LXXXVIII
Luego de que todos hubieran bebido y comido en abundancia, Thomen aferró su gaita y se puso a tocarla ocasionalmente acompañado por algún percusionista. A pesar de su aspecto burdo y su sonido extremadamente chillón, luego de dos o tres piezas se acostumbraba uno al sonido de aquel instrumento; y la gente de Freyrstrand por lo visto contaba siempre con Thomen para que animara musicalmente los festejos, dando paso a la danza. Pese a sus anteriores burlas respecto a la gaita, Anders no tuvo el menor escrúpulo a la hora de mover los pies al son de la misma. Demostró ser un bailarín consumado, lo que no fue sorpresa para Balduino: daba la impresión de que todos los muchachos apuestos lo eran, tal vez porque sabían que todas las mujeres desesperarían por bailar con ellos y esta circunstancia los comprometía a dominar a la perfección ese arte.
Kurt estaba exultante. También él se defendía notablemente en la danza. Entre pieza y pieza corrió a servirse aquavit y vio a Hrumwald con expresión tristona y como aparte. Le palmeó la espalda y le dijo al oído:
-Saca a bailar a Wjoland, primo.
Era evidentemente lo que el feo y prognato Hrumwald se moría de ganas de hacer, pero no se atrevía.
Wjoland, por su parte, había bailado una pieza con Anders, demostrando excepcional destreza para la danza, y siendo ovacionada por todo el mundo. Sin embargo, rechazó seguir bailando con él por temor a que malinterpretara sus intenciones e intentara seducirla. En otro tiempo, en efecto, Anders se había sentido atraído por Wjoland, sin que ella le correspondiese en lo más mínimo. Lo consideraba un chico simpático, pero decididamente tonto; sin contar que, aunque no lo pareciera, ella le llevaba unos cuantos años de edad. Y para colmo Anders ahora estaba casado, lo que no necesariamente garantizaba de su parte una conducta monógama si no se le obligaba a ello.
-Balduino, ni te has acercado a Gudrun desde que empezó el baile-dijo Wjoland al pelirrojo, tras explicar la situación a Anders-. me muero de ganas de seguir bailando, y te invitaría a una pieza, pero no sé cómo vería Gudrun que bailes conmigo y no con ella.
-Es que no puedo bailar contigo ni con ella, porque no sé bailar-explicó Balduino, reflexionando sobre esa curiosidad de que fuese la mujer quien invitara al varón si éste no tomaba la iniciativa. En el Sur del Reino, mujeres que hicieran eso habrían sido calificadas, por decirlo suavemente, de casquivanas.
-Bueno, nadie esperaría que hicieras todo bien.
-Ni tampoco que me pusiera en ridículo.
-Pero ya lo hiciste varias veces, según dices. Yo misma parezco empeñada en hacer del bochorno mi estilo de vida. No hay rama o dintel, por altos que estén, contra los que no choque mi frente, ni piedra contra la que no tropiece ni, en fin, accidente conocido o por conocer que omita sufrir. Cuando vivía con los Leprosos, mi torpeza exasperaba y preocupaba a Gabriel... ¿Y recueras la noche que llegué aquí, equivocando direcciones y sin ver empalizadas tan notorias como montañas? No es que a solas sea mucho mejor, claro, pero pareciera que la intensidad del ridículo aumentara a la par de la cantidad de espectadores que estén ahí para presenciarlo. Ateniéndome a esta amarga realidad, supongo que debería ocultarme en lo más profundo de una cueva y no salir de ella; y sin embargo, aquí me tienes. Es que con cada vez que me convierto en el hamerreír me sonrojo menos, y pronto, ya que el ridículo parece ser mi estado natural, llegará el momento en que me ponga colorada sólo si no soy el hazmerreír de turno... ¿Qué tal si haces otro tanto? Y en tu caso, si te pones colorado, nadie notará tu vergüenza: parecerá que tu melena destiñe. Vamos, hombre, ¡vamos!...-insistió Wjoland-. Quiero bailar con alquien, pero no puedo sacarte si no bailas primero con tu novia.
-Oh, déjame en paz, Wjoland-gruñó Balduino con fastidio. esta iba a replicar algo, cuando Hrumwald, tímidamente, se le acercó.
-¿Quieres bailar?-preguntó, vacilante.
