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EL SEÑOR CABELLOS DE FUEGO II
La segunda parte de la más extraña trilogía de la literatura fantástica, publicada por entregas.
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23 de Marzo, 2011    General

LXI

LXI

      Balduino no olvidaba el consuelo que Thomen le había brindado en ocasión de la muerte de Oivind. Por otro lado, Fray Bartolomeo era un buen cura -y eso que Balduino tenía una pésima opinión del clero-, y lo había ayudado en varios asuntos. Era ahora su turno de devolver atenciones a uno y a otro, pero la verdad era que habría preferido estar en cualquier parte menos junto al lecho de muerte de cualquier moribundo, en especial tratándose de un niño, y más si el niño era Thommy o Hansi. No obstante, si por fuerza debía estar allí, no sería mero espectador: haría cuanto estuviera en sus manos para salvar al niño.

        Thomen oyó el relincho de Svartwulk y salió a recibir al visitante.

         -Gracias por venir, señor Cabellos de Fuego. Sabía que vendríais en cuanto os enterarais-dijo, con mucha deferencia pero a la vez abrazando a Balduino como si ninguna distinción de clase los separara y ambos fueran amigos o parientes.

        Obviamente no iba Balduino a explicarle cuánto había hecho por esquivar el bulto, y se alegró de haber venido, en visto y considerando que se lo esperaba.

       -¿Cómo está?-preguntó.

        -Volando de fiebre-contestó Thomen-. Thora está intentando bajársela. Yo ya estoy resignado... O al menos tan resignado como puede estar un padre que perderá a un hijo. Esperaba esto. Ninguno de los tres anteriores fue más allá de la edad que ahora tiene Thommy... Sólo pido al Señor que, si no he de verlo crecer, se lo lleve ahora y ya no me dé otros. Será menos doloroso eso que verlo sanar ahora para que enferme de nuevo y muera dentro de un año o dos.

        -Hay que tener fe, Thom-dijo Balduino, convencido en apariencia.

       Pero era la persona menos indicada para incitar a otros a conservar una fe que ni él mismo tenía.

        En el interior de la cabaña, Thora aplicaba paños fríos a la frente de Thommy, quien yacía ahora sobre un montón de paja con expresión sufrida y el cuerpo sacudido por continuos escalofríos. Ljod sostenía la mano de su hermanito. Ella y su madre estaban a punto de levantarse para saludar a Balduino, pero éste, con un gesto, les indicó que no hacía falta, que se quedaran en sus sitios. Luego se acuclilló junto al niño.

        -Bueno, bueno, Thommy, ¿qué pasa, eh?-le dijo, sonriéndole.

        -Me ziento muy mal, señor Cabelloz de Fuego-respondió Thommy, con una voz que partía el alma.

         Su dicción había mejorado mucho en poco tiempo; ya no pronunciaba la R como D.

         -Zeñor Cabelloz de Fuego, ¿me voy a morir?-añadió.

        Lo directo de la pregunta dejó helado de horror a Balduino, pero exteriormente su rostro era una imperturbable máscara de confianza y serenidad.

        -No, no, Thommy, cómo vas a morir...-contestó-. Pero para seguir vivo tienes que poner mucho de tu parte, ¿entiendes?, porque Dios permitió que te enfermaras para ponerte a prueba.

          -¿Para ponerme a prueba?...

        -Ajá... Quieres ser Caballero, ¿no? En ese caso tienes que demostrar que mereces serlo; que eres valiente y duro, astuto y temible. Esa enfermedad que tienes es como un ejército muy poderoso que avanza contra ti, Thommy. ¿Sabes cómo puede detener un solo hombre a una gran fuerza enemiga que viene a su encuentro?

        -No.

        -Tienes que esperarla en un lugar angosto por el que forzosamente deba pasar; un puente o un desfiladero, por ejemplo. Tus enemigos tienen entonces que avanzar de a uno en uno, y es más fácil despacharlos. Los vas matando a medida que vienen a tu encuentro, y así ganas tiempo. En algún momento seguramente estarás demasiado cansado para seguir luchando, pero casi seguramente mientras tanto llegarán refuerzos.

