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EL SEÑOR CABELLOS DE FUEGO II
La segunda parte de la más extraña trilogía de la literatura fantástica, publicada por entregas.
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21 de Marzo, 2011    General

LVIII

LVIII

       Febrero y comienzos de marzo constituyeron un período duro en más de un sentido. Para empezar, fue entonces que sobrevino lo más crudo del invierno, llevándose una persona aquí y otra más allá, y poniendo a muchas otras al borde de la muerte. La vieja Erika, prostituta y adivina, fue un día a Vallasköpping y ya nunca más regresó a Freyrstrand, y nadie tuvo necesidad de preguntarse qué le habría ocurrido.

        -Qué buena sería adivinando el futuro esa vieja, que ni su propia muerte en una noche que hubiera congelado hasta los más fogosos volcanes de las Andrusias pudo prever...-ironizó Andrusier.

        -Igual era mejor adivina que puta. Que no pidan que no creamos en milagros, si metimos la verga en esa cosa inmunda que tenía Erika y que supuestamente era una concha, y sin embargono se nos pudrió-rezongó Hundi.

       -¿Sabéis que no os entiendo?...-se quejó Balduino-. Si realmente era tan fea y antihigiénica, ¿por qué, en fin, requerísteis de sus servicios?

        -¿Y qué ibamos a hacer si no, cogernos al grumete?... Ganas daban-repuso Honney-. Lindas nalgas tiene... Pero en fin... La cosa es que en algún lado teníamos que ponerla. Y teníamos sólo a Erika.

         -Pero ya que parece que culo daba lo mismo que concha, ¿por qué no la cogisteis por detrás?

        -Señor Cabellos de Fuego, nos haces esta pregunta porque no viste esa cosa fláccida y amorfa que eran las asentaderas de la vieja-gruñó Andrusier-. Era peor su popa que su proa... Hasta sucio estaba. La inmunda no se limpiaba bien después de cagarse.

         -Bueno, bueno, ¿qué tal si dejamos de lado ese lenguaje tan florido y poético, por no decir romántico, en vista de que la pobre Erika habrá muerto de frío y completamente sola quién sabe dónde?-sugirió Balduino.

         -Sólo ensayábamos un epitafio que grabar en su lápida por si recuperamos el cadáver-replicó malignamente Honney.

        Este tipo de conversaciones se estaba volviendo muy corriente en Vindsborg, porque había días en que el mero hecho de salir afuera parecía una locura; y salvo para cazar y mantener las provisiones en sus niveles habituales, la mayoría quedaba puertas adentro. Sin embargo, Balduino y Anders se turnaban para visitar a Gudrun y a Lyngheid respectivamente. Al principio el pelirrojo tuvo algunos pruritos, porque le parecía una locura irse y dejar a Kehlensneiter en completa libertad de asesinar a quien quisiera; pero entre Thorvald y Tarian lograron persuadirlo de que nada de eso ocurriría y que, aun en caso de ocurrir, él nada podría hacer para evitarlo. Y Tarian, en ausencia de Balduino, se convertía en la mismísima sombra de Kehlensneiter.

        Fue así que Balduino pasó unos cuantos días en compañía de Gudrun, quien tampoco iba al pastoreo más de lo necesario y se contentaba con alimentar a sus ovejas con el forraje que aún le quedaba, aunque de mantenerse el mal tiempo aquella reserva también terminaría agotándose y no tendría más remedio que salir a hacer su trabajo contra viento y nevada y hasta contra el mismo Diablo, si fuera preciso.

        Balduino no comentó con Gudrun sus preocupaciones íntimas, pero ella algo debió notar. Una tarde, haniéndose quedado dormidos uno junto al otro luego de hacer el amor, el pelirrojo despertó gritando de una pesadilla que involucraba a Kehlensneiter y de la que no recordaba mayores detalles, salvo que había sido sangrienta y terrorífica.

        -Fue sólo un mal sueño, señor Cabellos de Fuego-lo tranquilizó Gudrun, abrazándolo. Lo notó temblar y vio su frente traspirada y añadió, con preocupación:-. ¿Queréis volver a Vindsborg?

        -No-contestó, maravillado de que ella lo conociera tan bien e intuyera la secreta fuente de su temor-. Sólo quedémonos despiertos y abrazados un rato... Ya pasará.

        Las caricias de Gudrun normalmente tenían un efecto sedante sobre él, pero parecía que contra el temor que Kehlensneiter le inspiraba no había remedio lo bastante potente. Tal vez haya que duplicar la dosis, pensó, sonriendo, mientras volvía a acostarse abrazando posesivamente a Gudrun.

        Ella se inclinó y lo besó.

        -Relajaos, señor Cabellos de Fuego-dijo-. ¿Qué sentido tiene que estéis aquí, conmigo, si vuestra mente se hallará en otra parte?... Pensad que el próximo día que esté igual que hoy tendréis que pasárosla en Vindsborg, pues será turno de Anders para esparcirse... A propósito, ¿qué tal sobrelleva su futura paternidad?

