Blog gratis
Reportar
Editar
¡Crea tu blog!
Compartir
¡Sorpréndeme!
EL SEÑOR CABELLOS DE FUEGO II
La segunda parte de la más extraña trilogía de la literatura fantástica, publicada por entregas.
« Blog
« CXCIX
11 de Junio, 2012    General

CXCVIII

CXCVIII

       -Descansa bien, Ljottur-susurró Balduino.

         Asombró a Anders que el pelirrojo llamara a Rattele por su verdadero nombre, no menos que la forma casi maternal en que lo arropó antes de acostarse él mismo. Había camas en la habitación, pero sólo dos. Emmanuel ocupaba una de ellas; Ljottur-Rattele y Hansi podían perfectamente compartir la otra. Sin embargo, Balduino había pedido a Hansi que durmiera en el suelo, a la diestra de él. Al chico, tal petición le había parecido un gran honor; pero Anders comprendió que, por alguna razón, Balduino no se fiaba de Ljottur-Rattele; sentimiento mutuo, por otra parte. Ljottur-Rattele no temía a Hansi ni a Emmanuel, y había llegado a captar que Anders no era más que un escudero, lo que adormecía cualquier temor que aquel pudiera inspirarle. Balduino, sin embargo, era un Caballero; a él sí le temía. Los Caballeros se llevaban a quienes se portaban mal, y jamás volvía a saberse de ellos. Lo había oído decir a Gudhlek durante años, y no se le quitaría semejante idea de la cabeza así nomás. Pero estaba demasiado fatigado para huir, de modo quese rendía de antemano a cualquier cosa que quisiera hacérsele, y le sorprendía verse, por una vez, objeto de tiernos cuidados en vez de castigos crueles.

         Esa noche, Anders no hizo preguntas; tanto él como Balduino estaban aún más cansados que Ljottur-Rattele, y además, tenían compañía. Pero al día siguiente, frescos y a solas ambos en la caballeriza, hablaron de todo lo que les quedaba pendiente. Por supuesto fue Anders, picado de nuevo por la curiosidad, quien inició el diálogo:

         -¿Puede saberse qué buscas?-preguntó; porque Balduino, efectivamente, parecía haber perdido algo, y lo buscaba ansiosamente a la luz de una antorcha.

         -Exactamente eso-gruñó Ballduino, señalando hacia un rincón.

          Anders estiró el cuello y observó, perplejo, lo que parecía un pequeño osario de pájaros de talla menuda, lagartijas, ratones y otros animales menudos.

         -¿Y eso?...-preguntó.

          -Rattele-respondió sombríamente Balduino.

         Y le contó del incidente del razón atravesado de lado a lado por una rama pequeña convertida en estada, ocurrido el día anterior.

          -No estaba del todo seguro de que él lo hubiese hecho, aun  cuando todo indicara que era obra suya-explicó-, pero Gudhlek dijo ayer que Rattele suele refugiarse aquí a menudo. Siendo esto cierto, si eso de matar cruelmente animalitos como éstos era un macabro hábito suyo y no un episodio aislado o algo de lo que él nada tenía que ver, aquí tenía que haber pruebas de ello. Y ahí están las pruebas... Lamentablemente.

         -¿Por eso ayer, al principio, preferiste no meterte entgre Gudhlek y él?

         -Exacto. Me decidí sólo porque Gudhlek es mucho peor que él, pero preferí dejar que tú te encargaras del asunto.

         Anders se llenó de indignación ante aquellas palabras.

        -¿Y no podías darme la orden, en vez de sólo mirarme con cara misteriosa, pedazo de bastardo?-protestó, furioso.

         -No, cretino, no podía-replicó Balduino, risueño-. Puesto que serás Caballero algún día, aprende desde ahora que un caballero no espera autorización de nadie para defender a quien lo necesite, o para ponerse del lado de la justicia; como mucho, más tarde se excusa ante quien corresponda por haber pasado por alto ciertas reglas protocolares, y en ocasiones ni eso. Así que vale más que vayas acostumbrándote a actuar por cuenta propia e incluso a desobedecer ciertas órdenes; por eso tardé en intervenir, y para entonces ya te encargabas tú del asunto, como era la idea. Por otra parte, ya que venías trinando de rabia contra el amable posadero, no iba a privarte del placer de molerlo a golpes, ¿verdad?

          -De acuerdo, gracias y disculpa. Pero dime: ¿qué haremos ahora con Rattele? Aquí no podemos dejarlo, quedaría a merced de Gudhlek, quien se vengaría en él de la paliza que le di anoche. Esperaba llevárnoslo con nosotros, pero, ahora que me entero de que cultiva este pasatiempo que debe resultarte particularmente odioso...

          -Y sin embargo, tendremos que llevárnoslo. A Ljottur-aclaró Balduino, tajante-; a Ljottur, que tiene miedo, que ha sufrido mucho a manos de Gudhlek y precisa de nuestra protección. En cuanto a Rattele, que se solaza en la cruel agonía de pobres animales que ningún daño le han hecho, por su bien será mejor que ni se le ocurra acompañarnos.

        Y a continuación expuso sus intenciones inmediatas. Antes de partir de regreso a Vindsborg, había que cerciorarse de que la esposa y las hijas de Arn se hallaran de verdad a salvo en la Iglesia de San Juan Bautista, como se les había asegurado.

          -Cuando lo hayamos hecho, nos vamos tan rápido como podamos-prosiguió-. Helmberg no nos será grata ni saludable mientras Erik sea Conde de Thorhavok. En San Juan Bautista dejaremos a Ljottur para que cuiden de él, hasta que pueda volver a buscarlo; en efecto, no tenemos suficientes monturas, de modo que retrasaría nuestra marcha si nos lo llevásemos ahora.

