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¡Sorpréndeme!
EL SEÑOR CABELLOS DE FUEGO II
La segunda parte de la más extraña trilogía de la literatura fantástica, publicada por entregas.
23 de Mayo, 2011    General

LXXXVII

LXXXVII

       Hacia el crepúsculo, todo Freyrstrand empezó a regresar a la playa para participar de la fiesta que se celebraría allí en honor a la ocasión. Traían consigo carne para ser asada, pan y bebidas de todo tipo. Vindsborg aportó también algunos alimentos, entre ellos un inmenso jabalí que fue el comentario de todo el mundo, comenzando por Thorstein el Joven, licenciado de Kvissensborg por una noche en honor a la boda de su primo. Como siempre, llegó mascando una bola de resina de abedul, que se tragó instinstivamente al hallarse ante Balduino, a quien saludo con mucha deferencia. Al ver el tamaño del jabalí, que en ese momento asaban los gemelos Björnson, abrió unos ojos casi tan grandes como la bestia, y preguntó:

      -¿Quién abatió este monstruo?

      -Eso, quiénHonney?-preguntó malignamente Ursula.

      Honney se apartó gruñendo unas blasfemias que hubieran espantado de sus altares a las estatuas de los santos.

      De a poco fueron llegando otras personas. Algunas, en realidad, venían haciendo dos o tres viajes trayendo la comida, la bebida y otras cosas necesarias para preparar el festejo. Ese era el caso de Thomen, hasta que por último trajo a su familia, ya para quedarse. Como siempre que venía en carreta, llevaba puesto su enorme sombrero de paja reglamentario. Esto ya no era llamativo; pero Anders, quien, dicho sea de paso, había estado bebiendo un poquitín de cierta bebida aquí y probando sorbitos de otra un poco más allá, a consecuencia de tantas degustaciones se hallaba ya un poco chispeado; y fue él el primero en advertir en Thomen un detalle mucho menos habitual, que lo hizo prorrumpir en carcajadas.

      -¡Y tú luego dices que no está chiflado!...-exclamó-..Balduino, mira esa cosa que se ha traído Thomen, y ten luego el coraje de defender su cordura, si puedes.

      No sólo Balduino, sino trambién varios de los Kveisunger, que en ese momento estaban cerca, desviaron la mirada hacia Thomen. A la luz de la antorcha se lo vio sosteniendo una rara y enorme vejiga informe, de la que salían varias cañas o tubos;qué exactamente, no era seguro desde la distancia.

     -No, no-respondió Ulvgang, muy serio-. No está loco. Esa cosa es una gaita: un instrumento musical. Soplas por uno de esos tubos, y la música sale por los otros.

      Era una explicación razonable como cualquier otra, pero Anders (y en esto Balduino no se quedaba atrás) seguía encontrando muy absurda la forma del pretendido instrumento. Aun así, y pese al acceso de risa que pujaba por dominarlo de nuevo, luchó por deprimirse. Todo fue bien, hasta que Thomen sopló la gaita y un sonido de lo más chillón salió por aquellos tubos y se expandió por los aires. Ahí fue imposible, para Anders, seguir conteniéndose.

       -¡Y encima, no sabe tocarla!...-exclamó, cuando la risa le permitió al menos hablar inteligiblemente.

      -¿Cómo que no sabe tocarla?-protestó Ulvgang-. ¡Si lo está haciendo muy bien!

      -Tiene un sonido muy épico, muy marcial-arguyó Andrusier-. ¿Cómo puede ser que no te guste?...

      -En Feeriland, de donde es originario este instrumento-intentó explicar Hundi-, todo ejército dispone de un gaitero que...

      No llegó a terminar la frase. Que aquel instrumento que tan ridículo le parecía contara con tantos simpatizantes, fue para Anders el acabóse. Todas sus anteriores carcajadas fueron simples esbozos de sonrisa comparadas con lo que siguió después.

      Los Kveisunger contemplaban su descomedido arrebato de hilaridad  con miradas que no presagiaban nada bueno.

       -¡Ya decía yo que la locura de Thomen era contagiosa!-exclamó Anders, dificultosamente, entre risas-. ¡O la sordera de Gilbert, no sé!-y volvió a reír hasta las lágrimas, doblado en dos.

       Aquello ya era más de lo que cualquiera podía soportar. Ulvgang sonrió con malicia e hizo un gesto a sus hombres.

