CXCIV
La verdad era que a Balduino le daba igual que hubiera caballerizo o que no lo hubiera: ¿qué podía importarle, si de todos modos la ferocidad de Svartwulk impedía que se le acercara cualquier otro que no fuera su amo? Anders, por supuesto, no tenía ese problema con Slav, pero igual le agradaba cuidar personalmente de su caballo. Lo malo era que después de esa faena vendrían quién sabía cuántas tareas más, y él estaba fatigado.
-Por cierto, Anders-dijo Balduino, mientras daban de comer a los caballos:-, hoy la cosa se te complicó un poco ante Erik, pero tengo que felicitarte, pues saliste airoso haciendo uso de tu cerebro y sin instrucciones previas.
-¡Ja!... ¿Oíste, mocoso?-exclamó Anders, volviéndose hacia Hansi-. ¡Ya te voy a enseñar yo a ser irónico como lo fuiste hace un rato con el tema de la idiotez!
-Yo sólo medité en voz alta sobre palabras que tú mismo pronunciaste, ¿qué hay de malo en ello?...-se defendió Hansi, con una expresión de pobre angelito y un tono de voz acorde, que habrían hecho llorar hasta a una estatua-. Y además, entonces dijiste medio idiota, sólo medio-pero aquí ya no pudo evitar sonreír-. No eras caso totalmente perdido.
-Sabandija, debería enseñarte a ser más respetuoso. Ya me armarán Caballero de verdad y entonces me guardarás la debida reverencia-gruñó Anders, adoptando un fingido tono amenazante.
-No estés tan seguro, Anders-objetó Balduino-. Sé de ciertos escuderos que ganan apuestas a los señores a quienes sirven y tienen el descaro adicional de bailotearles burlescamente alrededor-y cuando se acallaron las inevitables risitas, añadió-. A todo esto... Cuando nos retirábamos de palacio, ese comentario que hiciste acerca de que Erik no quería ponerse de pie por temor a que, mientras tanto, otro se sentara en el trono... ¿Lo hiciste por alguna razón en especial?
-Ninguna en absoluto, era sólo una broma. ¿Por qué me lo preguntas?
-Porque estoy seguro de que Erik no durará mucho en su trono, se siente demasiado inseguro en él. Es más, como creo haberte dicho antes, me da la sensación de que es una especie de pelele; que otro le llenó la cabeza de ansias de poder, orquestó la conspiración y permanece en las sombras, a la espera de que llegue su momento oportuno.
-¿Y cuándo sería ese momento, señor?-preguntó Hijo Mío, vivamente interesado.
-Preferentemente, cuando se anunciara oficialmente la muerte de Arn. Porque entonces este personaje emergería de las sombras y derrocaría a Erik, pero quedando ante los ojos de todo el mudno como el vengador de su primo, no como un segundo usurpador. Me parece que ésta sería la única explicación razonable para muchas cosas. Por ejemplo: ¿por qué habrían de apoyar los conspiradores a alguien tan insulso y poco carismático como Erik? Lamentable sería que él fuera el más talentoso del grupo. Por supuesto, el hecho de que todos fueran unos imbéciles podría explicar que confabularan tanto antes de decidirse a dar el golpe; pero me vuesta creer que entre la nobleza de Thorhavok la estupidez entusiasta se haya vuelto epidemia. Más bien sospecho que, o las cosas se les fueron complicando sobre la marcha, por ejemplo por no encontrar el adecuado idiota útil (el cual, por supuesto, terminaría siendo Erik), o bien el panorama, al verdadero líder de la conspiración, le era dificultoso de entrada por no querer que trascendiera su papel en la misma y buscar la forma de permanecer en las sombras. En otras palabras, los otros complotados podrían incluso ignorar quién es ese verdadero líder, que podría haber actuado desde cierta distancia. Pero sea cierto todo esto o no, lo incuestionable es que Erik duda de la lealtad de todo el mundo, y ése es el único punto en el que demuestra algo de inteligencia. No infunde respeto ni simpatía, no demuestra grandes dotes para el gobierno ni creo que disponga de ilimitadas riquezas con las que comprarse apoyos. Por ahora, el verdadero poder lo ejerce el consejero, quien permanece inamovible en su sitio aunque los condes vengan y vayan.
-Eso te iba a preguntar-dijo Anders-. ¿Cómo se llama el consejero?
-¿Y yo qué sé?... Consejero, ¿cómo quieres que se llame?, si estoy seguro de que nació a la diestra del trono, allí morirá y allí se lo sepultará. Todavía no gateaba, y seguro asesoraba ya al Conde de turno.
-Pues aunque opines que Consejero detenta el verdadero poder en Thorhavok, a mí me pareció bastante nervioso en cierto momento.
-¡Pues claro, hombre!... ¿Cómo no estarlo? Da la casualidad de que sólo sobre su cabeza no tiene autoridad alguna; del cuello para arriba, su persona está en manos del señor al que tenga el honor de servir, y en ese momento la hallaba poco firme sobre sus hombros. Por eso valió la pena apuntalarla un poco. No necesariamente por gratitud, mas sí por conveniencia propia, Consejero de ahora en más lo pensará mucho antes de hablar mal de nosotros a Erik, si tenía tal intención. Hablamos bien de él, así que ahora perjudicarnos a nosotros sería perjudicarse un poco él mismo. En realidad, una persona puede hablar bien de otra sin que esto sea recíproco, y por motivos válidos; pero en fin, una mente chata como la de Erik difícilmente lo entienda así. Y Consejero, que sin duda lo sabe y aprecia su cabeza, no arremeterá contra dos momentáneos aliados, no antes, al menos, de conseguirse otros. El miedo podría quizás impulsarlo a traicionarnos, pero esperemos que no necesite hacerlo; y en cualquier caso no podemos reprocharle esa falta de coraje, pues hasta un soldado como Amund Gregson resultó tamaño cagón, así que ¿por qué iba Consejero a ser más valiente? Pero en fin, ya habrá tiempo para ver si algo se nos pasa por alto. Terminemos aquí y vayamos a que el buen posadero nos dé más trabajo...
-¿Qué tal si hoy no cepillamos los caballos?-sugirió Anders en tono pedigüeño.
-Buena idea-aprobó Balduino; y como a esta frase siguió un resoplido de Svartwulk, agregó:-. Deja de refunfuñar, tirano de cuatro patas. Intenta ser más comprensivo, que así quizás algunos seres humanos, aunque más no sea por vergüenza, seguirán tan loable ejemplo...