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EL SEÑOR CABELLOS DE FUEGO II
La segunda parte de la más extraña trilogía de la literatura fantástica, publicada por entregas.
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07 de Septiembre, 2010    General

IX

IX: ACERCA DE GUDRUN HEIMRIKSDUTTER


      Se acepta comúnmente que la Orden del Viento Negro, en su época de clandestinidad, inducía a sus mílites a la abstinencia sexual y hasta que hacía la vista gorda a deslices homosexuales entre ellos por temor a que yaciendo en el lecho con mujeres de procedencia desconocida traicionaran los secretos y el sigilo de la Orden ante alguna espía contratada por enemigos. De cualquier forma, durante los primeros veinte años de su vida, Balduino mostró apatía por el sexo, como por casi cualquier otro asunto que no guardara relación con su obsesiva meta de llegar a ser un guerrero famoso y reverenciado por las masas. Cuando en Freyrstrande esa meta pareció esfumarse, y desaparecidas las restricciones sexuales impuestas pro la Orden del Viento Negro, anheló por primera vez la compañía de una mujer, y se sintió atraído por una joven pastora llamada Gudrun Heimriksdutter. En el mejor de los casos, no era bonita; pero si bien tampoco había mucho para elegir, el temperamento de ella parece haber fascinado a Balduino, al punto de que, cuando logró ganársela, ya no quiso ninguna otra mujer. Ella fue quien lo apodó Brunshaarn, término difícil de traducir exactamente pero que, por aproximación, significaría Cabellos de Fuego (en realidad, el vocablo Brun, en Bersik, remite a la idea del resplandor rojizo despedido por cualquier fuego hecho a propósito para proporcionar calor y, en un sentido metafórico, a la Esperanza).

      Gudrun en modo alguno era una novia complaciente, sino una joven enérgica que sabía lo que quería, pero a comienzos del año 958, cuando Balduino llegó a Freyrstrande, atravesaba una crisis emocional a raíz de la muerte de su madre, y por primera vez en su vida se sintió necesitada de la compañía protectora de un hombre. Asombra, por lo tanto, que luego de la Batalla de Freyrstrande -lejana todavía en el momento en que se incia esta segunda parte de nuestra historia-, Gudrun aceptara la partida de Balduino con tanta tranquilidad, como es extraño también que una joven con tanto carácter soportara durante años el brutal trato de que su madre era objeto por parte de su padre. Según Hansi Friedrikson, éste, luego de años de estar en el hogar sólo a medias, ausent´´andose durante meses y regresando cada tanto sin otro propósito, al parecer, que el de atormentar a su esposa frente a la mirada angustiosa de la hija, desapareció por último durante una fuerte nevada, y nunca más se lo volvió a ver. Pero hay una incoherencia en el relato de Hansi: el insólito número de diversos testigos que presenció la partida de Heimrik, el padre de Gudrun. ¿Qué hacían cinco personas fuera de sus casas a tan altas horas de la noche y con semejante tormenta de nieve?

      Para explicarlo, durante tiempo se supuso que estas cinco personas habían acudido en defensa de la madre de Gudrun, maltratada nuevamente por su esposo: los alaridos de la desdichada mujer los habrían atraído en su ayuda. Pero en 1990 Stephenson demostró lo descabellado de tal suposición. En primer lugar, el cronista habría mencionado el hecho de haber sucedido. En segundo, los aldeanos de Freyrstrand vivían tan distantes entre sí, que no habrían podido oir a la sufrida mujer, y menosaún con una tormenta de nieve fustigando la región. Y en tercer lugar, si nunca antes habían intervenido cuando tenían lugar esas palizas (sin duda por enterarse demasiado tarde), ¿por qué precisamente lo harían esa noche? Stephenson sugirió entonces la posibilidad de que Heimrik hubiera sido asesinado por su esposa o más bien por su enérgica hija, ya harta y demasiado crecida para seguir tolerando tales escenas de violencia familiar sin tratar de impedirlas. El cadáver habría sido arrojado al pozo que, de acuerdo con un lacónico y enigmático Hansi Friedrikson, "estaba envenenado"  (sin que explique la causa o el autor de tal envenenamiento, y en sospechosa contradicción con otro párrafo en el que comenta que "se había secado"), motivo por el cual Balduino excavó otro. El homicidio, según Stephenson, habría sido vox populi en Freyrstrand, pero nadie habría querido que se procesara a Gudrun por ello, siendo muy comprensivos al respecto. Para encubrirlo, Hansi habría inventado la desaparición de Heimrik durante una tormenta de nieve, como también los supuestos testigos de la misma.