-¿Eh?... ¡Sí, sí!... ¡Por fin!-exclamó Wjoland, felizmente sorprendida y de ningún modo tan vacilante para aceptar como Hrumwald para proponer.
Antes de irse de la mano de su inesperado (y a la vez largamente esperado) compañero de baile, la joven se volvió hacia el pelirrojo y le dijo, en voz muy baja:
-Que tengas una buena vista en primera fila de Gudrun cortejada por la primera ave rapaz que se anime a invitarla a bailar, cagoncito.
-Qué amable de tu parte, muchas gracias-respondió venenosamente Balduino. Y pensó: He aquí mi recompensa por ser bueno. Yo la escondo de Arn, y ella me llama cagón. Pero no estaba enojado. A Wjoland la sentía como su hermana, al menos estando con ella, y por lo tnto parecía perfectamente normal que ella fuera un tanto irrespetuosa con él, y que él debiera tolerárselo... Aunque lejos de su presencia, otros rasgos de su conducta lo ponían sobre alerta. Por ejemplo: ¿qué hacía una joven tan linda aceptando una invitación a bailar del feo y prognato Hrumwald? ¿Estaría detrás del dinero de éste? Normalmente las mujeres preferían bailar con hombres apuestos. ¿Y si lo que le molestaba de Anders no fuera que él hubiera tratado de seducirla, sino la pobreza del seductor de marras?
Pero bien pronto, tal pensamiento se esfumó de la mente de Balduino. De momento, su orgullo de varón tenía otra cosa de qué preocuparse.
Bueno, bueno-pareció decirle una voz interna-, resulta que Wjoland te llamó cagón, es decir, te llamó por lo que eres. ¿Y qué piensas hacer al respecto?
Nada. Un Caballero no puede darle tortazos a una mujer, por mucho que desee hacerlo, respondió una segunda voz.
Ajá. Pero yo no hablaba de tortazos, y bien que lo sabes. Lo que tienes que hacer es dejar de ser un consumado miedoso y sacar a bailar a Gudrun, dijo la Primera Voz.
¡Yo no soy un miedoso!-protestó la Segunda Voz-. me he enfrentado a muchas cosas en la vida, pero todos tenemos nuestro talón de Aquiles. El mío es el miedo al ridículo.
Pero Wjoland insinuó que, si descuidas a Gudrun, otro podría quitártela.
¡No la descuido!... ¡No bailo con ella porque no sé bailar, eso es todo!
Ah, pero precisamente a las mujeres les encanta bailar. Eso podría dar a otro la oportunidad de hacer que Gudrun se interese por él.
¿A quién? El único soltero que queda es Thorstein el Joven, a quien Gudrun ya rechazó una vez, y que de todos modos ya está comprometido con otra.
¿Y eso qué tiene que ver? Comprometido no es lo mismo que casado, y Thorstein ya no es el que solía ser; y si Gudrun baila con él, podría notarle otras cualidades, como por ejemplo que se ha vuelto serio y responsable. Imagínala viniendo a agradecerte que lo hayas puesto a punto para ella, convirtiéndolo en un hombre hecho y derecho, y pidiéndote que apadrines su boda. Y además, ¿de dónde has sacado que Thorstein es el único soltero que queda en Freyrstrand? ¿A Hrumwald no lo cuentas para nada? Con lo feo que es, él sí se animó a pedirle a Wjoland que baile con él, y ella no lo tomó a risa. Al contrario, se burló de ti, no de Hrumwald.
Pero a Hrumwald no lo cuento. El está enamorado de Wjoland, no de Gudrun.
Pero imagina que Wjoland lo quisiera sólo como pareja de baile, y como ninguna otra cosa. Hrumwald entonces podría pensar que mejor otra que ninguna, y fijar su atención en Gudrun. El año pasado, en cierto momento, sentiste celos de él, creyendo que te había ganado de mano. No lo niegues. Y algo de razón tenías en estar celoso, puedes verlo ahora: las mujeres a veces tienen gustos extraños, y quién sabe si Hrumwald no podría ser un consumado seductor pese a su prognatismo y fealdad. En todo caso, entre un feo cobarde y alguien más feo aún pero al menos audaz, no hay mucho que pensar, la elección es obvia.
