Blog gratis
Reportar
Editar
¡Crea tu blog!
Compartir
¡Sorpréndeme!
EL SEÑOR CABELLOS DE FUEGO II
La segunda parte de la más extraña trilogía de la literatura fantástica, publicada por entregas.
« Blog
« IV
20 de Septiembre, 2010    General

III

III

      -Aquí es, señor-dijo Hildi, llegada ante la puerta de los aposentos que destinaría a Bruno y  Wilfred-. Si necesitarais algo, hacédmelo saber. Estoy a vuestro servicio.

      Era una moza rústica, sencilla pero bien formada, y de rasgos delicados. Bruno la miró a los ojos.

      -Eres muy gentil-contestó-. Placería a mi esposa saber que se me hace objeto de tantos cuidados.

      El comentario fue como una bofetada, no sólo para Hildi, sino también para el propio Bruno. Esa noche se sentía mal, miserablemente solo. De buena gana habría aceptado la compañía de una mujer; pero aborrecía al mismo tiempo la idea de la deslealtad conyugal. Un matrimonio es un matrimonio, aun uno de conveniencias; y Bruno se sentía obligado a honrar el suyo. Pero tomó la mano de Hildi con refinada galantería y la besó, como en homenaje a la hermosura de la doncella o a aquello tan dulce que habría podido ocurrir entre los dos y que no debía ser.

      Hildi se retiró, cabizbaja y triste y, tal vez, preocupada, acaso preguntándose si tenía obligación de bajar de nuevo a atender a los hombres groseros y desagradables que abajo esperaban su cena. Decidió que no, y se encerró en otra habitación.

      En cuanto a Bruno y Wilfred, se encerraron en sus aposentos sin examinarlos siquiera. Durante un rato permanecieron en silencio, pensativos.

      Hacía dos años, desde los diecinueve, que Bruno estaba casado, en cumplimiento de un contrato matrimonial zanjado por su padre, en ese entonces todavía vivo. Hasta los últimos días previos a su boda, había llevado una existencia de libertino. Con gusto habría continuado con esa vida, pero su padre le habló claro: no entraría en posesión de su parte de la herencia si no se casaba y sentaba cabeza. Bruno no era particularmente interesado, pero un noble sin al menos un palmo de tierra puede ser un inútil total. Además, su padre le había hecho ver que la adolescencia no era eterna, que cada etapa de la vida tiene principio y fin, y que las personas se ven ridículas tratando de estirar alguna de esas etapas más allá de lo admisible. Bruno se imaginó en un futuro todavía lejano, en el repugnante papel de viejo verde, rugoso, desdentado y con grotescas pretensiones de seductor. No sin pena, comprendió que era momento de dejar atrás su adolescencia y se casó, como su padre quería.

      No sentía verdadero afecto por su esposa, pero al menos ésta no era fea, por lo que no tenía problemas en cumplir con sus deberes conyugales, ni en ser un marido fiel. Pero a partir de su matrimonio -advertía ahora- se había empezado a distanciar de sus amigos, en cuyas parrandas ya no los acompañaba. Fue entonces que comenzó a notar los defectos de ellos, o tal vez éstos se agrandaron en ese preciso momento. En presencia de un hijo y hermano de duques, después de todo, uno se fuerza a dominarse; en su ausencia, tal vez se permita deslices cada vez menos inocentes... Total, un amigo nuestro, hijo y hermano de duques, tapará cualquier escándalo que pueda sobrevenir. Bien se dice que ojos que no ven, corazón que no siente... Y este amigo nuestro, que no vio lo que sucedió, creerá -por supuesto- la versión que nosotros le demos.

       El problema es que la credulidad y la idiotez no duran para siempre; que la inocencia de un amigo en un asunto dudoso no se cuestiona si se trata de un incidente aislado, pero termina bajo sospecha si esto se repite una y otra vez. Quienes valoren el honor y la integridad, seguirán aceptando como válida la palabra de un amigo, incluso cuando todas las pruebas apunten en sentido contrario, porque para ellos la propia palabra es más preciosa que el oro. Pero en algún momento esa confianza, ingenua e inmerecida aunque noble, pasa a ser imbecilidad total. Y recién ahora admitía Bruno hasta qué punto había sido imbécil. Recordando qué asuntos había apañado, relativizado o tomado por calumnias e infundios, se preguntaba, en un escalofrío de horror y sin curiosidad, de cuántas fechorías de sus amigos era ignorante aún.

