III: DE CÓMO VARIOS SECRETOS QUEDARON AL DESCUBIERTO
Con Miguel de Orimor fuera de combate, alguien debía reemplazarlo en la misión de acabar con los Caballeros del Viento Negro, y él mismo eligió a quien le pareció más indicado, antes de retirarse a sus heredades para recibir atención médica y descansar. Recelando como ahora recelaba de todo y de todos, decidió confiar en Diego de Cernes Mortes, Gran Maestre de los Caballeros Custodios de la Doble Rosa, de la que él mismo formaba parte. Militarmente lo consideraba un tanto mediocre, ya que combatiendo a los advenedizos se había mostrado sumamente ineficaz; pero creía que con la información que él le brindara, lograría llevar a cabo sus propósitos. Además, era el único de cuyas intenciones no desconfiaba... y de quien más debió desconfiar.
En efecto, Diego de Cernes Mortes no resultaba ineficaz luchando contra las huestes del Viento Negro por impericia o imbecilidad de su parte, sino porque estaba aliado a ellas en secreto. Decepcionado de la Orden a la que pertenecía, en el Monte Desolación había ayudado a los Caballeros del Viento Negro fingiendo combatirlos, ya que consideraba que ellos más que nadie honraban los ideales caballerescos. Llegado al sumo Maestrazgo, logró protegerlos más fácilmente, hasta la aparición de Miguel de Orimor en la escena. es casi seguro que éste, al principio, sospechó también de Diego de Cernes Mortes; pero el Gran Maestre no hacía confidencias a nadie sino a su sobrino Maximiliano, ni tenía más cómplices que éste dentro de la Orden que dirigía, por lo que era muy difícil probar algo en su contra.
Por lo tanto, el Toro Bramador de Vultalia compartió con Diego de Cernes Mortes la información reunida hasta el momento por sus espías. El Gran Maestre se horrorizó al tomar conciencia de cuán lejos habían llegado las indagaciones de Miguel de Orimor, que incluían el hallazgo de irregularidades en las pesquisas de las Milicias de San Leonardo y la seguridad de que esta Orden contaba entre sus filas con traidores que colaboraban con los proscritos del Viento Negro. Con lo que se acercaba peligrosamente a la verdad: las Milicias en pleno apoyaban a los forajidos, fingiendo combatirlos.
Diego de Cernes Mortes ya había demostrado, en una ocasión, que sus escrúpulos tenían límites, al hacer ejecutar bajo falsos cargos (aunque para salvar otras vidas, en su opinión, más dignas de ser salvadas) a quien lo había precedido en el Maestrazgo, federico de Cernes Mortes. Tal vez ahora se preguntara si desembarazándose de Miguel de orimor lograría salvar del desastre a la Orden del Viento Negro, o si sólo estaría dando a ésta algo más de tiempo antes de un inexorable fin y, en este último caso, hasta qué punto valía la pena recurrir al asesinato para posponer una inevitable ruina. Pero antes de llegar a una decisión, recibió un mensaje que hizo que los hechos tomaran un giro inesperado.
El mensaje provenía de Andrusia, la región más septentrional del Reino, bañada por el Mar de Nerdel. Más precisamente, venía de Ramtala, uno de los puertos más importantes de esa región, y lo enviaba Thorstein Eyjolvson. Este era un segundón de la nobleza del Condado de Ulvergard y, a sus treinta y pico de años, parecía un pelmazo inmaduro incapaz de sentar cabeza. Sin embargo, tal imagen era una simple máscara que ocultaba una identidad secreta, la del gran Maestre del Viento Negro, que Miguel de Orimor había intentado descubrir, poniéndose frenético en el intento. Eyjolvosn vivía muy apartado del radio de acción de la Orden que lideraba, pero su imagen de tarambana le permitía vagabundear de aquí para llá sin despertar sospechas y, como quien no quiere la cosa, cada tanto se acercaba al centro del Reino y evaluaba y daba instrucciones a su hueste a trav´´es de sus oficiales. El y Diego de Cernes Mortes se conocían desde la época del Monte Desolación y, desde entonces, mantenían una doble correspondencia, una a través del correo de postas y otra mucho más secreta y cautelosa usando sus propios mensajeros.
En este caso la misiva había sido enviada por el correo de postas, por lo que no traía nada que comprometiera al portador, remitente o destinatario; pero igual Diego de Cernes Mortes quedó intrigado por su contenido. Era una petición de ayuda para defender Andrusia Occidental de las correrías de los piratas Kveisung, que una vez más fustigaban las costas del continente desde sus reductos del gran archipiélago que se extendía a lo largo del Mar de Nerdel, las Islas Andrusias. Años atrás, aquellos piratas habían unido fuerzas bajo el mando del temible Ulvgang Urlson, apodado Sundeneschrackt ("el Terror de los Estrechos"), quien dejó en los puertos andrusianos imborrables y espeluznantes recuerdos, llegando incluso a saquear la poderosa Drakenstadt. Pero incluso entonces los príncipes de Andrusia se las arreglaron solos, sin requerir refuerzos como los que ahora solicitaba Eyjolvson. Así que Diego de Cernes Mortes concluyó que tal petición era un subterfugio para alejar del centro del Reino a los Caballeros de la Doble Rosa y conceder así un respiro a las huestes del Viento Negro. No era muy de su agrado movilizar fuerzas hacia el Norte sin necesidad real y sólo por una simple mascarada pero, aun así, lo hizo y muy de prisa.
En enero de 958 un contingente de Caballeros de la Doble Rosa comandados por Diego de Cernes Mortes llegó a Ramtala. Diego se entrevistó inmediatamente con Thorstein Eyjolvson, entrevista de la que salió pálido y adusto. Luego de la misma reunió a sus tropas y admitió ante ellas su duplicidad en el asunto de los Caballeros del Viento Negro; y un estupor indignado y furioso recorrió las filas de la Doble Rosa ante tal confesión. Sintiéndose traicionados, reprocharon a su Gran Maestre haberlos traído hacia el Norte para alejarlos de los advenedizos, sus enemigos.
Con mucha valentía y dignidad, Diego de Cernes Mortes aceptó las acusaciones, pero pidió a sus tropas que reservaran reproches y represalias para más adelante, ya que el Reino se hallaba en tan grave riesgo, que ahora las dos Ordenes enemigas, la del Viento Negro y la de la Doble Rosa, deberían trabajar juntas para combatirlo. Los piratas Kveisung habían sucumbido aplastados por unos enemigos mucho más peligrosos, que ahora amenazaban las costas del continente: una horrenda raza de dragones invasores, los Wurms.