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¡Sorpréndeme!
EL SEÑOR CABELLOS DE FUEGO II
La segunda parte de la más extraña trilogía de la literatura fantástica, publicada por entregas.
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16 de Septiembre, 2011    General

CXLIII

CXLIII

      Balduino entendió que el consejo de Thorvald era sensato; y mientras cabalgaba hacia casa de Gudrun y también luego, mientras encendía el hogar y esperaba en silencio el regreso de la dueña de casa, se presionó para seguirlo; pero su constricción al deber, que lo llamaba de regreso a Vindsborg a la mañana siguiente como mucho, tiraba en sentido contrario.

         Cuando Gudrun regresaba con sus ovejas, notó que Copito de Nieve parecía alocarse. De inmediato intuyó el motivo. Entreabrió la puerta y la pequeña oveja deforme entró en la cabaña mientras la joven iba a encerrar al resto de la majada en el redil. Por suerte las otras ovejas eran más tontas o menos sensitivas, y no captaron la presencia de Balduino.

          Por fin Gudrun consiguió liberarse de sus quehaceres de pastora, y entró en la cabaña. Desde la distancia advirtió que Balduino había alzado en brazos a Copito de Nieve, quien balaba de una forma extraña, inusual.

          -¡Qué animal éste!...-exclamó alegremente Gudrun, sonriendo-. ¿Cómo hará para notar cuándo vos...?

           Se interrumpió: había advertido de pronto que Balduino, abrazado a Copito de Nieve, lloraba convulsiva y silenciosamente. De inmediato, tras el primer momento de sorpresa, Gudrun se contagió de la aflicción de él, aun sin conocer la causa de la misma. Y es que debía tratarse de algo de verdad terrible: jamás antes lo había visto en ese estado.

         -Señor... ¿Qué os sucede?-preguntó.

          -Nada.

          -¿Lloráis como el Diluvio Universal, y a eso le llamáis nada, señor Cabellos de Fuego?... ¡Vamos!, que no soy tan tonta.

          -Te horrorizarías si te contara-dijo Balduino, nervioso y sombrío.

         Gudrun se le acercó, le quitó con suavidad a Copito de Nieve y le colocó una mano en el hombro, mirándolo a los ojos mientras bajo el brazo libre sostenía al animalito.

         -Asesiné a mi propio padre, señor Cabellos de Fuego-dijo-. ¿Qué podría ser más horrible que eso?

          -El asesinato de inocentes-murmuró Balduino; y como ella no entendió palabra, repitió la misma frase tres o cuatro veces en susurros-. ¡El asesinato de inocentes!...-exclamó por fin, horrorizado ante el descomedido volumen de su propia voz y preguntándose si alguien afuera lo habría oído.

            -¿Vos... asesino de inocentes? ¡Eso sí que no lo creo!... Ya me explicaréis qué queréis decir con eso, antes iré a llevar al redil a este animal malcriado.

        Nunca agradaba a Copito de Nieve que lo separaran de Balduino, pero aquella vez, menos que nunca. Daba la impresión de que el animalito, merced a algún don especial, intuyera que el pelirrojo estaba mal de ánimo, y quisiera estar allí para reconfortarlo. Pataleó con toda su energía, logró zafarse del brazo de Gudrun y volvió junto a Balduino, contra cuyas botas quedó refregándose en una actitud más propia de un gato doméstico que de una oveja.

         Gudrun resopló y observó la escena cruzada de brazos. Copito de Nieve estaba resultando ya excesivamente malcriado; pero por otra parte, los mimos que prodigaba a Balduino parecían sedar a éste.

          -Desisto-anunció la joven zagala-. Y ahora, hacedme la merced de aclarar vuestras anteriores palabras... En mi vida oí nada más absurdo.

         Balduino sentía a la vez renuencia y deseos de seguir hablando de lo que lo atormentaba; pero decidió que era mejor contarlo todo. Fue difícil, porque la vida en Freyrstrand era sencilla y tranquila, y ajena tanto a conflictos políticos como religiosos, y Gudrun constantemente tuvo que interrumpir con preguntas para entender de qué hablaba Balduino. No podía entender que los herejes, que adoraran a Dios, estuvieran enfrentados a la ortodoxia cristiana, que también adoraba a Dios, ni que ambos bandos se mataran entre ellos. Y ésa fue apenas una de tantas cuestiones que le costó comprender.

          -No entiendo-dijo de pronto, ante su enésima duda-. Vos hablasteis de alquimia otras veces, y me pareció oiros decir entonces que esa actividad demanda grandes cantidades de dinero.

        -Sí... ¿Y?

         -Pues que cuando habláis de herejes, dais la impresión, casi siempre, de hablar de gente pobre; así que, ¿cómo podrían personas así pagar lo necesario para esos extraños experimentos, si apenas tienen qué comer?

        Hablaba en términos toscos, primitivos -por ejemplo, pagar lo necesario para en vez de financiar- pero acababa de poner el dedo en un detalle fundamental y muy obvio que Balduino, con toda su cultura, había pasado por alto.

            Miró a Gudrun con expresión muy poco inteligente, reflejando sus sentires más íntimos, pues tenía la impresión de ser un gran asno. Días llevaba atormentándose ante la idea de que había defendido el bando equivocado, un bando que asesinaba niños con horrendas armas explosivas... Y ahora su novia, una campesina ignorante, venía a hacerle notar que eso no era posible sin grandes sumas de dinero que en el bando en cuestión no abundarían.

           -Pero es que... No entiendo-balbuceó.

         -¡Pues yo menos!-contestó Gudrun.

           -Gudrun... Tú no entiendes...

           -Qué novedad, ¡si eso es precisamente lo que acabo de deciros!

            -...Gabriel... Tú sabes, mi amigo Leproso... una vez dijo haber comprobado que los herejes fabricaban este tipo de armas. Yo en su momento no le creí...

         -Pues qué sabio de parte vuestra... ¿Qué tal si lo visitáis un día de éstos para aclarar cómo fueron en realidad las cosas?

          Sonaba más a orden que a propuesta o a invitación.

            -Sí, claro, lo haré-dijo Balduino, no del todo repuesto aún del hallazgo de su propia tontería-. Iré pasado mañana.

           -¿No mañana?

           -No; hay algo que quiero hacer antes.




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publicado por ekeledudu a las 13:39 · Sin comentarios  ·  Recomendar
 
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SOBRE MÍ
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Eduardo Esteban Ferreyra

Soy un escritor muy ambicioso en lo creativo, y de esa ambición nació EL SEÑOR CABELLOS DE FUEGO, novela fantástica en tres volúmenes bastante original, aunque no necesariamente bien escrita; eso deben decidirlo los lectores. El presente es el segundo volumen; al primero podrán acceder en el enlace EL SEÑOR CABELLOS DE FUEGO I: INICIO. Quedan invitados a sufrir esta singular ofensa a la literatura

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