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¡Sorpréndeme!
EL SEÑOR CABELLOS DE FUEGO II
La segunda parte de la más extraña trilogía de la literatura fantástica, publicada por entregas.
01 de Agosto, 2011    General

CXXXII

CXXXII

       Antes de que terminara el día se confirmó que también Ursula estaba al tanto del doble asesinato perpetrado por Kehlensneiter; éste, por su parte, llevó a Balduino hasta el punto, un tanto alejado de Vindsborg, adonde estaba enterrada la segunda cabeza, que Balduino exhumó y guardó en la herrería junto con la otra, fuera del alcance de los perros.

         Los Björnson protestaron indignados.

        -Señor Cabellos de Fuego...

        -...¡somos nosotros quienes tendremos que trabajar allí, en medio de ese tufo!

        -Será sólo hasta mañana, y luego orearemos y limpiaremos el piso-prometió Balduino-. Por cierto que no vendría mal hacer una limpieza general en ese batifondo donde trabajáis y donde sabe Dios cómo os la arregláis para encontrar nada.

         Y los gemelos, a quienes no gustó la sugerencia, al día siguiente se abstendrían de recordarle a Balduino, cuando éste la olvidara, su promesa de aseo.

        Más tarde, mientras llevaban a Svartwulk y Slav a las caballerizas, Balduino explicó a Anders que los únicos que serían castigados por su participación en el incidente serían los Jungene Kveisunger.

        -La verdad, fui tonto al no prever que esto ocurriría-admitió-. Ulvgang y Kehlensneiter tienen cuentas pendientes con los viejos guardias de Kvissensborg, y prácticamente se los puse a su merced.

        -Pero Balduino, no te entiendo, ¿no castigarás a Kehlensneiter y al resto de sus cómplices?-preguntó Anders, intrigado-. ¡Pasaron por encima de tu autoridad!

         -Anders, al principio yo califiqué todo esto de traición; pero eso no tiene sentido cuando hablamos de que antiguos piratas de lo más temibles, los cuales fueron el terror de los mares y podrían volver a serlo, me obedecen con increíble lealtad en casi todo, y sólo por una vez hicieron algo a mis espaldas. Imponerles castigos habría generado descontento, y eso es algo peligroso hablando de hombres que te obedecen sólo porque quieren hacerlo. Estamos rodeados de gente que podría perfectamente asesinarnos y escapar, y esto hay que tenerlo siempre presente para, sin estremecerse de miedo, saber cómo actuar. Analicemos en qué consistió esa desobediencia: un doble asesinato, pero ¿quiénes fueron las víctimas? ¿Kurt y Heidi? ¿Thomen y Thora?... No: dos ex guardias que aprovecharon su autoridad para torturar a un muchacho que ningún daño les había hecho y que encima era inocente. Si Kehlensneiter odiaba a esos dos más que a cualquier otro, debe haber sido porque eran de los que con más saña atormentaban a Tarian. No vale la pena, entonces, lamenta sus muertes, y mucho menos imponer castigos que puedan volverse en contra nuestra... Ahora revisemos la conducta de Kehlensneiter. Tras liquidar a esos dos, volvió a Vindsborg, pudiendo en cambio huir. Eso indica que, después de todo, se siente bien aquí, aunque más no sea por no tener otro lugar adonde ir, salvo las mazmorras, que abandonó de tan mala gana...

        -O a lo mejor planea liquidar al resto de los ex guardias exiliados en las islas...

        -No es mala deducción, Anders, pero vayamos por partes. En principio, Kehlensneiter  volvió porque se siente conforme aquí. Un detalle importante es que quería quedarse con las cabezas como trofeo. El mismo lo admitió hoy, cuando fuimos en busca de la que faltaba: preguntó si podía quedárselas.

         -¿Por eso las conservarás? ¿Para darle el gusto?

         -En parte. La verdad es que les tengo reservado cierto uso previo... Pero sigamos: no era necesario que Kehlensneiter nos lo dijera, es obvio que tenía la intención de quedarse con las cabezas como trofeo, porque si no, las habría dejado en la isla donde mató a esos dos. En cambio, las trajo aquí, pero a último momento optó por sepultarlas lejos; ¿por qué? Hay dos posibilidades. Una es la que ya has dicho; quería seguir asesinando ex guardias, y no podría hacerlo si delataba aquel primer doble homicidio. La segunda es que, simplemente, no haya querido que me enterase, porque entonces yo me habría visto en un dilema moral, si bien éste, en definitiva, no fue muy difícil de resolver ahora que se produjo pese a todo. Por lo mismo, para evitarme dilemas morales, Thorvald guardó silencio respecto al incidente. Para saber cuál de los dos motivos fue realmente el de Kehlensneiter, examinemos cómo se comportó hoy. Cuando confesó lo que había hecho, prácticamente me retaba a tratar de castigarlo por su crimen, a reprocharle su doble asesinato. Es obvio que no me teme en lo más mínimo. Ahora que todo salió a la luz, o más bien ahora que Geri lo desenterró, Kehlensneiter no encuentra motivos para fingir. Tal como me desafió a castigarlo, pudo también desafiarme a intentar detenerlo en sus eventuales planes para asesinar a los restantes ex guardias. Si no lo hizo es que, en principio, no tiene esa intención; pero a la vez no está muy seguro de que no vaya a hacerlo, pues, cuando dije que no quería que esto se repitiera, fue el único que no respondió, aparte de Adam. Todo esto es lo que indica la lógica... Pero, por desgracia, lo lógico no tiene necesariamente por qué ser válido para Kehlensneiter, si tenemos en cuenta lo que sabemos o creemos saber de él; de manera que más nos valdrá vigilarlo mejor en el futuro. Ahora bien, los Jungene Kveisunger carecen de excusas. Ellos fueron cómplices en este asunto, pero su lugar era exclusivamente a nuestro lado, pues para eso se les paga. Tal vez temieron represalias por parte de Kehlensneiter; sin embargo, si de eso se tratara, más les valdría confiar en mí y decírmelo a solas. Por otro lado, ellos eran marginales antes, y sin duda les debe incomodar hacer de soplones; pero que tengan presente que ya no son marginales sino guardias, soldados... Y en este momento, soldados descubiertos faltando a sus deberes. Así que ellos y sólo ellos serán castigados. Algo leve, para que su descontento no les meta ideas raras en la cabeza... Pero castigo al fin, y amenazas aún mayores.

