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¡Sorpréndeme!
EL SEÑOR CABELLOS DE FUEGO II
La segunda parte de la más extraña trilogía de la literatura fantástica, publicada por entregas.
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23 de Marzo, 2011    General

LXII

LXII

       La noche iba a ser larga y agobiante. No empezó tan mal, sin embargo, porque Thommy todavía estaba tan fresco y animoso como le era posible. Su madre, aunque exhausta, se negaba a moverse de la cabecera del hijo enfermo, en cuya frente seguía aplicando incesantemente paños fríos. Pero poco después de medianoche, cuando la fiebre había subido considerablemente, preguntó el niño:

        -¿Falta mucho, Zeñor Cabelloz de Fuego?-y su vocecita triste inspiraba auténtica angustia.

         -Thommy, lo hiciste muy bien hasta ahora, has sido muy valiente. Resiste un poco más. Tu enfermedad es como Goliath, pero tú eres como David, ¿recuerdas la historia?... Goliath era el campeón de los filisteos, los enemigos de Israel, y era enorme... ¡Medía seis codos y un palmo!

         -¿Cómo ez ezo de alto, Zeñor Cabelloz de Fuego?

        -Muy, muy alto.

        -¿Máz alto que un Jarlwurm?

        -Más alto que un Jarlwurm.

        Thommy reprimió una exclamación en la que se mezclaban admiración y susto.

        -David era el menor de los hijos de Isaí-prosiguió Balduino-. Tenía tres hermanos mayores, que habían marchado a la guerra junto con el rey Saúl-y añadió, en un rapto de inspiración:-, así como tus tres hermanitos fueron a pelear al Cielo. David tenía probablemente tu estatura...

       De esta forma intentaba Balduino infundir valor a Thommy, haciendo que se identificara con el héroe que, teniendo todas las de perder, se arrojaba no obstante al combate y salía victorioso merced a un valor extraordinario. Luego de ésta pasó a otra historia bíblica, la de la toma de Jericó; luego a la de los Macabeos, presente sólo en algunas versiones heréticas de la Biblia; y siguió después con otras historias similares, bíblicas todas ellas. Algunos Balduino las conocía de memoria ya desde su infancia, cuando él mismo soñaba con ser un héroe que llevara a cabo grandes hazañas. Otras las había aprendido por imposición de su mentor Benjamin Ben Jakob, quien insistía en la utilidad de tales conocimientos para vencer a los enemigos en querellas verbales.

        Cuando hubo agotado la Biblia, Balduino pasó a la Historia y la mitología griega. Habló de Alejandro Magno, de los valientes espartanos en el desfiladero de las Termópilas (omitiendo mencionar, para no infundir desaliento, que los trescientos hombres de Leónidas habían sido aniquilados allí mismo), de Arminio y la batalla del bosque de Teutoburg, de San Jorge enfrentando al dragón, de Perseo acudiendo al rescate de Andrómeda montado sobre Pegaso, de Andrés de Glaituria desafiando a los súndaros que lo habían hecho prisionero y de San Marciano de Antilonia combatiendo a los demonios lucífugos en el foso al que lo había arrojado el tirano Próspero. Más llegó un momento en que el mero relato no bastó para mantener despierto a Thommy, y Balduino recurrió entonces a la improvisada pantomima, a la teatralización, para realzar el dramatismo.

       Pero al final hasta ese recurso se reveló insuficiente. Thommy tenía ya una fiebre altísima y estaba que se moría de sueño y, más que nada, de cansancio producido por la misma enfermedad.

         -Quiero dormir, zeñor Cabelloz de Fuego-gemía-. No importa zi me muero.

      -Thommy, ya falta poco. No puedo dejar que te des por vencido ahora.

       Thora vio que los ojos de su hijo se llenaban de lágrimas, y tampoco ella resistió más. Con tres hijos anteriores muertos a la edad de Thommy, no podía albergar muchas esperanzas. Además, llevaba tanto tiempo sin dormir que era mejor ni pensar en el asunto. También ella quería rendirse.

        -Dejémoslo irse, señor Cabellos de Fuego-suplicó la infeliz madre, estallando en lágrimas-. ¿Qué caso tiene hacerlo sufrir así?...