      -Suficiente. Vamos, muchachos-y de inmediato Hendryk, GröhelleHonney,Andrusier y el propio Ulvgang se arrojaron como fieras sobre Anders, cuya risa se cortó en seco, y lo aferraron de piernas y brazos, con mucha dificultad dada la enconada resistencia que oponía el capturado-. El grumete se ha portado como un cerdo. Busquémosle, entonces, un chiquero acorde...

       En la jerga de Vindsborg, el chiqueroera cualquier lodazal en el que se arrojaba a alguien de quien se considerara que se estaba pasando de la raya en algo. Resultaba un castigo horroroso y molesto, un poco porque la víctima quedaba hecha un asco, pero mucho más porque loe tocaba luego la ingrata tarea adicional de lavar la ropa emporcada de esta manera. Una buena pelea era lo que, en todo caso, preferían todos. En invierno, rara vez se recurría a semejante medida, porque para llegar al barro había que quitar la nieve. Pero ahora, en plena primavera, la nieve derretida estaba dejando el terreno hecho una lástima, con un charco aquí y otro por allí y, por supuesto, mucho, mucho barro. Así que el denuedo con que Anders bregaba por liberarse era más que comprensible.

      -Vamos, vamos, grumete, que es un servicio que te hacemos-se burló Gröhelle-: imitando a Terafáquizás hasta descubras el significado de su nombre y termines ganando la apuesta.

       Y se lo llevaron, y mientras seguía forcejeando, Anders pidió auxilio a Balduino, quien hizo oídos sordos. Anders lo acusó de traidor y le aseguró que se arrepentiría de no ayudarlo; pero en ese momento nadie sospechó siquiera la inmediatez de su venganza, y el pelirrojo menos que nadie, por lo que éste se puso a charlar con diversas personas (...).

       -Balduino, ¿cómo estás?-saludó de repente una voz de mujer a sus espaldas.

      Automáticamente, al darse vuelta, Balduino estiró su diestra para tomar y besar la de Wjoland. A último momento, cuando ella le ofrecía la siniestra, recordó de golpe y oportunamente todas las malas experiencias previas, y retiró su mano, con la que se rascó la cabeza, como si recién en ese momento recordara los muchos piojos que infestaban su cabellera. Sonrió nervioso, y se limitó a inclinar la cerviz para saludar.

      -Wjoland-saludó-. Estáte preparada. En cualquier momento, si tal sigue siendo tu deseo, podrás salir de Thorhavok y estarás a salvo de Arn. Yo te haré saber.

      -Claro que es mi deseo; pero, ¿y el trabajo que me encomendaste?

      -Házlo hasta donde puedas; ya encpontraré quien lo termine. ¿Falta mucho?

      -Bastante. Hago lo que puedo, pero es una labor complicada.

      -Bueno, no te preocupes. Dime: ¿trajiste a la vieja bruja?

      -¿Herminia?... No, quedó durmiendo-Wjoland sonrió incómoda-. Me trajo Hrumwald, en su caballito, como dice él. Ya sabes cómo me pongo cuando un hombre me ofrece ir en su grupa, pero él venía invitándome desde hace rato a dar un paseo a caballo con él, y siempre le decía que no. Y como es tan amable, no quise ofenderlo ni herirlo.

      Iba Balduino a contestar, cuando una voz a sus espaldas dijo:

      -Disculpad si interrumpo...

      Balduino reconoció la voz de Anders, pero no recordó lo sucedido un rato antes, ni advirtió el gesto sorprendido de Wjoland; de modo que se volvió, sonriente. Lo último que vio fue una mano llena de barro dirigiéndose hacia su cara. Llegó demasiado tarde para atajarla.

      -Y ahora dame un abrazo, mi amigo del alma-dijo perversamente Anders, embarrado de pies a cabeza y procurando que Balduino quedara tan perfectamente embadurnado como él.

      Escudero y Caballero tuvieron que ir al Duppelnalv a lavarse y cambiarse de ropa.
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publicado por ekeledudu a las 15:01 · Sin comentarios  ·  Recomendar
 
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SOBRE MÍ
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Eduardo Esteban Ferreyra

Soy un escritor muy ambicioso en lo creativo, y de esa ambición nació EL SEÑOR CABELLOS DE FUEGO, novela fantástica en tres volúmenes bastante original, aunque no necesariamente bien escrita; eso deben decidirlo los lectores. El presente es el segundo volumen; al primero podrán acceder en el enlace EL SEÑOR CABELLOS DE FUEGO I: INICIO. Quedan invitados a sufrir esta singular ofensa a la literatura

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