      Si no se hubiera casado, seguiría siendo un frívolo botarate. Ahora se había convertido en alguien mucho más valioso, pero sin amigos. Y por si ello fuera poco, acababa de renunciar a la compañía de la primera mujer que lo atraía, no sólo en plano sexual, sino a otro nivel más elevado y puro. Era injusto, si se lo pensaba un poco; pero algo que una buena persona no debe esperar en esta vida es justicia y ausencia de complicaciones.

      -Seguiré adelante sin mis amigos-dijo a su escudero, que lo ayudaba en ese momento a despojarse de su armadura.

      -¿No os acompañarán?-preguntó Wilfred, sin asombro.

      -No. Y tú, si quieres, puedes volver. Habrá mucho peligro, y no me gustaría perder a la única persona, salvo mi hermano, de cuyo afecto y lealtad puedo estar seguro. Drakenstadt está a un día de distancia, quizás menos; y una vez allá, encontraré alguien que me ayude en aquello para lo que no pueda valerme solo.

      -Os lo agradezco, señor, pero no podría retroceder sin vos-contestó Wilfred.

      Por un momento, Bruno se sintió conmovido por la fidelidad a ultranza de Wilfred, pero el sentimiento de haber sido víctima de traición por parte de sus amigos era muy fuerte, y lo obligó a relativizar sus emociones. Hoy, Wilfred le era incondicionalmente fiel, por motivos que sólo él conocía; mañana... quién sabía.

     No podía imaginar, por supuesto, los alcances y las razones de la lealtad de Wilfred, un hombrecillo feo y con sensación de insignificancia que veía en su joven amo la imagen de aquello que él mismo habría anhelado ser. Wilfred tampoco iba a decírselo, un poco porque su propia sensación de insignificancia parecía agigantarse al ser puesta en evidencia, como se avergüenza más alguien de su desnudez si se descubre rodeado de un nutrido público de mirones, y otro poco porque confesarlo podía ser perjudicial para el propio Bruno. Debe haber pocas cosas tan feas como el hombre que descubre hasta qué punto tiene enormes motivos para envanecerse.

Palabras claves , , , ,
publicado por ekeledudu a las 13:39 · Sin comentarios  ·  Recomendar
 
Más sobre este tema ·  Participar
· CCXX
Comentarios (0) ·  Enviar comentario
Enviar comentario

Nombre:

E-Mail (no será publicado):

Sitio Web (opcional):

Recordar mis datos.
Escriba el código que visualiza en la imagen Escriba el código [Regenerar]:
Formato de texto permitido: <b>Negrita</b>, <i>Cursiva</i>, <u>Subrayado</u>,
<li>· Lista</li>
SOBRE MÍ
FOTO

Eduardo Esteban Ferreyra

Soy un escritor muy ambicioso en lo creativo, y de esa ambición nació EL SEÑOR CABELLOS DE FUEGO, novela fantástica en tres volúmenes bastante original, aunque no necesariamente bien escrita; eso deben decidirlo los lectores. El presente es el segundo volumen; al primero podrán acceder en el enlace EL SEÑOR CABELLOS DE FUEGO I: INICIO. Quedan invitados a sufrir esta singular ofensa a la literatura

» Ver perfil

CALENDARIO
Ver mes anterior Febrero 2025 Ver mes siguiente
DOLUMAMIJUVISA
1
2345678
9101112131415
16171819202122
232425262728
BUSCADOR
Blog   Web
TÓPICOS
» General (270)
NUBE DE TAGS  [?]
SECCIONES
» Inicio
ENLACES
» EL SEÑOR CABELLOS DE FUEGO I: INICIO
FULLServices Network | Blog gratis | Privacidad