Hrumwald y Gudrun son decentes, nunca me traicionarían así.
La decencia no tiene nada que ver en esto; los sentimientos traicionan iincluso las lealtades más fuertes. Y luego, ¿qué importa si son incapaces de hacerte algo así? Con mayor razón debes ser atento con Gudrun, ¿no? ¿Qué clase de hombre eres, que atiendes a la mujer para ganártela y la desatiendes cuando ya la tienes segura?
¿Tal vez un hombre típico?
Bien. Elige entonces: ¿serás un hombre típico, o un Caballero?
La última desafiante pregunta de la Primera Voz quedó flotando en la mente de Balduino. En ese momento notó éste que Rigoberta intentaba convencer a Tarian de que bailara con ella. Al no obtener de él un sí de buen grado, forcejeó con él y lo arrastró hasta la improvisada pista de baile. Tarian se resistió todo el tiempo sin éxito hasta que al fin, resignado, miró cómo lo hacían los otros y empezó a danzar también. Como bailarín era un desastre aún peor que Balduino, pero nadie le prestaba mucha atención, ni aun con el cómico prólogo en el que Rigoberta lo había arrastrado hasta allí, pues cada uno estaba muy ocupado con lo suyo.
Es ahora o nunca, Balduino-pensó el pelirrojo-. Anímate, ya ves que a nadie le preocupa lo que hacen los demás.
Gudrun estaba en el otro extremo. La pista de baile se interponía entre ambos. Balduino empezó a cruzarla, pasando junto a Thorstein el Viejo que danzaba junto con su esposa Ulrike, Thorstein el Joven, que lo hacía con Thora, y Hansi, que acababa de sacar a bailar a una niña. Balduino demoró en recordar el nombre de ésta: era Amelia, la precoz mocosa que muy oronda había declarado hacía poco que se casaría con Hansi y que por lo visto estaba trabajando para alcanzar la meta que se había impuesto.
Por último paso junto a Hrumwald y Wjoland.
-¡No lo puedo creer!...-se burló esta última-. ¿Qué, el Caballero liquidó por fin al malvado ogro y ahora va en busca de la princesa?
Balduino le gruñó un insulto mayúsculo aprovechando que la chillona gaita de Thomen ahogaba casi cualquier otro sonido, y siguió su camino hasta situarse frente a Gudrun, que conversaba animadamente con los novios.
-¿Bailas, querida?-le preguntó cortésmente.
-Será un placer, señor Cabellos de Fuego-replicó ella, encantada, y haciendo un gesto que puso en evidencia que precisamente aquel momento era el que había estado esperando.
Balduino la escoltó galantemente hasta la improvisada pista, la cual, dicho sea de paso, estaba quedando hecha un desastre, porque a fin de que la arena no volara hacia todos lados, la habían empapado antes de iniciar el baile. El resultado era que, mientras se danzaba, el calzado de los bailarines se hundía profundamente, entorpeciendo los pasos; y en realidad, sólo los más habilidosos, como Anders y Wjoland, exhibían auténtica gracia. El resto dejaba bastante que desear, pero alguien de verdad torpe como Tarian, más que danzar, parecía hacer un acto de bufones.
-Gudrun-advirtió Balduino-, quiero avisarte que no sé...
Demoró en concluir la frase porque, para su consternación, en ese momento se oyeron aplausos y exclamaciones entusiastas, y las primeras vinieron de los felices novios. Probablemente Gudrun les había hablado de su impaciencia por que Balduino la invitara a bailar, y ellos, viendo que él se decidía al fin, no habían tenido mejor idea que festejar ruidosamente el histórico momento. Pero le habían hecho un flaco favor a Balduino, quien había esperado que sus torpezas como danzarín pasaran inadvertidas, y se encontraba ahora con que un nutrido público, imitando el ejemplo de Kurt y Heidi, los aplaudía y observaba.
Ay, pensó Balduino.
-...bailar-concluyó, riendo nerviosamente.
Gudrun escuchó los aplausos, vio la cara de resignado pánico de Balduino y, entendiendo perfectamente a éste, rompió a reir.
-Bueno, señor Cabellos de Fuego, no os preocupéis-dijo-. tampoco es que yo sea gran cosa. me defiendo y nada más; así que no pido un gran compañero de baile. Con que seáis vos tengo suficiente.