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¡Sorpréndeme!
EL SEÑOR CABELLOS DE FUEGO II
La segunda parte de la más extraña trilogía de la literatura fantástica, publicada por entregas.
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19 de Septiembre, 2011    General

CXLIV

CXLIV

      Esa noche, no hicieron el amor después de cenar; la jornada de Gudrun al parecer había sido particularmente extenuante, pero el que de verdad estaba agotado era Balduino, quien llevaba cierto tiempo descansando mal. Sin embargo, se durmieron abrazados los dos, y Balduino lleno de planes para el día siguiente.

       Cuando de nuevo despuntó el alba, cada uno se fue por su lado. Faltando poco para el mediodía, Gudrun descubrió, muy contrariada, que había olvidado su bolsa con el almuerzo en su casa, hecho ciertamente llamativo, porque generalmente la dejaba ya preparada sobre la mesa  la noche anterior para tenerla a la vista y recordar llevarla. Pero aquella mañana no la había visto allí, ahora que lo pensaba. Distraída, debía haberla dejado en otra parte, porque de haberla preparado, estaba segura; lo que no entendía, era dónde podía haber quedado. Y ya desde muy temprano había empezado a crujirle el estómago, de modo que temía que el día se le haría largo hasta el regreso a casa y hasta poder comer algo.

      Cavilaba todavía sobre ello cuando vio aparecer a Balduino montado sobre Svartwulk. En una improvisada traílla arrastraba una presa de caza, el jabalí más inmenso que hubiera visto Gudrun en toda su vida. También traía un amasijo de leña menuda y algún tronco grande, ya que en aquella dehesa no abundaba la madera.

        -Qué bueno que fue un jabalí, ¿no?-preguntó sonriendo, mientras desmontaba-. No me gusta matar animales, pero a los ciervos, menos todavía. Al menos los jabalíes te miran como queriendo hacerte pedazos, lo que no los hace exactamente simpáticos. ¿Te gusta la carne de jabalí, querida?

         Era una pregunta innecesaria, porque a los pobres les gustaba cualquier cosa comestible que tuvieran a su alcance.

             -Me gusta-dijo de todos modos Gudrun-. De todos modos, estoy muerta de hambre, porque olvidé mi almuerzo en casa; así que ni aunque me repugnara lo desdeñaría.

          -Ah, sí... Tu almuerzo-Balduino sonrió extrañamente-. Sí, esteee... Me pareció ver la bolsa esta mañana. Vacía. Quién habrá sido el cretino que se levantó en medio de la noche y se comió el contenido, no me lo puedo imaginar; pero, sabes, aunque sólo era pan y queso... ¡Estaba delicioso!

             Gudrun tardó en reponerse de la sorpresa.

           -¿Así que os comisteis mi almuerzo?-preguntó, sonriendo.

           -No fue tu almuerzo, ¡fue mi segunda cena!

          -Pero señor Cabellos de Fuego, si os habíais quedado con hambre anoche, ¿por qué no me lo dijisteis?

          -No me quedé con hambre, me dio de nuevo en mitad de la noche, que es diferente.

         Copito de Nieve se había acercado a Balduino, pero más para hacer acto de presencia que otra cosa: al parecer, como lo había visto ya la noche anterior, no creía pertinente hacer el aspaviento habitual. Las otras ovejas se mostraron aún más indiferentes, siguiendo cada una en lo suyo. Balduino agradeció que por una vez lo dejaran en paz: estaba bastante cansado.

        -De todas maneras, no era necesario que cazarais nada-dijo Gudrun-. Si me lo hubieseis dicho, preparaba de nuevo la bolsa del almuerzo, eso es todo.

       -La intención de sorprenderte trayéndote un poco de carne fresca era anterior a mi ataque de hambre. Claro que después de arrasar con lo que iba a ser tu almuerzo, se volvió prioritario cazar cualquier cosa. La verdad es que en cierto momento me preocupé un poco: a veces la suerte no acompaña en la caza, y hay que volver con las manos vacías... Y parecía que éste iba a ser el caso, hasta que apareció este monstruo, no sé si decir por suerte o por desgracia: cargarlo en la traílla fue un trabajo de los mil diablos, pesa una barbaridad.

       Miró con desconsuelo el jabalí. Todavía estaba exhausto y dolorido por el esfuerzo de colocarlo en una traílla hecha a las apuradas, y que para colmo, por ello mismo, tendía a desarmarse. Ahora venía la segunda parte del suplicio. Lamentó no haber abatido más bien unas perdices o unos lagópodos.

       Viendo la cara de miseria de él, Gudrun bajó la cabeza para ocultar una sonrisa; pero aún en mayor secreto mantenía cuán conmovedores le resultaban gestos suyos como el de cazar para ella o ir todas las tardes a encender el fuego del hogar. No quería decírselo porque temía que, si le manifestaba su gratitud, él considerara logrado un objetivo, y dejara de obsequiarle esas atenciones.

         Pero al emerger de sus pensamientos, lo vio lidiando para bajar el jabalí de la traílla, sudoroso, exhaustoy gruñendo todo tipo de maldiciones. Soltó una risita y fue a ayudarle, y pronto también ella se encontró sudorosa, exhausta y gruñendo maldiciones.

      Ya habían acabado e intentaban recuperar el aliento, cuando a Gudrun la asaltó una duda de ésas que uno en el fondo vacila en sacarse de encima. Lo malo fue que así y todo, no se privó de expresarla en voz alta:

         -Ahora que lo pienso... ¿No hubiera sido más fácil simplemente, en vez de tanto forcejeo, desenganchar la traílla y despellejar y trozar al animal sobre ella?

        Balduino se llevó una mano a la cabeza, abriendo unos ojos enormes como bocas de caldero. Se sintió tan súbitamente imbécil que apenas pudo creerlo. Miró a Gudrun, y ambos rieron, aunque sólo por no llorar; y no terminaban todavía de reponerse del ataque de risa, que Balduino se le acercó y la abrazó, embargado por una felicidad que en ese momento no supo explicarse ni intentó analizar, y que sólo comprendería cuando, lejos de Freyrstrande, añorara a Gudrun y cada instantes vivido junto a ella.
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publicado por ekeledudu a las 11:44 · Sin comentarios  ·  Recomendar
 
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SOBRE MÍ
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Eduardo Esteban Ferreyra

Soy un escritor muy ambicioso en lo creativo, y de esa ambición nació EL SEÑOR CABELLOS DE FUEGO, novela fantástica en tres volúmenes bastante original, aunque no necesariamente bien escrita; eso deben decidirlo los lectores. El presente es el segundo volumen; al primero podrán acceder en el enlace EL SEÑOR CABELLOS DE FUEGO I: INICIO. Quedan invitados a sufrir esta singular ofensa a la literatura

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