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¡Sorpréndeme!
EL SEÑOR CABELLOS DE FUEGO II
La segunda parte de la más extraña trilogía de la literatura fantástica, publicada por entregas.
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02 de Mayo, 2012    General

CXCI

CXCI

      Molestó a Erik que Balduino, cuando Anders se disponía a jurar, hiciera una alusión a la mujer y a las hijas de Arn, acotando que el juramento no sería válido si se había infligido a éstas algún daño físico o moral. Un Caballero no puede ser leal a quien, no pudiendo castigar a un enemigo, toma venganza en la esposa y la descendencia de éste.

      -Están sanas y salvas en la Iglesia de San Juan Bautista-aclaró Erik, de mala gana.

        -Perfecto, ya lo comprobaremos... Mientras tanto, adelante con el juramento.

       Pero Erik intentó varias veces alterar en provecho propio los términos impuestos por Anders para su juramento. No logró que Anders cediera; y al fin, rabioso, tuvo que resignarse.

      -Os invitaría a quedaros un rato más; pero creo que no sería apropiado-dijo, después de recibir el juramento de fidelidad-. Hay muchas posadas en Helmsberg, y os llevará vuestro tiempo decidir en cuál albergaros-y añadió, con una sonrisa venenosa:-. Podríais disfrutar de la hospitalidad del Conde de Thorshavok; pero, puesto que no sabéis quién es...

        Balduino sonrió como si le hubieran hecho el mayor de los honores. Al mirar de reojo a Anders, sin embargo, lo notó asombrado, indignado y ofendido, todo al mismo tiempo; y temió que se dirigiera a Erik con imprudente altivez. Sus temores tenían fundamento...

         -Quién es, no lo sé, en efecto-masculló el joven escudero-; pero sí sé que no es ninguno de los presentes.

        Mas tan emponzoñado venablo, que tal vez habría enfurecido a la fiera, no dio en el blando, puesto que Balduino, hablando al mismo tiempo que Anders y más alto que éste para ahogar lo que fuera que éste dijese, interpuso un escudo para que la fiera de marras siguiese gruñendo y nada más:

        -Me congratulo enormemente de que hayáis entendido la situación y nuestro punto de vista, señor. Nos vamos, pues, si nos autorizáis a ello-dijo.

         -Ni se me ocurriría reteneros...-replicó Erik, con agria sonrisa.

          Y Balduino y Anders hicieron sendas y leves inclinaciones y dieron media vuelta, musitando un adiós que no les fue correspondido. Lo malo fue que esta vez Hijo Mío, por olvido, hizo otro tanto; y Hansi, por imitación, también, lo que arruinó la bella impresión lograda al principio. Y mientras se retiraban tras Balduino y Anders, Emmanuel se acordó, llenándose de horror.

            -Enano-susurró a Hansi-, ¡olvidamos hincar rodilla en tierra!

         -¡Oh-oh!...-exclamó Hansi, consternado-. Bueno, ya metimos la pata. Parece que no se dio cuenta, huyamos antes de que lo note y nos castigue.

        Anders, que estaba en pie de guerra con Erik y había alcanzado a oír el último comentario, se volvió ligeramente hacia Hansi, y gruñó:

         -Como ese idiota se atreva a poneros siquiera un dedo encima, yo...

        -Bueno, bueno, Anders, nadie pondrá un dedo encima de nadie-cortó Balduino.

         Su tono era una prudente invitación a guardar silencio. Anders no tuvo inconvenientes en captarla, aunque sí para obedecerla. Tener que tragarse todas las barbaridades y palabrotas que pujaban por salir de su boca cual nauseabundo y repugnante vómito le era penoso, pero se aguantó como pudo hasta traspasar los límites de palacio. Ya encaramado sobre Slav, siempre con Hijo Mío en la grupa y cabalgando al paso junto a Balduino y Hansi montados sobre Svartwulk, dio rienda suelta a su verborrágico rencor:

          -...¡Y pretende que se lo reconozca como el verdadero Conde! ¿Pero no se le ha ocurrido, para empezar, comportarse como tal? Es un patán único. Fijaos, cómo será de legítimo que ni por un segundo se le ocurrió levantar del trono su cochino trasero, ¡temiendo sin duda que mientras tanto acuda otro a sentarse! Yo, en su lugar, habría dispuesto personalmente que se nos reservaran buenos aposentos, demostrando así que manejo el palacio como quiero, precisamente porque es mío, ¡pero qué va a ser suyo!... A Arn jamás se le habría ocurrido tratarnos así. ¿Y ese mequetrefe iba a animarse a tocar siquiera un cabello de Hansi o de Emmanuel?... ¡JA!... ¡Por sobre mi cadáver!

        -Por supuesto que Arn jamás nos trató así, Anders-admitió Balduino, suspirando cansado-, pero ten en cuenta que no hemos halagado a Erik con las bonitas palabras que sí dedicamos en su momento a Arn.

        -¡No le hace, no le hace!... Arn lleva la nobleza en la sangre. Este pánfilo, en cambio, es una caricatura. Hasta Oivind, Dios lo guarde, se habría visto más majestuoso en el trono que él. Además...