        -Oh, está encantado...

        -Y con la señora Lyngheid, ¿qué? Siempre decíais que Anders era mujeriego.

         -Creo que la quiere. No como ella a él, pero la quiere-Balduino quedó un momento pensativo-. Gudrun...-murmuró al fin, titubeante.

        -¿Sí, señor Cabellos de Fuego?

        -Imagina si también tú quedaras embarazada...

        -Ah, pero es que ello no ocurrirá. Soy precavida. Hay hierbas cocidas con las que se prepara un brebaje que impice quedar encinta, o eso me han dicho. Por ahora funcionan muy bien.

        -¿Y lo estás tomando?...-preguntó él, dolido-. Pero Gudrun, ¿por qué?... ¡Me gustaría tanto que me dieras un hijo!...

       -Vos no visteis a Thora hecha pedazos luego de perder a todos y cada uno de los tres hijos que tuvo entre Ljod y Thommy. La vida puede ser muy cruel aquí. Me considero bastante valiente, pero no tanto como para afrontar algo así. Además, y esto creo que ya lo hemos hablado antes, imaginaos si con un día como éste yo tuviera que pastorear igual. ¿Qué haría con el niño? Figuraos, ya sería bastante embarazoso cuidar de él y a mis ovejas al mismo tiempo aunque haga un clima agradable; ni hablar en un día destemplado como hoy.

        Y Balduino entendió el punto de vista de ella y ya no insistió, pero casi un año transcurriría hasta que un acontecimiento muy triste lo hiciera desistir de sus intenciones de paternidad. Mientras tanto, ambos volcarían en ese sentido un afecto en común sobre Copito de Nieve, aquella oveja raquítica y malformada que los enternecía a ambos por igual.

        Por la noche tuvo el pelirrojo que regresar a Vindsborg, pues precisamente ese día le tocaba guardia nocturna. Estaba todavía lejos cuando escuchó unas blasfemias espantosas proferidas a voz en cuello y hasta amenazas de muerte en una voz que no reconoció, seguidas por una réplica desafiante pronunciada sin duda por Ursula. Como Balduino, por aquellos días, estaba con el Jesús en la boca a causa de Kehlensneiter, aguijoneó con suavidad a Svartwulk, y el poderoso corcel negro no necesitó más para acelerar el galope al máximo.

        Al pie de Vindsborg, Balduino desmontó y subió rápidamente la escalinata de piedra, rezando para que adentro no estuvieran matándose entre sí.

        Lo primero que vio al abrir la puerta fue el rostro de Karl, de un blanco níveo, como al borde de un colapso. Kehlensneiter, a quien buscó con la mirada, estaba más allá, tendido en el suelo cuan largo era. Balduino lo miró, y él, que había alzado la vista por curiosidad, para ver quién entraba, le devolvió esa mirada en gesto burlón. Salvo esa sorna maligna, tras la cual era imposible adivinar sus pensamientos íntimos, nada había de intranquilizante en él  en este momento, dejando de lado sus espeluznantes ojos nunca agradables de ver, como la superficie de un lago en calma en cuyas lodosas aguas, no obstante, se intuyera la presencia de un monstruo.

         Como todo había quedado en calma al entrar Balduino, éste se vio forzado a preguntar:

         -¿Puede saberse qué ocurre aquí?

        -¡Mírala, señor Cabellos de Fuego!-bramó entonces Honney, con un vozarrón deformado hasta límites irreconocibles a causa de la cólera, y señalando a Ursula-. ¡Ya decía yo que era una miserable tramposa esta bastarda hija de puta!... ¡Esta vez la pesqué con las manos en la masa!

         -¡No digas idioteces, bigotón!... Eso no es hacer trampa-intervino Ursula, divertida.

      -¡QUE NO LO ES!... En las Kveisungersholmene, Ursula, te habrían hecho pedazos por esto, ¡y por mi vida, que ganas de convertirte en rebanadas no me faltan! ¡El juego es sagrado!

         -¡Que no hice trampa, te digo!... Si no me crees, ¿por qué no le preguntas al señor Cabellos de Fuego a ver qué opina él, eh?

       Honney apretó los puños hasta que los nudillos le quedaron blancos, y pareció que iba a trompear a Ursula. A último momento descargó su rabia contra la pequeña mesa que junto con una silla constituía todo el mobiliario de Vindsborg. Si ese gesto salvó la vida de Ursula, no corrió igual suerte la desdichada mesita, ya muy maltratada por un puñetazo asestado por Balduino durante un ataque de ira generado por Hansi. Con un crujido agónico, ahora se partía en dos, concluyendo así su vida útil.

        -¡Se robaba los piojos de otros, eso hacía!-rugió Honney.