          -Tal vez sí lo tenga-intervino Thomen-. No falta tanto para la hora en que por lo general baja la fiebre.

          El llanto de Thora redobló. La esperanza tironeaba de ella, pero llegada hasta ese punto no quería ceder, persuadida como estaba de que se había hecho todo lo posible y que era mejor no albergar ilusiones.

          -Thommy-dijo Balduino:-. Fuiste muy valiente hasta ahora. Resiste un poco más, siempre sólo un poco más. Nunca es sabio decir: yo resistiré esta cantidad de tiempo, siempre hay que proponerse resistir un poco más, y cuando se ha hecho, resistir otro poco, y luego otro poco, y así sucesivamente, paso a paso. La noche está quedando atrás; los refuerzos vienen en camino, y tú podrás descansar mientras otros pelean por ti... Hasta que despiertes y tengas que lanzarte de nuevo a la batalla.

         Y luego de aquella frase, Balduino trató de hacer que Thommy se imaginara como un futuro Cabellero, describiéndole minuciosamente el ceremonial que le conferiría tan alta dignidad. Le habló del Código de Honor de la Caballería, de los ideales a defender, de las proezas de los grandes Caballeros de antaño, como Andrés de Glaituria y San Marciano de Antilonia. Le contó todas estas cosas inclinado sobre él. A Thora se pensó en obligarla a dormir, porque insistía en que había que dejar que Thommy muriese en paz, ya que no soportaba verlo sufrir; no obstante, aceptó dominarse a condición de que no la obligaran a despegarse de la cabecera de su hijo. Thomen no tuvo más remedio, en cierto momento, que irse a dormir: no podía abandonar indefinidamente sus tareas y poner en peligro el sustento de toda su familia por sólo un integrante de la misma. Durmió plácidamente, sabiendo que en este mundo no podía hallar nadie mejor a quien confiar a su hijo que el señor Cabellos de Fuego. El resto lo decidiría Dios. Todavía más profundo fue el sueño de Ljod, ya que la confianza de ella en Balduino era aun mayor que la de su padre.

          Al amanecer, Friedrik y Hansi vinieron a llamar a la puerta para buscar a Thomen e irse a trabajar juntos. Friedrik estaba al tanto de la enfermedad de Thommy, pero no Hansi, quien optó por quedarse a ayudar; su presencia no era imprescindible en la barca pesquera.

           -Thom-gruñó Friedrik-: si tu hijo todavía no ha muerto, no será esta enfermedad la que se lo lleve, acuérdate de lo que te digo.

          Thora suspiró al comprobar que, en efecto, la fiebre parecía estar bajando.

           -Felicidades, campeón, lo lograste. Fue duro, pero lo lograste. Duerme ahora-susurró Balduino al oído de Thommy; y añadió, volviéndose hacia la madre de éste:-. Thora, sé razonable: vayamos a dormir. Hansi y Ljod pueden cuidar de Thommy, turnarse para aplicarle paños fríos. Nosotros necesitamos descansar, y tú más que nadie. Estás que te caes de cansancio; en esas condiciones, no serás de mucha ayuda para tu hijo cuando él te necesite de veras. Esta noche estuviste a punto de darte por vencida, porque estabas agotada. Seguimos adelante y, ya ves, ganamos la batalla, si no todavía la guerra. Quiero que esta noche estés descansada; que si vuelve la fiebre y me dices que no quieres seguir adelante, hable de verdad una madre que razona que todo esfuerzo es inútil, y no una madre que quiere darse por vencida sólo por hallarse exhausta. Te aseguro que entonces tomaré en cuenta tu opinión.

           -Tenéis razón, señor Cabellos de Fuego, exucsadme si me he puesto tonta esta noche.

           Vaya que lo fuiste, pensó Balduino, que un par de veces le hubiera retorcido el pescuezo más que gustosamente. En cambio respondió, comprensivo:

          -No lo has sido. Eres madre, eso es todo. Una muy buena madre, una como la que yo mismo hubiera querido tener... Y como toda buena madre, querías ahorrarle sufrimiento a tu hijo, pero yo estoy acostumbrado a pelear, Thora. Lamento que Thommy deba hacerlo ya desde tan pequeño, pero si eso es lo que le ha tocado, no podemos dejar que se rinda.

