CXCIII
La posada se llamaba Breidablik, como el palacio del antiguo dios del sol, Balder; pero su dueño nada tenía de divino o señorial y, a decir verdad, su traza era propiamente la de un verdugo: gigantesco, velludo, de brazos tremendamente musculosos. Ni su talla ni su aparentemente descomunal fuerza intimidaron a Balduino ni a Anders, pero sus pupilas, rebosantes de podredumbre espiritual, despertaron en ambos inmediata e idéntica aversión.
El posadero, por el contrario, pareció muy satisfecho con el aspecto de sus nuevos e inesperados huéspedes.
-Me llamo Gudhlek Hallmarson y soy el amo del Breidablik...-anunció pomposamente-. Como Thor.
El palacio de Thor era el Bilskirnir, no el Breidablik, pedazo de bestia, pensó Balduino. Reflexionó que quizás diera lo mismo, ya que Gudhlek no se parecía ni a Thor ni mucho menos a Balder; en todo caso, a un troll malvado, sucio y feo. Por lo demás, tildarlo de ganso debido a su supina ignorancia y soltura de lengua habría desatado airadas y lógicas protestas entre los mentados plumíferos; de modo que mejor calificarlo sólo como una vulgar bazofia.
-Necesitamos comida y albergue por una noche, lo mismo para nosotros que para nosotros que para nuestros caballos-dijo Balduino, echando al olvido el grueso error mitológico-, pero sólo podemos pagarlo con trabajo.
Gudhlek sonrió de forma desagradable, un gesto que a Balduino hizo recordar ciertos desdeñosos comentarios de Arn acerca de las clases villanas.
-Hay de sobra, hay de sobra...-respondió el posadero-. Podéis comenzar atendiendo vosotros mismos a vuestros caballos, en vista de que mi caballerizo ha huido.
-Y a todo esto... ¿Qué bicho le picó?-preguntó Anders.
-Sí, bueno, pero ¿por qué huyó?-insistió Anders.
-No importa, señor. Habréis de ganaros vuestro pan, y cuanto antes empecéis, antes terminaréis... Ocupaos de vuestros caballos y luego venid a verme, que os daré más trabajo.
Y así diciendo, Gudhlek entró en la posada, dejando a Hansi e Hijo Mío aterrados, a Anders indignado y a Balduino, pensativo.
-Al diablo... ¡Tiene que haber mejores posadas que ésta!-dijo Anders, rabioso-. Este bastardo nos trata como a enemigos. Vámonos, Balduino, busquemos otro lugar. Además, esa insólita fuga del caballerizo me huele mal.
-Pues son dos excelentes razones para quedarnos-contestó Balduino. Si el amo del Breidablik, igual que Thor, nos considera enemigos, le daría gusto vernos huir con el rabo entre las patas... Y por otra parte, la extraña fuga de su caballerizo merece ser investigada, ¿no crees?
-Lo que creo es que no deberíamos desviarnos del asunto que nos trajo a Helmberg, el cual ya ha concluido, salvo que ignoramos si Erik nos dijo la verdad en lo referente a la esposa y a los hijos de Arn-replicó Anders.
-De eso podemos encargarnos mañana. Mi prioridad ahora es la que dijo el posadero: empezar cuanto antes para terminar cuanto antes. No tienes que quedarte aquí, si no quieres: esperas a que Hansi me ayude a quitarme la armadura, y te buscas otra posada, llevándote a él y a Emmanuel. Pero yo sí me quedo, pues va en esto mi orgullo.
-Sabes que sin ti no me iré-gruñó Anders, decepcionado.
-Créeme que te lo agradezco. Ojalá haya un Cielo, aunque yo lo dude: irías a dar de cabeza en él. Ya sé que a veces soy un poco pesado.
-Oh, Balduino... ¡No te tires a menos de esa manera! ¿Por qué sólo un poco?-se burló Anders.