectores. El presente es el segundo volumen; al primero podrán acceder en el enlace EL SEÑOR CABELLOS DE FUEGO I: INICIO. Quedan invitados a sufrir esta singular ofensa a la literatura

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