        Algo disgustada, Thora se preguntó si era necesario que Balduino hablara de muerte en un momento como aquel; pero prefirió no intervenir, porque al menos Thommy parecía interesado y algo más animado.

        -Vine a impedir que te rindas, Thommy. Quiero que seas fuerte y duro, ¿eh?-continuó Balduino-. Plántate frente a tu enfermedad y dile: De aquí no pasas.

        -Pero miz hermanitoz murieron cuando enfermaron-alegó Thommy.

       -¡Claro!-replicó Balduino, poniendo a trabajar su cerebro a toda prisa, en busca de alguna respuesta adecuada-. Porque no llegaron sus refuerzos a tiempo... Pero ahora los traerán para ti. Tres columnas de ángeles se han puesto en marcha para ayudarte, y ellos vienen al frente.

        Thommy quedó pensativo.

        -Zí-contestó, tras analizar la lógica de la respuesta-: Fray Bartolomeo dize que elloz ahora zon angelitoz.

       -¿Ves que tengo razón?-dijo Balduino, aliviado-. Pero hasta que lleguen esos refuerzos, tendrás que arreglártelas solo.

        Mientras Balduino y Thommy hablaban, Thora no paraba de aplicar paños de agua fría a la frente de su hijo enfermo. En una oportunidad en que ella retiró el paño para volver a enfriarlo con nieve, se le ocurrió al pelirrojo tocar la sien del niño y se horrorizó al constatar que, incluso con aquel tratamiento, parecía arder.

       -Thora, tendrás ropa que lavar o que remendar-dijo Balduino-. Encárgate: yo te relevaré aquí.

        -Señor Cabellos de Fuego, eso puede esperar; estar junto a mi hijo enfermo, no. Imaginaos, si fuera por no dejar solo a Thommy, lo mismo podría quedarse mi esposo.

       Balduino no contestó.

        Cerca del mediodía, la fiebre pareció bajar un poco. Balduino se volvió entonces una vez más hacia Thora, y notó que ella estaba pálida y ojerosa, como si fuera ella la moribunda.

        -Thora, tienes que permitirte un respiro. Ve a descansar-le sugirió.

        -No, no quiero-insistió ella, tercamente.

        -Ve entonces a preparar el almuerzo. Hay que comer.

        Thora permaneció unos instantes pensativa.

        -Ljod, prepara algo de comer al señor Cabellos de Fuego-ordenó a su hija.

         -Thora, no se trata sólo de mí-protestó Balduino-. Todos tenemos que comer.

        -Yo no tengo hambre-suspiró Thora.

        -Yo tampoco-dijo Ljod.

         -Thommy tiene que comer algo-replicó Balduino.

        -No quiero comer-intervino Thommy con voz lastimera.

        -Thommy, tienes que comer, es así de simple-le contestó Balduino-. Tienes que estar fuerte para lo que te espera, y no sólo alimentándote lo estarás.

        -Ljod, ve y prepara el almuerzo-repitió Thora a su hija.

        -Pero Thora, ¡ve tú!...-exclamó Balduino, impaciente-. Thommy ya está mejor, ¿no?

        Thora, confusa, se volvió hacia su marido, que permanecía en tal silencio, apoyado contra la pared, que Balduino ya había olvidado su presencia.

       -Si me hicierais la merced, señor, quisiera deciros algo a solas-dijo Thomen.

        Y cuando Balduino lo hubo seguido afuera, añadió:

         -No durará. señor Cabellos de Fuego. La fiebre ha bajado, como bien habéis dicho; pero volverá a subir cuando anochezca.

        Balduino, muy entusiasmado hasta ese momento con la mejoría de Thommy, miró instintivamente hacia el Norte. No había allí una cerrazón particularmente tenebrosa, no más que cualquier otro día de invierno; pero al pelirrojo le pareció que sí. Estaba demasiado acostumbrado a volverse hacia allí en los momentos más duros y sentir, ante un siniestro frente de nubes de tormenta, que Freyrstrande lo desafiaba, que lo retaba a duelo.