           Tras ese diálogo, ambos fueron a acostarse. Más tarde, Balduino despertó el primero y se enteró por Hansi de que Anders había andado por allí para enterarse de cómo iba todo; pues Hrumwald, el día anterior, había ido a Vindsborg trayendo un recado de Fray Bartolomeo que explicaba lo de la enfermedad de Thommy.

            La siguiente en despertar fue Thora y más tarde, con un hambre voraz, el convaleciente. Anders había traído algunas provisiones, así que Thommy pudo comer hasta hartarse. La fiebre había desaparecido casi por completo; y para la hora en que solía subir, ya era sólo un mal recuerdo. Thomen volvió a casa poco después, y encontró todavía allí al pelirrojo quien, junto con Thora, miraba a Thommy, temeroso aún de que la enfermedad acometiese de nuevo, a diferencia de Ljod y Hansi, quienes se mostraban más confiados y serenos. De todos modos, pronto fue evidente que no habría recaídas de importancia. Thora y Thomen demoraron en darse cuenta de que esta vez no tendrían que sepultar a un cuarto hijo muerto; y para cuando lo hicieron, Balduino ya se había ido, y por lo tanto no lo tenían a mano para agradecerle.

         -Thommy-dijo el pelirrojo antes de retirarse, inclinándose sobre el niño-: he tenido, tengo y seguramente tendré siempre hombres bajo mi mando, que pelearon valiente y duramente en muchas batallas; pero ninguno me hizo ni hará jamás tan orgulloso como tú esta noche, a nadie me vi forzado a exigir tanto de sí mismo como tuve que exigirte a ti. Y definitivamente nunca, como hoy, estuve tan feliz de alcanzar la victoria-dedicó a Thommy una gran sonrisa, que le fue correspondida de inmediato-. Dame un abrazo, campeón. Concédeme ese honor.

      Y Thommy, efusivamente, se volgó prácticamente del cuello del pelirrojo, y éste lo rodeó con su brazo derecho, con gran ternura. Tras lo cual, Balduino se despidió de Thomen y del resto de la familia de éste y salió en compañía de Hansi, quien esa noche dormiría en Vindsborg. El mocoso se hallaba meditabundo, lo que en él era siempre inquietante.

          -No hace tantos años que te armaron Caballero y nunca te nombraron comandante en ningún lugar antes de serlo en Vindsborg-objetó al fin-; así que, ¿cuántos hombres tuviste bajo tu mando en toda tu vida?... ¿Y a cuántos tuviste que exigirles tanto?

         -Ufa, enano, siempre tienes que hacer hincapié en esos detalles... Conduje tropas a la batalla una vez, en los bosques de Hallustig-replicó Balduino, montando sobre Svartwulk.

           -Una vez-recalcó Hansi, con sonrisa burlona.

         Durante un segundo que pareció una eternidad, Balduino permaneció inmóvil como estatua, superado por el atrevimiento del sabandija; luego, él mismo sonrió con sorna.

           -¿Ah, sí?... Bueno, te diré quién, por lo pronto, sigue bajo mi mando: -contestó, ayudando al chico a subirse a la grupa-. No te obligaré a seguirme cuando me vaya de Freyrstrande, pero en tanto siga aquí, ni sueñes con que te exima de tus tareas de futuro escudero, ya que tanto querías serlo; de modo que, cuando lleguemos a Vindsborg, para empezar me ayudarás a darle de comer a Svartwulk. Me siento muy culpable, hoy lo he tenido en ayunas...


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publicado por ekeledudu a las 15:36 · Sin comentarios  ·  Recomendar
 
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SOBRE MÍ
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Eduardo Esteban Ferreyra

Soy un escritor muy ambicioso en lo creativo, y de esa ambición nació EL SEÑOR CABELLOS DE FUEGO, novela fantástica en tres volúmenes bastante original, aunque no necesariamente bien escrita; eso deben decidirlo los lectores. El presente es el segundo volumen; al primero podrán acceder en el enlace EL SEÑOR CABELLOS DE FUEGO I: INICIO. Quedan invitados a sufrir esta singular ofensa a la literatura

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