           -¿Temes que Erik trame algo contra nosotros? Parecía inspirarte tanto desdén ayer... Decías que no es más que un niño malcriado en versión adulta.

          -Sí, más o menos esa opinión me merece, pero incluso un niño tonto y caprichoso puede hacer bastante daño si se le da poder; de modo que, si nos mantenemos a prudente distancia de Erik, mejor. Es más, creo que, por las dudas, convendrá que sólo yo vaya con Ljottur a San Juan Bautista. La esposa y las hijas de Arn tal vez se hayan refugiado allí sólo por no tener otro lugar adonde ir; podría ser, también, que Erik, temiendo por la estabilidad de su corona, esté listo para hacerlas capturar en cuanto pongan un pie fuera de la iglesia, y luego usarlas de rehenes o cosas aun peores... Y siendo este último el caso, no verá con buenos ojos a quien se entreviste con ellas, como tengo intención de hacerlo. Puede que tenga apostados hombres armados o espías cerca de la iglesia. Si me hiciera arrestar, luego vendrían por ti, y te sería imposible escapar teniendo que cuidar también de Hansi e Hijo Mío, aunque este último se defiende aceptablemente parfa su edad. Por lo tanto, hay que evitar la lucha en tanto sea posible. Si vinieran por ti, no ofrezcas resistencia, finge no entender qué ocurre y deslígate de mi visita a San Juan Bautista. Cuando saquen el asunto a colación, dirás que en todo momento reprobaste mi entrevista con la esposa de Arn; y yo diré lo mismo. Si te preguntan, el motivo de tu reprobación era que temías desatar las iras de tu nuevo señor Erik; te parecía imprudente. No alegues lealtades de buen vasallo que, dada tu anterior conducta frente a él, serían increíbles. Por lo demás, calla tanto como puedas. 

         -De acuerdo... Y si quedo libre, intentaré rescatarte.

           -No, Anders, no tendrías posibilidades. Aun dejándote libre, con seguridad te estarían vigilando para ver cómo te portas, así que házles creer que te lavas las manos; que si fui tan tonto como para desoír tus advertencias y meterme de lleno en líos, ése es mi problema, no el tuyo... Y regresa a Vindsborg.

           -Balduino, por Dios, ¿me pides que te deje aquí, a merced de un enemigo?... ¡No podría hacer eso!

          -No se trata de que me abandones, Anders, sino de que te guíes por la cabeza y no por el corazón. Lo primero es poner a salvo a Hansi y adormecer al mismo tiempo la desconfianza que pudiera tenerte Erik; volviendo a Vindsborg sin alterarte lograrías ambas cosas. En Vindsborg, asesorado por Ulvgang y Thorvald, puedes urdir todos los  rescates que quieras, con la ventaja de que hay allí muchas caras que aquí no son conocidas y sobre las que, por lo tanto, no se impondría especial vigilancia si las vieran rondando cerca de la prisión donde me mantuvieran cautivo... Aunque algunas de esas caras desconocidas son más bien terroríficas, hay que admitirlo. Yo me las ingeniaría para mantener mi cabeza sobre los hombros hasta que me liberaran.

        -Sí, te las ingeniarías. Como siempre, tienes razón, compañero.

          -Y otra cosa, Anders: no te fíes de Gudhlek. De nadie, para ser más exactos, pero mucho menos de él. Es un mal bicho, me recuerda al tal Thorkill Rolfson. Si vinieran a arrestarte hombres de Erik, a él le encantaría aportar su granito de arena en venganza por la paliza que le diste anoche. Por lo tanto, si eso sucediera, intenta que los hombres de Erik vean las cosas como a ti te convenga: tú eres el señor de Kvissensborg, por tus venas corre sangre noble; ¿te creerán a tu, o a una escoria de baja extracción como ese patán de posadero?...Rebájalo, haz que cualquier acusación que formule en tu contra valga menos que mierda de asno.

        -Entendido, Balduino-accedió Anders.
Palabras claves , , , ,
publicado por ekeledudu a las 12:54 · Sin comentarios  ·  Recomendar
 
Más sobre este tema ·  Participar
· CCXX
Comentarios (0) ·  Enviar comentario
Enviar comentario

Nombre:

E-Mail (no será publicado):

Sitio Web (opcional):

Recordar mis datos.
Escriba el código que visualiza en la imagen Escriba el código [Regenerar]:
Formato de texto permitido: <b>Negrita</b>, <i>Cursiva</i>, <u>Subrayado</u>,
<li>· Lista</li>
SOBRE MÍ
FOTO

Eduardo Esteban Ferreyra

Soy un escritor muy ambicioso en lo creativo, y de esa ambición nació EL SEÑOR CABELLOS DE FUEGO, novela fantástica en tres volúmenes bastante original, aunque no necesariamente bien escrita; eso deben decidirlo los lectores. El presente es el segundo volumen; al primero podrán acceder en el enlace EL SEÑOR CABELLOS DE FUEGO I: INICIO. Quedan invitados a sufrir esta singular ofensa a la literatura

» Ver perfil

CALENDARIO
Ver mes anterior Mayo 2024 Ver mes siguiente
DOLUMAMIJUVISA
1234
567891011
12131415161718
19202122232425
262728293031
BUSCADOR
Blog   Web
TÓPICOS
» General (270)
NUBE DE TAGS  [?]
SECCIONES
» Inicio
ENLACES
» EL SEÑOR CABELLOS DE FUEGO I: INICIO
FULLServices Network | Blog gratis | Privacidad