        Recordó un consejo leído quién sabía dónde y atribuido a Andrés de Glaituria: Confía en tus subordinados y descansa cuando la batalla se presente fácil; en lo más álgido de la misma, manténte en constante alerta.

       -Muy bien-dijo-. Thomen, procura que Thommy coma algo, y que duerma un poco de ser posible. Yo iré a dormir. Despiértame a la hora en que la fiebra acostumbra subirle.

        -Señor Cabellos de Fuego, os lo ruego, entended que no tiene caso-respondió Thomen, sombrío.

        -Thomen, ¿cómo es posible que digas eso?... Por tus palabras, parecería que Thommy ya estuviera condenado. ¡te informo que todavía vive, y ha mejorado; si bien, según dices, esa mejoría es sólo temporaria!

        -Thora y yo no queremos esperanzarnos inútilmente, señor Cabellos de Fuego. Recordad que ya perdimos a tres antes de éste. Estamos resignados, y sólo queremos que él no sufra. Obligarlo a comer si no tiene hambre o a dormir si no tiene sueño, en su estado actual, es añadirle más sufrimientos inútiles.

        -No, Thomen. Es hacerlo sufrir tal vez, sí; pero si inútilmente o no, es algo que sabremos sólo cuando todo haya terminado de un modo u otro. Pero Thommy está luchando por su vida, y no se ganan batallas sin sufrimiento.

         -Señor Cabellos de Fuego, eso está bien para un adulto-interrumpió Thomen-; pero exigirle algo así a un niño es demasiado. Hay que inclinarse ante la voluntad de Dios.

        Acababa de poner el dedo en la llaga. Balduino podía declararse todo lo ateo que quisiera, pero en realidad sentía que, si Dios existía, debía ser enemigo suyo. Por lo tanto, su reacción ante frase semejante podía ser todo, menos benévola y mansa.

        -¡A la mierda con la reputísima voluntad de Dios!...-gritó-. ¡Todo el mundo machaca con el cuento de la voluntad de Dios! ¡Si se extermina a los herejes, es que así lo decide Dios! ¡Si por error se condena a la horca a un inocente, fue por designio secreto de Dios! ¡Si acontece una desgracia, hay que resignarse ante Su voluntad!... Y si no es Dios, será el Diablo, ¡también él se un bello comodín para formar juego en una partida que apesta a cartas ocultas bajo la manga!... Y después de todo, sí, la Biblia dice que Dios concedió la victoria a Josué y hasta lo ayudó deteniendo el sol; ¡pero bien que tuvieron que combatir él y sus tropas!-añadió rápidamente, temiendo que tanta blasfemia junta predispusiera a Thomen en su contra-. Imagina a Josué volviéndose hacia sus hombres y diciendo: Muchachos, media vuelta: aquí la cosa está que arde, nos volvemos por donde vinimos. O a Cristo en el Sepulcro: Ah, si mi Padre quiso que yo muriera, por algo sería... Yo aquí me quedo. Pues bien, Thomen: Josué peleó y Cristo salió del Sepulcro; y yo, de quedarme con los brazos cruzados en este asunto, nada. Si querías que ésa fuera mi actitud, jamás debiste llevar a Thommy a Vindsborg. La muerte de cualquier persona buena, y más la de un niño, siempre es, por supuesto, un hecho lamentable, como tantos otros en el mundo. Pero que nadie me pida que me tome con filosofía la muerte de Thommy o Hansi, a quienes he acariciado y besado, con quienes he jugado y en el caso de Hansi hasta he zurrado.