      La cosa no pasó de ser una teoría hasta que, en agosto de 2003, una excavación edilicia en Freyrstrand sacó a relucir los restos de un antiquísimo aljibe que fue inmediatamente bautizado como la Poza de Gudrun, aun cuando todavía no se había establecido su antigüedad. Varios peritos fijaron la misma entre los siglos IX y X de nuestra era, con lo que aumentaron las posibilidades de que se trataba de la misma poza que balduino había excavado para su novia. Pero cuando, con la esperanza de hallar algo que permitiera fechar con mayor precisión la antigüedad del aljibe, se empezó a escarbar en el fondo, se hizo un macabro descubrimiento: un esqueleto muy bien preservado por el lodo del fondo. Naturalmente, varios entendidos lo relacionaron con la teoría de Stephenson respecto al verdadero final del padre de Gudrun. El examen de los huesos y de la dentadura permitió establecer que se trataba de los restos de un hombre de alrededor de cuarenta años; y expertos de la policía forense precisaron que su muerte no había sido natural: costillas y omóplatos presentaban signos de haber sufrido impacto de un objeto filoso y pesado, como una espada o, más probablemente, un hacha.

      "Todo cerró entonces-declararía más tarde un emocionado Stephenson, hablando del hallazgo-. Algo que había pasado por alto al formular mi teoría es la mención que Hansi hace en su obra, de que Balduino procuraba que Gudrun siempre tuviese una provisión de leña que él mismo hachaba, y que al regresar del pastoreo hallara siempre el hogar encendido. Con el carácter que se le conoce a Gudrun, uno no puede evitar ceder al prejuicio de que Balduino se había dejado dominar por ella, habida cuenta de que, tal como la describe Hansi, la relación entre ambos parece muy poco romántica. Cuando Balduino aparece rescatando o protegiendo a alguien en las Freyrstrandeskroniks, nunca es a Gudrun, siempre se trata de otra persona. No tendemos a imaginar a un Caballero efectuando rutinarias y prosaicas tareas hogareñas, y hacerlo produce cierto desencanto. Por eso el informe forense me resultó especialmente conmovedor. En opinión de los peritos, quien hubiera atacado al hombre cuyo esqueleto se halló en el fondo del aljibe había mostrado especial saña. Uno imagina a Gudrun, una muchacha de menos de veinte años, asesinando a su propio padre de esa forma brutal para defender a su madre. Incluso para una persona dura como ella tiene que haber sido horrible. Luego piensas en Balduino hachándole una provisión de leña, y te das cuenta de que seguía siendo un Caballero enamorado protegiendo a una doncella, su novia más precisamente, de un dragón implacable; sólo que el dragón era un recuerdo espantoso como pocos."

      En 2006, luego de varias idas y vueltas, el ADN del hombre cuyo esqueleto apareció en el fondo del aljibe fue comparado con el de la mujer cuyos restos, según se supone desde hace siglos, serían los de Gudrun, y que reposan actualmente en la Catedral de Freyrstrand. El análisis reveló que entre ambos existía un parentesco de primer grado. Por supuesto, hay quien duda de que los restos que descansan en la Catedral sean realmente los de Gudrun, pero la precisión con que los hechos corroboran la teoría de Stephenson difícilmente pueda ser fortuita.

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publicado por ekeledudu a las 14:05 · Sin comentarios  ·  Recomendar
 
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SOBRE MÍ
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Eduardo Esteban Ferreyra

Soy un escritor muy ambicioso en lo creativo, y de esa ambición nació EL SEÑOR CABELLOS DE FUEGO, novela fantástica en tres volúmenes bastante original, aunque no necesariamente bien escrita; eso deben decidirlo los lectores. El presente es el segundo volumen; al primero podrán acceder en el enlace EL SEÑOR CABELLOS DE FUEGO I: INICIO. Quedan invitados a sufrir esta singular ofensa a la literatura

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