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¡Sorpréndeme!
EL SEÑOR CABELLOS DE FUEGO II
La segunda parte de la más extraña trilogía de la literatura fantástica, publicada por entregas.
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« XXXII
11 de Noviembre, 2010    General

XXXI

XXXI

      A la mañana siguiente, muy temprano, Andy Anderson visitó la Lumpenshaas provisto de una misiva que entregó al alcaide de la fortaleza. Ni éste ni Andy sabían leer, de la misma manera que Dunnarswrad, quien había dictado el texto del mansaje, no sabía escribir. No obstante, el alcaide reconoció el sello, el garabato colocado por el medio ogro a modo de firma y la contraseña convenida con éste, que solicitó y obtuvo de Andy.

      -Acompañad al muchacho-ordenó a uno de sus guardias, tras breve diálogo con Andy.

      Minutos después, con un chirrido desagradable, se abría la puerta la puerta de una oscura y húmeda celda donde había varios muchachos encerrados, y un carcelero retiraba el grillete que aprisionaba a un adolescente cuyo tabique nasal mostraba indicios de haber sido partido alguna vez durante algún intercambio de puñetazos. También tenía una cicatriz horrenda bajándole por la mejilla izquierda, desde la comisura del labio inferior hacia el mentón, para luego, caprichosamente, volver a subir contorneando el rostro hasta casi alcanzar la oreja.

      -Christianson, se te concede tu petición-dijo el guardia que acompañaba a Andy.

     -¿Sólo a mí? ¿Y los demás?-preguntó el muchacho liberado del grillete.

      -Todos, por turnos, tendréis permiso para ir a la Catedral luego de la ceremonia. De uno en uno-contestó Andy-. Si alguno huyese, los demás pagaríaiss por él.

      -¡Si no estamos en condiciones de huir a ninguna parte!-protestó Hodbrod Christianson.

      -Drakenstadt no se fía de vosotros, y el señor Hjalmarson menos que nadie. Admite que hay motivos-respondió fríamente Andy.

      -¡Para torturarnos durante los entrenamientos no tiene problemas en sacarnos a todos juntos!-replicó Christianson, embargado de ira.

      -Eso es distinto. Mientras entrenáis, todo el tiempo tenéis custodia permanente. Hoy, por desgracia, las condiciones son otras, muy propicias para una eventual fuga; y no hay quien os custodie, salvo yo, y sólo porque me ofrecí voluntariamente a ello. De modo que os vendré a buscar por turnos, y os quiero en todo momento junto a mí en tanto estéis fuera de esa celda.

      No intimidaba a Andy que Christianson fuera algo mayor que él, ni tampoco su fama de líder de delincuentes juveniles. Demostraba gran autoridad al hablarle, porque le bastaba imaginar la reacción de Dunnarswrad si aunque más no fuera uno de aquellos malhechores se fugara. Tal idea desvanecía cualquier timidez o apocamiento.

      -Entonces me quedo-gruñó hostil y tercamente Hod-. O todos, o nadie.

      Los otros muchachos cautivos y engrillados hicieron gestos de protesta:

      -No, Hod, ve. Luego iremos los demás.

      -Sí, Hod, tienes que ir, tú mismo lo dijiste. Le debemos ese gesto al señor Sygfriedson, a quien Dios guarde.

       Hodbrod Christianson lo pensó un momento hasta que por fin, de muy mala gana, accedió. Se incorporó con cierta torpeza, ya que tenía sus miembros dormidos, y avanzó hacia la puerta, con paso lento y rígido, gimiendo de dolor. Andy reprimió la risa: aquello le era familiar, muy, muy familiar...

      -¿Cuánto hace que el señor Hjalmarson os tiene entrenando?-le preguntó, mientras la puerta de rejas volvía a cerrarse tras ellos.

      -Dos semanas. Maldito hijo de puta-contestó Hod, de muy mal talante.

       -No lo quieres mucho, ¿eh?-preguntó Andy, con gesto fingidamente inocente; y la respuesta no se hizo esperar, furibunda y enérgica:

       -¿Que si no lo quiero?... ¡Ojalá se lo coma un Wurm!-gritó Hod, y Andy lanzó una carcajada-. ¡Morboso de mierda, cómo goza con nuestra desgracia!

      -Todavía estás a tiempo de cambiar el entrenamiento por el patíbulo-señaló Andy, sonriendo. Había pasado por los mismos sentimientos que ahora sacudían a Hod, y sabía que no serían eternos.

      -Eso querría él, ¡pero no le daré ese gusto!

       Andy le palmeó la espalda, sonriendo con nostalgia, pensando en su propio entrenamiento durante sus inicios en el Leitz Korp.

      -Lo vas a querer mucho-le aseguró-. Quién sabe, quizás incluso más que yo.
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publicado por ekeledudu a las 12:37 · Sin comentarios  ·  Recomendar
 
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SOBRE MÍ
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Eduardo Esteban Ferreyra

Soy un escritor muy ambicioso en lo creativo, y de esa ambición nació EL SEÑOR CABELLOS DE FUEGO, novela fantástica en tres volúmenes bastante original, aunque no necesariamente bien escrita; eso deben decidirlo los lectores. El presente es el segundo volumen; al primero podrán acceder en el enlace EL SEÑOR CABELLOS DE FUEGO I: INICIO. Quedan invitados a sufrir esta singular ofensa a la literatura

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