         -Anders-cortó Balduino. La gente escuchaba vocear a Anders y se volvía a mirarlos, pero eso al pelirrojo no le importaba; lo que quería era frenar aquella agobiante e interminable quejumbre-, Erik nos ha hecho un favor al no alojarnos en palacio, así al menos estaremos seguros de que no nos hará asesinar durante la noche. Por supuesto, otro más sutil nos haría seguir para acabar con nosotros en plena calle o en la posada donde hallemos albergue, así quedaría como que unos ladrones nos robaron y asesinaron, y él parecería ajeno a todo el asunto. Pero obviamente no es más que un niño caprichoso en formato adulto y con poder. De hecho, empiezo a pensar que, quizás, en este asunto él no sea más que un pelele. Por lo demás, lo mejor que podemos hacer es ignorar su descortesía y tratar de no ponernos a su altura. No necesitamos alojamiento en palacio: somos guerreros, y por lo tanto estamos acostumbrados a las privaciones. El blanducho es él. Y en palacio nos habríamos sentido como en una mazmorra, sobre todo por las ratas que lo habitan, comenzando por el propio Erik. Nosotros somos Caballeros; recordémoslo.

       -Hablando de privaciones, sospecho que de lo que deberemos privarnos esta noche será de techo-dijo Emmanuel-. Tal vez este Erik no intente hacer creer que hemos sido atacados por ladrones, pero tampoco precisa hacerlo: basta ver qué tarifas cobran algunos posaderos para comprender que son cualquier cosa, menos gente honesta... Si se me permite la humilde pregunta, ¿alguno de vosotros tiene dinero?

          -No lo necesitamos. Pagaremos nuestro alojamiento trabajando-replicó Balduino.

        -¿Trabajando?-preguntaron al unísono Anders, Hansi y Emmanuel, unidos los tres por un palpable horror.

         -Sí, trabajando, ¿qué hay con ello?-preguntó Balduino, como con extrañeza; pero se hacía el burro, porque sabía de sobra la respuesta.

        -Pues que estamos que nos caemos de cansancio, por si no lo notas...-replicó Anders con acritud e ironía-. Balduino: gracias a tu amigo Amund y su tropa de imbéciles, yo, anoche, perdí lo menos dos valiosas horas de sueño.

         -Como yo dormí tan espléndidamente...-ironizó Balduino.

         -¡Te despertaron igual que a todos, sí; pero quien tuvo que acompañarlos para que registraran Kvissensborg fui yo!

         -Bueno, Anders, a ver: ¿qué brillante idea tienes para encontrar albergue por una noche?... Porque te advierto que es éste el momento de decirla. Si no tienes ninguna, más vale que mandes de paseo esos lloriqueos que tan mal combinan con tu armadura, y nos persuadamos como podamos de que el descanso es para maricas, y no para machos como nosotros, que si nos acostamos para dormir, es sólo porque de noche no se ve nada, y así no es posible trabajar. En otras palabras... Seamos prácticos.

        Anders puso cara de suplicio.

        -Pero, ¿los posaderos no se honran de dar cobijo a Caballeros en sus establecimientos? ¿No nos hospedarían a cambio de nada, como no sea el honor de tenernos allí?-gimió.

      -Eso tiene que venir de ellos. Si tenemos la suerte de salvar a alguno de ser desvalijado por forajidos, o de poner orden en medio de una trifulca que amenace dejar su posada en ruinas, sin duda serán generosos con nosotros; pero si no, lo veo muy difícil, porque antaño muchos Caballeros, a quienes se recibía en las posadas con grandes honores, demostraban luego ser más forajidos que los mismísimos forajidos; y no pocas veces eran ellos mismos quienes, borrachos, dejaban en ruinas esas posadas.

         -Oh, ¡rayos!... ¡Cómo envidio a mi propio hijo, quien en este mismo momento debe estar durmiendo plácidamente en su cuna o en brazos de su madre!

         -Bueno, Anders-trató de calmarlo Balduino-, propongo dejar de lado los lamentos y recurrir, en busca de un sitio donde pasar la noche, a nuestra inteligencia. Un lugar muy caro no nos conviene porque, para cuando hubiéramos terminado de pagar una noche de hospedaje con nuestro trabajo, estaría rayando el alba. Tampoco una muy barata, porque entonces nos alojarían en un cuarto que se caería a pedazos y en compañía de pulgas, chinches y quién sabe qué otros simpáticos inquilinos de la misma calaña. Una no tan barata ni tan cara es justo lo que nos conviene.

        No en vano suele decirse que se es esclavo de las propias palabras y amo de los silencios... Ni imaginaba el pelirrojo cómo se lo crucificaría por tan imprudentes aunque lógicas deducciones...
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publicado por ekeledudu a las 16:35 · Sin comentarios  ·  Recomendar
 
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SOBRE MÍ
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Eduardo Esteban Ferreyra

Soy un escritor muy ambicioso en lo creativo, y de esa ambición nació EL SEÑOR CABELLOS DE FUEGO, novela fantástica en tres volúmenes bastante original, aunque no necesariamente bien escrita; eso deben decidirlo los lectores. El presente es el segundo volumen; al primero podrán acceder en el enlace EL SEÑOR CABELLOS DE FUEGO I: INICIO. Quedan invitados a sufrir esta singular ofensa a la literatura

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