         -¡No los robaba! ¡Los gané honestamente!-se defendió Ursula.

         -¿Honestamente, te atreves a decir, perra descarada, hembra mal cogida?-la increpó Honney, montando de nuevo en cólera-. ¡Señor Cabellos de Fuego!, ¿sabes qué hacía esta desvergonzada para siempre ganar?... ¡Se ofrecía a quitarle los piojos a Thorvald, a Lambert y qué sé yo a quién más, y por cada piojo que mataba, a escondidas dejaba con vida a otros dos que albergaba entre sus propios cabellos! ¡Y así, mientras nosotros nos volvíamos locos tratando de encontrar un miserable piojo que poder matar, ella nos aventajaba cumplidamente, porque siempre tenía más que nosotros, y los encontraba con mucha facilidad!

      -¿Y qué culpa tengo yo de que no mantuvieras cuidados tus propios rebaños?... No fui tramposa, ¡fui ingeniosa!

        Mientras Balduino intentaba asimilar que la razón de semejante alboroto, que le había hecho temer que Kehlensneiter hubiera perdido el control y asesinado a alguien, no era más que una especie de querella deportiva, Honney dedicó a Ursula otro repertorio de cumplidos de índole mayormente sexual. En ese punto el pelirrojo decidió que, o intervenía ahora que estaba todavía demasiado confuso para reaccionar violentamente, o sería él, y no Kehlensneiter, quien acabaría matando a alguien.

        -Bueno, ¡BASTA!...-tronó. Honney y Ursula bajaron sus cabezas; que fuera por sentirse realmente avergonzados, y no de indignación porque el pelirrojo les arruinaba tan magnífica pelea, es algo que deja serio margen de dudas.

         Los dos contendientes y su furibundo árbitro quedaron un rato en silencio. También su público.

           -Yo me pregunto-dijo al fin Snarki- cómo hara ahora Fray Bartolomeo para celebrar misa.

         -Oh, yo no me lo pregunto, lo sé-respondió socarronamente Balduino-. De aquí al domingo, ya tengo vistos un par de carpinteros que aunarán esfuerzos para proveernos de otra, ¿eh, Honney?-y palmeó las espaldas de éste, quien puso cara de consternación-. ¿Eh, Ursula?

         Esta última había mirado hacia otro lado al hablar Balduino de carpinteros, y Honney se hinchó de malvado disfrute al verla también a ella encargada de la tarea.

        -¡Ja!-exclamó triunfante, señalando a la giganta con un índice acusador.

         -Pero... Pero señor Cabellos de Fuego...-se quejó Ursula-. ¿Yo por qué?... ¡Si el que rompió la mesa fue él!...

         -Porque me parece que, si no tramposa, tu maniobra para poder cazar más piojos que los demás fue cuando menos desleal. Pero si tengo que ver las cosas desde tu punto de vista y considerar que sólo fuiste ingeniosa, con mayor razón: ¿qué mejor que aprovechar tan brillante cerebro para algo más util como, por ejemplo, la confección de una buena mesa?...

         El tono exageradamente dulce de Balduino era mal síntoma. Delataba que estaba a punto de estallar como el Monte Desolación. 

         Tuvo entonces la mala idea de objetar Honney:

        -Tienes que considerar que, de aquí al domingo, faltan sólo dos días; y como sin duda mañana no tendremos buen tiempo...

         ¡Adiós tono exageradamente dulce!... Balduino terminó de perder los estribos.

       -Bueno, ¡mierda!... ¡La próxima vez, acuérdate de esos detalles antes de encolerizarte, y no luegto de destruir todo! ¡No me interesa cuántos días falten! Así quedara una hora, en ese plazo más te valdrá que tú, zopenco, y esa mala hembra como ayudante, terminéis la mesa. No. NADA-añadió volviéndose hacia Ursula, quien se disponía a ensayar algún nuevo y tonto alegato a su favor-. No me interesa, no me importa. QUIERO UNA MESA, ¡Y SE ACABÓ!... Me voy a ese puto puesto de guardia que por lo visto es el único lugar convenientemente solitario y tranquilo que hay por aquí.

        Y salió dando un violento portazo. Mocosos como Hansi y Thommy parecen adultos al lado de estos dos nenitos malcriados y caprichosos en formato adulto, refunfuñó para sus adentros.
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publicado por ekeledudu a las 13:03 · Sin comentarios  ·  Recomendar
 
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SOBRE MÍ
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Eduardo Esteban Ferreyra

Soy un escritor muy ambicioso en lo creativo, y de esa ambición nació EL SEÑOR CABELLOS DE FUEGO, novela fantástica en tres volúmenes bastante original, aunque no necesariamente bien escrita; eso deben decidirlo los lectores. El presente es el segundo volumen; al primero podrán acceder en el enlace EL SEÑOR CABELLOS DE FUEGO I: INICIO. Quedan invitados a sufrir esta singular ofensa a la literatura

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