         Y cuando al día siguiente los Jungene Kveisunger salieron de sus barracones para ir a trabajar, se encontraron con las dos cabezas cercenadas expuestas en picotas. Balduino los obligó a formar ante ellas y echó en cara su papel de cómplices de Kehlensneiter. Algunos defendieron entonces su inocencia, pero el pelirrojo respondió que, mientras el culpable no confesase, la culpa pesaría sobre el grupo entero. El castigo que les impuso, no cenar durante toda una semana, habría parecido irrisorio a quien no conociera bien a los Jungene Kveisunger, voraces adolescentes que al sentarse a cenar luego de las faenas cotidianas parecían más bien una nube de langostas arrasando con cuanto se les pusiera en su camino. Quedarse sin comer hasta el día siguiente les parecería la más cruel de las torturas.

         En su furibundo discurso, Balduino les repitió lo que había dicho a Anders: no se les pagaba para que hiciesen cosas a escondidas. Sin embargo, como las soldadas venían de Helmberg con retraso, prefirió no hacer mucho hincapié en ello. Sí recalcó, en cambio, que él y Anders mandaban allí por encima de cualquier otro y que, por lo tanto, más  les valía tratar con ellos cualquier problema o queja, y no a través de intermediarios o prestándose a complicidades.

         Cuando algunos de los muchachos objetaron el castigo, Balduino los oyó amablemente y respondió con claridad a sus preguntas, pero al final señaló fríamente las dos cabezas exhibidas en picota.

         -Volveré a confiar en vosotros, pero no os toleraré una segunda traición-dijo-. Los siguientes en ser decapitados seréis vosotros, la mitad al menos, si sobreviviera una nueva deslealtad comparable a ésta... No obstante, como por lo demás os habéis mostrado voluntariosos, trabajadores, valientes y constantes, salváis el pellejo esta vez.

         Quizás, hasta cierto punto, le habían hecho un favor. Algo que venía preocupando a Balduino era la posibilidad de que Hendryk, intimando tanto con los Jungene Kveisunger, lograra que éstos terminaran obedeciéndole ciegamente. En cuyo caso, Hendryk contaría ya con una posible y leal tripulación para hacerse reconocer capitán e intentar escaparse y seguir por su cuenta sus antiguas correrías piráticas. Ahora, tácitamente, el pelirrojo tenía oportunidades de dejar en claro a aquellos jóvenes que una alianza con los Kveisunger les sería nefasta o al menos dudosa: en aquel asunto, el propio Kehlensneiter acababa al parecer en excelentes términos con Balduino, y los únicos castigados eran ellos. Nadie venía a hablar en su defensa, y la sacaban tan barata sólo gracias a la magnanimidad de El Colorado, como a menudo llamaban a Balduino, en especial cuando se sentían reprendidos por él. Ahora quedaba claro quién mandaba allí, y lo pensarían mucho antes de volver a actuar indebidamente.

        Por lo demás, la hambruna de los Jungene Kveisunger duró menos de lo estipulado. Al cuarto día de haberles sido impuesto el castigo, Hendryk intercedió por ellos. Explicó a Balduino que la drástica reducción de las reacciones podría debilitar a los jungene Kveisunger, cuyo diario desgaste físico era obvio. La verdad era que se los veía rebosantes de salud todavía, y no parecía que tres días más fueran a modificar sustancialmente esa condición; pero tal vez no valiera la pena arriesgarse. Por otro lado, la relación entre Hendryk y los Jungene Kveisunger debía haberse enfriado bastante, lo que por supuesto era conveniente, pero no al punto de que Hendryk tuviera dificultades para hacerse obedecer en las tareas diarias.

         -El señor Hendryk Jurgenson vino a abogar por vosotros-dijo Balduino a los Jungene Kveisunger al día siguiente-. Poneos contentos: esta noche os reencontraréis con vuestra querida cena... Haceos merecedores de ella, tanto con él como conmigo-y los muchachos estallaron casi al unísono en una entusiasta ovación.

        Gusanos, algún solitario cuervo hambriento, la intemperie y la putrefacción irían blanqueando las calaveras de aquéllas, las más recientes víctimas de Kehlensneiter, hasta que por fin éste las bajó de su respectiva picota y se las llevó consigo.
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publicado por ekeledudu a las 18:03 · Sin comentarios  ·  Recomendar
 
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SOBRE MÍ
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Eduardo Esteban Ferreyra

Soy un escritor muy ambicioso en lo creativo, y de esa ambición nació EL SEÑOR CABELLOS DE FUEGO, novela fantástica en tres volúmenes bastante original, aunque no necesariamente bien escrita; eso deben decidirlo los lectores. El presente es el segundo volumen; al primero podrán acceder en el enlace EL SEÑOR CABELLOS DE FUEGO I: INICIO. Quedan invitados a sufrir esta singular ofensa a la literatura

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