        Balduino hizo una pausa en su furibundo discurso; luego, ya más calmo, añadió:

       -Thom, la confianza y el coraje, puedo asegurártelo, a veces hacen milagros en el campo de batalla. Se sufre mucho, pero dependiendo de lo que se pretenda conseguir, a veces vale la pena pelear incluso cuando la batalla parezca perdida. Y ahora sé que le propia vida es algo por lo que sí vale la pena pelear, y mucho. A pesar de todas las desgracias, de verdad vale la pena. A Dios le gustan los valientes. ¿O acaso a Jacob, que en el fondo no era trigo limpio, no lo bendijo y lo favoreció sólo por haberse atrevido a luchar con su Angel?... Deja que tu hijo libre su propia batalla. No permitas que se rinda sólo para ahorrarle sufrimientos. No debiste traer hijos al mundo si no estabas dispuesto a verlos sufrir. Los padecimientos de Thommy acabarán de un modo u otro: vencerá a la enfermedad y conquistará quién sabe cuántos años más de vida, o morirá y Dios lo recibirá entre los suyos; pero en cualquiera de ambos casos el Señor en persona ceñirá su cabeza con una corona de laureles como premio a su valor.

       Hizo una nueva pausa y preguntó luego:

      -¿Se te ha ocurrido, ya que tan en mente tienes a Dios, que quizás es El quien me envía para que intervenga en este asunto, ayudando a salvar la vida de Thommy?

      -Eso precisamente me preguntaba, señor Cabellos de Fuego, aunque, por venir de parte de El, blasfemáis bastante... Sin embargo, os dejaré hacer... Aunque es dudoso que Thora esté de acuerdo.

        Thomen dijo esto con tal vacilación, que Balduino, antes de irse a dormir, fue a ver a Ljod y repitió las mismas instrucciones que había impartido a su padre. Por alguna razón extraña, que no revelaba a nadie, Ljod creía algo así como que Balduino obraba milagros; tal vez porque indirectamente le debía la vida. Seguía convencida de que, gracias a que el pelirrojo la había obligado a adiestrarse en el uso de la jabalina, había adquirido el necesario valor y confianza para enfrentar a Kniffen, el Landskveisung que la había puesto en riesgo a ella, a su madre y a su hermanito. Pese a negativas de Balduino en tal sentido, Ljod estaba segura de que él de alguna forma había adivinado que ocurriría algo así, y que por eso, para que pudiera defenderse, la había forzado a entrenarse un poco en las armas. Y probablemente por todo eso creía ahora que, si alguien podía salvar a su hermanito, era el señor Cabellos de Fuego.

        Sin embargo, fue el mismo Thomen quien, al caer el crepúsculo, acudió a despertarlo. Balduino se incorporó sin demoras, y fue directo junto a Thommy. Este, siguiendo las instrucciones del pelirrojo, había comido y dormido un poco.

          -Bueno, Thommy-dijo Balduino-. Tendrás que estar despierto toda la noche. Vendrán los demonios por ti, te subirá la fiebre... No tengas miedo-agregó, al ver la expresión asustada de Thommey-. Estaremos contigo, tu familia y yo. No te abandonaremos... Vas a vencer.

        ¿Estaré haciendo lo correcto?, se preguntó inevitablemente. No lo sabía. Recordaba sin embargo, por haberlo visto personalmente, que tanto heridos como enfermos solían salvarse si en el período más crítico de sus padecimientos se mantenían conscientes y luchando por soportarlos. Esperaba que aquello fuera igualmente eficaz con Thommy; de lo contrario, de verdad no estaría haciendo más que avivar las penurias del niño, y por decidido que se hubiera mostrado frente a Thomen, la idea lo hacía sentirse mal.


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publicado por ekeledudu a las 13:59 · Sin comentarios  ·  Recomendar
 
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SOBRE MÍ
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Eduardo Esteban Ferreyra

Soy un escritor muy ambicioso en lo creativo, y de esa ambición nació EL SEÑOR CABELLOS DE FUEGO, novela fantástica en tres volúmenes bastante original, aunque no necesariamente bien escrita; eso deben decidirlo los lectores. El presente es el segundo volumen; al primero podrán acceder en el enlace EL SEÑOR CABELLOS DE FUEGO I: INICIO. Quedan invitados a sufrir esta singular ofensa a la literatura

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