CLXXXVII
Amund lanzó un suspiro desazonado.
-Tienes razón, tienes toda la razón del mundo-admitió-. Nos ofrecieron una buena suma por neutralizar a la escolta y liquidar al se... A Arn. Era tentador, pero creo que ayudó a decidirnos el temor a quedar enfrentados entre nosotros mismos. Unos estaban firmemente decididos a aceptar, y nos persuadieron a los demás a hacer otro tanto diciendo que, si los delatábamos, estaríamos traicionando muchos años de amistad, y que el Co... que Arn no valía ese sacrificio. Fue un argumento de muchos peso, porque amamos la camaradería, y al Con... a Arn, digo, le servíamos sólo porque era nuestro deber. No nos resultaba especialmente bueno ni especialmente malo...
-Sí, eso lo imagino.
-...e incluso nos consolábamos pensando que quizás el nuevo Conde resultara mejor que el otro. Nunca se nos ocurrió que pudiese ser peor. Eso acallaba nuestras conciencias.
Balduino meneó la cabeza.
-Qué ironía-comentó-. Unos cuantos de vosotros estáis ya obteniendo vuestro castigo por lo que hicisteis. Los que persuadieron al resto de tu grupo a la traición, murieron al consumar la misma; y tú quedaste en un papel más destacado del que desearías, aunque por otro lado, tal vez, te agrade haber llegado tan alto...
-¿Y cómo sabes que los que nos convencieron a los demás están muertos?...-preguntó Amund, muy inquieto ante lo que no sabía si era sagacidad por parte del pelirrojo o estupidez y autodelación por su propio lado.
-Porque sería lógico que, si aun vivieran, uno de ellos ocupara el puesto que finalmente te concedieron a ti. Ellos eran los ambiciosos, los que persuadieron al resto, y sin duda habrían intentado sacar la mayor tajada de la traición . Se ve que la escolta más leal de Arn ofreció una resistencia encarnizada, ¿eh?...
-Sí, a ésos ni se habló de tentarlos para que se nos unieran. Creímos caerles por sorpresa, pero estaban listos para cualquier eventualidad. Murieron como valientes.
-Ajá. Bueno, Amund, el caso es que todo esto, incluida tu deshonra, es cosa del pasado. No la juzgaré. La protección que te ofrezco es a condición de que en el futuro te abstengas de participar en villanías semejantes.
-Olvídala... Tengo la impresión de que me será imposible no mezclarme en villanías siendo capitán de la guardia de nuestro nuevo Conde.
-No tienes que seguir sus órdenes al pie de la letra u obedecerle con toda la presteza que él te exija.
-Temería por mi pellejo si no lo hiciera. El señor Erik es un hombre nervioso e irascible.
-Por supuesto, como todos los que se involucran en malandanzas y carecen de agallas para fingir la dignidad que no tienen, ¿no crees?
-Puede ser, no sé. No puedo juzgarlo, ya que yo mismo me descubro mucho menos valiente de lo que creía.
-Pues bueno es que lo descubras, porque sólo así tienes la posibilidad de modificar eso. Más tarde o más temprano, todo hombre debe enfrentarse a su propia conciencia. Ella es a veces el enemigo más implabable de todos... Un temor puede anular otros, Amund. Teme el día en que tengas que vértelas con tu propia conciencia, y entonces te preocuparán muy poco las represalias con las que te amenace el buen señor Erik.
-Gracias, señor, lo recordaré.
-Y dile que aquí no encontraste a Arn. No tienes por qué agregar que quizás venga aquí en busca de refugio; ¿de acuerdo?
-Sí, sí, pero... ¿qué diré a mis hombres?
-Oh, eres su jefe y no tienes por qué darles explicaciones acerca de nada. Ellos no han oído ni media palabra de nuestra pequeña conversación; lo último de lo que se han "enterado" es que estoy al servicio de Su Majestad. Y en realidad esto es cierto, puesto que la Orden del Viento Negro ya no está proscrita y defiendo Freyrstrande en nombre del Rey, pero sin las facultades extraordinarias que me atribuí. De cualquier modo, creen tener claro quién soy. Si te preguntaran algo, y luego de recalcarles sutilmente que no tienen derecho a interrogarte así, puedes responder tonterías y vaguedades y hacerles creer que cuentan con tu confianza y que, si supieras más, se lo dirías; así los halagarás y dejarán de husmear en asuntos que no les incumben. Harás bien ganándotelos de a poco, demostrando seguridad, valor, lealtad y cierto paternalismo, aunque sea simulándolas, si no cuentas con esas cualidades. Ningún subordinado sigue a gusto a un líder indeciso y débil... Aténte a estos consejos, y todo estará bien.